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Academo (Asunción)

On-line version ISSN 2414-8938

Acad. (Asunción) vol.4 no.2 Americana Dec. 2017

https://doi.org/10.30545/academo.2017.jul-dic.9 

ANÁLISIS

Lo simbólico, lo real y lo imaginario en las barras bravas. Una mirada desde Ecuador

The symbolic, the real and imaginary in hooligans. A view from Ecuador

Xavier Brito Alvarado1 

Luis Ortiz Ortiz 2  

1 Universidad Técnica de Ambato. Ecuador. E-mail: lx.brito@uta.edu.ec

2 Universidad Andina Simón Bolívar. Ecuador. E-mail: luisortizortiz@yahoo.com


RESUMEN

El fenómeno social del fútbol no es un tema novedoso en el mundo académico, político o económico. Desde los años 70, este deporte se consolidó como el más visto y practicado, de manera especial en los países occidentales y, en la actualidad, su órbita de influencia es global. Sin embargo, sus implicaciones sociales solo han sido abordadas por el campo académico a partir de la década de los ochenta, en nuestra región, donde investigadores sociales como Archetti y Alabarces, entre otros, han sido los pioneros del estudio social del fútbol en Sudamérica. El presente ensayo abordará uno de los aspectos fundamentales fútbol, las dinámicas simbólicas de las barras bravas, y como estas se han configurado en nuestra región, consolidándose como componente casi indispensable del fútbol.

PALABRAS CLAVE: Fútbol; Barra brava; Ecuador; Violencia

ABSTRACT

The social phenomenon of football is not a new subject in the academic, political or economic world. Since the 70s this sport was consolidated as the most watched and practiced, especially in Western countries, and today its orbit of influence is global. However, its social implications have only been addressed by the academic field from the eighties, in our region, such as: Archetti, Alabarces, among others, have been the pioneers of social study of football in South America. This essay will address football since the symbolic dynamics of hooligans, and how are you have become, in our region, in an almost indispensable component of football.

KEYWORDS: Football; Hooligan; Ecuador; Violence

INTRODUCCIÓN

El fútbol constituye uno de los fenómenos deportivos, sociales, políticos y económicos más importantes en la actualidad “No en vano es el deporte que posee el mayor número de seguidores en el mundo y sin dudas, también es uno de los más practicados” (Brune, 1999, p. 2).

En este sentido, el fútbol genera pasiones y sentimientos en las sociedades, desde grandes empresas deportivas que constituyen una élite económica mundial, hasta su práctica en los rincones más olvidados del mundo. Constituye una manera de vivir que ha superado el estatuto exclusivo de deporte para consolidarse como un fenómeno social sin precedentes en la historia de la humanidad. De ahí que “ […] El fútbol se trasforma en una actividad total, quizás de las mayores que haya existido a lo largo de la historia de la humanidad, abarcando no sólo el espacio del trabajo, del ocio y el entretenimiento, sino también involucrado a la economía, la política, cultura, la sociedad, la tecnología” (Carrión, 2014, p. 94).

En el caso ecuatoriano, el fútbol evidencia un profundo proceso de transformación que ha dado como resultado un mejor rendimiento internacional del que se han obtenido una serie de logros tales como: la clasificación de la selección de Ecuador a tres campeonatos mundiales Corea-Japón 2002, Alemania 2006, Brasil 2014, la consagración de Liga Deportiva Universitaria de Quito, como campeón de la Copa Libertadores de América, 2008, la Copa Sudamericana, 2009 y la Re-copa Sudamericana 2009. De este modo, se puede pensar que “el fútbol se trasformó de juego en espectáculo, y luego a una actividad total […] ha dejado de ser un mero espectáculo de la esfera del tiempo libre, para convertirse en una actividad cargada de múltiples significados […]” (Carrión, 2006a, p. 24).

Sin embargo, comienzan a evidenciarse, como menciona Grabia (2009), actos de violencia tanto en los escenarios deportivos, como en los espacios públicos (calles, parques, etc.). Estos hechos están vinculados al fútbol y, específicamente, con determinados grupos denominados barras bravas, que en el Ecuador han comenzado a tomar fuerza. Para Ramírez (2009), las principales son: Sur Oscura de Barcelona, Boca del Pozo de Emelec, Muerte Blanca de Liga de Quito.

En Ecuador, el fútbol no ha sido un tema de amplia cobertura académica, a diferencia de la importancia que le ha asignado el periodismo deportivo. El trabajo realizado por Fernando Carrión ha sido fundamental para comprender las implicaciones sociales del fútbol en este país, especialmente la Biblioteca del Fútbol Ecuatoriano” (2006) compuesta por cinco volúmenes: Fútbol y literatura, Fútbol y periodismo, Fútbol y economía, Fútbol e historia y Fútbol y sociedad, además de una serie de publicaciones e investigaciones realizadas (Carrión, 2006b).

Jacques Ramírez en “Fútbol e identidad regional en el Ecuador” (2009) y “Las rivalidades futbolísticas y la construcción de la nación, Una comparación entre México y Ecuador (2009), ha trazado un marco histórico sobre las rivalidades existentes entre los equipos de sierra y costa, marcado por el sesgo regional y económico que impera en Ecuador.

También se han realizado tesis de posgrado en las que se ha abordado el fútbol como tema de investigación, entre las que se pueden destacar: “Del fútbol y las patadas mediáticas” (2007) de Santiago Ayala Ubidia; “Entre la hegemonía y la resistencia: el trabajo de las representaciones en el fútbol ecuatoriano” (2007) de Marcelo Zambrano de la Universidad Andina Simón Bolívar; “Dispositivos de seguridad para el control de la violencia y el desorden público en el espectáculo del fútbol Quito” (2012) de Patricio Carpio; “Jóvenes, identidad y fútbol: las barras bravas en los estadios de Quito” (2009) de Gabriela García, “Tarjeta roja. Fútbol y racismo: la historia de vida del jugador Agustín Delgado y su probable victimización racial” (2009) de Rodolfo Muñoz, entre otros de FLACSO. También se ha identificado un amplio número de tesis de grado.

Estos trabajos han constituido una base teórica y empírica sobre las dimensiones sociales del fútbol ecuatoriano. No obstante, el debate todavía no es muy amplio. Para la elaboración de este artículo se ha construido una mirada interdisciplinaria en la que convergen diversos aportes de la Antropología, la Comunicación y la Sociología sobre el fútbol y la violencia.

El presente ensayo busca realizar una aproximación teórica sobre las dimensiones simbólicas del fútbol en Ecuador, entendido como un fenómeno que supera el espectro deportivo y se vuelve una manera de vida de quienes asumen esta práctica más allá de su dimensión recreativa.

Dibujando la cancha

En los últimos años, y sobre todo en América del Sur, el fútbol ha constituido un fenómeno social sin precedentes, a tal punto que puede consolidarse como ha señalado Vázquez Montalván (2005) en la metáfora perfecta para explicar la globalización. “El fútbol ha sido considerado como la práctica cultural dominante a escala global durante la década de los 90s, tal como el rock lo fuera en los años 60s […]. Sin embargo, parece evidente que cualquiera referencia a la globalización cultural en curso debe mencionar al fútbol” (Villena, 2001, p. 112).

Sin embargo, este deporte ha intervenido en otras instancias que superan la práctica deportiva, la violencia se presenta como práctica recurrente y, con ello, la dificultad de encontrar soluciones a los problemas que se han generado tales como la pérdida de vidas y accidentes en los que algunas personas han sido gravemente heridas. Para Recasens (2003) muchos actos violentos han sido atribuidos a las barras bravas. No obstante, este discurso que se ha querido imponer sobre las barras bravas es insuficiente para explicarlas, ya que estos grupos sociales son más que violencia, configuran maneras de vivir, en su seno se conjugan una serie de dramaturgias tales como el diálogo, el respeto hacia los integrantes, lo lúdico, la solidaridad, entre otras, de ahí que “no existe condición social, ni estrato. Lo único que vale es estar allí para alentar el equipo. El obrero y el gamín gozan por igual” (Alabarces, 2003, p. 3).

La barra es uno de los pocos espacios donde la división de clases sociales no constituye un factor determinante, ya que sus integrantes persoguen un objetivo común: alentar a su equipo. Como plantea Villena (2001, p. 113), las barras funcionan como el jugador Nº 12, es quien alienta todo el tiempo y equivale al soldado desconocido en la guerra.

La coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, para Estepa (2012), relegó al fútbol a un segundo plano, solo a partir de la década de los sesenta comenzó a manifestarse una globalización deportiva y, con ella, llegó la violencia que se volvió recurrente en los estadios, los hooligans empezaron a mostrarse extremadamente violentos en el fútbol inglés y exportaron esta manera de violencia al resto del continente europeo. Por muchos años, los hooligans fueron considerados delincuentes y se prohibió su entrada a los países europeo. El sentido que definió el discurso ideológico de este grupo sostenía una supremacía británica sobre el resto de Europa.

El nacimiento de este grupo violento no tiene fecha precisa, Arturo Allende (2005) cita a Miguel Cancio, quien plantea que hooligans se deriva del nombre del ciudadano británico Patrick Hooligan, cuyas prácticas de vida, de carácter pendenciero y orientado al alcoholismo, configuró las acciones de los integrantes de estos grupos. “Sin embargo el autor lo atribuye al líder de una banda que asolaba la campiña irlandesa a fines del siglo XIX, cuyo apellido era Hooley por lo que a este grupo se le conocía como la banda de Hooley (Hooley’s gang)” (Allende, 2006, p. 4).

Para Eric Dunning, citado por Garriga (2013, p. 15), la actitud adoptada por los hooligans se encontraba determinada por la situación de pobreza en la que se encontraban y las limitaciones laborales que enfrentaban, de ahí que, plantea el autor, las personas más pobres eran las más violentas dentro de los estadios.

No obstante, los hooligans se diferencian de las barras bravas latinoamericanas debido, en gran medida, al contexto histórico de los hechos que motivaron su configuración.

La formación de las barras bravas en Latinoamérica, según Recasens (2003), se dio en la década de los setenta, principalmente en Argentina, Brasil y Chile, cuyos contextos presentaron un clima social de violencia planteado por las dictaduras militares, situación que marcó una profunda brecha social y económica. Por tanto, en América Latina, las barras bravas se convirtieron en sujetos de protesta contra los regímenes dictatoriales; en este sentido, la calle dejó de ser el lugar en el que se desarrollaban las manifestaciones en contra de los estamentos políticos y los estadios se convirtieron en el escenario de la protesta. De ahí que:

Las barras bravas son el resultado de la evolución del hincha, considerado un seguidor pasivo, espontáneo y entusiasta del equipo, hacia su conversión en fanático, apasionado y adicto, que salta de una persona aislada a otra que tiene socialmente fidelidad. Se trata de la construcción de una organización que le da estabilidad a su inserción y que le sirve para mediar con el club, recibir auspicios privados y confrontarse con otras barras provenientes de otros equipos. En esto los medios de comunicación juegan un rol central porque los visibilizan (propaganda) y los convierten en actores del fútbol (interpelan) (Carrión, 2011, p. 46).

En Chile, la dictadura de Augusto Pinochet utilizó al Estadio Nacional como centro de tortura y fusilamiento de los opositores al régimen militar “lo que provocó que este estadio se convierta en un símbolo de resistencia civil” (Recasens, 2003, p. 51). Esto facilitó que los estudiantes del club de fútbol Universidad de Chile crearan la barra Los de Abajo.

No solo la política ha utilizado a estas organizaciones, el poder económico y social son sectores que se han beneficiado de su conformación. “La historia de la 12 y su poderío y su influencia política y económica en Argentina ha sido determinante en la hora de las decisiones políticas de Buenos Aires y de gran parte de la Argentina” (Grabia, 2009, p. 12).

El caso brasileño es similar, toman el nombre de torcidas, y a diferencia de Argentina y Chile, la rivalidad se fundamenta en la territorialidad, como manifiesta Carlos Pimenta (2003), entre los clubes de Río de Janeiro y Sao Paulo que representan los dos polos económicos, sociales y políticos de Brasil.

En Ecuador, la conformación de las barras bravas se presenta de diferente manera que en los países citados. Al respecto, Ramírez (2009) señala que las inversiones realizadas con capitales ingleses en las áreas del transporte, ferrocarril y minería a inicios del siglo XX, hizo posible que se consolide la práctica del fútbol en Ecuador.

Fernando Carrión (2011) afirma que en 1899 nació el primer equipo de fútbol ecuatoriano, el Club Sport Guayaquil, posteriormente se fundó el Club Sport Ecuador. En 1906, en Quito, se fundaron los equipos: Argentina, hoy Deportivo Quito; Gladiador y Atahualpa.

En 1925 se articuló la Federación Nacional del Ecuador “federación que agrupaba a determinadas federaciones provinciales de deporte, esta constituye el primer nombre que recibió la actual Federación Ecuatoriana de Fútbol, FEF, que nace como tal en los años setenta” (Ramírez, 2009, p. 166). Es importante señalar dos hechos que posibilitaron la profesionalización del fútbol en Ecuador: la afiliación a la Federación Internacional de Fútbol, FIFA; y, a la Confederación Sudamericana de Fútbol en 1926.

En lo que se refiere a los equipos ecuatorianos, Barcelona ha sido considerado el equipo más popular e “ídolo del Ecuador”, su fundación data de 1925, llevada a cabo por inmigrantes catalanes, desde sus inicios “se lo asoció con los plebeyos y clases bajas del puerto”. (Ramírez, 2009, p. 16).

Emelec es otro equipo guayaquileño que presenta orígenes similares a Barcelona, fundado en 1929 por un funcionario estadounidense de la empresa eléctrica George Capwell. El origen de este equipo se ha asociado a los estratos económicos altos, por tal razón se lo conoce como “el equipo millonario” o el “Ballet Azul”. “Ambos equipos disputan el Clásico del Astillero que se remonta a la época amateur del fútbol ecuatoriano, en la que se incubaron las rivalidades entre equipos locales” (Ramírez, 2009, p. 166). Esta rivalidad hoy es nacional.

De otro lado, Liga Deportiva Universitaria nació en 1918 en Quito, en sus inicios perteneció a la Universidad Central del Ecuador y “representaba, en ese entonces, a los estudiantes y nuevos profesionales de la clase media de la capital” (Ramírez, 2009, p. 167).

De acuerdo a Ramírez (2009, p. 169), a inicios de los años noventa nació la primera barra brava de Ecuador, La Boca del Pozo, como consecuencia de ello, tuvo lugar la barra más numerosa del país, la “Sur Oscura” de Barcelona, dividida en dos grandes grupos: “Sur Oscura” para la costa y “Sierra Oscura” para la sierra. Los enfrentamientos entre las barras de Emelec y Barcelona han sido los más fuertes que se han presentado en el país.

En el caso de Quito, existen dos barras numerosas y antagónicas: “La Muerte Blanca” de Liga Deportiva Universitaria de Quito y la “Mafia Azul Grana” del Deportivo Quito que, en la actualidad, se ubica en la serie B del fútbol ecuatoriano.

La Muerte Blanca nació a finales de la década de los noventa como contraparte a las barras de los equipos guayaquileños y, sin duda, ha sido una de las que más ha incrementado su número de integrantes, especialmente en la sierra. Su consolidación se dio a partir de su participación en la Copa Libertadores de América 2008.

La comunión entre el fútbol y quienes asisten al estadio representan una metáfora de la guerra como señala Norbert Elias, citado por Boniface (2006), los espectadores de un partido de fútbol pueden disfrutar la emoción mítica de las batallas que se desarrollan en el estadio, y saben que ni los jugadores ni ellos sufrirán daño alguno.”

Violencia barrista

Los actos violentos entre barristas pueden ser comprendidos como una disputa de identidad alrededor de un equipo, de un imaginario y de un territorio simbólico. De este modo, la violencia nacida dentro de las barras puede ser entendida como:

Las dinámicas fuertemente emotivas desarrolladas por las Barras Bravas tanto dentro como fuera del estadio hacen que desde la sociedad en general se perciban como subgrupos de naturaleza violenta. Esto ha dado como resultado una estigmatización generalizada dentro de la sociedad, pues se juzga de manera enteramente negativa las prácticas de estos jóvenes, sin diferenciar si son o no de carácter violento (Gómez, 2011, p. 60).

Para Dunning, “la probabilidad de la violencia de los espectadores en el contexto del fútbol está probablemente exacerbada por el grado en que los espectadores se identifican con los equipos participantes” (Dunning, 2003, p. 19). Alabarces (2006) distingue diversas manifestaciones de violencia entre las barras bravas.

En un primer momento, se presenta una rivalidad externa que se divide en:

a. Las oposiciones locales: son los enfrentamientos entre equipos tradicionales, provenientes de una misma ciudad, conocidos y promocionados como clásicos. En el caso del Ecuador, de acuerdo a Ramírez (2009), son el clásico del Astillero en Guayaquil, en el que se enfrentan Barcelona y Emelec; y, en el caso de Quito, cuando juegan Liga Deportiva Universitaria y Deportivo Quito.

b. La rivalidad regional: disputas no solo de barras de un equipo, sino que se expresan dinámicas de orgullo regional y cultural, buscan legitimar la supremacía de una ciudad sobre otra. En el caso del Ecuador, se da en los partidos en los que intervienen Barcelona y Liga Deportiva Universitaria de Quito, como sugiere Ramírez (2009), en el caso de España, para Llopis (2006), la disputa entre Real Madrid y Barcelona conlleva una rivalidad cultural que ha marcado el devenir político de España.

c. Intraciudad: son los enfrentamientos de los equipos provenientes de una misma ciudad que históricamente ha sido una representación entre ricos y pobres.” (Alabarces, 2006, p. 57). Se puede tomar como ejemplo el Clásico del Astillero, entre Emelec que representa a los ricos y Barcelona a los sectores populares. De manera similar en Argentina, el clásico River Plate-Boca Junior.

d. El interbarrial: son las disputas por micro territorios, no existen en el fútbol profesional, sino que se reducen a la práctica amateur. De esta manera:

El fútbol es el imán de atracción de la comunidad, es su espacio verde para distraerse, vivir el momento, es la nueva forma de utilizar su tiempo para escapar un momento de la cotidianidad de su labor. Se juntan los vecinos, amigos, esposas, hijos, enamoradas, etc. para observar las jugadas épicas de sus representantes (jugadores) (Ramírez: 2004, p. 63).

En un segundo momento se presenta la violencia y la fragmentación al interior de las barras, se da por la construcción e identificación de grupos particulares en su interior a partir de banderas, canticios, camisetas propias, creando límites de acciones, lo que corresponde a una tribalización de la barra que esta mediada por las diferenciaciones culturales, como señala Ramírez (2004).

Una diferenciación necesaria

Para entender el fenómeno de las barras bravas es necesario plantear una categorización de quienes asisten al estadio: espectadores, hinchas y barristas, desde la perspectiva de Recasens (2003) se pueden entender las siguientes instancias:

- Los espectadores. Es el grupo de personas que acude para ver un espectáculo deportivo, si bien pueden sentir simpatía por algún equipo, pero su interés fundamental es el espectáculo deportivo.

- Los hinchas. A diferencia del primer grupo, “los hinchas se identifican claramente a favor de un equipo, en este nivel se puede distinguir diferentes grados de compromiso, viven el juego con mucha pasión, gritan, saltan, se abrazan.” (Recasens, 2003, p. 24).

En este caso, el compromiso con su equipo difícilmente les hará llegar a tener conflictos por su equipo. Dentro del estadio pueden ocupar diferentes lugares, en este sentido, se puede aseverar que “ser un hincha es demostrar una pasión y un entusiasmo excesivo por un equipo” (García Moreno, 2004, p. 14).

- Los barristas. Este grupo social presenta características bien delimitadas en comparación con los mencionados. En términos sociológicos, como describe Mafessolli: “son tribus urbana, que bien podrían constituirse en una subcultura, en términos muy generales, luego se hará una descripción detallada de esta categoría, por lo general las barras están conformadas por diversos grupos sociales” (Mafessolli, 1998, p. 141).

La edad de los barristas oscila entre los 15 y 50 años. Recasens señala que “el propio barrista es el que hace notar su diferencia con respecto al hincha. El barrista presenta particularismos culturales que lo hacen distinto a las otras dos categorías, pudiendo constituir una subcultura aparte o, por lo menos, un grupo cultural claramente identificable” (Recasens, 2003, p. 9).

En este sentido, los barristas se encuentran más comprometidos con los equipos, asisten a los partidos sin importar las distancias. Es importante añadir que los tatuajes representan un grado muy elevado de compromiso.

En síntesis, estas características permiten entender que los barristas son quienes, a toda costa, alienta a sus equipos y están dispuestos, incluso, a llegar a la violencia.

Organización, poder, ideología

Se define como barra brava a un grupo de personas que convive en el marco de una organización social muy compleja, el entorno en el que se desarrolla el fútbol siempre ha estado matizado por una diversidad de discursos ideológicos, por ejemplo “en España el juego del Barcelona contra el Real Madrid, abarca más allá de un partido, es la confrontación ideológica entre las dos ciudades más importantes de España, Barcelona que reclama más su autonomía económica, política y lingüística y Madrid que conserva la idea de una sola España” (Colomé, 1999).

Es necesario señalar que en Ecuador no se ha presentado una confrontación política de tal magnitud, pero se puede entender que, en ciertos momentos, los discursos ideológicos que han definido la confrontación se orientan al regionalismo.

En síntesis, las barras bravas pertenecen a la categoría de fenómenos sociales que concretan una realidad cotidiana que se expresa en ritos, representaciones, normas, entre otros; para un barrista ser miembro de estas organizaciones puede significar acceder a oportunidades tanto sociales como laborales. “Ser miembro de "la hinchada" tiene para sus integrantes la capacidad de "abrir puertas". Es decir, "los pibes" consideran que la pertenencia al grupo permite establecer interacciones” (Grabia, 2009, p. 27).

Fundamentos y valores

Los fundamentos que operan en la organización y funcionamiento de las barras bravas pueden se categorizados de la siguiente manera:

Fundamentalismo valórico

Para Recasens (2006), estos fundamentalismos pretenden defender la integridad de sus valores de pertenencia al equipo, a la barra. Se pueden identificar por lo menos tres tipos de valores:

- Valores emocionales. Se exteriorizan por el amor al equipo, llegando a niveles de fanatismo, se evidencia un compromiso total.

- Valores sociales. Exigen la interacción que debe existir entre los integrantes de las barras bravas, la afectividad y la camaradería son aspectos primordiales, se percibe a la barra como una familia.

- Exaltación corporal. Opera la reivindicación al uso del cuerpo, se emplea como instrumento simbólico que busca visibilidad social, cobra importancia la gestualidad y la vestimenta. El cuerpo se convierte en una fuente inagotable de energía.

Las construcciones del espectáculo

Los estadios con el fútbol adquieren diversos sentidos de valoración simbólica, se transforman en templos sacralizados que, por lo general, cada ocho días adquieren una importancia sin precedentes en la cotidianidad urbana. Rivera Gómez describe al estadio:

En el estadio del Club Atlético Boca Juniors de Argentina hay una frase fabulística y mítica muy diciente y llena de sentimiento la cual reza así: "La Bombonera no tiembla... Late", así pues, pueden vislumbrarse desde este punto de vista las primeras luces de la simbología que dentro de los estadios se observa. (Rivera Gómez, 2004, p. 1).

Hay que considerar que el estadio es un templo para quienes se adhieren apasionadamente al fútbol. Al igual que en otras prácticas culturales, se puede observar que las barras poseen características y símbolos propios: cánticos, banderas, un escudo, un bombo, un título alcanzado, entre otras. Sin duda, estos elementos se convierten en los bienes más preciados “que hasta con la misma sangre se defienden” (Rivera Gómez, 2004, p. 3).

El bombo

Considerado como uno de los elementos más importantes de una barra “no es casualidad que el bombo se encuentra en el núcleo más fuerte de la barra, por lo general los líderes delegan su percusión a otros barristas de su confianza” (Recasens, 2003, p. 46). Este instrumento marca los ritmos, cadencias y permite una coordinación ordena de los cánticos y de los movimientos, por lo general, su sonido está presente durante gran parte del partido, es el que llama a la unión a los barristas “el bombo es reconocido como el corazón de la barra, perder un bombo es cómo perder a un integrante de la barra” (Recasens, 2005, p. 45). En este sentido, el bombo es un símbolo de pertenencia y de adoración de las barras.

Los colores

Son las marcas distintivas de las barras, generalmente se identifican con los colores de las camisetas de cada equipo.

No solo se portan en esa tela que ondea las tardes y las noches de fútbol, estos hacen parte del corazón y la piel del hincha, aquí puede verse como la pintura corporal entra igualmente a jugar parte fundamental de ese mundo de la diferenciación y establecimiento del territorio, la pintura en la cara identifica e incluye y excluye al mismo tiempo, acepta en un bando y rechaza al otro, la pintura, que generalmente evoca figuras guerreras, códigos y símbolos de connotación bélica, rememoran historias épicas de "sus guerreros" y los títulos obtenidos se configuran como iconos representativos con cierto carácter "totémico" (Oliven y Damo, 2001, p. 75).

En este sentido, los colores desempeñan la identificación entre el club y la barra.

Las banderas

Denominadas trapos, también son trofeos de guerra que se exhiben en los estadios, “por lo general estos artículos son colocados al revés, como indicativo de inferioridad de la barra a la que ha sido arrebatadas, la colocación de estos trofeos no tiene un patrón en común” (Recasens, 2003, p. 46). Es decir, no importa el partido, ni el equipo al que se estén enfrentando; lo importante es exhibir los trofeos, más aún si los partidos son transmitidos por televisión. En los trapos no sólo existen imágenes de personajes vinculados con el club o la barra, es común ver la imagen del Che Guevara y otros personajes históricos.

Los cánticos

En los estadios, los asistentes corean cánticos, tanto para apoyar al propio equipo, como para intimidar a los rivales, “la tonalidad musical está compuesta básicamente por dos tipos de instrumentos: los de percusión y los de viento. En el primer sobresale el bombo que se convierte en el rey y en el instrumento más importante; en el segundo grupo las trompetas son las que más suenan” (Recasens, 2003, p. 51). Estos instrumentos indican el momento en que se debe empezar el apoyo a los equipos, operan como códigos de comportamiento y dan la orden simbólica con la que se da inicio a la fiesta del fútbol.

Las temáticas discursivas de las canciones van más allá del fútbol, como describe Mabel Gándara:

En efecto, las temáticas que aparecen en el discurso de la hinchada no tienen que ver estrictamente con el deporte, sino que frecuentemente asocian a lo futbolístico cuestiones ideológicas muy diversas, como la política, el sexo, el poder, la discriminación (racial, religiosa, nacionalista, sexual), determinadas valoraciones éticas y morales, etc. (Gándara, 2002, p. 2).

El análisis de discurso de las canciones de las barras bravas evidencian dos grupos: “en relación al primer grupo de canciones existe una estrecha relación entre el sujeto y el objeto, donde se destacan entonaciones de amor-aliento y de amenaza-insulto” (Gándara, 2002, p. 2), en lo referente a la enunciación, la mayoría de las canciones están elaboradas en primera y segunda persona; y, en un segundo grupo reducido no están compuestas en estos términos.

En el caso de los insultos, predominan sentidos alusivos a la sexualidad, se presentan construcciones lingüísticas que descalifican la homosexualidad y lo femenino. La identidad social y el lugar de procedencia de los contrarios también se vuelven objeto de insulto; las canciones contra la policía, considerada como un enemigo en común por las barras son similares. También existen canciones famosas que han sido modificadas para alentar a los equipos, por ejemplo temas de Roberto Carlos, Mercedes Sosa, Nino Bravo, entre otros.

Para Gándara (2002, p. 4), en lo que se refiere al empleo de verbos, el más recurrente es el ser, orientado a la identidad y la pertenencia: tienes que ganar, te doy la vida, entre otros; mientras que de los verbos de acción y de movimiento se destacan: saltar, correr, gritar.

Los artefactos que materializan la identidad de las barras tales como canciones, camisetas y banderas, representan la fuerte carga de afectividad y de pertenecía a un club o a una barra y son, probablemente, los vínculos más fuertes que posee un equipo de fútbol “ya que los cánticos al poseer una carga de emotividad se convierten también en un espacio símbolo de luchas, en donde todo vale, incluso el silencio tiene su carga de emotividad, que implica una señal de derrota” (Gándara, 2002, p. 8).

Las canciones que entonan las barras ecuatorianas evidencian, hasta cierto punto, una faceta de la realidad nacional que expresa, sobre todo, intolerancia y la construcción de sentidos orientados a promover el miedo a los otros.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

El fútbol, en la actualidad, se consolida como una práctica social multidimensional que adquiere diversos sentidos en función de las realidades en las que se visibiliza. En este sentido, es necesario reflexionar sobre ciertos aspectos que adquieren relevancia en el contexto ecuatoriano.

La discusión sobre el fútbol se ha enmarcado en ámbitos jurídicos, principalmente en lo penal, de un lado; y, de otro, ha sido cooptado, como temática, por los espacios del auto-denominado “periodismo deportivo”, cuyo nombre adecuado debería ser “periodismo futbolístico”, debido a que totalidad o la mayor parte de estos espacios de programación se destinan exclusivamente al fútbol, pero se han caracterizado por la enunciación sistemática de juicios de valor que, en muchos casos, no aportan a una comprensión adecuada de los procesos, sino, más bien se han convertido en escenarios de visibilización de la vanidad de los comentaristas.

En el caso de las barras bravas, predominan comentarios cargados de adjetivaciones negativas que descalifican los hechos producidos, es decir, se descalifica la violencia de por sí, sin realizar ningún tipo de análisis sobre las causalidades que podrían generar etas expresiones. Asimismo, se evidencia la instauración de un régimen de verdad en el que los comentaristas deportivos se auto-asignan la potestad de sancionar moralmente el comportamiento de las barras bravas, legitimados en mensajes que invitan a la paz y a la cordura de las hinchadas, desconociendo los procesos y las intencionalidades correspondientes. Es preciso añadir que una de las interrogantes que queda pendiente es la indagación sobre la profesionalización de los comentaristas, de un lado, en lo que se refiere al periodismo y, de otro, respecto a la especialización en lo deportivo.

Es pertinente también señalar en qué medida las modalidades discursivas moralistas que adoptan los comentaristas operan como dinamizadores de la violencia y fomentan la confrontación de uno hinchas con otros.

Otro de los temas que se debe incluir en los debates sobre el fútbol, en general, y de las barras bravas, en la particularidad de este trabajo, es el carácter del “juego” propiamente dicho. Los juegos constituyen procesos de aprendizaje mediante los cuales las nuevas generaciones se apropian de una serie de rituales de interacción social que serán útiles en el futuro, es decir, los juegos preparan para la vida. El fútbol se puede entender, desde la perspectiva de Camus, como una metáfora de la vida, en el partido como en la vida, cuando alguien amaga que va a disparar hacia la izquierda, termina haciéndolo hacia la derecha y viceversa. En este marco de comprensión, las barra brava constituye la voz que acompaña este juego, alienta el juego de “seducción” que su equipo plantea al “otro”, la barra vive el padecimiento -actualización del pathos- de ver a su equipo disputando la conquista del gol, simbolización de penetración y catarsis que reconforta las energías de jugadores e hinchas. Esta experiencia satisfactoria se comparte entre espectadores, hinchas y barristas, desembocando en las consecuencias que cada uno de ellos defina en función de su subjetividad, de esta manera se caracteriza el valor emocional y social de la barra brava.

En el plano de la exaltación corporal, la barra brava disfruta del carácter erótico del que se ven investidos los cuerpos que participan en el fútbol, rostros cubiertos de sudor que expresan dolor, alegría, placer. Corpulencia húmeda que se exhibe al público, los cuerpos corren, chocan, compiten, se tocan. La barra disfruta del enfrentamiento violento de los cuerpos y disfruta del carácter erótico que visibiliza la violencia. Por tanto, el fútbol es algo más que un deporte, es, y probablemente sobre todo, un juego.

En el plano de la intervención de los discursos ideológicos y la disputa por el poder político mediante el futbol, en Ecuador se ha evidenciado la pugna de diversos sectores por controlar la presidencia de Barcelona, el equipo, como se señaló anteriormente, que cuenta con la mayor hinchada del país. En años pasados, este espacio estuvo ocupado por representantes del Partido Social Cristiano, de derecha; del Partido Roldosista Ecuatoriano, de corte populista; y, en la actualidad, el presidente pertenece a la línea política del gobierno actual que corresponde al Movimiento Alianza País. En síntesis, espectadores, hinchas y barristas configuran un número considerable de votos reales.

Es preciso señalar que la complejidad que presenta este fenómeno social sea estudiada con mayor profundidad, ya que las barras no solamente se dedican a seguir los pasos de un equipo determinado. Además, son entidades bien organizadas que, en muchas ocasiones, pueden llegar reemplazar la figura del Estado-Nación como referente para la construcción cultural o de las identidades.

El tratamiento jurídico-penal que se impone a las barras bravas es limitado, no proporciona explicaciones de las complejidades que comprende el hecho social y dinámicas de organización de estas micro-sociedades, se agota en la criminalización de sus integrantes, invisibilizando, de esta manera, un amplio espectro que permite profundos análisis y debates.

Si bien es cierto, en países como Argentina, las barras han protagonizado diversos hechos violentos, debido a que poseen y ejercen dinámicas de poder económico o político sin precedentes. En Ecuador las barras aún están lejos de alcanzar estas escalas de violencia, toda vez que no se han consolidado como grupos de poder económico o político y, en mayor parte, se encuentran integrados por personas que pertenecen a sectores populares.

De otro lado, la mediatización y sobreexplotación de la imagen de las barras, sobretodo argentinas, ha permitido que sean emuladas en Ecuador, esto se evidencia en la entonación que se emplea el expresar las canciones, se imita el dialecto argentino y el ritmo de las canciones. De manera similar sucede con la construcción de los cuerpos, así como de sus movimientos.

Probablemente, el problema más preocupante que se presenta en el caso de las barras bravas en Ecuador, paradójicamente, es su denominación. Si bien es cierto, se han evidenciado prácticas violentas, estas no han sido de grandes dimensiones.

Finalmente, las barras bravas no deben ser un tema que se debata exclusivamente en ámbitos académicos o restringirse al campo de los periodistas. Debe plantearse como interrogante a la sociedad. En este sentido, es una tarea urgente de las universidades la construcción de escenarios que propendan el diálogo para reflexionar sobre este fenómeno social en Ecuador. El estudio de las barras bravas no debe concentrarse solamente en la violencia, sino ampliar su mirada a un entorno cultural diverso e incluyente, sin prejuicios ni tabúes.

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Recibido: 27 de Mayo de 2017; Aprobado: 25 de Septiembre de 2017

Correspondencia: lx.brito@uta.edu.ec

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