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Revista Internacional de Investigación en Ciencias Sociales

On-line version ISSN 2226-4000

Rev. Int. Investig. Cienc. Soc. vol.10 no.2 Asunción Dec. 2014

 

 

ANÁLISIS

 

Reflexiones en torno a la re-afirmación del sentido de la Universidad

Reflections on the re-statement of sense the University

 

Jorge Brower Beltramin1

 

1. Académico de la Universidad de Santiago de Chile, Facultad Tecnológica, Carrera de Publicidad. Chile. E-mail: jorge.brower@usach.cl

Este trabajo ha sido de gran relevancia para la construcción del marco teórico de la Investigación: Geografía dicursiva/ideológica de un movimiento social: la manifestación de los universitarios durante los años 2011 y 2012 en Chile, código 031376BB financiado por el Departamento de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, DICYT, dependiente de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Santiago de Chile (Período de investigación 2013-2014).

Recibido: 04/03/2014; Aceptado: 08/08/2014.

 


Resumen: Desde nuestra perspectiva, en el contexto de la sociedad contemporánea, la institución de educación superior denominada universidad ha perdido su sentido fundamental. Este trabajo expone una reflexión teórica en la que se intenta reafirmar su sentido esencial relacionado con su capacidad de cuestionamiento crítico sin condicionantes respecto a la producción de conocimiento, más allá de las múltiples presiones a la que es sometida dentro de una sociedad de consumo orientada a la productividad material a corto plazo.

Palabras clave: Universidad, sentido, cuestionamiento, incondicionalidad.

 

Abstract: From our perspective, in the context of contemporary society, the institution of higher education called university has lost its fundamental sense. This paper presents a theoretical reflection that attempts to reassert its essential meaning constituted by critical questioning without constraints on the production of knowledge, beyond the different pressures to which is filed within a consumer society oriented material productivity in the short term.

Keywords: University, sense, questioning, unconditional.


 

Consideraciones sobre el desplazamiento/fractura del sentido de la Universidad

En la actualidad constatamos que los factores determinantes para definir la universidad, su espacio y en definitiva su quehacer, están vinculados particularmente (aunque no exclusivamente), con las diversas modalidades a través de las cuales se relacionan con el mundo empresarial. Podríamos ilustrar esta afirmación de manera extensa, sin embargo, un conjunto reducido pero significativo de ejemplos dan validez a esta afirmación. La orientación de las universidades hacia la empresa ha sido puesta de manifiesto por organismos como la UNESCO, que exige una mayor proximidad entre las instituciones universitarias y el mundo social-laboral (Hidalgo, 1996).

Como referencia, la Conferencia de Beirut de 1998 propuso la creación formal de observatorios para monitorear las demandas del mundo laboral e inferir las tendencias que dichas demandas generan a mediano y largo plazo. De este modo, los especialistas coinciden en que uno de los principales retos de la universidad actual tiene que ver con el desarrollo de una estrecha y eficaz cooperación entre éstas y el mundo empresarial.

Frente a dichas demandas que pueden traducirse en presiones e imposiciones políticas y económicas, los campus universitarios representan instancias y espacios para avanzar en el conocimiento respecto del desarrollo de nuevas tecnologías, como bien apuntan Okubo y Sjoberg (2000). De este modo, los proyectos estratégicos y los planes de desarrollo de las universidades en todo el mundo, incluyen de manera prioritaria la creación de nuevas tecnologías y las diversas modalidades de alianzas con el entorno social, particularmente con los agentes económicos de producción. El objetivo final tiene que ver con la creación de un modelo estructural que contenga la satisfacción, el compromiso y la participación que se desprenden de las relaciones entre universidades y empresas.

La consolidación de este tipo de modelos ha tenido gran éxito en países como Inglaterra, en donde se advirtió un alejamiento preocupante entre la universidad y el ámbito industrial. Para contrarrestar esta situación se generó el proyecto HESIN (1999), (Higher Education Support for industry in the North), en el que se reunió a seis universidades del Norte de Inglaterra para suministrar a la industria conocimientos técnicos, en particular a las Pymes del país. Otro caso significativo de este tipo de alianzas lo representa la industria farmacéutica alemana Bayer, la cual, como señala Bower (1993), mantiene vínculos formales con diversas universidades alemanas y otras en el mundo, desde el siglo XIX.

Podríamos explayarnos en forma extensa sobre otros casos en que se han cultivado la relación universidad-empresa 2. Sin embargo, nuestro interés se orienta al planteamiento de que la universidad concebida básicamente como proveedora de insumos tecnológicos para la industria genera una distorsión del sentido fundamental de estas instituciones de formación superior implicando un desplazamiento y una fractura notable respecto del eje de sentido que debiese definir a estas instituciones.

Antes de abocarnos a esas consideraciones, como exposición central de este trabajo, no podemos dejar de advertir que el énfasis actual puesto en la relación universidad-empresa representa cuestiones positivas como la creación de equipos multidisciplinarios, una mejor accesibilidad de los profesionales al mundo laboral y la generación de ingresos adicionales a estas instituciones de educación superior3. No obstante y simultáneamente la supervivencia de las universidades depende cada vez más de la generación de relaciones estables con sectores productivos entendidos ahora como clientes. El mejor caso-metáfora de esto lo constituye a nuestro juicio Siliconvalley en California, Estados Unidos. Allí se produce una relación colaborativa formal entre las Universidades de Berkley y Standford con el sector empresarial.

Estos casos, como ya advertíamos antes, nos ponen frente a una universidad que evoluciona, se desarrolla y en definitiva se constituye de manera muy sustancial a partir de la relación continua con los sectores productivos. Todo y todos recomiendan desde esta perspectiva que las universidades se acerquen a su entorno poniendo especial atención en las demandas laborales y de desarrollo tecnológico, cuestión que se resuelve finalmente, también desde esta perspectiva, en una optimización de la oferta que hacen estas casas de estudio superior. Los tiempos del mercado se introducen en los tiempos de la producción de conocimiento afincado en los campus universitarios procurando éstos a su vez los recursos humanos y materiales-tecnológicos que la industria demanda.

Las consideraciones hechas hasta aquí nos permiten adentrarnos en lo que ocurre en las universidades como producto de estos condicionantes sustantivos para su sobrevivencia. El campus-claustro acelera sus tiempos de producción en torno a objetivos inmediatos. Las demandas del mundo empresarial e industrial exigen de la universidad una actualización permanente de sus profesores, de sus alumnos y de los mapas curriculares para la formación de profesionales que deben satisfacer las necesidades del mercado laboral de la forma más efectiva e inmediata posible. Se constituye de esta forma una universidad-industria productora de nuevas tecnologías y de profesionales formados para satisfacer las demandas del mercado. En esta universidad-industria no se reflexiona sobre el sentido de lo fugaz, sino que el cambio y la propia fugacidad se apodera del sentido que define lo propiamente universitario. La actividad reflexiva tan consustancial a lo que nosotros entendemos como lo esencial de la universidad queda así reducida al desarrollo de objetos de consumo devorados por la dinámica de los mercados4.

La universidad se hiperactualiza, innova, emprende, pone al día sus contenidos y metodologías, sus normas y estructuras, no desde los claustros ni menos desde la intimidad de la actividad reflexiva y crítica que reclama y exige otros tiempos para su desarrollo, generando una suerte de pánico al retraso, a la improductividad que ponga en peligro el progreso de las sociedades y de los países. Dentro de esta fracturación del sentido de la universidad aparece el concepto de excelencia asociado a la actualización en la perspectiva que antes anunciábamos. ¿Se puede ser una institución universitaria de excelencia no estando actualizada en todos sus ámbitos? Ante esta interrogante atemorizante y que cuestiona a priori el quehacer de la universidad, se vuelve con más fuerza al trabajo de la actualización desmedida y desbordada.

La tradicional docencia en sus niveles de pre y postgrado, cuya máxima se orienta al diálogo directo de maestros y estudiantes para pensar en común (comunidad universitaria), las preguntas fundamentales de la existencia humana, se distorsiona con ofertas virtuales, con programas flexibles y a la carta, pensados para estos clientes que deben salir rápidos y furiosos al combate laboral competitivo y aniquilante. La actualización llevada a sus límites es en este escenario sinónimo de excelencia. Junto a la actualización, se ingresa en el terreno de la innovación, ambas acciones reguladas por lo que sucede en las empresas, en el mercado. Los ritmos obviamente son diferentes y por tanto no queda mucho tiempo para investigar sobre aquello en que se aplicarán procedimientos para la innovación, claramente necesaria (esto no lo ponemos en duda) sobre muchos ámbitos y procesos sociales.

Otra distorsión/fractura del sentido aparece entonces respecto al hacer de la universidad. Los tiempos de la investigación deben ajustarse a los tiempos de la producción industrial, a los tiempos de los cambios de valores de las acciones en las bolsas de comercio internacionales. Se desarrolla entonces una investigación estratégica y oportunista que va satisfaciendo los requerimientos del mundo productivo. La investigación de largo aliento va quedando rezagada u obedece a los intereses políticos y económicos de los gobiernos o de grupos de poder empresarial que proyectan sus utilidades más allá de la coyuntura para así perpetuar sus ganancias y su hegemonía sobre el hombre común.

Una racionalidad altamente instrumental opera en estos procesos pragmáticos sobre certezas incuestionables, entregadas por el mercado para que la universidad cumpla con los requerimientos específicos de dicho mercado. Esta racionalidad instrumental trabaja sobre certezas, las demandas del mundo productivo, reduciendo el espacio sin fronteras del pensamiento especulativo cuyo horizonte está repleto de incertidumbres, espacio desde donde muchas veces emergen hallazgos esenciales para el desarrollo del hombre y de las sociedades.

Así, el sentido de lo cierto, de la demanda, de la orden de producción, desplaza al sentido siempre incompleto de lo incierto, sentido sobre el cual la racionalidad instrumental se tensiona y necesita explorar nuevas modalidad explicativas y expresivas. En ese ejercicio se encuentra, desde nuestra perspectiva, uno de los elementos centrales que debiesen mover a la universidad en términos de desarrollo y finalmente de evolución. Ciertamente, es la duda, la crítica y la complejidad que ellas conllevan, fundamento del hacer universitario, fundamento de su sentido último. Las certezas por otro lado, aquellas sobre las que demanda el mundo empresarial a la universidad, nunca son tan definitivas y deben ser consideradas como inputs sobre los cuales trabajar, para finalmente desplegar problemáticas de investigación, preguntas fundamentales para producir conocimiento que mejore el modus vivendi de las sociedades contemporáneas. En este contexto, la razón crítica y su vocación heurística flexible y permeable debiesen marcar la impronta del quehacer esencial de las universidades.

En tal sentido la universidad y sus campus debe determinar sus tiempos y espacios para ejercitar el insustituible ejercicio interpretativo/hermenéutico cuya sensibilidad permite revisitar permanentemente las preguntas fundamentales del hombre, aquellas sobre su existencia individual y colectiva, deconstruyendo y reconstruyéndolas en un proceso de comprensión complejo cuyo valor define en sí mismo el sentido último de la universidad. Esta actividad es la que le da ese valor y la legitima, sin pretender detenerse sólo en el ámbito especulativo y por tanto comprendiendo que la contribución de estas instituciones tiene que ver finalmente con la vida integral del hombre en sociedad. En este sentido, suscribimos el planteamiento hecho ya por Durkheim (1998), para quien el pueblo y el hombre común pueden llegar a considerar las universidades como un lujo prescindible, ya que su utilidad no resulta clara para su existencia concreta.

Este conjunto de consideraciones preliminares advierten sobre la función, las tareas y en definitiva, el sentido que se ha dado a la universidad en el contexto actual. Por otro lado, hemos hecho ciertos alcances en relación a lo que, desde nuestras convicciones más profundas, debiese definir a la universidad, convicciones que por lo demás no son propias, sino heredadas desde la historia-genealogía de estas instituciones, siempre presionadas o afectadas por intereses políticos, económicos o religiosos.

En la próxima sección del trabajo nos explayaremos respecto a estas convicciones, insistiendo desde ya que compartimos el objetivo básico de que la universidad deber producir conocimiento, profesionales y tecnologías, vinculada a la sociedad, pero al mismo tiempo manteniendo la distancia necesaria para que su sentido último ligado a la duda legítima, al planteamiento de interrogantes sobre aquello que se conoce o se comprende, permita la lectura crítica y a la vez creativa, como la más genuina de  las contribuciones a las sociedades en que estas instituciones de educación superior se encuentran insertas.

Desde nuestras convicciones, el salvaguardo de estas condiciones y actividades esenciales legitima y valida a la Universidad, más allá de su nombre, siendo un agente real para el desarrollo de las sociedades, a través de aportes que exhiban niveles de autonomía o de soberanía respecto a las dinámicas del mercado o a aquello que de forma más inmediata requiera el mundo laboral. De este modo se establece un compromiso permanente del mundo académico desde un horizonte aportativo más amplio y extenso que el de la contingencia y sus necesidades cortoplacistas.

El sentido de la Universidad: recogimiento y cuestionamiento incondicional

Nuestra reflexión se orienta, a la re-afirmación del sentido esencial de la universidad, ese que la distingue y le otorga identidad entre otras instituciones educativas, como Institutos Profesionales o Centros de Formación Técnica. En tal dirección, creemos que la universidad debe re-cogerse o re-plegarse sobre sí misma, a través de la capacidad para tomar distancia y conciencia de su función fundamental, estableciendo con claridad el adentro versus el afuera de ella sin que esto signifique como hemos dicho antes, cortar los vínculos con la sociedad en su conjunto. Este replegarse no debe dar la espalda al mundo y toda su complejidad, por el contrario, debe llevarse a cabo teniendo siempre como horizonte lo que en este acontece, teniendo al ser humano como su elemento central.

El re-pliegue al que nos referimos constituye también una invitación inicial a reinterpretarse desde una perspectiva crítica en la que se confronten posiciones que contengan diversas y legítimas visiones sobre la universidad, que finalmente produzcan enfoques creativos y aportadores para su existencia y su contribución al resto de la sociedad. Entonces, re-cogerse o re-plegarse, implica una suerte de aislamiento voluntario, de soledad necesaria con el fin de redescubrirse en su identidad esencial5. Más allá del pragmatismo instrumental y de la pesada estructura burocrática que la regula, la comunidad universitaria debe tener la capacidad de marginarse y hacer silencio respecto de las demandas del mundo productivo (empresas e industrias).

Este recogimiento/repliegue permite que emerja la voz más genuina de la universidad, aquella que tiene que ver con la problematización lúcida y la producción de conocimiento de mayor significancia para el hombre. En este estado de des-vinculación voluntaria (y ciertamente no permanente), de aislamiento provisional, los miembros de la comunidad universitaria ejercitan su legítimo derecho a cuestionar su propia forma de generar conocimiento y las diversas modalidades en que ese conocimiento se instala y opera en múltiples sociedades y culturas.

De este modo, el recogimiento de los universitarios (todos aquellos que la habitan) implica también el despojarse de vinculaciones, alianzas y posiciones de interés que pueden ser eventualmente ajenas a los de la universidad, para abrirse a un ejercicio reflexivo que revisita de manera analítica y crítica tanto la producción de conocimiento logrado (y los distintos estatus de verdad asignados), como las formas o modus operandi utilizados para lograr ese conocimiento-verdad. Lejos de las certezas con las que funciona la universidad-empresa, las interrogantes que emergen desde la universidad replegada se proyectan más allá de la sanción simbólica de los poderes institucionales (políticos y religiosos entre otros), en un acto de subversión e inestabilidad que debe provocar formas más creativas y completas para satisfacer las demandas sustanciales de la sociedad contemporánea, centradas en la necesidad de una mejor calidad de vida del hombre y de su entorno.

La autonomía de la problematización generada en la universidad re-plegada, debe abrirse hacia nuevos caminos reflexivos, nuevas conceptualizaciones y explicaciones que superen los cánones unidisciplinarios y las tradiciones teóricas institucionalizadas, en una suerte de naufragio-deriva que conduce a la exploración de diversos horizontes de sentido, a nuevas explicaciones sobre fenómenos que atañen al hombre y al mundo6. Precisamente es a través de este acto fundamental de la interrogación, de la pregunta despojada de la contingencia, donde emerge la singularidad de la universidad.

Cuando Heidegger (1996) se refiere a la identidad de la universidad alemana, ésta se relaciona con la capacidad de preguntar, en el sentido griego de estar expuesto, sin la necesidad imperiosa de la respuesta. El preguntar es, desde la mirada de Heidegger, el acto per se del saber, abriéndonos a lo esencial del conocimiento. La racionalidad desde la que se interroga actúa con la libertad de no tener que sujetarse a demandas específicas. De este modo, la interrogación se expresa muchas veces como transgresión y superación de prohibiciones que pueden haber sido generadas desde la propia comunidad universitaria.

El cuestionamiento esencial al que se exige la universidad se desvincula de la necesidad imperiosa de consenso, exponiendo todas las tensiones y fracturas que dejan a su paso las alianzas estratégicas (entre universidad e industria como una de las más relevantes) y los diversos procedimientos para satisfacer las demandas del mercado. Este planteamiento radical e incondicional de las preguntas sobre las que se construyen los cimientos de la universidad, hace de esta institución un primer objeto de crítica, que la define desde su más profundo interior. Ya lo señalaba Kant en El Conflicto de las Facultades (1998), cuando critica la universidad medieval por la falta de cuestionamiento llevado a cabo por sus miembros, planteando seguidamente la necesidad de autocrítica como cuestión que define a la universidad moderna.

En ese contexto, el recogimiento que hemos caracterizado antes, posibilita la distancia crítica abriéndose a una inestabilidad e incertidumbre (a las que también hemos aludido), que debiese hacer más genuinos los procesos de conocimiento, aceptando el carácter precario de la verdad obtenida, en un trabajo de permanente revisión y cuestionamiento. Kant, en el texto antes señalado, advierte sobre el interés de los gobiernos para controlar al pueblo con la intermediación de la universidad. Ante esta situación, el filósofo asigna a la Facultad de Filosofía la tarea de intervenir en otras Facultades desde la racionalidad crítica para generar un conocimiento genuino libre de ataduras o compromisos de cualquier índole.

Hasta aquí, en la segunda sección de este trabajo, hemos advertido sobre la necesidad del recogimiento de la universidad, con el fin de recuperar su autonomía, su sentido esencial a través del desarrollo de interrogantes o problemáticas que tienen que ver con la institución y con su inserción en el mundo. Pensamos que esta misión debe llevarse a cabo sin ataduras o con las menos posibles y también creemos que esta acción debe ser permanente sin que signifique la exclusión del diálogo con las sociedades y culturas en que se encuentra. Como señala magistralmente Derrida (2010)7, el por-venir de la universidad tiene que ver con la profunda convicción de que se hace necesario un cuestionamiento sin condición del hacer de esta institución. A diferencia de lo que advierte el filósofo francés, y de lo que antes Kant señalaba respecto a las atribuciones/funciones de la Facultad de Filosofía sobre las otras, no estamos seguros de que las Humanidades (en el caso de Derrida) y la Filosofía (en el caso de Kant), sean los únicos espacios disciplinares/reflexivos desde los cuales se deba ejercer esta actitud que se expresa a través de la problematización del conocimiento más o menos especulativo.

En este trabajo sólo dejaremos planteada la necesidad de que la universidad en todos sus espacios disciplinares cuestione abiertamente y libremente el conocimiento producido, las metodologías empleadas y las eventuales utilizaciones de dicho conocimiento, tanto en el ámbito universitario como en el mundo de la industria y de la empresa en general.

Más allá de esta observación puntual respecto al sujeto universitario específico que debiese hacerse cargo del análisis crítico sobre el trabajo de la universidad, suscribimos el planteamiento hecho por Derrida, respecto a una universidad sin condición, que debiésemos asumir como una profesión de fe, como una convicción que, desde nuestra perspectiva, hace volver permanentemente el ejercicio analítico sobre el topoi-espacio universitario. En efecto, una compleja trama de asociaciones semánticas que deriva de este espacio simbólico, permite articular una óptica sin condición que dé cuenta de esa creencia mediante una serie de proposiciones. Esta creencia sostiene que la universidad tiene una vocación de búsqueda de la verdad desde una libertad incondicional. Cualquiera sea el estatus de esta lux-verdad, su revelación, adecuación o construcción requieren de amplios horizontes interpretativos no supeditados a presiones o poderes que limiten su comprensión.

Esta afirmación radical debe ser asumida en el espacio universitario, en todos sus campus. Es allí, en donde se debe producir la discusión incondicional sobre la verdad y los campos simbólicos asociados a ella en el contexto actual, pero también en el pasado y en los posibles escenarios del futuro. Esta discusión que simultáneamente es una producción discursiva que fluye sin márgenes pre-establecidos, apunta a la resistencia incondicional que la universidad debe expresar desde los propios presupuestos y axiomas con que ha funcionado la Institución y sus diversas Facultades.

En la antesala discursiva de este cuestionamiento sin condición sobre la universidad, Derrida señala estas coordenadas propositivas insistiendo en que debe ser el lugar en que nada está a resguardo de ser cuestionado, incluyendo a la crítica teórica desde la que emerge la producción del conocimiento-verdad8.Todos sabemos que se trata de una ciudadela expuesta que a veces se vende, es tomada o se transforma en una sucursal de consorcios y de firmas internacionales. Precisamente esta situación es la que la obliga a afirmar una independencia incondicional, una suerte de soberanía que no conduzca a la abstracción críptica e inexplicable que en ocasiones puede percibirse en el espacio universitario.

Re-pensar el concepto de hombre, de humanidad, debiese ser tarea privilegiada de la universidad entendida como un espacio de resistencia irredenta en el que se asume su comprensión, tensionando múltiples esferas de sentido, fracturándolas para abrir espacios sin límites. Este ejercicio crítico-comprensivo debiese instalarse en su topoi-espacio esencial. Como señala Derrida, desde este espacio abierto por una profesión de fe, se alimenta y a la vez tensionan los cuestionamientos e interrogantes sobre el conocimiento y se instala con fuerza el principio de incondicionalidad que define centralmente la universidad.

Explicitada esta profesión de fe que surge desde una convicción profunda sobre el sentido de la Universidad, es interesante desarrollar ciertas reflexiones y consideraciones en torno al trabajo universitario. En las últimas décadas hemos sido testigos de cómo este trabajo ha entrado en el espacio de la virtualidad (mediante las diversas técnicas de la virtualización) haciendo que el hábitat universitario se trastorne y que su topología resulte inestable y muchas veces borrosa. Podemos destacar en este punto la pregunta por el lugar comunitario de la universidad de hoy, en definitiva por su campus en la era ciberespacial9. Frente a esta problemática conceptual y definicional, Derrida utiliza la modalidad del como si para referirse al hacer en entornos o espacios virtuales10. Esta modalidad conduce el proceso analítico-interpretativo a otro problema académico: el del profesar como declaración y como compromiso. La pregunta entonces se orienta hacia este profesar y su vinculación con el trabajo en la universidad.

En esa línea reflexiva, el trabajo universitario cuestiona en primer término esta virtualización. Lo que aquí se profesa tiene que ver con la enseñanza de un saber, de un conocimiento, ya existente o en proceso de generación. En este contexto, la profesión de fe a la que hemos hecho mención, representa un punto de partida del hacer en la universidad, entendida como compromiso y a la vez como principio de resistencia incondicional de la misma. La modalidad del como si, cobra gran importancia ya que permite la construcción de un entramado simbólico en el que se da cuenta de la inmunidad absoluta, de la inviolabilidad de los campus que debe ser reafirmada constantemente. En este contexto, el trabajo, la profesión de fe de los académicos, se expresa finalmente a través de los cuerpos vivos que interactúan en este espacio, acto que no puede ser sustituido por la virtualidad que amenaza el hábitat universitario y su necesidad de ser ocupado, de ser vivenciado.

En consecuencia, lo que nos interesa, es el sentido del trabajo-labor en la dimensión de lo real (y no de lo virtual), siguiendo la huella semántica de lo laborioso asociada muchas veces a la precariedad y la frustración que los miembros de la comunidad universitaria sufren como producto de diversas limitaciones. Sobre este punto no podemos dejar de mencionar la situación de los trabajadores universitarios muchas veces mal pagados e ignorados por estas instituciones. En este intento de re-pensar la universidad se hace también necesario ir más allá de las estructuras organizacionales que seccionan su quehacer yendo más allá de sus límites tradicionales para abrir nuevos espacios y perspectivas de reflexión.

La profesión de fe que hemos suscrito respecto de la propuesta hecha por Derrida, exige un nuevo encuentro entre las disciplinas a partir del cuestionamiento incondicional de sus procesos de producción de conocimiento. Se hace necesario entonces volver a revisar la historia de sus disciplinas, su desarrollo y estado actual. En esta revisión exige que sea la figura de lo propio del hombre aquello que centre su atención en una nueva construcción de la modalidad del como sí universitario y humanista. Esta revisión también debe incluir temáticas centrales como la historia de la democracia y de la soberanía a propósito de emergentes problemas como la disolución de las ideologías11 y la trasposición del ciberespacio respecto al territorio de la vida cotidiana y del trabajo que en él se desarrolla. El acercamiento comprensivo a múltiples fenómenos sociales marca de este modo, la instancia en que la universidad se despliega e ilumina con una luz nueva el por-venir  de la propia institución y el de las sociedades que se desarrollan desde diversas complejidades.

Este conjunto de reflexiones conducen en último término a una problematización-revalorización y por tanto redescubrimiento del saber, de la profesión de fe y de la puesta en marcha del como si en el espacio universitario a propósito de los planteamientos de Derrida a los que ya aludíamos.

Pensamos que se trata de tensionar al límite el como si, entendido en su estatus de problema central que ocupa la actividad de los campus. Nos interesa entonces lo que ocurre, cuestionando toda modalidad del como o del quizá en su condición de virtualidad o virtualización, que nos lleva a un estado de incertidumbre respecto a un más allá al cual nos volcamos. Ese más allá al que viajamos sin condición tiene que ver con la independencia incondicional del pensamiento, independencia-distanciamiento de la propia universidad con el fin de poder re-pensarla constantemente.

Se trata en síntesis, de un trabajo estimulante sobre nuestro hacer en la ciudadela universitaria, en el campus, y desde estos espacios-topoi, en el ámbito mayor de la institución, recuperando o adquiriendo una soberanía incuestionable que sin dejar de exponerse a las presiones externas(culturales, ideológicas, políticas, económicas u otras), pueda negociar con ellas y organizar su resistencia y soberanía poniendo en marcha una contraofensiva capaz de re-apropiarse de esa soberanía para ir en busca del sentido del sentido, es decir, de lo que ocurre desligado de la ortopedia virtual y virtualizante aportada/ofrecida por el ciberespacio, para ponerse en definitiva, de cara al conato de la existencia y desde allí reconstruir las veces que sea necesario, las preguntas esenciales sobre la existencia del hombre, a pesar de la modalidad del como si, para encontrarse definitivamente con la acción esencial del cuestionamiento reflexivo en su más pura expresión.

El cuestionamiento radical al que está llamada la universidad, consiste de esta forma, en acortar lo más posible la distancia entre el como sí , entendido en su dimensión de simulacro que además se ubica en el escenario virtual y en donde parece que se da cuenta de los requerimientos esenciales de la universidad, fuera de las coordenadas de la ciudadela universitaria, y lo que ocurre, comprendido a su vez como el encuentro vivo y concreto de los cuerpos de quienes forman parte de esta comunidad y que habitan en ella, entendiendo este habitar como condición básica del trabajo que se desarrolla en los campus universitarios. De este modo, la desarticulación de dicho simulacro, además virtual, y la ocupación de los claustros para llevar a cabo el ejercicio reflexivo sobre el conocimiento y la verdad resultan ser  acciones insoslayables en este intento de reafirmación de su sentido.

 

CONCLUSIONES

Las reflexiones y proposiciones desplegadas en este trabajo se han centrado en tres tópicos fundamentales. El primero de ellos tiene que ver con una de las condiciones que mejor definen la situación de la universidad actual. Se trata de la vinculación de estas instituciones de educación superior con el mundo empresarial e industrial. El punto es abordado desde una perspectiva que comprende esta relación como un desplazamiento y fractura del sentido esencial de la universidad, en donde la autonomía especulativa del saber es subordinada a una racionalidad instrumental proveedora de profesionales y tecnologías para la optimización de la productividad industrial.

En esta dirección, la universidad se adapta a una investigación instrumental haciendo que sus académicos, estudiantes, mapas curriculares y metodologías se orienten al incremento de dicha productividad. A nuestro juicio, este primer tópico es significativo pues implica la pérdida y enajenación de la capacidad crítica, poniéndose al servicio de la generación de capital económico como fin último. La universidad queda así expuesta a intereses coyunturales e inmediatos, imposibilitando con ello su capacidad proyectiva y analítica. Si bien este primer tópico o tema resulta ser el referente desde el cual entramos a una reflexión de mayor alcance sobre el sentido fundamental de la universidad, no es menos cierto que advertimos sobre este punto que esta no debe re-pensarse de espaldas a la sociedad en su conjunto. Su re-pliegue o re-cogimiento debe tener siempre como horizonte lo que sucede en el afuera de los campus académicos, afuera que se incorpora desde la óptica propia de la universidad para generar cambios o nuevas formas de comprensión de la vida del ser humano en el mundo.

El segundo tópico de reflexión tiene que ver con el aislamiento voluntario de la comunidad universitaria, a través de la desvinculación de lo inmediato, cuya finalidad es fortalecer la autonomía/soberanía de sus planteamientos respecto a las diversas formas de producción de conocimiento. Se trata de una acción que conduce a un estado reflexivo desprovisto de las presiones de diversos tipos de poderes, estado indispensable en este proceso de recogimiento permanente. Solo a través de ese estado reflexivo autónomo y soberano, es posible el cuestionamiento incondicional de todo aquello que concierne a la producción de conocimiento, desde la formación de los investigadores, hasta las aplicaciones finales de lo generado y su utilidad en diferentes espacios de la vida del hombre.

Este tópico tiene que ver entonces con un derecho esencial de la comunidad universitaria, de la institución que más allá de su nominación como universidad, requiere del recogimiento/repliegue al que nos hemos referido varias veces en el trabajo. Sobre este punto, el claustro resulta ser la mejor metáfora que reenvía a lo físico como topoi/lugar que acoge a la comunidad en estado soberano-autónomo de reflexión. En esa instancia el espíritu esencial se encarna para hacerse luz del hombre y de la cultura.

El tercer tópico que hemos desarrollado en este trabajo tiene que ver con el cuestionamiento incondicional del hacer propio de la y las universidades, como ya hemos venido anunciando antes. Sobre este punto, los énfasis están dados en relación al trabajo universitario y su resultado.

En primer término hemos señalado que la virtualidad/virtualización que se instala desde la plataforma ciberespacial incita a un desalojo de los campus, de la cuidadela universitaria. El teletrabajo tan apreciado en el mundo productivo empresarial-industrial, distorsiona severamente el sentido del trabajo universitario. Efectivamente, el encuentro de sus miembros, el diálogo, la reflexión especulativa y aplicada, la ejecución de proyectos en equipos interdisciplinarios, son entre otras, actividades propias de este tipo de comunidades y desde nuestra perspectiva, resultan insoslayables en el proceso crítico frente al conocimiento producido. La coexistencia de los cuerpos en un mismo espacio de trabajo, el cara a cara que enriquece la dinámica comunicativa y en definitiva el conjunto más complejo de relaciones que se establece entre los miembros de la comunidad universitaria, son parte fundamental de su labor y también de su destino como institución.

En esta instancia reflexiva hemos considerado que la modalidad del como si vinculada a la virtualidad debe acercarse a lo que ocurre en la universidad, entendiendo que aquello que ocurre se expresa en el encuentro real de los miembros de la institución, encuentro desde el cual se lleva a cabo el cuestionamiento radical de la institución, crítica sin condicionantes para la generación de conocimiento desde horizontes amplios que impliquen desde la más rica diversidad de ópticas epistémicas, tradiciones teóricas y disciplinares, hasta la producción de nuevas tecnologías para su implementación en las múltiples dimensiones de la vida del hombre. Esto último, se relaciona con el énfasis puesto en el resultado del trabajo llevado a cabo en la universidad. El cuestionamiento sin condiciones al que nos hemos referido sobre todo aquello que la involucra, ciertamente no se desarrolla sin la consideración sobre su historia reciente o más antigua, ni menos obviando su vínculo con la sociedad y las culturas. Sin embargo, la incondicionalidad propuesta debe permitir la libre reflexión más allá de poderes institucionales o fácticos que de diversas formas presionan, desplazan y fracturan su sentido esencial.

Como es posible observar, los tópicos/temas desarrollados tienen que ver fundamentalmente con la reafirmación del sentido esencial de la universidad, reafirmación desplegada desde nuestras convicciones más profundas sobre dicho sentido. La academia, la ciudad universitaria, los campus y claustros no pueden ser espacios productivos al servicio de la industria o del mundo empresarial. Tampoco se pueden transformar en sucursales de grupos empresariales que las utilizan para optimizar sus metas de producción. Por otro lado, la comunidad universitaria debe tener la capacidad de recogerse, de desvincularse del tráfago propio de las sociedades actuales, con el fin de evaluar lo hecho y de revisar la producción de conocimiento y sus formas de conseguirlo.

En otras palabras, la universidad debe ser capaz de reencontrarse consigo misma, más allá del simulacro que representa el trabajo diario en el que se evita el cuestionamiento más radical y transformador. En ese trayecto de regreso a la cuidadela universitaria también se van reencontrando los miembros de esta comunidad mediante el diálogo fructífero que revisa lo andado y los posibles caminos trazados hacia el futuro. El sentido de la universidad sin condicionantes se encuentra entonces en esta interacción real de quienes la habitan. Lo que ocurre entre ellos contiene la voz más profunda de su definición, voz en la que se encuentra su mejor aporte a nuestra existencia en sociedad.

 

NOTA

2. En efecto, son muchos los casos que pueden servir como ejemplo a nivel mundial de esta relación universidad-empresa. Sólo para complementar lo señalado en el texto, la compañía Whirlpool ha potenciado y mejorado considerablemente sus productos gracias a las alianzas con universidades que trabajan en robótica y microelectrónica tal como señala Sparks (1995). Del mismo modo, la renombrada consultora financiera Ernest&Young, tiene vínculos de larga duración con universidades polacas. Véase un estudio interesante sobre estos vínculos en Pabich (2003).

3. Sobre estos aspectos positivos de la relación entre universidad y empresa véase el estudio de Barnes et al. (2002).

4. Sobre la producción vertiginosa de objetos de consumo, Lipovetsky (1990) señala que los actuales sistemas de representación son desechables y funcionan bajo una lógica caprichosa regulada por tendencias efímeras o pasajeras. En los sistemas de representación simbólica de las universidades (programas de estudio, metodologías, concepciones curriculares, etc.), es posible comprobar esta característica de la producción en el contexto de las sociedades concebidas para el consumo.

5. Sobre el estado de soledad,  Nietzche (1985) nos señala que tal condición corresponde al instante en el que el hombre se pierde en el sentido de no seguir a nadie más que a sí mismo. Este trayecto hacia sí mismo define muy bien el recogimiento/repliegue al que aludimos  respecto a la comunidad universitaria, como posibilidad de reencuentro esencial para poder reconectarse con el mundo de una forma genuinamente aportadora.

6. La metáfora del naufragio resulta muy interesante por cuanto se asocia a la ausencia de ancla, de amarres, arrojando a los náufragos a la aventura de la navegación sin rumbo predeterminado para llegar a tierras probablemente desconocidas. En este sentido Ortega y Gasset  afirmaba que el que no naufraga no puede ensayar, sobre la base del riesgo, y en consecuencia esta situación de naufragio es la mejor instancia para generar pensamiento nuevo. Sobre esta idea del filósofo español véase Zambrano (1989).

7. El texto aludido corresponde inicialmente a una conferencia pronunciada por el filósofo en la Universidad de Standford, en abril de 1998 dentro de las Presidential Lectures. Publicada en castellano con el título Universidad sin condición, despliega un notable ejercicio deconstructivo sobre la universidad y su sentido esencial relacionado con el cuestionamiento soberano y radical del hacer propio de esta institución en torno a la producción de conocimiento y los diversos estatus de verdad asignados a dicha producción.

8. El propio Derrida en un texto titulado Las Pupilas de la Universidad (1989), se pregunta por la razón de ser de la universidad que puede traducirse a través de preguntas problemáticas tales como ¿con vistas a qué? o ¿cuáles son las vistas de la Universidad? Es interesante  la vinculación que hace el autor entre la cuestión de la vista con la del saber, la del saber-aprender y la del saber-enseñar, planteadas en la Metafísica de Aristóteles y retomadas por el filósofo francés para volver sobre la razón de ser de la universidad.

9. Respecto a la virtualidad que afecta a la universidad en la era ciberespacial, Thayer (1996) nos señala que ésta se habría diseminado en la tecnología telemática, haciendo que los procesos productivos y reproductivos del saber propios de la universidad se sitúen en un contexto de hiperrealidad volatil.

10. En relación a la modalidad del como si utilizada por Derrida vinculada  a la virtualidad propia del ciberespacio, es interesante el concepto de simulacro propuesto por Boudrillard (1978). Este señala que la simulación ya no corresponde a un territorio. Se trata de la generación de modelos sin referencia a la realidad dando paso a una hiperrealidad en la que precisamente la modalidad del como sí  es la que predomina. En este contexto, lo que ocurre en la universidad puede ser ocupado por esta hiperrealidad haciendo perder progresivamente el sentido crítico que a nuestro juicio define a este espacio (universitario).

11. La pérdida de espesor semántico y la consecuente borrosidad de las ideologías debiese ser un tema central asumido por la universidad en un período-contexto más amplio que Bauman (2006) denomina como modernidad líquida implicando la licuefacción (ausencia de pautas o normas rígidas y estables) de cuestiones fundamentales como el trabajo y la constitución de las comunidades humanas.

 

REFERENCIAS

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