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Academo (Asunción)

On-line version ISSN 2414-8938

Acad. (Asunción) vol.6 no.2 Asuncion Dec. 2019

https://doi.org/10.30545/academo.2019.jul-dic.5 

Artículo original

Funcionalidad familiar y desarrollo de los vínculos afectivos en niños con problemas conductuales de la Fundación “Nurtac” en Guayaquil, Ecuador

Family functionality and development of affectional bonds in children with behavioral problems of the “Nurtac” Foundation in Guayaquil, Ecuador

Valeria Stefania Checa1 

Marly Melissa Orben Mendoza2 

María José Zoller Andina3 

1 Universidad de Guayaquil. Ecuador. E-mail: Valestefania1@hotmail.com

2 Universidad de Guayaquil. Ecuador. E-mail: melissa.orben@gmail.com

3 Universidad de Guayaquil. Ecuador. E-mail: maria.zollera@ug.edu.ec


RESUMEN

El presente trabajo tuvo como objetivo estudiar la importancia de los vínculos afectivos y la funcionalidad familiar en su relación con los problemas conductuales en la infancia. Esto se realizó con la participación de 30 niños y sus familias, derivados por la Fundación Nurtac, en Guayaquil, Ecuador, por presentar problemas conductuales. La metodología es de tipo mixto, y el análisis se presenta con un diseño narrativo y de alcance descriptivo. El estudio contempló el análisis del proceso de evaluación y de intervención para el fortalecimiento de los vínculos afectivos. Finalmente, se concluye que: 1) el déficit en los vínculos afectivos entre los niños con problemas conductuales y las familias, generan mayores dificultades asociadas al malestar, 2) que el nivel de funcionalidad familiar influye en la gestión adecuada de los problemas conductuales, así como en el proceso de intervención, y 3) que en los casos de problemas conductuales resulta primordial realizar intervenciones conjuntas con la participación de la familia y no de manera aislada. Estos resultados resaltan la importancia de potenciar los aspectos afectivos y emocionales en estos casos, así como las consideraciones metodológicas, técnicas y teóricas para su abordaje desde la Psicología.

Palabras clave: funcionalidad familiar; desarrollo afectivo; problemas conductuales; proceso de interacción educativa

ABSTRACT

The objective of this study was to study the importance of affective bonds and family functionality in children with behavioral problems. This was done with the participation of 30 children and their families, derived by the Nurtac Foundation, in Guayaquil, Ecuador, for presenting behavioral problems. Methodology is of mixed type, and the analysis is presented with a narrative design and descriptive scope. The study contemplated the analysis of the evaluation and intervention process for the strengthening of affective bonds. Finally, it is concluded that: 1) deficit in affective bonds between children with behavioral problems and families, generates greater difficulties associated with discomfort, 2) that family’s functionality level influences the proper management of behavioral problems, as well as in the intervention process, and 3) that in cases of behavioral problems, it is essential to carry out interventions with the participation of the family and not in isolation. These results highlight the importance of strengthening the affective and emotional aspects in these cases, as well as the methodological, technical and theoretical considerations for its approach from Psychology.

Keywords: family functionality; affective development; behavioral problems; educational interaction process

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo estudiar las dificultades que se generan en los vínculos afectivos entre las familias y los niños con problemas conductuales, y su importancia en el ajuste conductual. Resulta importante ampliar la investigación en esta área de interés ya que puede ser un componente fundamental a considerar para orientar la intervención y los programas que están dirigidos a favorecer el ajuste conductual de los niños en diferentes contextos.

En relación a esto, se conoce que los vínculos afectivos son un elemento clave para el desarrollo humano. Debido a la extrema vulnerabilidad que presenta el bebé desde el nacimiento, la especie humana requiere de los cuidados de los otros para poder sobrevivir y desarrollarse. La niñez se considera una etapa de indefensión, pero al mismo tiempo de gran importancia para la construcción y el desarrollo de los primeros vínculos que generarán una impronta en su vida emocional (Rezavala, 2016). En este sentido los padres, en especial la madre es la figura de cuidado más representativa en esta relación. Por ello, es la pareja parental, y quienes cumplan con su función, como es el caso de los cuidadores, quienes deberían satisfacer las necesidades primordiales del infante hasta que logre, de forma progresiva, mayor autonomía e independencia. Por supuesto, estas necesidades no son únicamente de orden biológico, sino también social y afectivo. El presente estudio se referirá a estas últimas.

Durante mucho tiempo se consideró que las relaciones afectivas eran producto de un aprendizaje casi automatizado por la constitución biológica. Sin embargo, a partir de los años 50 se dio un giro a estos postulados tradicionales, resaltando la importancia del establecimiento de vínculos afectivos para un buen desarrollo infantil. Los estudios realizados contrastaron la calidad afectiva de los diferentes entornos en los que se desarrollaban los infantes, concluyendo que estas primeras interacciones pueden influir directamente en la adquisición de procesos complejos como el aprendizaje, el lenguaje, el pensamiento y la inteligencia. Más allá de los cuidados físicos que reciba el infante, sin la interacción social y el contacto afectivo con las figuras de apego, no es posible un desarrollo adecuado (Bravo y Pérez, 2016).

Este cambio de enfoque fue motivado principalmente por los estudios de Harlow (1958), los cuales concluyeron que las crías de algunas especies animales pueden establecer vínculos afectivos con independencia de las necesidades básicas de la alimentación. Este es el caso de los monos rhesus lactantes, quienes priorizan la posibilidad de abrazarse y recibir un trato cálido de miembros de su misma especie (Harlow y Harlow, 1965).

En esta misma línea, posteriormente Bowlby, J. (1969) propuso la teoría del apego, la cual hace referencia a la tendencia de los seres humanos a establecer vínculos afectivos con otros a través de las interacciones sociales. Esto se fundamentó principalmente en la preferencia del infante por estímulos afectivos, tales como la voz y el olor de la madre, las caricias y el rostro humano, por sobre estímulos neutros.

El apego podría ser conceptualizado como el lazo afectivo que se establece con otro a partir de la interacción, la aproximación y el contacto, en busca del cuidado y la protección. Desde los primeros momentos de vida los seres humanos, al recibir cuidados de sus progenitores, comienzan a experimentar una serie de emociones que generan un vínculo, que parte de la necesidad de un refugio emocional (Rezavala, 2016). Usualmente, tener la confianza de que detrás de las acciones y decisiones que se tomen en la vida, se encontrará una persona cercana que brinde apoyo en situaciones de dificultad, permite desarrollar mejores habilidades y capacidades personales.

Por otra parte, cabe indicar que los vínculos no tienen un carácter innato, ya que requiere de un tiempo lograr su establecimiento y consolidación. Se genera en base a la experiencia y la interacción continua con los referentes afectivos, lo cual también explica el malestar que se puede presentar frente a personas extrañas o desconocidas. De allí deriva la importancia de pasar tiempo de calidad con los niños con el fin de generar estos lazos y mantenerlos.

Asimismo, los vínculos afectivos poseen un componente conductual. Esto se refiere a las conductas que tiene el infante para lograr proximidad. Estas conductas de aproximación pueden activarse de forma radical en los momentos de mayor necesidad afectiva, tal es el caso de los niños que sienten temor por una amenaza externa y buscan la protección de sus padres. Sin embargo, en muchos casos cuando no hay una respuesta adecuada y oportuna que genere seguridad, esto puede derivar en un desajuste. Las diferencias residirán en las características individuales, las características del entorno y el repertorio conductual que se despliegue (Barros, 2015).

De la misma manera, los vínculos afectivos poseen un componente cognitivo y emocional. El primero se refiere a las representaciones mentales que tiene el infante sobre la interpretación de su relación con las figuras de apego, a partir de las tendencias de aproximación y las respuestas recibidas. El segundo se refiere a los sentimientos y emociones que se evocan de esa interacción, en cuanto a la interpretación que se hace de la figura de apego y de uno mismo, que deja como resultado el nivel de seguridad sentido por el infante (Guaranga, 2017).

La calidad de estos vínculos constituye un indicador de bienestar psicológico, sobre todo porque se establecen en los primeros años y marcan un desarrollo fructífero en diferentes áreas del sujeto: emocional, cognitivo y social (Bick y Nelson, 2016). Esto dependerá de las respuestas del cuidador frente a las demandas y tendencias de proximidad del infante, lo cual finalmente tendrá un impacto a futuro, al momento de establecer nuevas relaciones afectivas con otros sujetos externos al núcleo primario. La relación parental y los vínculos afectivos establecidos, positivos o negativos, pueden representar un factor de protección o de riesgo según sea el caso (Jessor y Turbin, 2014).

El ambiente familiar siempre será una influencia directa en el comportamiento de los niños. Por ello el desarrollo relacional de los infantes, depende principalmente de las habilidades sociales que se fortalezcan y de las cualidades que se adquieran en este entorno primario. Esto es lo que se puede evidenciar incluso en cuanto a las diferencias en las estructuras familiares, repercutiendo de una u otra forma en los niños y en su desarrollo (Sagbaicela, 2018). Lo que influye en que el niño no adquiera de sus padres el mejor modelo de conducta social, o que presente abandono emocional y carencias afectivas, o que manifieste dificultades sociales, repercutiendo finalmente en su conducta y en las interacciones futuras que se establezcan en otros contextos sociales (Fundación Carlos Abascal, 2016).

La familia influye directamente en el desarrollo social, emocional, afectivo, moral y cognoscitivo de todo individuo, incidiendo en su desarrollo integral (Suárez y Vélez, 2018). Esto incluye los aspectos conductuales, que son finalmente la manifestación observable de muchos otros procesos subyacentes, como los psicológicos y los afectivos. Asimismo, lo conductual está inmerso en el área social, puesto que se trata de la forma en la que el sujeto interactúa con los otros y los medio que utiliza para esto. Esto refleja la importancia también del cumplimiento de normas y reglas, y la necesidad de que los padres acompañen este aprendizaje y contribuyan con un ambiente familiar propicio.

Por otra parte, el nivel de funcionalidad familiar encuentra su relación con el establecimiento de los vínculos afectivos, ejerciendo una mayor influencia en los primeros años de vida de cada persona. La familia tiene en este sentido un papel socializador, ya que es dentro de ella donde el infante establecerá las relaciones primarias para luego ampliar su radio de interacción (Suárez y Vélez, 2018).

Al respecto, se conoce que cuando el niño se siente integrado y adaptado a la familia, se generan mayores actitudes positivas hacia los propios miembros de la familia, así como a las tareas académicas y sociales. Por otras parte, las familias disfuncionales, o que presenten sistemas negativos de control de la conducta así como caos en los roles ejercidos dentro del hogar, están asociados con patrones de dificultad temperamental y comportamental en los niños (Fontaine, McCrory, Boivin, Moffitt, y Viding, 2011), e incluso con mayores probabilidades de comportamientos de riesgo durante el periodo de la adolescencia (Alonso, Yañez, y Armendáriz (2017). De la misma manera, los problemas emocionales y la negligencia afectiva están mayormente relacionados con trayectorias de desarrollo caracterizadas por problemas de conducta en los niños, que pueden incluso derivar en trastornos específicos, de no existir una intervención oportuna (Byrd, Hawes, Loeber y Pardini, 2016).

De esta manera, el presente trabajo estudia la importancia de los vínculos afectivos en el abordaje de los problemas conductuales que se puedan presentar durante la infancia, y cómo estos vínculos dependen también del grado de funcionalidad familiar. A lo largo del documento se abordará la metodología de estudio, en donde se detallarán los instrumentos y las fuentes de información para la recopilación de los datos. Posteriormente, se presentarán los resultados de acuerdo a cada instrumento utilizado, y se analizarán estos resultados a la luz de la sistematización teórica según los antecedentes ya propuestos. Finalmente, se plantearán las conclusiones del estudio de manera que sean consideradas en futuras investigaciones o en su utilidad práctica para el desarrollo de la profesión.

METODOLOGÍA

La iniciativa de este estudio surge tras el interés de complementar los conocimientos ya existentes sobre el tema, que contribuyan a la reflexión teórica y crítica sobre el papel de los vínculos afectivos en otros procesos psicológicos y comportamentales. Por ello, el objetivo del trabajo consiste en estudiar las dificultades presentes en los vínculos afectivos entre las familias y los niños con problemas conductuales, y su importancia en el ajuste conductual. Esto resulta importante debido a que los vínculos afectivos son la máxima expresión de unión, que va más allá de la relación de parentesco.

La metodología utilizada es de tipo mixto, siendo que el análisis se presenta con un diseño narrativo y de alcance descriptivo. Consiste en el análisis crítico de la fase de evaluación e intervención en casos de niños con problemas conductuales y sus familias. Esto ha sido generado bajo el marco de ejecución de un proyecto de investigación de la Universidad de Guayaquil: “Prevención y atención integral a niños con problemas de aprendizaje y de conducta”. El proyecto contó con la participación de la Fundación Nurtac, la cual realizó la derivación de los niños. Esta Fundación está ubicada al suroeste de la ciudad de Guayaquil Ecuador, siendo esto una zona caracterizada por la alta incidencia de factores de riesgos sociales y psicológicos y con un estrato socioeconómico bajo. El estudio se realizó en el periodo comprendido desde mayo hasta agosto del 2018. Los niños derivados fueron seleccionados para el proyecto por presentar dificultades de aprendizaje y problemas conductuales muy marcados; sin embargo, en el presente trabajo solo se estudian los casos con problemas conductuales. Las edades estuvieron comprendidas entre 6 y 11 años de edad, con un total de 30 niños participantes, junto a sus familias.

La primera fase ejecutada fue la evaluación, lo cual permite rescatar aspectos trascendentales del sistema familiar e identificar cuáles son las principales dificultades añadidas a los problemas conductuales de los niños en relación a la dinámica familiar. Posterior a esto se realizó una fase de intervención, lo cual incluyó técnicas y herramientas dirigidas al fortalecimiento de estos vínculos familiares deteriorados por las problemáticas presentes. Finalmente, se realizó la sistematización de la retroalimentación del proceso y de los resultados obtenidos.

Para la planificación del estudio se estableció un cronograma de actividades, con el fin de identificar las etapas críticas de la investigación. Y en cuanto a la recogida de información, se llevó a cabo con los siguientes instrumentos y/o técnicas que se detallan a continuación:

Registros de observación para el análisis funcional del problema: esto se utilizó como un instrumento de recolección de datos de acuerdo al objetivo de la investigación. A partir de los datos observables, se logró registrar la información significativa para su análisis sistemático. Esto se realizó a través de una guía de observación, con el fin de orientar al evaluador de forma objetiva en el proceso. Esta técnica encausa hechos de la realidad únicamente observables, con el fin de delimitar las relaciones entre acciones y situaciones específicas. En este caso, la guía de observación contempló como criterio de validación el Juicio de Experto, a partir del análisis de la precisión, pertinencia e importancia de cada dimensión planteada, posterior a su elaboración según las investigaciones previas. Demostrando confiabilidad, las dimensiones propuestas fueron finalmente:

Conducta manifiesta infantil: se refiere al comportamiento problema observable.

Desencadenantes contextuales: se refiere a los elementos del contexto que se presentaron con anticipación al problema. Puede incluir la interacción con otros o los cambios en el ambiente.

Entorno: se refiere a las condiciones del ambiente escolar o familiar, el espacio físico, los distractores, los materiales, etc.

Métodos utilizados: se refiere específicamente a las respuestas que tienen los adultos frente al problema del niño, qué hace y cómo lo hace, qué estrategias utilizó.

Técnica proyectiva “Dibuja tu problema”: se aplicó con el fin de explorar las principales dificultades de los niños derivados desde su propia perspectiva. La utilización del dibujo es una forma adecuada de acuerdo al rango de edad propuesto, la cual es mayormente complementada con la segunda parte de exploración verbal, en la que el niño manifiesta de manera explícita cuáles son sus problemas vitales.

Técnica proyectiva “Dibuja una familia”: permite explorar la dinámica familiar y los vínculos establecidos entre los miembros, así como el lugar del niño en su sistema familiar, a través de la libre expresión de pensamientos y sentimientos.

Entrevista semiestructurada a los padres de familia/cuidadores: permite recabar información de la dinámica familiar desde la perspectiva de los padres/cuidadores sobre la problemática vital, las relaciones afectivas con sus hijos y su malestar. Esta entrevista estuvo compuesta por las siguientes dimensiones: 1) historia de la demanda o motivo de derivación, 2) genograma, 3) tipo de crisis: crisis de desajuste, crisis vitales, estructurales o de desarrollo, 4) tipos de comunicación del sistema familiar: roles, jerarquías, límites claros o difusos, 5) tipología familiar y, 6) manejo de la estructura familiar: subsistemas conyugal, parental, fraternal, y roles.

Cuestionario FF-SIL: se trata de un cuestionario de 14 enunciados en escala tipo Likert, con 5 alternativas de respuesta: casi nunca (1), pocas veces (2), a veces (3), muchas veces (4) casi siempre (5). Ha sido validado en el contexto ecuatoriano alcanzando un alfa de Cronbach de 0.931 para el análisis de la fiabilidad factorial (Brito y Procel, 2016). Permite medir el grado de funcionalidad familiar a partir de siete variables: cohesión, armonía, comunicación, afectividad, roles, adaptabilidad y permeabilidad. Esto permite identificar los factores principales que desencadenan los problemas familiares, y caracterizar la dinámica del sistema familiar a través de 4 criterios: funcional, moderadamente funcional, disfuncional, y severamente disfuncional.

Cabe indicar que todos los instrumentos utilizados tienen un formato claro, que permite al evaluador mantener la objetividad en el estudio, y documentar los datos de manera precisa. Esta estructura basada en criterios preestablecidos y en dimensiones específicas facilita la confiabilidad de la información recabada. De la misma manera, es importante resaltar que las técnicas proyectivas han sido seleccionadas por su riqueza para apreciar la calidad de los vínculos afectivos y de las relaciones más cercanas, principalmente las familiares. Además, han sido considerados aspectos formales del dibujo, pero sobre todo del discurso del niño o niña en la fase verbal de su administración. Estos enunciados discursivos han sido sintetizados de forma literal, manteniendo la objetividad de la información. Finalmente, los resultados de las técnicas proyectivas han sido complementados con los otros instrumentos para poder ofrecer una mejor interpretación.

Para la fase de evaluación se utilizaron todos los instrumentos y técnicas previamente mencionadas. Y para la fase de intervención se realizó la recogida de datos a partir de los registros de observación, y una segunda entrevista a los padres/cuidadores, con el objetivo de extraer las retroalimentaciones del proceso.

La fase de intervención consistió en la ejecución de talleres, dos para los padres, dos para los niños, y una última sesión de integración conjunta. En los talleres se trabajaron las dificultades identificadas en un primer momento, con el objetivo de fortalecer los vínculos afectivos. Para ello se analizaron las formas de interacción familiar y su dinámica, se identificaron los puntos fuertes y débiles de los vínculos establecidos hasta ahora, se identificaron los intereses y aspectos en común que faciliten la cohesión grupal, se exploraron las formas de comunicación que se generan en la familia, y finalmente se establecieron compromisos.

RESULTADOS

Previo a la presentación de los resultados resulta importante contextualizar la situación inicial y los antecedentes de las familias de los niños con los que se trabajó. De acuerdo a los datos recogidos al momento de la derivación, de antemano se conocía que se trataba de residentes de una zona altamente conflictiva, con problemáticas sociales evidentes como la delincuencia y el consumo de sustancias, pertenecientes a un estrato socioeconómico bajo.

Los resultados obtenidos concluyeron que los niños derivados provenían de familias nucleares y familias extensas. En cuanto a la estructura familiar, tras la aplicación del cuestionario FF-SIL se encontró que el 60% (n=18) de las familias obtuvieron un puntaje entre 43-56 puntos, lo cual corresponde al nivel “moderadamente funcional”; mientras que un 30% (n=9) obtuvieron puntajes inferiores en el rango de 28-42, lo cual corresponde al nivel “disfuncional”. Finalmente, un 10% (n=3) obtuvo un puntaje en el rango de 14-27, lo cual corresponde al nivel “severamente disfuncional”. Los resultados se pueden consultar de forma gráfica en la Figura 1.

Figura 1 Resultados sobre funcionalidad familiar (elaboración propia). 

En cuanto a los registros de observación y las entrevistas a los padres/cuidadores, se obtuvieron los siguientes datos que se presentan a continuación:

Los desencadenantes de los problemas conductuales tuvieron relación con crisis familiares, incluyendo problemas de divorcio o separación de la pareja parental, ausencia de familiares que representaban un soporte afectivo en los niños, así como cambios en la dinámica familiar por comportamientos desajustados en alguno/s de sus miembros.

Los problemas conductuales presentados en los niños generaron mayores dificultades asociadas al malestar inicial: mayores discusiones familiares, reproches, rechazo y detrimento de los vínculos afectivos.

Dificultades comunicativas en el sistema familiar: instrucciones poco claras, mensajes sin coherencia y constancia, falta de consenso sobre el manejo de los problemas conductuales, jerarquía y roles poco o nada definidos, límites imprecisos o difusos.

Modalidades inefectivas de regulación de las conductas indeseadas, tanto desde el subsistema parental como del fraternal. Esto se refiere a una gestión inadecuada de los problemas conductuales presentados en los niños a través de gritos, castigos inefectivos, culpabilización y agresiones verbales y físicas.

En relación a las técnicas utilizadas: “dibuja tu problema” y “dibuja tu familia”, se evidenciaron las siguientes problemáticas identificadas desde la perspectiva de los niños. Las respuestas han sido clasificadas en categorías más amplias para su análisis posterior, y se presentan a continuación en la Tabla 1.

Tabla 1 Resultados de técnicas proyectivas “Dibuja tu problema” y “dibuja tu familia”. 

Posterior a la identificación de los problemas, orientados a los efectos de ruptura en los vínculos afectivos, se realizó la ejecución de las sesiones de intervención a través de la selección de estrategias específicas para favorecer el fortalecimiento de los vínculos afectivos positivos en el niño y su familia. A través de la administración de la entrevista a padres/cuidadores y los registros de observación del proceso, posterior a la fase de intervención, se identificó lo siguiente:

Las familias moderadamente funcionales obtuvieron mayores avances en cuanto a la ejecución de las estrategias aprendidas en la fase de intervención, para la gestión adecuada de los problemas conductuales de los niños.

Debido a las propias características estructurales y dinámicas, las familias severamente disfuncionales presentaron mayores dificultades para adaptarse a los cambios que se requieren para un buen manejo de los problemas conductuales.

El fortalecimiento de los vínculos afectivos favoreció parcialmente la regulación efectiva de comportamientos desajustados.

Las sesiones de intervención contribuyeron positivamente en el fortalecimiento de los vínculos afectivos, permitiendo que las familias se cuestionen sobre los patrones de respuesta y los estilos de afrontamiento de los miembros de la familia sobre el síntoma del niño.

La identificación de las dificultades en relación a los vínculos afectivos creó mayor empatía sobre la problemática del niño, generando corresponsabilidad en el malestar y la dinámica familiar.

Las familias consideraron estrategias de regulación emocional y conductual aprendidas en el proceso de intervención, y que antes desconocían totalmente, por lo cual no sabían cómo manejar estas situaciones cotidianas.

DISCUSIÓN

Se conoce que la familia es el principal ambiente de aprendizaje durante la infancia, con lo cual resulta importante que desde ella se favorezca al desarrollo de los niños a través de relaciones armónicas y saludables. Así mismo, las familias pueden convertirse en actores significativos para el abordaje directo de posibles problemáticas en los niños, a través de su participación conjunta en el contexto educativo. Según los datos obtenidos a través de este estudio, se evidencia que los niños que provienen de sistemas familiares disfuncionales tienen mayor tendencia a dificultades en las habilidades de interacción social, así como de un ajuste personal en diferentes contextos de desenvolvimiento. Eso a su vez puede derivar en dificultades añadidas, como problemas de falta de autoestima, bajo autoconcepto o fracaso escolar (López, Barreto y Del Salto, 2015).

Los resultados obtenidos manifiestan relación entre el mantenimiento de los problemas conductuales y las carencias afectivas que se experimentan a nivel familiar. Los problemas conductuales en ocasiones pueden generarse como el propio síntoma familiar, a partir de problemas estructurales en este sistema primario; mientras que en otros casos, aunque las dificultades afectivas familiares no se ubican como detonantes de los problemas conductuales, sí pueden manifestarse como una respuesta reactiva de la familia hacia la conducta no deseada del niño. El estudio no se centra en las causas de los problemas conductuales, pero sí ha sido posible analizar el papel de la familia y sus vínculos afectivos en la gestión de los problemas de conducta y en el desarrollo del niño. Los problemas conductuales manifiestos llegan a generar mayor fricción en la dinámica familiar, principalmente en el ámbito afectivo. Esto provoca que el proceso de intervención y el progreso del niño tarde un poco más; mientras que las familias que poseen otras herramientas de afrontamiento, así como características de mayor estabilidad, sí favorezcan de una forma más adecuada al desarrollo ajustado de los niños.

Los resultados arrojados subrayan la influencia que tiene el entorno familiar en la conducta de los niños, debido a que durante este periodo de desarrollo se asimilan mucho más los patrones familiares. Las características propias del contexto familiar y las relaciones que se establecen, influyen en los rasgos personológicos del infante, lo cual puede derivar en la adquisición de comportamientos desajustados. De la misma manera, un inadecuado manejo de estos problemas conductuales puede intensificar las dificultades generando incluso trastornos maximizados en la edad adulta. Esto no quiere decir que las familias sean directamente las causantes de los propios problemas conductuales, pero sí que estos factores pueden influir no solo en el desarrollo sino en la gestión de estas dificultades. Desde la Teoría Ecológica del Desarrollo de Bronfenbrenner (1979), se ilustra la reciprocidad dinámica entre los sistemas interpersonales (meso y microsistema) y el desarrollo del individuo, lo cual sugiere que los efectos generados en uno influye directa o indirectamente en el otro.

De acuerdo a los resultados obtenidos, la mayoría de las familias se categorizan como “moderadamente funcional” y un menor grupo como “disfuncional” y “severamente disfuncional”. Sin embargo, las contradicciones encontradas al contrastar los resultados extraídos de las entrevistas a profundidad con los padres/cuidadores, resaltan que los resultados del cuestionario FF-SIL podrían puntuar más alto de lo que realmente se evidencia, probablemente por dos elementos: 1) debido al sesgo de deseabilidad social, o 2) debido a la normalización de comportamientos disfuncionales en dichas zonas. Aunque se encontraron estas limitaciones, no presentan un cambio drástico en los resultados del estudio, puesto que las categorías identificadas en los resultados se mantienen. Sin embargo, es un punto que es pertinente señalar para el desarrollo de futuras investigaciones. Finalmente, se resalta que las entrevistas fueron un instrumento muy útil en este caso, puesto que permitieron rescatar elementos específicos de la dinámica familiar y la forma en la que manejan los problemas conductuales de los niños.

Por otra parte, los resultados encontrados en cuanto a la dinámica familiar sí mantienen una relación con la visión de los niños sobre su propio malestar y la forma en la que son percibidos por la familia. Un 70% de los niños manifestaron que no sentían que sus padres/cuidadores no les daban todo el cariño, atención y cuidados necesarios, lo cual influye negativamente en la autoestima de los infantes y refuerza la posible brecha existente entre estos dos grupos. De la misma manera, se identificaron rasgos de ansiedad en los infantes, principalmente por sentimientos de reproche, discusiones familiares o rupturas de la pareja parental, lo cual también se ha encontrado en otros estudios en los que se evidencia la relación entre el grado de conflictividad familiar y el detrimento socioemocional de los niños (Gómez-Ortiz, Martín y Ortega-Ruiz, 2017; Nuñez, Pérez y Castro, 2017). Así mismo, otros estudios han resaltado la relación entre el nivel de conflictividad parental y familiar, con el autorreproche infantil y los desajuste conductuales (Davies y Lindsay, 2004; Iraurgi, Martínez-Pampliega, Iriarte y Sanz, 2011; Justicia Díaz y Cantón Duarte, 2007).

En relación a la funcionalidad de las familias, se conoce que esto influye en el desarrollo de los hijos (Pecora, Fraser, Nelson, McCroskey y Meezan (2017). En este sentido, una familia funcional posee mayores recursos estructurales, simbólicos y psicológicos para optimizar un desarrollo integral en la infancia, constituyéndose esto como un factor de protección. Aunque ninguna de las familias que formaron parte de este estudio alcanzó una caracterización de “familia funcional”, sí se identificaron familias “moderadamente funcionales”. Éstas se mostraron más abiertas a las experiencias de aprendizaje sobre los roles establecidos hasta ahora y los cambios necesarios a futuro. Sin embargo, en el caso de las familias “disfuncionales” y “severamente disfuncionales” se identificaron mayores dificultades, mostrando mayores resistencias al cambio y a la aceptación de la implicación de la familia en los problemas conductuales de los niños. La comunicación entre los miembros es escasa, y prefieren no manifestar sus necesidades, lo cual produce que las molestias se acumulen, generando mayores fricciones en la dinámica familiar. Los estudios concluyen que la falta de cumplimiento de las responsabilidades, la fallas comunicacionales y de establecimiento de límites, y la poca manifestación de cariño en los hogares, inciden negativamente en el desarrollo infantil pudiendo derivar en problemas conductuales, en su mantenimiento o en su intensificación (Yogman, Garfield, y Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health, 2016).

De la misma manera, las familias “moderadamente funcionales” habían interiorizado que los problemas conductuales presenten en el niño no eran más que también un reflejo de los problemas familiares existentes, lo cual generaba una corresponsabilidad y facilitó las vías de intervención a través de la empatía con el malestar del niño. En cambio, las familias con puntajes inferiores desconocían las problemáticas que presentaban sus hijos y de qué manera los afectaban, o llegaban a considerar que los niños eran muy pequeños como para llegar a tener conversaciones sobre estas necesidades afectivas y emocionales.

En el trabajo de campo, se evidenció que los padres presentaban posturas autoritarias frente a alguna conducta negativa, haciendo uso sobre todo de castigos inefectivos. Además, pasaban por lato indagar sobre la razón oculta de estas conductas, o las emociones o afectos asociados a estos comportamientos. Según los resultados, en estas situaciones se evidenciaba la pérdida de control de las emociones tanto por parte del padre como de los niños, así como de los otros miembros familiares que estaban a su cargo o que se relacionaban con ellos. Debido a que la mayoría de los familiares se habían acostumbrado a los problemas comportamentales de los niños como, llegaban a un punto de paralización; es decir, ya no intervenían y consideraban estas conductas como irreparables, depositando mayores sentimientos de rechazo y desaprobación hacia ellos. Al sentir tal impotencia, el afecto positivo era desplazado usualmente hacia los otros hijos, reforzando aún más el distanciamiento familiar. Al respecto, los estudios de Rosas, Abarca y Galindo (2016), resaltan que estas fricciones pueden provocar los niños formulen una perspectiva insegura y hostil sobre el mundo, así como una perspectiva deformada sobre sus propias capacidades de afrontamiento y del autoconcepto.

Por otra parte, las familias del estudio presentaron un desligamiento emocional, en diferentes niveles de acuerdo al grado de funcionalidad. Esto se veía intensificado por los conflictos producidos por las situaciones de delincuencia, consumo o abuso de drogas, y la ausencia de algunos miembros de la familia, entre otras. Las características de estos ambientes inestables y algunos casos hostiles, influye en una personalidad introvertida, en la poca motivación e interés en el ámbito educativo y en otras dificultades asociadas (Gutiérrez, Camacho y Martínez, 2007).

Por ello, es importante intervenir de forma oportuna en los problemas conductuales, tratando de promover estrategias dirigidas al funcionamiento saludable del núcleo familiar, y no únicamente dirigidas al niño (Díez López, et al., 2016; Rodrigo, Almeida y Reichle, 2016). Estos resultados se justifican aún más desde la propuesta Constitucional del Ecuador, en el Art. 44, que indica lo siguiente (Ministerio de Educación, 2018):

El Estado, la sociedad y la familia promoverán de forma prioritaria el desarrollo integral de las niñas, niños y adolescentes, y asegurarán el ejercicio pleno de sus derechos; se atenderá el principio de su interés superior y sus derechos prevalecerán sobre los de las demás personas. Las niñas, niñas y adolescentes tendrán derecho a su desarrollo integral, entendiendo como proceso de crecimiento, maduración y despliegue de su intelecto y de sus capacidades, potencialidades y aspiraciones, en un entorno familiar, escolar, social y comunitario de afectividad y seguridad. Este entorno permitirá la satisfacción de sus necesidades sociales, afectivo-emocionales y culturales, con el apoyo de políticas intersectoriales nacionales y locales. (p. 1).

Desde esta perspectiva, resulta necesario que, con el fin de asegurar los derechos de los niños y de su desarrollo integral, se generen proyectos de intervención en los que se incluyan las áreas afectivo-emocionales, incluso desde el propio funcionamiento familiar como base social, tal como hace referencia el Observatorio Social del Ecuador (2018).

En esta misma línea, y de acuerdo a la sistematización del proceso desarrollado, se propone que la intervención en los casos de niños con problemas conductuales contemple también la participación de la familia, y que se favorezcan estrategias que potencien los vínculos afectivos positivos entre sus miembros. Así es más fácil que en el ambiente familiar se delegue equitativamente las responsabilidades, se establezcan normas y acuerdos, se refuerce la autonomía y la autoestima, finalmente favoreciendo el desarrollo social y cognitivo. Cuando las familias trabajan en estas áreas, se viabilizan mejores alternativas para la resolución de conflictos y las distancias entre los miembros se acortan, facilitando la comunicación y generando confianza para expresar las necesidades y emociones.

Finalmente, en la fase de intervención se continuó con el abordaje de los problemas de conducta, a través de una metodología de participación activa, de tal modo que la pareja parental, principalmente, reconozca que son ellos los principales referentes que pueden regular y favorecer la conducta ajustada de sus hijos. Los resultados obtenidos evidencian que es posible lograr beneficios en la dinámica familiar, lo cual repercute en un mejor manejo de los problemas conductuales, y esto no solo en casa sino también en otros contextos, como lo es el escolar. Principalmente en las familias “moderadamente funcionales” se logró fortalecer estos vínculos, favoreciendo la motivación, la seguridad y la autonomía. Sin embargo, se hace hincapié en la necesidad de que estas intervenciones tengan también un refuerzo individual con los niños.

CONCLUSIONES

La funcionalidad familiar influye en el manejo adecuado de los problemas conductuales en la infancia, principalmente debido a que la funcionalidad también afecta en el establecimiento de los vínculos afectivos.

Es necesario que en el trabajo psicológico con niños con problemas conductuales se realice la intervención también con la participación de la familia, y que este proceso esté encaminado a fortalecer los vínculos afectivos entre los miembros, sobre todo en relación a la percepción que se tiene sobre el niño, sobre su malestar y la corresponsabilidad familiar.

Las familias que presentan disfuncionalidad moderada o severa tienen mayor dificultad para cooperar en el proceso de intervención, denotando mayor rechazo hacia los hijos. Finalmente, esta disfuncionalidad tiene un doble efecto, ya que esto puede incrementar los problemas conductuales debido a que los adultos no facilitan el ajuste de la conducta del niño, ni le ofrecen vías alternativas para que pueda ser reconocidos más allá de la etiqueta familia y social.

Al aplicar las técnicas educativas, las familias lograron reconocer su disfuncionalidad y la importancia de fortalecer los vínculos afectivos. Lo cual permitió que disminuyera la resistencia de las familias al realizar actividades integradoras, que consiguieron desarrollar un vínculo más fuerte entre cada integrante.

El establecimiento de vínculos afectivos positivos facilita el ajuste conductual, generando apoyo, seguridad y aceptación.

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Recibido: 27 de Marzo de 2019; Aprobado: 25 de Junio de 2019

Correspondencia: maria.zollera@ug.edu.ec

Conflictos de Interés: Ninguna que declarar.

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