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Academo (Asunción)

On-line version ISSN 2414-8938

Acad. (Asunción) vol.6 no.2 Asuncion Dec. 2019

https://doi.org/10.30545/academo.2019.jul-dic.1 

Artículo original

La matriz ideológica del Nacionalismo Paraguayo (1936-1989)

The ideological matrix of Paraguayan Nationalism (1936-1989)

Pedro Ramón Caballero Cáceres1 

1 Universidad Nacional de Asunción, Facultad de Filosofía. Asunción, Paraguay.


RESUMEN

El presente trabajo, esencialmente política-histórica, se realizó dentro del marco de un enfoque cualitativo, a través del método inductivo y estudio descriptivo - explicativo, aplicados para reconstruir el paisaje histórico nacional, correspondiente, en este caso, a la matriz ideológica del Nacionalismo Paraguayo en el período 1936-1989. Se parte de la Teoría de la causalidad histórica, la misma apunta a explicar y comprender los acontecimientos históricos. Esto se llevó a cabo mediante la investigación bibliográfica (libros, revistas, artículos, periódicos y decretos de gobierno) a partir de las fuentes primarias y secundarias, y la interpretación de las mismas, lo que permitió tener una comprensión del proceso histórico vivido en el país entre 1936-1989 y las repercusiones que tienen hasta la actualidad.

Palabras clave: Ideología Nacionalista; Estado; Nacionalismo; Patria; Memoria colectiva

ABSTRACT

The present work, essentially historical, was carried out within the framework of a qualitative approach, through the inductive method and descriptive - explanatory study, applied to reconstruct the national historical landscape, corresponding, in this case, to the ideological matrix Of Paraguayan Nationalism in the period 1936-1989. Part of the Theory of historical causality, it aims to explain and understand historical events. This was done through bibliographical research (books, journals, articles, periodicals and government decrees) from the primary and secondary sources, and the interpretation of them, which allowed an understanding of the historical process lived in the Country between 1936-1989 and the repercussions they have until now.

Keywords: Nationalist Ideology; State; Nationalism; Patria; Collective memory

INTRODUCCIÓN

El Nacionalismo es un fenómeno político que emergió con fuerza en el siglo XIX y el origen del sentimiento nacional se encuentra a finales de la Edad Media, específicamente en Francia, donde emergió como un mecanismo de defensa de las costumbres y los privilegios de las comunas. Con el correr de los años, el Nacionalismo se identificó con la formación de los Estados Nacionales y finalmente, de la Nación, hecho que marcó la importancia de esta ideología en la construcción del Estado-nación moderno.

En lo que se refiere al Nacionalismo paraguayo, partiendo de las ideas de Raúl Amaral, quien en su obra Antecedentes del Nacionalismo Paraguayo, publicado en el 2003, esbozó un acercamiento muy interesante sobre este tema y considera que a lo largo de sus avatares históricos, en el Paraguay se fue conformando y consolidando el sentimiento de Nación, que más tarde desarrollaría el sentimiento nacionalista.

El período comprendido entre 1936 y 1954 está marcado por el fortalecimiento del Nacionalismo como Política de Estado, debido a que los diferentes gobiernos establecidos en el período mencionado a través de obras y decretos articularon una lectura del pasado nacional que buscó la reivindicación del pasado nacional y la cohesión de la sociedad paraguaya. A pesar de los avatares de la azarosa política nacional, el nacionalismo se impuso lentamente en el país. El general Alfredo Stroessner una vez establecido en el gobierno, imprimió nuevos aires al nacionalismo paraguayo y lo utilizó para justificar y legitimar el sistema político que implantó en el país durante su longevo gobierno, por lo que podemos afirmar que el período mencionado tuvo hondas repercusiones en los diversos aspectos de la vida nacional, incluyendo lo referente a la memoria colectiva.

La propuesta del presente trabajo se centra en ver un fenómeno político, en este caso, el Nacionalismo, desde una mirada histórica, el mismo está centrado en exponer y analizar los principales acontecimientos que llevaron a la consolidación del Nacionalismo como política de Estado, sus características, y posteriores influencia en las políticas públicas, de modo a determinar la forma en que fue configurando la vida nacional en sus diversos aspectos. Para ello, se parte de la premisa que el Nacionalismo es un fenómeno complejo y poliédrico que debe ser explicado desde diferentes perspectivas, desde una mirada interdisciplinaria, de modo a tener una mayor comprensión del tema. Se busca con este tipo de interpretación histórica-política, mostrar la necesidad de una revisión de los acontecimientos históricos desarrollados en el siglo XX porque son sumamente relevantes para comprender las características políticas y culturales de nuestro tiempo. Nos hemos interesado en lo referente al Nacionalismo porque creemos, primero, que el siglo XX paraguayo es un campo muy fértil para los estudios desde diferentes ciencias sociales, y en segundo lugar, porque el fenómeno nacionalista impactó, en gran medida, en los diversos aspectos de la vida nacional.

METODOLOGÍA

El tipo de investigación es el exploratorio, pues pretende dar una visión general respecto a una determinada realidad, en este caso aplicado a las características de la matriz ideológica del Nacionalismo paraguayo en el periodo 1936 y 1989.

El objeto de estudio se centra en el análisis de documentos. No se estudia ningún grupo poblacional específico, pues abarca un análisis exhaustivo de gran parte del Paraguay del siglo XX. El proceso de muestreo se centró en la recolección, análisis y categorización de datos empíricos realizados por el investigador y dirigido por la teoría que emerge, lo que permite establecer categorías con las cuales se podrá profundizar y comprobar el marco teórico en futuras investigaciones.

El trabajo se realizó en base a documentación existente en la Biblioteca Nacional de Asunción, Biblioteca Abraham Lincoln de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción, Biblioteca del Congreso Nacional, Biblioteca de la Universidad Católica, Biblioteca del Centro Cultural Juan de Salazar, entre otros. Consultamos también las fuentes empíricas que cotejaremos con otras fuentes, de modo a compararlas y poder llegar a conclusiones objetivas.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

El Nacionalismo. Origen

El Nacionalismo es un fenómeno político que emergió con fuerza en el siglo XIX, pero el origen del mismo se encuentra en el período de fines de la Edad Media, en pleno proceso de formación de los Estados Nacionales en Europa. Durante estos años, el Nacionalismo carecía de un corpus doctrinario coherente, básicamente, surgió como una respuesta ante el universalismo, representado por la autoridad Papal y la ley romana. Se trataba de defender aquello que caracterizaba a un determinado pueblo, como el idioma, creencias populares, costumbres, la vestimenta, etc. Aproximadamente, durante el tercer tercio del siglo XVIII apareció en Alemania el Nacionalismo con una doctrinas coherente, plasmados en los escritos de Gottfried Herder, “en particular a través de las nociones de “Volksgeist” y de “Nationalgeist” (Berlín, 1993, p. 431).

Herder afirmaba, entre otras cosas, que entre las necesidades básicas de todo ser humano, como la alimentación, procreación, etc., “la pertenencia a un grupo era tan vital” (Berlín, 1993, p. 431). Esta teoría adquirió resonancia, creciendo y difundiéndose, especialmente en Prusia. La lucha de Herder es, básicamente, contra el universalismo francés, de ahí que glorificara las individualidades culturales y apoyara la coexistencia pacífica entre la diversidad de nacionalismos. Estas ideas fueron tomadas por varios pueblos europeos durante el convulsionado panorama político que se desarrolló en dicho continente a partir de la Revolución Francesa. “Bajo el impacto de las invasiones francesas, revolucionarias y después napoleónicas, la autonomía cultural y espiritual, que Herder tanto había defendido, se transformó en autoafirmación nacionalista amarga y agresiva” (Berlín, 1993, p. 432).

A partir de estos hechos, el Nacionalismo fue una transformación cultural y de actitud, adquiriendo matices violentos. El Nacionalismo entendido como inflamación de la conciencia nacional, tuvo tintes tolerantes y pacíficos; pero cuando es producto de una herida, las respuestas pueden variar. Las heridas, a las que hacemos mención, representan humillaciones colectivas. Estas podrían ser la causa del atraso cultural, político o económico de un pueblo, así como a causa de una derrota en una contienda bélica. En ambos casos, los pueblos intentan dar una respuesta a este dilema partiendo del pasado para lograr las metas en el futuro. “De ahí viene el que sea importante, para los pueblos que se sienten inferiores, tener un gran pasado, real o imaginario, pues es la promesa de un porvenir aún más glorioso” (Berlín, 1993, p. 434).

El Nacionalismo presenta dos clases, por un lado el denominado doctrinal, que es un Nacionalismo de los intelectuales, con más tinte político, y el Nacionalismo difuso, propio del pueblo, del tipo societal. El Nacionalismo doctrinal sólo puede llegar a ser político si se apoya y fusiona con el Nacionalismo societal, y esto ocurre cuando el “conjunto de las demás identidades o pertenencias, componentes y fuentes de vínculo social como el sentido común, están alteradas y socavadas o en trance de hundimiento” (Taguieff, 1993, p. 70). Con estas características, el Nacionalismo cobró fuerza en el siglo XIX en Europa e incluso llegó a Latinoamérica, impregnando a las entonces colonias del espíritu de libertad e independencia iniciándose a partir de allí los movimientos de emancipación.

De esta forma, se entiende el Nacionalismo como un proceso de construcción de la identidad nacional basado en la exaltación de la idea de patria, a través de la movilización de masas y la concientización del pueblo, del sentimiento de grupo, buscando la cohesión social, siendo al mismo tiempo una forma de política y estrategia de poder. Indudablemente, el Nacionalismo, fue un fenómeno que provocó grandes cambios en el panorama político del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. Un hecho trascendental del Nacionalismo fue la transformación que sufrió al convertirse en un fenómeno de masas, teniendo varias consecuencias, entre ellas, la eclosión virulenta de varios movimientos nacionalistas en Europa y por consiguiente, la elevación del Nacionalismo como factor de desestabilización de la política.

De la mano de pensadores franceses como Maurras y Barrés, el Nacionalismo se convirtió en la principal alternativa al Liberalismo, ideología ya discutida durante esos años. El Nacionalismo ya se consideraba acabado durante los primeros años del siglo XX, pero los acontecimientos históricos demostraron lo contrario y hoy en día cobró nuevamente fuerza en varias partes del mundo, especialmente en Europa.

El Nacionalismo es un fenómeno que ha marcado el derrotero histórico y la vida política de varios países. El Nacionalismo tal vez sea el concepto más confuso con que se encuentra un análisis sereno de la realidad social de principios del siglo XXI. Ya es revelador que al hablar de Nación se tenga que hablar también, casi sin evolución de continuidad, de Nacionalismo. Eso se debe a que la Nación no existe más que en función del Nacionalismo.

Enfoque adoptado

A partir de 1950 surgieron teorías que intentaron explicar el fenómeno del Nacionalismo, buscando analizar y desarrollar modelos explicativos que intenten evaluar el proceso según su dinámica continua y su desarrollo en el tiempo. Básicamente, estas teorías fueron una combinación de objetivismo, movilización social y comunicación social; pero teniendo a la historia como punto central. Para el análisis de este trabajo consideramos necesario tomar el modelo de Ernerst Gellner, por ser, a criterio nuestro, el que mejor ofrece una explicación sobre el Nacionalismo, para explicar el proceso de resurgimiento del Nacionalismo, su posterior adopción como política de Estado a partir de 1936 y sus repercusiones en el país hasta 1989. El mismo hace hincapié en el conflicto existente entre el proceso de modernización de un país y la eclosión de sentimientos nacionales, otorgando importancia al aspecto sociológico y socio étnico.

Ernest Gellner desarrolla su modelo explicativo partiendo del período de transición de las sociedades tradicionales a las sociedades industriales. Caracteriza a las sociedades agrarias como un conglomerado humano que presenta una dicotomía cultural, donde se vislumbra una “diferenciación cultural fuerte (…) constituyéndose la heterogeneidad cultural el principal obstáculo a la formación de una nación” (Jaffrelot, 1993, p. 213). El traspaso a una sociedad industrial va a apuntar a lograr la homogeneización de la cultura. El desarrollo industrial y la dinamización de la economía implicaban la instauración de un modelo educativo que forme hombres capaces de cumplir con las tareas en los establecimientos industriales.

Así, la educación, pasó a ser un elemento clave en el proceso de construcción nacional. “El proceso de construcción nacional avanza desde entonces al ritmo de la absorción en el sistema educativo” (Jaffrelot, 1993, p. 214). Es a través de la educación como se va logrando lentamente la homogeneización cultural, generando a su vez una conciencia nacional. Al respecto, Ernest Gellner afirma sobre el Nacionalismo lo siguiente: “el Nacionalismo no es el despertar de una fuerza antigua, latente, que dormita, aunque sea así como se presenta. Es, en realidad, la consecuencia de una nueva forma de organización social” (Jaffrelot, 1993, p. 214).

Partiendo de esta idea, se observa que el Nacionalismo emerge partiendo de “cultural preexistentes, que el transforma, generalmente, en el curso del proceso” (Jaffrelot, 1993, p. 214). En este proceso de emergencia del Nacionalismo, este fenómeno se vale de varios elementos como la raza, la lengua e incluso la religión, para ir conformando la homogeneidad cultural. Pero en este proceso de uniformidad cultural pasa también por el retoque del pasado de un pueblo. Para ello es de suma importancia los intelectuales, grupo “encargado de definir la conciencia nacional (…) y de promover los temas culturales legitimadores de las demandas políticas y económicas” (Jaffrelot, 1993, p. 216).

Pero para que el movimiento nacionalista sea efectivo, el mismo, no sólo necesita de los intelectuales, sino también de la masa popular, que en este caso Gellner no identifica en forma precisa a que estrato debería pertenecer. La importancia de este segmento de la sociedad radica en ser un elemento importante en el conflicto socio étnico al ser la cuna de las demandas políticas y económicas, además de ser la receptora del modelo educativo impuesto por el Estado, en su búsqueda de la homogeneización cultural y el establecimiento del Nacionalismo como Política de Estado.

El Nacionalismo Paraguayo

A lo largo de sus avatares históricos, en el Paraguay se fue conformando y consolidando el sentimiento de Nación, que más tarde desarrollaría el sentimiento nacionalista, caracterizado por “su desacomodamiento geográfico, de las variaciones de su historia, de la concepción de la vida y la conducta ciudadana de sus habitantes” (Amaral, 2003, p. 104). De ahí consideramos que, para comprender este nacionalismo, es de suma importancia sumergirnos en la conciencia del paraguayo, en su psicología, de modo a entender sus características, y cómo influenciaron en los acontecimientos más importantes de la historia nacional.

En cuanto a la campaña nacionalista, la misma tiene su raíz en el Siglo XX, con la famosa polémica desatada entre Juan Emiliano O’Leary y su maestro el Dr. Cecilio Báez, desarrollada entre 1902 y 1903. Si bien, en años anteriores y posteriores surgieron figuras intelectuales que hicieron suya la corriente nacionalista, de la talla de Blas Garay, quien escribió cuatro libros fundamentales de la historiografía paraguaya y mantuvo una interesante discusión con Manuel Gondra sobre la educación paraguaya en tiempos de los López. Manuel Domínguez y Fulgencio Ricardo Moreno también desarrollaron obras que podemos considerar, de alguna manera, patriotas más que nacionalistas. Dentro de esta línea de pensamiento también agregamos al mismo Dr. Báez, quien sostuvo la polémica con O’Leary, y que en 1888 inició la reivindicación de la figura del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. A ello también le sumamos los nombres de Ignacio A. Pane, Ricardo Brugada y al Dr. Telémaco Silvera.

Pero la famosa polémica, de la que hemos hecho mención, sirvió de plataforma para la campaña nacionalista, debido a que sacó al tapete varios temas muy controversiales, tales como las figuras de Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López Francisco Solano López y la Guerra contra la Triple Alianza. En el caso de Juan Emiliano O’Leary, figura principal del Nacionalismo que se enseñoreó durante gran parte del siglo XX, sus ideas básicamente giraron en torno a un Nacionalismo que él consideraba como suyo, con una concepción propia del pasado nacional que, en un primer momento, no buscaba imponer. En 1919 expresaba que “Recordar no es retroceder. Sólo avanzan los pueblos que no olvidan. La barbarie no recuerda. La tradición, aurora de la historia se confunde con la aurora de la civilización” (Amaral, 2003, p. 106).

El 12 de agosto, de ese mismo año, Juan E. O’Leary lanzó el grito de Piribebuy, discurso que intentó explicar los alcances del Nacionalismo, y significó su ascensión como paladín de esta corriente, al ser considerado como el “pontífice máximo del lopizmo”, a lo cual expresaba: “Esta afirmación despectiva me da, a pesar de todo, un carácter sacerdotal que me place. Me eleva a la suprema magistratura en un culto, que se empeñan en que sea de un hombre. Indirectamente reconocen que se trata de una religión y de un sacerdocio” (O'Leary, 1982, p. 146).

De esta forma, las prédicas de O’Leary fueron articulando una lectura del pasado nacional que lentamente se fue imponiendo en el país. La década del 20’ del siglo pasado vio la aparición de grupos sociales y políticos que tomaron este Nacionalismo engendrado por el “apóstol lopizta” para utilizarlo a su favor en contra de régimen liberal tildado de estático y desfasado. Así, el Nacionalismo se volvió un tema de mucho interés para los pensadores paraguayos, independientemente de sus líneas ideológicas. Tales fueron los casos de Justo Pastor Benítez, perteneciente al Partido Liberal, quien, al referirse sobre el Nacionalismo paraguayo, expresó que el mismo “[...] no es exclusivamente tradicionalista. Se inspira en la tradición. Positivamente es el ansia, el deseo de alcanzar para el Paraguay una personalidad de relieves propios, su autonomía económica, cultural y jurídica, como complemento de su independencia política” (Silvero, 2010, p. 53)

Juan Stefanich, uno de los máximos exponentes del Febrerismo, por su parte, sostenía que “La juventud paraguaya debe inspirarse en las grandes doctrinas de la redención social y nacional de la hora presente. Debe adoptar el espíritu heroico y abnegado de la juventud italiana [...] debe salir a infundir confianza y fervor a su pueblo.” (Silvero, 2010, p. 54). En las expresiones de Stefanich ya se observa una alusión al fenómeno político que estaba viviendo Europa en esos años, pues toma el ejemplo del Fascismo italiano para tratar de azuzar a la juventud paraguaya de modo a ser la representante principal del cambio que se pretendía generar en la conciencia nacional. A diferencia de la postura sostenida por Stefanich, Benítez, al igual que Juan E. O’Leary, propugna la construcción de la conciencia nacional propia a partir de elementos presentes en la historia y la cultura, de modo a crear una personalidad netamente nuestra.

En la siguiente década, la Guerra del Chaco y las corrientes en boga en Europa, sobre todo el Fascismo, influenciaron enormemente en la política nacional, y en el caso del Nacionalismo, el período de postguerra representó su ascensión al poder, de la mano del gobierno del Cnel. Rafael Franco, héroe de la contienda chaqueña. El nacionalismo adoptado por el Gobierno de Febrero fue prácticamente semejante a los desarrollados en otros países latinoamericanos, que fueron creados y desplegados enfatizando el papel de los héroes militares, haciendo hincapié en los episodios bélicos de la historia de cada país.

Al mismo tiempo, el Gobierno de Franco mostró elementos heterogéneos, pues los hombres que conformaron esta administración presentaban una variedad de ideologías, hecho que generó disputas ideológicas dentro del gabinete presidencial. Tales fueron los casos de los hermanos Freire Estéves, Bernardino Caballero, Juan Stefanich, Anselmo Jóver Peralta, entre otros, quienes sostenían ideas políticas dispares. A pesar de todo esto, la influencia ejercida por la corriente nacionalista, enseñoreada en el país a partir de 1936, clímax de la campaña nacionalista, logró dominar el escenario político nacional y ejerció por un gran espacio de tiempo los distintos ámbitos de la vida nacional durante el período 1936-1989.

Las características de la matriz del nacionalismo

En el caso paraguayo, el Nacionalismo se vinculó con el pensamiento antiliberal y autoritario, desarrollando las características de ser un movimiento socio-político, debido a que los artífices del movimiento nacionalista escarbaron en las raíces de la historia, buscando revitalizar la cultura de la nación por medio de diversas acciones, y una ideología política, con un discurso y lenguaje característico, en consonancia con su doctrina. El gobierno del Coronel Rafael Franco inauguró un período caracterizado por la adopción del Nacionalismo como política de Estado y la emergencia de las Fuerzas Armadas como factor determinante en el quehacer político, siendo el actor preponderante del control estatal a partir de allí.

Las Fuerzas Armadas fueron el brazo armado de la revolución y asumieron el papel protagónico, significando un quiebre con las pautas de legitimidad. “El ejército irrumpe entonces en la escena y entra de lleno en el proceso de tomas de decisión” (Gatti, 1990, p. 44). Partiendo de las ideas de Janowitz, la intromisión de los militares en política no se hubiera consumado en una sociedad tradicional donde están bien establecidas las instituciones, “cuando rige la sociedad tradicional, no se presenta el problema de la intervención militar, dada la legitimidad de las formas de gobierno y la coherencia de las pautas normativas” (Gatti, 1990, p. 45).

Con la ascensión del Coronel Rafael Franco a la primera magistratura en 1936, se coronó el largo proceso de reivindicación histórica iniciada por los Lopiztas y revisionistas del pasado nacional, que en sus comienzos mostró un carácter intransigente, girando en torno a la idea de mistificación de los gobiernos del Dr. Francia y los López. Toda la campaña reivindicativa iniciada por O’Leary, a partir de este decreto, se hizo oficial y “su nacionalismo dogmático y estatista estaba en armonía con la dictadura de Franco” (Doratioto, 2011, p. 20).

El culto a Solano López adquiere ribetes de reconstrucción nacional, de reparación de la nacionalidad que quedó huérfana y sometida a las fuerzas extranjeras. Juan Natalicio González, en su obra “El Paraguay Eterno” desarrolló la tesis de que el Liberalismo era una ideología exótica y foránea en el país, que se desarrollaba en contraposición a lo que el denominaba “esencia nacional”, un concepto resultante de la tríada tierra, raza e historia, que él consideraba como esencia propia de la sociedad paraguaya, en un claro proyecto político que apuntaba con eliminar el orden liberal.

Siguiendo esa línea de pensamiento, Manuel Domínguez publicó en 1934 un extenso artículo en el que trataba de demostrar que el Paraguay de preguerra fue una Nación en constante avance en contraposición a sus pares de la región. En el Paraguay antes del inicio de la guerra contra la Triple Alianza “no había una sola familia sin hogar (…). En instrucción primaria y con su escuela-taller, se adelantó a Europa y a América (…). Era el único país Sudamericano que no estaba en bancarrota, el único de moneda sana” (Domínguez, 1934, p. 78). González, por su parte, consideró como factor clave del desarrollo del Paraguay la eliminación del liberalismo y para ello nuestro país “Necesita estrangular el Liberalismo sin piedad (…) Así tornará a ser la nación grande y fuerte que fundó la civilización en el Río de la Plata. La doctrina liberal es el veneno que emponzoña el alma de la patria” (González, 1986, p. 113).

Como vemos en las expresiones de J. N. González, existe una lucha entre lo autóctono, lo nacional, contra lo extranjero. En esa lucha contra el imperialismo, el Nacionalismo Lopizta fue visto como antiimperialista, como una corriente e instrumento que servía a los intelectuales nacionales para atacar al Liberalismo.

A partir 1936 se buscó crear un nuevo modelo que se aleje del anterior. Ello implicaba la adopción de una ideología que concomitara con el nuevo régimen surgido tras la gesta armada, por ello la adopción del Nacionalismo Lopizta, representado por la figura del Mariscal López. El gobierno de Rafael Franco buscó darle al país su propia identidad, ya que la misma se encontraba en entredicho, de ahí las predicas de Natalicio González, Juan Emiliano O’Leary, Manuel Domínguez y Moisés Bertoni. El Nacionalismo hace hincapié en el redescubrimiento y la reconstrucción de la identidad nacional y para ello es de suma importancia redescubrir la cultura autóctona, de modo a fomentar los sentimientos de la comunidad nacional, por ello los fuertes componentes románticos y populistas que presenta dicha ideología.

El Nacionalismo encontró un campo fértil en el período de postguerra, debido a la nueva realidad política, social y económica surgida tras la contienda bélica, caracterizada por un fuerte clima antiliberal, y encontró su brazo ejecutor en las Fuerzas Armadas. “El pujante nacionalismo de la postguerra chaqueña encontró, por tanto, que los militares eran el mejor símbolo de la soberanía nacional, triunfalmente ejercida contra un invasor extranjero” (Gatti, 1990, p. 41). El auge del Nacionalismo a partir de 1936 fue debido a un proceso iniciado durante la década de 1920 y el cambio político operado por los militares, influenciados por las agitaciones populistas que enseñoreaban en América en esa época.

En la suma de la reivindicación nacional, el punto central fue la reivindicación política, la legitimización de los gobiernos autoritarios, vistos por los revolucionarios como fundamentos y elementos claves de la nacionalidad. “Así como la república es el instrumento idóneo para conquistar la libertad enajenada por el pueblo a la monarquía, el despotismo es la práctica que permite que la nación recuperada se mantenga unida frente a eventuales conspiraciones extranjeras” (Delich, 1981, p. 160). En este caso, el despotismo aparece como un elemento clave y extremo de alineación estatal y de la sociedad.

El Nacionalismo emergente, apeló a la lengua nativa para acentuar las ideas de raza, unidad nacional, identidad nacional, etc., atrayendo a la masa popular, conformada en su mayoría por campesinos, sobre todo cuando estas ideas pasaron a conformar el corpus de las obras musicales, poéticas y literarias, dando origen, de esta forma a una especie de ‘religión civil’, como lo señala Giner.

(…) el declive de las religiones ‘sobrenaturales’ ha contribuido al surgimiento de una ‘religión civil’; se refiere con esto a la sacralización de ciertos aspectos de la vida de la comunidad a través de rituales públicos, liturgias políticas o civiles y devociones populares, diseñadas para otorgar poder y reforzar la identidad y el orden dentro de sociedades heterogéneas. En ese contexto, la comunidad alcanza la trascendencia mediante sus símbolos y su historia épica (Guibernau, 2009, p. 57).

A pesar del carácter secular del Nacionalismo, el mismo no dista mucho de ser una especie de religión política, debido a que ofrece una serie de prácticas, creencias y ritos que sirven de vínculo para los miembros de una determinada comunidad, de ahí la importancia de las fechas conmemorativas (fechas de batallas, recuerdo de la muerte de algún militar o líder político, etc.). Esta semejanza con la religión lo expuso magistralmente Durkheim. Además, la concepción maniquea de la política, fue de suma utilidad para el poder autoritario - nacionalista que surgió como Política de Estado a partir de 1936 y que permanece hasta el presente.

En la tempestuosa vida política, los militares ejercieron un protagonismo decisivo. Un aspecto importante de la Revolución de 1936 fue el papel que ejercieron las Fuerza Armadas en el proceso político de este período. Si bien, el elemento militar participó en los distintos movimientos subversivos, golpes, motines, revoluciones y asonadas, a partir de 1936 asumió un rol protagónico en el plano político, y con más razón aún después del 13 de agosto de 1937, cuando se gobierna desde “Campo Grande” o contentando a “Campo Grande”. A partir de la Revolución de Febrero, la intromisión o injerencia militar en política se volvió decisiva para el afianzamiento del presidente de turno, ya sea civil o militar. Los militares asumieron la función de árbitro en los problemas partidarios, hasta la llegada del Gral. Alfredo Stroessner al poder en 1954, quien por medio de maniobras políticas logró controlar a las FF.AA.

En cuanto a la articulación de la memoria colectiva, el régimen Stronista consolidó una línea política iniciada a partir de 1936. La retórica implementada por el gobierno de febrero se vio reforzada con las obras llevadas a cabo por los sucesivos gobiernos que se establecieron en el país a partir de la revolución de febrero. Durante el gobierno de Higinio Morinigo se adoptaron varias medidas nacionalistas como la denominación de varias calles y avenidas importantes de la capital. Así, la antigua avenida Colombia pasó a denominarse Mariscal Francisco Solano López (Kallsen, 1998, p. 247), eje de gran significancia histórica, pues sobre esta avenida están asentadas la Embajada del Brasil y el Ministerio de Defensa Nacional. Otro eje vial importante que recibió una denominación de los prohombres de la patria fue “la que partía de la calle Colón rumbo al barrio Sajonia, que recibió el nombre de Carlos Antonio López” (Kallsen, 1998, p. 245). Por el mismo decreto, “se denominó José Gaspar Rodríguez de Francia” (Kallsen, 1998, p. 357), al tercer eje urbano de importancia que arcaba el rumbo del progreso de la capital. Simbólicamente, “los tres caudillos del Paraguay independiente arcaban con su nombre las vías del desarrollo de Asunción” (Capdevila, 2010, p. 224).

Otras medidas adoptadas por el gobierno de Morinigo fueron la de denominar las calles de Barrio Obrero, urbanización creada a fines de la década del 20’ del siglo pasado, con nombres “relacionados a la Guerra de la Triple Alianza, aunque imbricadas con la Guerra del Chaco. Así, en 1941 se adoptaron los nombres de Lomas Valentinas” (Kallsen, 1998, p. 241) e Ytororo para dos calles que tenían otras denominaciones. A partir de 1942 se adoptaron otras designaciones para las calles, como “1º RC Acá Carayá y el 5º RC Acá Verá. La misma ordenanza nº 649 denominó otras calles del barrio obrero: Yataity Corá, Tuyutí, Sauce, Rubio Ñú, Paso Pucú, Pikysyry, Cerro León, Corrales, Acá Yuazá” (Capdevila, 2010, p. 224). Todas estas denominaciones hacen referencia directa a la Guerra contra la Triple Alianza, pero al mismo tiempo, estos nombres era designaciones de los regimientos de infantería del ejército paraguayo durante la contienda chaqueña.

A ello se sumó la adopción del Guaraní como moneda nacional, sistema monetario que reemplazó al Peso Fuerte, y con esta medida, “toda la cadena heroica fue reproducida en el papel moneda” (Capdevila, 2010, p. 225). Así, en los billetes de la nueva moneda nacional aparecieron las figuras del “soldado del Chaco en la moneda de 1 guaraní, el general Díaz valía 5, Carlos Antonio López 10, el Dr. Francia 50, el mariscal Estigarribia 100, el mariscal López 500, ya con la representación del panteón en la otra cara, sólo el billete de 1000 guaraníes no personalizado representaba el acto de independencia, pero el palacio de López ocupaba el reverso” (Capdevila, 2010, p. 225). Con estas medidas, el culto a los jefes históricos “se ligaba así a la personificación del poder y a la afirmación de que los valores militares participaban del genio nacional” (Capdevila, 2010, p. 225). El Gral. Morinigo reforzó el papel del Estado con la creación de las primeras instituciones públicas, lo que reforzó aún más la identidad del ciudadano con el estado nacionalista.

Bajo la presidencia del Gral. Alfredo Stroessner el espacio mnémico creado por los antecesores de Stroessner se profundizó aún más y la influencia de las medidas nacionalistas adoptadas en la capital se trasladaron al interior, donde varios pueblos y ciudades designaron a sus calles con nombres de los prohombres de la patria, héroes de guerra, batallas o lugares que recordaban la Guerra contra la Triple Alianza o el Chaco, e inclusive la ciudad de Ajos cambió su nombre por el Cnel. Oviedo, en homenaje al Cnel. Florentín Oviedo, quien “fue el único veterano de las dos guerras” (Capdevila, 2010, p. 226).

La influencia nacionalista sobre la sociedad también se extendió sobre la educación. Cabe mencionar que el gobierno de febrero había establecido decreto de por medio la adopción de la educación nacionalista en las instituciones públicas. Bajo el gobierno de Stroessner se continuó con esa temática y se estableció el principio de libro único. Para tal efecto fue designado el Dr. Luís G. Benítez para la elaboración de los textos de historia que debían ser utilizadas en las instituciones públicas del país.

En ellos (los textos de Benítez) se presentaba la época colonial como el momento de la alianza guerrera “hispano guaraní”, siendo el tiempo de las reducciones jesuíticas exaltado como un tiempo de grandeza moral. El Dr. Francia, fundador de la nación, devenía el precursor de una democracia socialista, y en la proyección de las publicaciones de la nueva escuela revisionista, la guerra de la Triple Alianza “era resultado de la voracidad destructiva del capitalismo internacional, y altar de la resistencia y del nacionalismo paraguayo” (Capdevila, 2010, p. 226).

De esta forma, la labor iniciada por la revolución de febrero, que instaló la visión de que los jefes del Paraguay independiente y de la Guerra contra la Triple Alianza eran los parámetros para la nacionalidad paraguaya, fueron plasmados en los textos escolares y traspasados de generación en generación. La enseñanza contemporánea de la historia paraguaya fue “limitada desde entonces a la presentación de una edad de oro bajo el régimen del Dr. Francia y de los López, a la exaltación de la resistencia nacional contra la Triple Alianza y a la celebración de otra epopeya nacional, la de 1932-1935 en el Chaco contra los bolivianos” (Capdevila, 2010, p. 227). Con esta historia nacionalista, “grandes jefes y hechos de armas trazaban las líneas del espacio referencial enseñado por la pedagogía nacionalista” (Capdevila, 2010, p. 227). Así, la Guerra de la Triple Alianza, se convirtió en un asunto de Estado.

Prueba de ello fue la elevación de la figura del escritor Juan Emiliano O’Leary a la categoría de historiador nacional, otorgándole homenajes en vida, tales como el de nombrar una plaza con su nombre y un busto con su figura en el medio del lugar. El espacio público que se le bautizó con el nombre de O’Leary fue la ubicada al costado del Panteón Nacional de los Héroes y se realizó el 1º de marzo de 1955, en ocasión de la conmemoración de la batalla de Cerro Corá. Fue un acontecimiento único, pero muy característico del Stronismo, donde “la nación reconocida ofreció un monumento en vida al historiador del estado” (Capdevila, 2010, p. 227). A ello se sumó la denominación de una calle en homenaje al historiador. De esta forma, “la antigua calle Convención pasó a llamarse Juan E. O’Leary” (Kallsen, 1998, p. 295) calle que pasaba al costado del Palacio de gobierno. La sustitución de esta calle no fue algo realizado al azar. Debemos recordar que la Calle Convención fue creada en 1871 por los gobiernos vencedores de la Guerra contra la Triple Alianza y respondía, de alguna manera, a la historia liberal antilopiztas, y en la nueva historia que se trasmitía, era de suma necesidad borrar esa parte de la historia. La decisión política era fuerte, “pues la calle Convención había sido así denominada en 1871 en homenaje a la asamblea que había votado la nueva constitución. El borrado de la memoria del Paraguay liberal había comenzado” (Capdevila, 2010, p. 227).

El espacio físico alrededor del Panteón Nacional de los Héroes se transformó en un relato del pasado glorioso de la historia paraguaya. “La Plaza de la Independencia terminó su transformación deviniendo en un complejo patriótico exclusivamente dedicado al culto de los Héroes, principalmente a los de la guerra de la Triple Alianza” (Capdevila, 2010, 228). Lentamente, el Oratorio de Nuestra Señora de la Asunción fue quedando en el olvido, adquiriendo el emblemático edificio una significación más patriótica y marcial.

El Stronismo utilizó la historia para legitimar su poder, “proyectando sobre la relación con el pasado el cimiento de la unidad nacional, la legitimación de su régimen y el foco esclarecedor de las decisiones gubernamentales” (Capdevila, 2010, p. 229). La historia nacional fue estructurada durante el Stronismo como un mecanismo de cohesionar a la sociedad e impregnar un espacio social cotidiano, a través de símbolos y rituales, y las mismas “corresponden a los pasajes obligados en el desarrollo del discurso público” (Capdevila, 2010, p. 230).

Con estas medidas, el Gral. Stroessner se elevó a la categoría de “Segundo reconstructor”, sucesor de los prohombres de la patria como el Dr. Francia, Carlos Antonio López, Francisco Solano López y Bernardino Caballero. De esta manera, “el Paraguay había sido glorioso porque había sido dirigido por grandes hombres. Recobraba su gloria con Stroessner, digno sucesor” (Capdevila, 2010, p. 231). La repercusión directa en la historia nacional fue que “el Paraguay independiente de Francia y de los López parecía muy cercano, contiguo al presente, mientras que el período liberal desaparecía en el olvido” (Capdevila, 2010, p. 231).

Con la labor desplegada por O’Leary y otros eruditos en lo intelectual y Stroessner en lo político, construyeron un relato nacionalista, heroico y militar, caracterizado por un discurso circular, donde se dibuja una representación de la nación paraguaya desde los tiempos coloniales hasta el gobierno de Stroessner, considerado como “el jefe del gobierno nacional en la línea sucesoria de los caudillos del Paraguay independiente” (Capdevila, 2010, p. 232). El Partido de gobierno, la Asociación Nacional Republicana, era “el guardián de la tradición nacional” (Capdevila, 2010, p. 232) y para ello, debía hacer todo lo que este a su alcance para lograr que el paraguayo sea “orgulloso de sus tradiciones y de su destino de gloria, (y) debían celebrar la memoria de sus hombres ilustres” (Capdevila, 2010, p. 232).

El Nacionalismo es siempre un proyecto político y está direccionado ideológicamente a reglamentar y regular un estilo de vida de una determinada comunidad, señalada como nacional, que no es sino la expresión de la misma. En el discurso nacionalista dos son los elementos principales: la Nación y la Historia Patria. Los dos elementos son trabajados con el fin de producir estructuras sociales. De esta forma se logra que los individuos se sientan identificados con un nosotros , como miembros de una comunidad, que lo diferencian de los otros , y los símbolos, en este caso, funcionan como emblemas de distinción entre las dos categorías.

Pero para que los símbolos no pierdan influencia ni continuidad en la memoria colectiva, los mismo necesitan ser reinterpretados y recreados constantemente, debido a que los símbolos están sujetos a una evolución, y “puede tener lugar no sólo de generación en generación, sino también dentro de una misma generación, puesto que el período de adquisición del simbolismo no se limita a una etapa cronológica particular” (Guibernau, 2009, p. 96). Es un enfoque maniqueísta utilizado por la política para ser un elemento útil en el poder autoritario - nacionalista.

La lucha se centró entonces en lograr la autonomía nacional, soberanía que gozaba el país durante los gobiernos de Francia y los López. A partir de allí, dichos gobiernos, fueron considerados como Edad de Oro de la historia paraguaya y todos los discursos nacionalistas se centraron en recrear esa época de felicidad y prosperidad . Para los nacionalistas, el destino de la nación es siempre un hecho glorioso, como también lo es su lejano pasado. “Así, el destino de cada nación no es retornar a un pasado glorioso, sino recrear su espíritu en los tiempos modernos y en nuevas condiciones” (Smith, 2001, p. 47). Como se visualiza, en el discurso nacionalista se fueron conformando las tres características básicas de la historiografía paraguaya: el Maniqueísmo, el Héroe Máximo y el Mito del eterno retorno.

En ese trabajo por afianzar la memoria heroica, la mujer también tuvo un papel destacado, aunque no prioritario. La mujer paraguaya, fue vista como una heroína que defendido cono honor la raza “sin abdicar de sus deberes de madres y esposas” (Capdevila, 2010, p. 232). Su rol en la historia fue plasmado en el billete de cinco guaraníes, donde se erigía la figura de la mujer paraguaya. Pero esa apoteosis de la mujer no se reflejó en la situación socio-política, pues el Paraguay fue uno de los últimos países de la región en otorgar el derecho al voto a las mujeres.

El entramado simbólico que se vino construyendo desde 1936 se consolidó definitivamente con el gobierno del Gral. Alfredo Stroessner, con la instalación de un discurso que hacía referencia a una dinastía de los grandes caudillos que formaban parte “de una trama del imaginario histórico nacional que se suponía legitimador de la dictadura” (Capdevila, 2010, p. 232). El revisionismo paraguayo proveyó los cimientos ideológicos del gobierno del Gral. Alfredo Stroessner y elevó al lopizmo a ser doctrina de Estado.

En treinta y cinco años de gobierno del Gral. Stroessner, los partidarios del régimen tuvieron tiempo suficiente para instalar sólidamente una memoria pública lopizta conforme a sus propias representaciones. La misma, fue el resultado de un proceso que combinaba “el culto oficial de los héroes iniciado en 1936, con el reforzamiento del sistema de representaciones lopista desde la guerra del Chaco en el imaginario social, con el interés de las cosas del pasado de algunos dirigentes, con la reminiscencia de la memoria colectiva de la Guerra Grande” (Capdevila, 2010, p. 237).

CONCLUSIÓN

A lo largo de este trabajo se pudo constatar que el gobierno instalado a partir de febrero de 1936 instauró un nuevo modelo político, acorde a las transformaciones ideológicas operadas a nivel mundial y creó las condiciones objetivas para la instauración del Nacionalismo como Política de Estado. Las principales conclusiones del trabajo fueron:

En cuanto al objetivo esbozado, las características que presenta la matriz ideológica del nacionalismo paraguayo, a lo largo de la investigación se pudo comprobar que el nuevo régimen instaurado tras la revolución de 1936 adoptó el Nacionalismo como Política de Estado, volviéndose a partir de allí un elemento gravitante en el sistema político. La adopción del Nacionalismo implicó una revisión del pasado nacional, con el objetivo de reivindicar figuras de la historia patria que habían sido vejados y olvidados por el modelo político implantado en el país tras la culminación de la Guerra contra la Triple Alianza, siendo considerados a partir de allí, los gobiernos de Francia y Carlos A. López, como modelos a seguir, al considerar, sus respectivos gobiernos, como paradigmas a imitar y posibilitó el triunfo del imaginario político militar nacionalista, que años más tarde, se trasformará en católico y colorado.

La cara militar y autoritaria del nacionalismo paraguayo fue desarrollada por Alfredo Stroessner en los años de su largo gobierno (1954-1989), a través de la reproducción del discurso nacionalista de otras épocas y la instrumentalización de los mitos nacionales para legitimar su propio poder, en este caso, la figura del “buen dictador” personificada por Dr. Francia y los López. De esta forma, se pudo observar que el contexto histórico influenció en la consolidación del nacionalismo como política de Estado. Se pudo constatar que el discurso del Estado mostró claramente su directriz nacionalista, reformulando las funciones del Estado y de la sociedad simbólica. Frases como revolución nacionalista, identidad nacional, intereses vitales de la nación, entre otros, demarcaban el camino a seguir por el nuevo estado.

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Recibido: 27 de Julio de 2018; Aprobado: 15 de Febrero de 2019

Correspondencia: caballero-pedro@hotmail.com

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