La Pandemia del SARS-COV-2 ha sido y es, el más claro ejemplo de los grandes beneficios y problemas que puede crear la Globalización. Se ha vivido momentos de consternación con la tragedia de la muerte en la mayoría de los países del mundo desde que esta terrible enfermedad del COVID-19 irrumpiera en diciembre de 2019. En este contexto el objetivo principal del mundo científico ha sido el hallazgo de una vacuna en un tiempo récord. Los esfuerzos colectivos, tanto económicos como humanos para hallarla, dieron sus frutos.

En esta Pandemia con múltiples incertidumbres, los movimientos antivacunas han creado preocupación y una verdadera desazón e inquietud, debido al desconocimiento y las múltiples mentiras esgrimidas como verdades. Es importante aclarar que las decisiones que una persona tome y que afecten únicamente a ella, pertenecen a su vida privada y no deberían ser objeto de críticas, pero, cuando se trata de vacunación, las decisiones personales inmediatamente tienen una trascendencia social y por lo tanto es un atentado contra el bien común ^1,2.

Estos grupos irrumpen en forma continua en el plano social, con envíos de comunicados en textos, videos, supuestos datos científicos, a través de las redes sociales, que atemorizan y supuestamente advierten sobre los riesgos y peligrosidad de las vacunas e incluso tratan de imponer tratamientos para la enfermedad que no están probados en su eficacia o contraindicados por su toxicidad.

Las primeras reseñas sobre la creación de la Antivariólica o vacuna contra la Viruela explican que la población se negaba a recibir la misma por miedo a transformarse en animales, ya que la vacuna sedesarrolló a partir de una enfermedad asociada a las vaca ³.

Si se analizan y revisan los datos científicos, los diversos conceptos que se han esgrimido para justificar la decisión de no vacunarse, esta nota sería muy extensa, no obstante, es importante referirse a algunas de las teorías conspirativas, como las expuestas a continuación:

Presencia de metales pesados en la composición de la vacuna: El dato es cierto pero las conclusiones son equivocadas. Algunas vacunas, las de dosis múltiples, contienen timerosal como agente antimicrobiano. Derivado mercurial: Las vacunas monodosis, como son la mayoría, no contienen este compuesto. De todos modos, la presencia de este metal pesado es mínima no causando daño alguno al organismo, es eliminado en las heces y orina, sin posibilidad de acumularse en el tejido neuronal a largo plazo, como indican los “antivacunas”. Y puede quelarse: Ante la menor duda se modificó la estructura química del metal cambiando de metilmercurio a etilmercurio dado que esta variante se elimina mucho más rápidamente. Es decir que no es cierto que la posible presencia de mercurio en dichas dosis sea de toxicidad potencial para el organismo (aún existen implantes dentales con este metal).

El aluminio es un elemento (generador de la respuesta inmunológica) que muchas vacunas lo contienen. La cantidad de aluminio que podría encontrarse en una dosis de vacuna es inferior al 1% de la encontrada en la leche materna, por lo que no constituye un peligro sanitario. Es decir que, la aseveración por parte de las personas “antivacunas” de que los metales pesados presentes en las vacunas se depositarían en el sistema nervioso, para siempre, sin posibilidad de eliminación y generando un daño persistente, resulta totalmente falsa.

Las vacunas producen autismo, afirmación citada en dos estudios. El de 1998, por el grupo del Dr. Wakefield, indicando que la vacuna contra sarampión, paperas y rubéola podía provocar, entre otras cosas, autismo. El otro en 2002, y por el mismo grupo, relacionando el virus de las paperas con autismo. Ambos trabajos fueron cuestionados por el diseño experimental y el ocultamiento de datos, y la revista donde habían sido publicados se retractaron fehacientemente explicitando que dichos trabajos no tenían fundamento científico alguno.

Uno de los agregados más recientes en contra de las vacunas es su preparación, utilizando células para la replicación viral, Las características de estabilidad, condiciones de crecimiento, posibilidad de ser utilizadas para una variedad de virus, etc., las convierten en unas de las elegidas para dicha tarea. Años de utilización demostraron la seguridad de trabajar con estas líneas celulares. Todos los días ingerimos material genético en los alimentos, sea este animal o vegetal y de ninguna manera el mismo resulta integrado a nuestro material genético.

El hecho de sacar al mercado la primera vacuna en un periodo tan breve, como la vacuna contra el SARS-COV-2, ha generado inseguridad entre algunas personas lo que implica las negativas a vacunarse, el retraso de las vacunas, la incertidumbre sobre su uso, o el uso de ciertas vacunas, pero no de otras ⁴. Muchas personas aducen no confiar en la seguridad de las vacunas porque siguen siendo experimentales, lo que constituye una falacia, ya que no son experimentales, ¡están licenciadas! Han sido desarrolladas en un proceso de distintas fases y de validación a una velocidad que jamás habíamos necesitado.

Existen numerosos ejemplos de mentiras relacionadas a vacunas, que si se analizara cada una de ellas, esta nota sería muy extensa, si bien es tiempo de dejar de lado las teorías conspirativas, las informaciones falsas o el falseamiento de datos reales sacados fuera de contexto, sobre todo en algo de tanta importancia para la salud humana mundial.

Algunos estudios sugieren también que el maltrato infantil puede socavar la confianza posterior, incluso en la salud y otros servicios públicos. Cuantos más traumas infantiles, menor son los niveles de confianza en la información acerca de COVID-19.

En el rechazo a la vacuna existen varios factores a tener en cuenta y fundamentalmente, se basan en conceptos equivocados que niegan el método científico y la medicina basada en la evidencia y pertenecen al grupo de los supuestamente muy conocedores ⁴, miedo a lo desconocido, pertenencia a grupos sociales especiales, religiosos o de mera irreverencia civil sin excusar los servicios de salud pública que también han tenido responsabilidad en las bajas cobertura de vacunación por múltiples razones.

Negar los avances de la ciencia es contumacia, y es ignorancia que este mundo es mejor gracias a ella. En la lucha contra las enfermedades infecciosas, la vacunación como herramienta indispensable de la salud pública ha permitido ganar diversas batallas en la erradicación y eliminación de enfermedades como la viruela y la poliomielitis, así como controlar otras, entre las que figuran el sarampión, la tosferina y el tétanos ⁵.

No vacunarse, no solo implica riesgos a nivel individual, sino también a nivel social, lo que se ha comprobado por la importante disminución de las coberturas de vacunas, con la consiguiente aparición de casos y brotes de enfermedades peligrosas ⁶, siendo muy importante y trascendental el lema de la alianza COVAX: “Nadie estará a salvo a menos que todo el mundo lo esté”⁷, una iniciativa impulsada al inicio de la pandemia por diversos actores públicos y privados con el objetivo de asegurar un acceso equitativo a las vacunas contra la COVID-19.

Como resultado de estos acontecimientos que afectan al mundo global, existe en todos los sectores de la sociedad un deber sagrado, cual es amortiguar las consecuencias de las enfermedades prevenibles por vacunas manteniendo los importantes e incuestionables logros de la Vacunación, por lo que hace falta también “inmunizar” contra todos lo que se opongan ⁸. En esta nueva era de la globalización, todos los actores sociales involucrados deben ser capaces de trabajar en el mantenimiento de este gran avance en pos de la salud humana universal.