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Población y Desarrollo

versión impresa ISSN 2076-0531versión On-line ISSN 2076-054X

Poblac.Desarro. vol.28 no.54 SAN LORENZO jun. 2022

https://doi.org/10.18004/pdfce/2076-054x/2022.028.54.101 

REFLEXIONES

La construcción del otro y de la inmigración ilegal en España

The construction of the other and illegal immigration in Spain

1Universidad Sidi Mohamed Ben Abdellah, Facultad de Letras y Ciencias Humanas Dhar el Mehraz. Fez, Marruecos.


RESUMEN

Los flujos migratorios irregulares procedentes del Norte de África a Europa, concretamente de ciudadanos marroquíes a España, arrancaron aproximadamente en la década de los años noventa, debido a la proximidad geográfica y la exigencia del visado desde 1991 para entrar en dicho país. Un fenómeno caracterizado por la problemática de las pateras y las tragedias recurrentes en el Estrecho de Gibraltar, cosa que suscitó y todavía hoy lo hace, mucha polémica y cambios en la sociedad española. En este artículo, procuramos tratar la construcción del inmigrante marroquí, sobre todo el ilegal, y su relación con el moro en el imaginario español, así como la representación que se hace de la inmigración clandestina en España.

PALABRAS CLAVE: inmigrantes ilegales; estereotipos; travesía; percepción; inmigración.

ABSTRACT

Irregular migratory flows from North Africa to Europe, specifically of Moroccan citizens to Spain, began in the 1990s due to Spain’s geographical proximity and the introduction of a visa requirement to enter the country in 1991. This phenomenon was characterised by the issue of patera boats and recurring tragedies in the Strait of Gibraltar, which caused (and still causes) a lot of controversy and changes in the Spanish society. This paper deals with the construction of Moroc- can immigrants, especially illegal ones, and its relationship with the idea of Moors in the Spanish imaginary, as well as the depiction of clandestine immigration in Spain.

KEY WORDS: illegal immigrants; stereotypes; crossing; perception; immigration.

INTRODUCCIÓN

Hoy en día, el fenómeno de la inmigración clandestina tiene preocupado a la comunidad internacional, y se ha convertido en los últimos años en uno de los principales desafíos globales, debido a su impacto económico y social en los países concernidos. En este contexto, España se considera desde hace décadas una de las principales rutas y puertas de entrada de los flujos migratorios, incluso de tránsito a otros países europeos, a causa de las elevadas tasas de paro y la falta de perspectiva en los países del Sur.

Por ello, cabe señalar que no hay fenómenos y cambios sociales cruciales en la actualidad sin su representación, definición y evaluación discursiva en un sinfín de textos y medios de comunicación, que a menudo se entiende como un verdadero problema debido a la imagen de la misma que transmite la prensa, redes sociales y la literatura, etc. Dicho acontecimiento se considera, sin lugar a dudas, uno de los más importantes de esos fenómenos sociales, sobre todo en los países desarrollados de Norteamérica y Europa.

La construcción del otro: del moro al inmigrante

A partir del inicio de los procesos migratorios procedentes del Magreb aproximadamente hacia los años 90, un fenómeno bautizado, entre otras denominaciones, con inmigración ‘extra-comunitaria’, ha llevado a la reaparición de una representación inherente a la historia de la península: el moro. De hecho, en la época medieval se configuró una construcción negativa del mismo, debido a las guerras de la Reconquista y a los enfrentamientos entre musulmanes y cristianos a lo largo de los ocho siglos de la presencia árabe en España. La masiva llegada de inmigrantes al territorio español ha contribuido al resurgimiento y la formación de la idea del ‘retorno del moro’, asociado con traición, falsedad, maldad y amenaza: “En el edicto de expulsión de los moriscos de 1609, uno de los argumentos oficiales era que los moriscos constituían una amenaza interna” (Dieste, 2017: 31).

Esta visión respecto al otro no forma parte solo del pasado sino que sigue todavía en la actualidad como antes, muestra de ello son las palabras del diputado socialista andaluz, Rafael Centeno, vicepresidente tercero del Parlamento de Andalucía, que fue autor de un comentario xenófobo y una manifestación racista sobre los inmigrantes, grabado por una cámara de TVE el día 7 de febrero de 2001, cuando afirmaba, sin vergüenza, que “los moros, que se vayan a Marruecos, que es donde tienen que estar” (Flesler, 2001: 73-88).

En este aspecto, Daniela Flesler interpreta la inmigración actual como una continuación histórica de las relaciones entre el colonizador y el colonizado que arrancaron a partir de 711. En efecto, según muchas leyendas, la invasión mora se percibe como la peor tragedia de la historia española, dicha leyenda reaparece para referirse a las masivas oleadas de inmigrantes marroquíes que emigran a España. Esta ‘inseguridad colectiva’ y esta obsesión de los ciudadanos españoles hacia los inmigrantes de origen musulmán, que atraviesan el Estrecho en busca de buenas condiciones de vida, engendra sentimientos de antipatía y aversión en contra de una cultura y tradición según ellos incompatibles con la sociedad occidental (Flesler, 2001: 73-88).

Hasta los años setenta, la emigración marroquí en la península ibérica se concebía con indiferencia, por no ser excesiva y necesaria la mano de obra en países europeos. No obstante, a partir de los años noventa y a causa de la intensidad de los flujos de inmigrantes irregulares empiezan a resurgir formas de rechazo hacia el colectivo marroquí hasta el punto de que algunos aseguran con firmeza que el “moro es, en definitiva, el antiespañol por antonomasia” (Stallaert, 1998: 65-75).

En la actualidad, la mayoría de los ciudadanos españoles asocian la inmigración con el desempleo, la inseguridad y el aumento de la delincuencia, incluso con la pérdida de la identidad. Estas consideraciones hacen del emigrante una especie del nuevo colonizador e invasor, que pone en peligro el tejido social de los autóctonos. El escritor español Antonio Muñoz Molina condenó el rechazo y la ingratitud española para con la inmigración, confesando encontrar en los trabajado- res marroquíes el recuerdo de sus abuelos (Abrighach, 2006: 56).

Islamización de la emigración marroquí en España

Parece evidente, hoy en día, que en Europa en general, y en España en particular, se asocia la religión musulmana con los inmigrantes. Antes de los años setenta, los países europeos recurrieron a sus antiguas colonias porque necesitaban mano de obra para la reconstrucción de una Europa demolida tras la segunda guerra mundial. Con el tiempo, la islamización de la problemática migratoria empieza a ser visible, obstaculizando la convivencia y provocando sentimientos de desconfianza y rechazo hacia los inmigrantes de origen árabe, sobre todo marroquí. Por ello, sufren un “abuso sistemático de una terminología que criminaliza colectivamente a millones de musulmanes en torno al ‘extremismo islámico’ o ‘el terrorismo islámico’” (Muñoz, 2000).

Hay muchas formas de islamofobia en España y Europa que llevan a conflictos y malentendidos culturales importantes entre los inmigrantes y los autóctonos, cuando en realidad, las identidades europeas han crecido también con valores e influencias de diferentes países de mayoría musulmana. A pesar de todo lo que se debe a la cultura árabe, hoy en día los discursos xenófobos crecen con mucha frecuencia en España donde viven más de 2 millones de musulmanes y donde el Islam es una religión semioficial; la demonización del extranjero se percibe no como inmigran- te sino como musulmán, un elemento peor valorado a ojos de la opinión pública que pone en riesgo el tejido social, político, económico y demográfico español; creando un fenómeno que se ha nombrado ‘la islamización de la emigración’.

Esta percepción hacia los inmigrantes de origen musulmán está vinculada con los atentados terroristas perpetrados por grupos extremistas en distintos puntos del mundo, aparte de la radicalización de muchos jóvenes de nacionalidad árabe criados en Europa, lo que ha hecho resurgir un racismo antimusulmán. Por eso, han empezado a aparecer actitudes poco habituales en el tratamiento de los inmigrantes por los europeos que vinculan la inmigración con el terrorismo.

Unos veinticinco millones de musulmanes viven en los veintiocho Estados miembros. Cuando llegaron en busca de trabajo resultaban necesarios para sectores calificados como “difíciles, sucios y peligrosos (…). Hasta 1970 no hubo ningún ‘problema’ de la inmigración, y mucho menos un ‘problema’ musulmán en Europa occidental. Los inmigrantes eran en general invisibles en los lugares públicos, no tenían demandas concretas con respecto a su religión porque no pensaban quedarse, y no sufrían discriminación ni prejuicios porque contribuían al bienestar de las sociedades europeas. No había islamofobia, aunque existía el racismo clasista. En resumen, la inmigración se veía como un regalo, no como una carga y mucho menos como una amenaza (Khader, 2016: 302-324).

A este respecto, el catedrático y arabista Bernabé López García, uno de los grandes especialistas de estudios árabes e islámicos, particularmente en temas magrebíes como relaciones hispano- marroquíes, emigraciones e historia, muestra que la cultura musulmana es inseparable de la historia de España, criticando los estereotipos que se asignan a los árabes:

El peso de los clichés hacia el islam y los árabes que provienen de antiguo, a los que han sumado nuevos que lo vinculan con violencia y terrorismo, ha hecho que quede sin resolver en el imaginario colectivo esta contradicción que vive el español, profesando, por un lado, admiración por la huella arqueológica que dejó la civilización árabe en España y por otro, manifestando un rechazo por todo lo árabe considerado como ajeno (García, 2013: 11-29).

Queda claro que dos hechos fundamentales han cambiado relativamente la imagen de Marruecos como país pacífico, los atentados del 16 de mayo en 2003 en Casablanca y los del 11 de marzo de 2004 en Madrid. El primero fue dirigido, entre otros lugares pero en gran medida, contra la casa de España en Casablanca, y el segundo se produjo en territorio español por personas en su mayoría marroquíes. Desde entonces se ha establecido la relación definitiva de la imagen de los inmigrantes con el terrorismo.

Percepción del inmigrante marroquí en España

En España, el inmigrante magrebí, sobre todo el marroquí, es el que más sufre rechazo y odio por parte de los españoles, tanto por el desconocimiento de su religión y cultura como por su creciente número y presencia. Para describir el estado de este conflictivo desconocimiento en la actualidad entre ambos pueblos del Estrecho de Gibraltar, sirve esta cita del famoso explorador y científico español Domingo Badía (Alí Bey) sacada de su relato Viaje a Marruecos:

En todas las naciones del mundo, los habitantes de los países limítrofes, más o menos unidos por relaciones reciprocas, en cierto modo amalgaman y confunden sus lenguas, usos y costumbres, de suerte que se pasa de unos a otros por gradaciones casi insensibles; pero esta constante ley de la naturaleza no existe para los habitantes de las dos orillas del Estrecho de Gibraltar, los cuales, no obstante su proximidad, son tan diversos los unos de los otros como lo sería un francés de un chino (Majdoub, 2007: 514).

Los estereotipos heredados de los problemas del pasado interpenetrados entre los dos países ribereños del Estrecho de Gibraltar, conducen a la construcción de una mala reputación de un país, su pueblo, su cultura, etc. En este marco, un soldado de recluta en el Protectorado confiesa lo siguiente:

Personalmente no siento ninguna simpatía hacia los moros. Este sentimiento ya nació en mí cuando de pequeño estudié Historia de España. […] El contacto directo con aquellos descendientes de Mahoma, afincados en el Rif, ha hecho aún más evidente mi sentimiento de antipatía (Dieste, 2017: 12).

Prueba de esta percepción y actitud negativa hacia el inmigrante marroquí son los tristes sucesos ocurridos en El Ejido, provincia de Almería, en el año 2000, calificados como el acontecimiento violento y xenófobo más importante transcurrido en la España moderna, a causa del asesinato de una joven española a mano de un marroquí perturbado. Posteriormente, se han producido actos de violencia en contra de los inmigrantes, quemándoles sus casas, sus coches, sus tiendas y sus locutorios, todo esto pasaba lamentablemente bajo la mirada de las fuerzas del orden del Estado. Esto lo dejan entrever las siguientes palabras:

Aunque Almería ha sido tradicionalmente un país de emigrantes no adquirió nunca una cultura de emigración. Los contactos con otras poblaciones se efectuaron fuera de sus límites. Por dicha razón, la memoria de un pasado cifrado en su anhelo de huir de la pobreza no plasmó en una comprensión de la miseria ajena ni en una ética solidaria. La llegada en los últimos quince años de magrebíes y subsaharianos indocumentados para llenar unos puestos de trabajo que ningún español quiere ocupar, y en unas condiciones indignas de nuestra flamante personalidad europea, no despiertan un recuerdo compasivo del pasado ni una simpatía activa hacia víctimas de situaciones vividas. Al contrario: los moros y negros esclavizados en los invernaderos (...) avivan los sentimientos egoístas de superioridad y permiten a los ex-emigrantes e hijos de emigrantes saborear la escenificación actual del drama de sus propias vidas, representado hoy por hoy por actores distintos, como una venganza ejemplar (Goytisolo, 1998).

Lo que ha ocurrido en El Ejido pone en evidencia los valores morales y éticos de una sociedad que se considera moderna e incluso hospitalaria. Por ello, es importante señalar que los sucesos de El Ejido provienen de antiguos sentimientos de rencor hacia el ‘moro’, cuya imagen sigue presente en el subconsciente español como enemigo o adversario. Este ancestral sentimiento anti-moro venía generando el equivalente al sentimiento anti-inmigrante. Con respecto a este tema, Gema Martín Muñoz afirma:

No se nos debe escapar (...) la influencia del sustrato compuesto por los prejuicios culturales hacia ‘el moro’ (que es el árabe y musulmán), que siguen arraigados en nuestro país y que emergen en nuestra relación con los inmigrantes magrebíes. Decir ‘moro’ es hablar de un desencuentro cultural que, además de provenir del imaginario histórico que nos han dejado los escarceos con los piratas de Berbería, las guerras de África o la inseguridad colectiva que nos genera tener ocho siglos de identidad árabe y musulmana a nuestras espaldas, procede también de una recurrente e incluso machacona percepción delos acontecimientos actuales en clave anti-musulmana, realimentando así los estereotipos negativos tradicionales (Muñoz, 2000).

Por lo tanto, un estereotipo muy extendido tiende a seguir percibiendo la llegada de inmigrantes en busca de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo como problema. Pero los españoles olvidan que “a lo largo del siglo XX siete millones de personas salieron de España para buscar trabajo en el exterior” (Fisas, 2001). En este caso, Juan Goytisolo sostiene que: “El hombre no es un árbol: carece de raíces, tiene pies, camina. (…) Todos somos emigrantes, hijos y nietos de emigrantes. El mundo es heterogéneo, mutante, y lo será cada vez más” (Goytisolo, 2004).

No se puede olvidar la larga y fecunda tradición migratoria de España, que representa un hecho social muy importante en su historia contemporánea. En relación con esto, el gran escritor español Manuel Vázquez Montalbán afirma con acierto en su artículo ‘Globalización y xenofobia’ que: La Europa del sur ha perdido la memoria de su propia angustia migratoria hacia América o hacia la Europa rubia y blanca del norte, una memoria migratoria también llena de lucha por la vida en las peores condiciones de marginalidad y de mafias de supervi vencia nacidas en el subsuelo del sistema. Ya no necesita esa memoria para ufanarse por el camino recorrido hacia y dentro de la modernidad, porque recrearse en ella significaría encontrar una justificación racional del porqué de las migraciones actuales (Montalbán, 1999).

Por otra parte, se establece una comparación entre la emigración en el pasado y en el presente, y se afirma que los mismos prejuicios de antaño se repiten con los actuales inmigrantes, ya que constituyen los típicos signos de otredad que sufren el racismo, el desprecio social y la degradación de la dignidad del prójimo:

El inmigrante es construido, entonces, por la fantasía de los que lo miran y hablan de él, es una configuración imaginaria y discursiva hecha de metáforas fóbicas o libidinosas, un ser impotente, fragmentado, disperso, resignado a una precaria e irreal condición (Kunz, 2000: 50).

Sin embargo, por mucho que quiera España negar su pasado musulmán, su identidad venía forjándose por medio del contacto con el otro, árabe, bereber y marroquí, aunque se queda aún obsesionada con la idea de “la limpieza de sangre para excluir, a los conversos, ya fueran musulmanes o judíos” (Américo, 1982: 24). Aunque prevalece la representación negativa que pone al inmigrante en el punto de mira, existe también una percepción positiva que se refleja en ciertas manifestaciones artísticas, las artes plásticas y las fiestas populares. Soledad Carrasco sostiene que:

Los castellanos sienten la emoción estética que ofrece la belleza de Granada y además saben que en la capital mora se despliega una vida de lujo y refinamiento superior al suyo. Por entonces se despierta también en la España cristiana el sentido de lo exótico (Urogoiti, 2005: 9-14).

Lo que hemos presentado anteriormente pone de manifiesto la vulnerabilidad de los inmigrantes y más si su otredad es total y transversal (marroquí, musulmán, ilegal…), y esta es la realidad en la que se sitúa la vida de muchas personas que intentan encontrar en España hogar y cobijo, con lo cual los mismos viven entre la marginalidad y los prejuicios. El hecho de ser inmigrante y dedicarse a empleos mal pagados y menos estables, conduce, en la mayoría de las veces, a experimentar distintos aspectos de diferencia y de xenofobia, que lo colocan en un estado de mayor vulnerabilidad y marginación social, convertido en chivo expiatorio de los males que sur- gen en la sociedad como delincuencia, paro, violencia, etc. Por lo tanto, hay que pensar que los inmigrantes, a pesar de su situación irregular, son los que mantienen la economía sumergida y no los autóctonos.

En el caso de España esta actitud resulta paradójica por haber sido país de emigrantes y haberse enfrentado a problemas similares, pero parece que la memoria es frágil y se han olvidado de la explotación a la que fueron sometidos, el racismo y las vejaciones padecidas en otros rincones del mundo. No obstante, dicha actitud hacia los inmigrantes es comprensible, dado que la ola migratoria a España ha sido tremendamente rápida, y en muy poco tiempo la sociedad española ha tenido que coexistir con un grupo étnico extremadamente diferente, con otros hábitos, lenguas, costumbres, religiones.

La convivencia con los inmigrantes constituye, hoy en día, una realidad social indiscutible y una necesidad económica de suma importancia para el ser humano, aunque es muy cierto que la inmigración ilegal representa una amenaza, y supone para muchos países un problema, puesto que despierta desconfianza y odio. Además, no cabe duda de que la sociedad europea en general, y la española en particular, en su conjunto, no es muy amable con los inmigrantes, aunque España fue en tiempos pasados un país emisor de emigración. Pero, hay otra reflexión que nunca aparece, que es ¿cuánto preocupa al país de origen, a sus gobernantes, el sufrimiento de sus emigrantes?

En definitiva, resulta muy importante tener en cuenta que el inmigrante marroquí procede, en general, de zonas rurales afectadas por el analfabetismo y sin suficiente formación académica como para insertarse en el mercado laboral e integrarse fácilmente en la sociedad española, con lo cual se encierra en sí mismo para defenderse de una cultura totalmente ajena a él, y de ahí queda ampliamente marginado, subvalorado y excluido. De igual modo, los inmigrantes como grupo étnico diferente viven, por desgracia, en situaciones desventajosas que el resto de personas, es decir que tienen más probabilidades de permanecer en niveles de pobreza y en condiciones precarias.

De una manera general, se puede afirmar que la percepción del otro en España, que se realiza con respecto a las nociones de raza y etnia, no ha cambiado mucho en siglos pese a la convivencia de distintas culturas en el territorio español, puesto que los inmigrantes de hoy se califican con les estereotipos acumulados de los siglos pasados, y en definitiva, son objeto de segregación y exclusión, factores que dificultan su armonía y compatibilidad con los españoles.

CONCLUSIONES

En conclusión, se nota que la construcción del moro se fundó entre odio y admiración, basada en mayor grado sobre una serie de prejuicios y xenofobia; y, en menor grado, sobre un vecino civilizado que exige sublimación y aprecio. Esta construcción no es un hecho novedoso, sino que se ha transformado y perdurado con el tiempo hasta nuestros días, en función de nuevas circunstancias sociales, económicas y políticas relativas al fenómeno migratorio, dando lugar a actitudes y connotaciones estereotipadas y viejos prejuicios de la figura del moro que reaparecen con el inmigrante.

El otro fue constantemente tema de estudio por distintas ramas de las ciencias sociales, básicamente la historia y la literatura. La primera ha enfocado su investigación en la mayoría de las veces en la relación entre los pueblos de la cuenca mediterránea, especialmente lo que denominamos Norte-Sur; mientras que la segunda se ha ocupado de la imagen y la representación que se hace del otro, el diferente cultural y étnicamente, el musulmán, árabe, marroquí frente al cristiano, europeo y occidental.

En términos generales, el resurgimiento de muchas construcciones y estereotipos sobre los inmigrantes marroquíes, nacen de temores relacionados con el fenómeno relativamente nuevo, el de la inmigración ilegal. Un fenómeno que contribuye a la división y tensión entre el Occidente y Oriente en un mundo cada vez más plural, multiétnico y multicultural.

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Recibido: 07 de Agosto de 2021; Aprobado: 10 de Diciembre de 2021

AUTOR CORRESPONDIENTE: Mohammed Ouahib. Doctorando en la Universidad Sidi Mohamed Ben Abdellah, Facultad de Letras y Ciencias Humanas Dhar el Mehraz. Fez, Marruecos. Email: mohammed.ouahib@gmail.com

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