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Revista Internacional de Investigación en Ciencias Sociales

On-line version ISSN 2226-4000

Rev. Int. Investig. Cienc. Soc. vol.11 no.2 Asunción Dec. 2015

https://doi.org/10.18004/riics.2015.diciembre.195-208 

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Explorando la percepción de la delincuencia como principal problema en América Latina

Exploring the perception of crime as the main problem in Latin America

 

Wilmer José Téllez Acosta1

 

1 Doctorando en Ciencias Sociales Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Gerencia de Programas Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB); profesor del Departamento de Métodos-Sociología, Universidad Central de Venezuela (UCV); Coordinador-investigador del Observatorio Venezolano de Comunicación y Criminalidad (OVECC). (wtellez@ovecc.org)

Recibido: 29/06/2015; Aceptado: 28/10/2015.

 


Resumen: La delincuencia o inseguridad ciudadana en América Latina ha estado posicionada como uno de los principales problemas de sus países miembros. Los registros de esta preocupación ciudadana alcanzaron cifras históricas en el año 2011. Aunque la teoría que refiere a los elementos predictores de la percepción-sensación criminal no le brinda una capacidad explicativa monopolizadora a la victimización, es casi imposible dejar de lado que en lo concerniente a Suramérica y Centroamérica se posicionan dentro de las regiones con más homicidios del planeta. El objetivo del presente trabajo fue explorar la percepción de la delincuencia como principal problema en Latinoamérica para el año 2011. Entre los hallazgos más relevantes, se encontró una asociación de países con altos niveles de homicidios y el posicionamiento del delito como principal problema del país, mientras países con altos niveles de victimización-transgresión que mantienen bajos e intermedios niveles de homicidios, no se relacionan con la percepción generalizada de que la delincuencia es su principal problema.

Palabras clave: Homicidio, percepción, crimen, América Latina.

 

Abstract: Crime and insecurity in Latin America has been positioned as one of the main problems of its members countries. The data on this collective concern reached record levels in 2011. Although the theory that refers to the elements predictors of criminal sense-perception provides a monopolistic no explanatory power to victimization, it is almost impossible to put aside with regard to South and Central America are positioned within regions with more homicides in the planet. The aim of this study was to explore the perception of crime as the main problem in Latin America for 2011. Among the most significant findings, I found an association of countries with high levels of homicide and positioning of the crime as the main problem of the country, while countries with high levels of victimization-transgression that kept low and intermediate levels of homicides not related to the widespread perception that crime is their main problem.

Keywords: Murder, perception, crime, Latin America.


 

INTRODUCCIÓN

En un contexto donde América Latina ha dado cambios sustanciales -cualitativa y cuantitativamente- en materia delictiva, aún queda muchas inquietudes sobre los sedimentos perceptivos de la población acerca del problema de inseguridad ciudadana o violencia criminal. En la segunda década del siglo XXI, los ciudadanos del hemisferio consideran este fenómeno como uno de sus principales problemas (Latinobarómetro, 2011, 2013), desplazando en buena medida temas medulares como el desempleo, educación, alto costo de la vida, desigualdad, salud, entre otros.

Desde finales del siglo XX, el grueso de los países del continente americano veía con preocupación el ascenso de las actividades delictivas. Para el año 2012, la tasa de homicidios –variable dura en materia criminal- de Suramérica sólo era superada por África del Sur y América Central, y por supuesto, América del Sur y Centroamérica triplicaban la tasa media mundial de homicidios (UNODC, 2013). Aunque cada país latinoamericano presenta sus distintivos enfoques de cara a su situación criminal, al parecer existe un denominador común: la preocupación generalizada de la población por la inseguridad ciudadana o delincuencia (Lagos y Dammert, 2012).

Para el año 2011, la media latinoamericana de personas que consideraban la delincuencia como el principal problema del país era de 28%, un record histórico desde 1995. La variabilidad de este porcentaje se mantuvo baja pero en constante ascenso entre 1995-2005, a partir de este último año, la percepción ciudadana sobre la delincuencia se incrementó notablemente hasta el 2011 (Latinobarómetro, 2011). A medida que la ciudadanía se preocupaba por el fenómeno criminal, América Latina se posicionaba como una de las regiones más violentas del mundo (Föhrig, 2006), a consecuencia de una serie de elementos estructurales que socavaron las garantías de seguridad ciudadana, y que originó una inflación de demandas poblacionales hacia los gobiernos (Mascareño, 2003).

La esfera de estudio sobre la violencia criminal en Latinoamérica recae con fuerza en sus principales ciudades, fundamentalmente por el acelerado proceso de urbanización y demarcada concentración de violencia a partir de la década de los 80 del siglo XX (Del Olmo, 2000). Este tipo de movilidad hacia la sociedad industrial tuvo un demarcado estado de anonimato y desarraigo social que facilitó la estructura delictiva (Aniyar, 1977) y sus efectos colaterales sobre la percepción y sentimientos de inseguridad personal.

Aunque los primeros planteamientos sobre el miedo y valoraciones ciudadanas sobre el crimen se relacionaban con la actividad delictiva en sí, su incapacidad para explicar esta dimensión subjetiva condujo a incorporar una serie de variables sociales (Ogle, 1993), socio-comunitarias (Skogan, 1990) y socio-psicológicas (Meško, 1999) para comprender en torno a qué giraban estas percepciones y emociones colectivas relacionadas con la criminalidad. En base a un estudio de cinco países iberoamericanos, Ruiz y Turcios (2009) dan cuenta de que la percepción-sentimiento ante el delito refleja un diferencial asociado con factores estructurales como el desempleo, violencia general –delincuencia-, calidad y cobertura en cuanto a salud, educación. Desde el ámbito institucional, los enclaves tradicionales del Sistema de Administración de Justicia (como la policía, los tribunales, entre otros) determinan, en base a sus capacidades técnicas-operativas, una confianza en la población sobre la atención eficaz del tema delictual (Aniyar, 2006; Cordner, 2010), por lo tanto, la sensación de inseguridad se relaciona con la capacidad de control -formal e informal- sobre el ambiente (Kessler, 2009) orientado a reducir las potenciales amenazas criminógenas.

Ahora bien ¿Cómo conoce un individuo sobre su realidad, en este caso para definir un estado perceptivo sobre el crimen? En primera instancia, la violencia es una configuración social indivisible a la interrelación social (Córdova, 2007), y por lo tanto, el conocimiento básico del individuo se deriva y se mantiene por el interaccionismo social, a través del reconocimiento ordenado de objetos previamente definidos (Berger y Luckmann, 1991). Dentro de este proceso de interacción social, la fuente de conocimiento juega un papel medular en la construcción colectiva de la realidad. Para Surette (2007), las personas adquieren el conocimiento social a través de cuatro fuentes: 1) las experiencias personales, 2) los significados de terceros cercanos como compañeros laborales, familiares y amigos (también llamados la realidad conversacional), 3) otros grupos sociales e institucionales como las escuelas-universidades, sindicatos-asociaciones profesionales, iglesias, agencias gubernamentales, y 4) los medios de comunicación.

Cuando se habla de percepción de criminalidad es inevitable una relación directa con la influencia “todopoderosa” de los medios de comunicación social, no sólo como proveedores del conocimiento, sino como masivos condicionantes de la realidad socio-criminal colectiva. Es difícil encontrar investigaciones, reflexiones o análisis que no le den una alta importancia al elemento comunicacional como un factor explicativo de la variabilidad latinoamericana referida al criterio perceptivo del fenómeno delictual. Hipótesis como “agenda setting” (McCombs y Shaw, 1972) o “el cultivo” (Gerbner et al., 2002) fundamentan en la contemporaneidad que la realidad individual puede tener un alto grado relacional con la realidad mediatizada, induciendo al receptor a considerar su mundo tal cual lo define el mensaje transmitido por los medios masivos (mass media).

El acervo literario sobre los efectos de los mass media en el receptor tiene innumerables soportes empíricos. Como instancia secundaria de socialización, la criminología concibe a los medios de comunicación como transmisores de valores, representaciones sociales y de conformaciones actitudinales (Gabaldón, 1987), por lo que es imposible desestimar el rol que el componente comunicacional pueda tener sobre la dimensión subjetiva del crimen. Sin embargo, la experiencia y percepciones del individuo en la calle constituyen sin duda una fuente de conocimiento que puede contrastar o soportar la información mediática. Esta realidad experimentada es un proceso empírico que brinda un alto grado definitorio de percepciones-sentimientos de inseguridad.

Percibir un vecindario o localidad con alto grado de incivilización o desorden, como por ejemplo alta presencia de basura, indigencia-pedigüeños, falta de alumbrado, carros abandonados, jóvenes alborotadores o consumidores de drogas-alcohol, es un importante predictor de miedo al crimen (Ferraro, 1995). La razón recae en que estos indicativos de desorden-incivilización generan las condiciones ideales para el crimen, y en consecuencia, percibir una situación “ideal” para la actividad criminal incide en una valoración de vulnerabilidad situacional. Para Hunter (1978) la incivilización genera crímenes, y por lo tanto, altos niveles de delitos se encuentran en comunidades deterioradas que comparten estructuras comunes como el bajo estatus social y económico.

A primera vista, el condicionante de la definición perceptual del crimen se basa en las situaciones potenciadoras del crimen per se, aun cuando la variación de la actividad delictiva no se correlacione con la variación de la percepción del fenómeno. Aquí un punto neurálgico, de carácter técnico y metodológico, de porqué buena parte de los trabajos relacionados con la criminalidad y percepción de inseguridad terminan soportando tesis bajo el lente psicológico estímulo-respuesta de los medios de comunicación con un alto grado valorativo de la violencia criminal como problema social. A fin de cuentas, el crimen parece estar relacionado con la distribución física de las personas y cómo éstas perciben y utilizan la información sobre el medio que los rodea (Bitres, 2010), concibiendo una estrecha relación entre las características individuales y la interpretación circunstanciales de su entorno.

El presente trabajo se trazó como objetivo principal explorar la percepción de la delincuencia como principal problema de América Latina como un constructo perceptivo sobre el fenómeno criminal. A partir de los datos de la Corporación Latinobarómetro y del United Nations Office on Drug and Crime (UNODC) se realizó un análisis multivariante para indagar sobre asociaciones conjuntas entre variables y casos de estudios.

 

METODOLOGÍA

El presente trabajo es de corte exploratorio-descriptivo dado el interés de indagar sobre datos referidos a la percepción delictiva en el contexto latinoamericano, así como de una posterior caracterización de su estructura asociativa. El diseño de investigación fue documental, tomando como fuente secundaria la medición constante y de publicación periódica de la Corporación Latinobarómetro del año 2011 y del United Nations Office on Drug and Crime (UNODC) del año 2013.

Para el caso de la percepción delictiva como principal problema y los niveles de victimización se tomaron los datos de la Corporación Latinobarómetro del año 2011. En cuanto al primer constructo la pregunta fue “¿Cuál considera usted que es el problema más importante en el país?”, mientras que para los niveles de victimización se preguntó: “¿Ha sido usted o algún pariente asaltado, agredido o víctima de algún delito en los últimos 12 meses?”. Aunque las respuestas de ambas preguntas presentaron un nivel politómico-categórico, los datos considerados para el análisis fueron los porcentajes de personas que eligieron la repuesta “delincuencia como principal problema de país”, y “Sí” para determinar si ha sido víctima de la delincuencia. La tasa de homicidios se obtuvo del informe Global sobre Homicidio de la United Nations Office on Drugs and Crime (UNODC) del año 2013. La naturaleza cuantitativa de las variables presenta una escala de medición “razón”, por lo tanto, el cero absoluto refiere a la ausencia de la propiedad (Bartholomew, 1996).

Estrategia de análisis

Dada la naturaleza métrica (cuantitativa) de las variables de estudio en una serie de casos (países de la región) es de gran interés el análisis multivariante de manera simultánea, por lo cual se utilizó la técnica factorial –Análisis de Componentes Principales (ACP)- orientada a brindar información proveniente de los datos más que a verificar hipótesis probabilísticas. El ACP, como una técnica independiente del método factorial, está dirigida a obtener combinaciones lineales no correlacionadas de p variables (García, Gil y Rodríguez, 2000) y se caracteriza por su representación gráfica, específicamente por brindar una visión sintética de las relaciones entre filas (variables) y columnas (casos) provenientes de una tabla de medidas o de escalas métricas (Grande y Abascal, 1989).

A continuación se presentan las consideraciones realizadas por Grande y Abascal (1989) referidas a la interpretación de un Análisis de Componentes Principales (ACP): 1) interpretación de los factores en función de su correlación con las variables, 2) interpretación de la nube de variables, 3) interpretación de la nube de individuos (en nuestro caso: países latinoamericanos), y 4) interpretación de la representación simultánea. Para el análisis de los datos se empleó el programa SPAD 5.6.

Limitaciones del estudio

Las relaciones empíricas-teóricas de la dimensión perceptiva del crimen es multivariante, es decir, su análisis contempla diversas interacciones estadísticas de cara a una serie de variables que convergen simultáneamente sobre el constructo perceptivo.

Los escasos registros supranacionales relacionados con el tema y sus variados indicadores asociados, imposibilita un análisis conjunto de las principales variables teóricas sobre la percepción de inseguridad. Aunque un análisis preliminar de los datos asomó interesantes hallazgos, sin duda alguna los resultados del Análisis de Factorial hubiesen arrojado información más completa sobre el objeto de estudio si se dispusiera de mayores registros estadísticos del hemisferio.

 

RESULTADOS

Los resultados del Análisis de Componentes Principales (ACP) arrojaron un total de tres (3) factores con sus respectivos autovalores. El primer factor explica el 47.83% de la total inercia, el segundo explica el 34.24%, mientras que el tercero explica el 17.93% (Tabla 1).

 

Los dos primeros factores explican el 82.07% de la inercia total, lo cual es un porcentaje bastante aceptable para considerar una adecuada reducción de los datos en función a estos dos componentes.

En cuanto al factor 1, la variable niveles de victimización se posiciona en la coordenada positiva, muy cercana al origen y con poca correlación con este primer factor (0,07). Por su parte, la tasa de homicidio, ubicada en la coordenada negativa, se correlaciona con fuerza con el primer factor (-0,85). En cuanto a la delincuencia como principal problema, su ubicación en la coordenada negativa en el espacio lo posiciona bastante cerca de la variable tasa de homicidio, y a su vez lo distancia del nivel de victimización. Su correlación con el factor 1 es alta (-0.84) (Tabla 2).

 

En el gráfico 1 se puede apreciar que el primer factor separa los niveles de victimización de la tasa de homicidio y percepción delictiva (delincuencia como principal problema del país).

 

Por su parte, los niveles de victimización es la variable más correlacionada con el segundo factor (-0.98), con una ubicación en la coordenada negativa del plano factorial. La tasa de homicidio y la percepción delictiva (delincuencia como principal problema de país) están débilmente correlacionadas con el segundo factor (0,13 y 0,21 respectivamente) (Gráfico 2).

 

Sin embargo, la ubicación de la variable tasa de homicidio se encuentra en la coordenada positiva, mientras que la variable percepción delictiva en la coordenada negativa, al igual que los niveles de victimización. Esto permite concluir que el factor dos separa la tasa de homicidio de los niveles de victimización y percepción delictiva (aunque dentro de la propia coordenada negativa estas últimas variables no se encuentran muy cercanas).

Dentro del análisis de los casos activos, se puede observar que países como El Salvador (20,4), Venezuela (18,6), Honduras (15,5) y Nicaragua (10,6) fueron los países que mayor contribución tuvieron para la conformación del factor 1, mientras que Panamá (31,2), México (16,2), República Dominicana (9,6), Costa Rica y Argentina (ambas con 7,8), fueron los países de mayor contribución a la conformación del factor 2 (Tabla 3).

 

A su vez, el coseno cuadrático permite interpretar el grado de representación que tienen los casos-países en el plano factorial, teniendo que Venezuela (0,93), Guatemala (0,87) y El Salvador (0,82) fueron los países mejores representados en el factor 1, mientras que México (0,98) y Panamá (0,90) fueron lo mejor representados en el factor 2.

Interpretación de la nube de variables. La representación gráfica de las variables activas en el plano factorial (conformado por el factor 1 y factor 2) (Gráfico 3) permite apreciar la cercanía de la tasa de homicidio con la percepción de la delincuencia como principal problema, y a su vez, estas dos variables se distancian sustancialmente de los niveles de victimización. Este resultado evidencia una relación entre el registro delictivo homicidio y el nivel perceptivo poblacional de que la delincuencia es el principal problema del país. Paradójicamente, los registros de victimización recolectados en los países considerados en el estudio distan tanto del nivel perceptivo (incongruencia entre victimización y percepción) así como de la tasa de homicidios.

 

Interpretación de la nube de individuos/casos. La primera consideración a realizar es el agrupamiento de países como Venezuela, Honduras, Guatemala y El Salvador entre el cuadrante I y III del plano, lo que permite entrever que los países antes mencionados comparten características comunes, haciendo que su distancia en el plano factorial sea corta. El II cuadrante agrupa a países como República Dominicana, Chile, Nicaragua, Paraguay, Brasil y Uruguay, mientras que países como Costa Rica, México, Colombia, Argentina, Perú y Bolivia se agrupan en el IV cuadrante del plano. Lo relevante en el análisis de la nube de individuos/casos es notar que los países próximos entre sí tienen grandes semejanzas de acuerdo a sus cualidades (variables) (Gráfico 4).

 

Interpretación de la representación simultánea. Un primer grupo de países ubicados en el cuadrante I y III del plano factorial (gráfico 4) se encuentran asociados por su tasa delictiva y por la percepción que tienen de la delincuencia como principal problema del país. ¿Cuáles son las magnitudes asociadas? Honduras, El Salvador, Venezuela y Guatemala son los países latinoamericanos con la tasa de homicidios más alta de Latinoamérica (82.1, 66, 49 y 41,4 por cada 100 mil habitantes respectivamente) mientras que Venezuela, El Salvador y Guatemala tienen el mayor porcentaje de personas que consideran la delincuencia como principal problema del país (Honduras, el país con más homicidios en Latinoamérica se ubica en la octava posición en cuanto al porcentaje de ciudadanos que consideran la delincuencia como principal problema).

Por otro lado, países que registraron un nivel de victimización elevado (víctimas directa o indirecta de algún delito en los últimos 12 meses) se ubican en el cuadrante IV del plano factorial (Costa Rica, Colombia, México, Argentina y Perú). Como se indica en el análisis, este grupo de países no registra los mayores niveles de homicidios, así como no registra el porcentaje más alto de personas que consideran la delincuencia como principal problema del país. El caso de países como Bolivia, Chile, Perú, República Dominicana que se ubican diametralmente opuestos a países como Honduras, Venezuela, Guatemala y El Salvador, presentan unos registros bajos de homicidios y baja percepción poblacional sobre la delincuencia como principal problema del país. Sin embargo, muchos de estos países que se ubican en el lado derecho del plano, aunque bien se distancian del delito y la percepción delictiva, se relacionan con altos y medios niveles de victimización.

 

DISCUSIÓN

El posicionamiento de la delincuencia como principal problema latinoamericano -o uno de sus principales problemas- ha sido un tema emergente en las últimas décadas por el incremento valorativo en la población sobre la inseguridad ciudadana, es decir, percibir una situación amenazante desde el punto de vista criminal ha presentado registros históricos en el hemisferio. La población de América Latina no vive tranquila según los datos de la Corporación Latinobarómetro. Por otro lado, los registros delictivos dan cuenta de una tasa elevada según su indicador más significativo, el homicidio.

Si bien la literatura sobre la dimensión subjetiva del crimen no admite un monopolio explicativo en la victimización (como variable predictora-independiente), realizar esfuerzos analíticos sobre la percepción de inseguridad soslayando un contexto sostenido de violencia criminal, pudiese estar dando pie a solucionar un problema cognitivo en factores de segundo orden. Esto no quiere decir que la tesis de los medios de comunicación como potenciadores de las preocupaciones ciudadanas sea desestimada; dentro de lo multicausal del fenómeno, el esquema estímulo-efecto ha tenido abundante fundamentación empírica, pero colocar en un primer plano estas tesis sería volver a la visión “medios todopoderoso” dejada atrás al finalizar la Segunda Guerra Mundial (Wolf, 1991).

La poderosa tesis de la incivilización o desorden social, como un predictor del miedo al crimen y percepción de inseguridad, genera signos o factores que potencian el crimen per se, y en consecuencia, una valoración poblacional sobre el crimen. ¿Se puede temer de una situación ideal-criminal sin ser víctima? Sin duda alguna, y esto traería como consecuencia una alta percepción de inseguridad sin ningún indicativo de victimización, lo cual no exterioriza una incongruencia entre lo subjetivo-objetivo del crimen, sino vislumbra un aspecto de interacción social que demarca las potenciadoras amenazas para la integridad colectiva.

En base a los resultados del presente trabajo, lo países con mayor victimización (homicidios) son los que perciben la inseguridad como su principal problema. El caso de Venezuela, Honduras, Guatemala y El Salvador, su alta tasa de homicidio está asociado con que su población perciba la delincuencia como su principal problema. Ahora ¿Qué causa el crimen en estos países? Probablemente los mismo elementos que causa la percepción de inseguridad, referidos puntualmente a condicionantes estructurales, institucionales y situacionales.

Países como Chile, Bolivia, Perú, Argentina, que no presentan tasas elevadas de homicidios, sí están asociados con victimización-transgresiones delictivas, aun cuando este condicionante no los vincule con los países donde sus ciudadanos califiquen la inseguridad como su principal problema. Lo señalado anteriormente permite abrir las posibilidades investigativas sobre la intensidad de la violencia y su relación con la percepción de inseguridad, pues al parecer, países donde sus ciudadanos son víctimas de homicidios (Venezuela, Honduras, Guatemala y El Salvador) se asocian con niveles elevados de percepción criminal, mientras países con alta victimización-transgresión como Colombia, Argentina, Perú, México y Costa Rica, con tasas de homicidios parcialmente controlada (bajas-intermedias) no se relacionan con altos porcentajes de percepción criminal.

Intentar comprender las dimensiones subjetivas del crimen como la percepción de inseguridad y el temor delictual en contextos de demarcada violencia, sería trabajar sobre los efectos del crimen per se, aun cuando la victimización no goce del monopolio explicativo de la percepción poblacional. En el caso puntual de países como Venezuela, Honduras, Guatemala y El Salvador, los esfuerzos deben estar dirigidos a aplacar la criminalidad a través de mecanismos adentrados en los estamentos democráticos y de Derechos Humanos. Tratar de encontrar explicaciones soslayando parcialmente la delincuencia objetiva, sería desenfocar el epicentro del problema.

 

CONCLUSIÓN

Ser víctima del crimen puede presentar desenlaces diversos. La percepción probabilística de ser despojado de un bien material al salir de casa puede presentar diferencias emocionales y cognitivas sobre las percepciones de no saber si se regresará a casa con vida. Lo señalado anteriormente puede ilustrar porqué personas víctimas de “algún delito” no necesariamente se asocian con una alta percepción delictiva, como de hecho sí sucede con las tasa de homicidio. El peso social que tiene perder la vida a razón de la violencia criminal sería el fundamento de porqué en los mass media hay una inclinación a informar más (y desproporcionadamente) sobre los homicidios (Téllez, 2015), y por supuesto, como una fuente de conocimiento, el individuo hace lectura de su entorno simbólico o experimentado y de los riesgos circunscritos en él.

 

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