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Población y Desarrollo

versão impressa ISSN 2076-0531versão On-line ISSN 2076-054X

Poblac.Desarro. vol.21 no.41 SAN LORENZO dez. 2015

https://doi.org/10.18004/pdfce/2076-054x/2015.021(41)017-028 

ARTICULO CIENTIFICO

Feminización de la Pobreza: Incorporación de la perspectiva de género para entender la multidimensionalidad de la pobreza. Año 2015

Feminization of Poverty: Mainstreaming gender to understand the multidimensionality of poverty. 2015

Dahiana Ayala-Alfonso1 

1 Economista. Universidad Nacional de Asunción, Facultad de Ciencias Económicas. San Lorenzo, Paraguay. Correo electrónico: dahianaayala288@gmail.com.


Resumen

El fenómeno de la pobreza en Paraguay, ha venido experimentando una tendencia a la reducción, históricamente en el país la pobreza, y en especial la pobreza extrema ha tenido su punto de concentración en las zonas rurales. En 2014, el 22,4% del total de la población se encontraba en situación de pobreza, afectando al 16,2% de la población urbana y al 32,0% de la población rural, en cuanto a la pobreza extrema, esta afecta al 10,5% de la población, donde, el 73,6% son personas de áreas rurales.

El presente documento analiza la pobreza desde la perspectiva de género, tomando como hipótesis el inicio de un proceso de feminización de la pobreza, el objetivo consiste en analizar la situación de las mujeres pobres a nivel nacional a partir de la encuesta de hogares del año 2014. Como principales resultados se observa que la pobreza a nivel nacional revela que el 18,1% de mujeres se encuentra en esta situación, frente al 16,6% de hombres, en el área rural la pobreza es más amplia para ambos sexos, siendo las mujeres quienes presentan un mayor nivel de pobreza, 26,5% frente al 25,2% de los hombres. En condiciones de pobreza, el desempleo total prácticamente triplica (11,5%) frente a la población no pobre (4,7%), situación que empeora en el sector urbano, afectando de manera más severa a las mujeres pobres que a los hombres (24,2% frente al 15,4%).

Palabras clave feminización-de-la-pobreza; perspectiva-de-género; desempleo; pobreza-rural

Abstract

The phenomenon of poverty in Paraguay, has been experiencing a downward trend, historically in the country in poverty and especially extreme poverty has had its point of concentration in rural areas. In 2014, 22.4% of the population lived in poverty, affecting 16.2% of the urban population and 32.0% of the rural population, in terms of extreme poverty, it affects 10.5% of the population, where 73.6% are people from rural areas. This paper examines poverty from a gender perspective, on the assumption of the beginning of a process of feminization of poverty; the goal is to analyze the situation of poor women nationwide from the household survey in 2014. The main results shows that the national poverty reveals that 18.1% of women are in this situation, compared to 16.6% of men, in rural areas poverty is larger for both sexes, being women who have a higher poverty level, 26.5% versus 25.2% of men. In poverty conditions, the total unemployment nearly triple (11.5%) compared to the non-poor (4.7%), a situation that is worse in urban areas, more severely affecting poor women than men (24.2% versus 15.4%).

Key Words feminization-of-poverty; gender; unemployment; rural-poverty

Introducción

La presente investigación trata sobre el fenómeno de la pobreza incorporando la perspectiva de género para entender la multidimensionalidad del fenómeno dándole mayor énfasis a las zonas rurales, pues históricamente en Paraguay es este sector el que concentra la mayor incidencia de la pobreza, en este contexto la investigación plantea como hipótesis la generación de un nuevo proceso de feminización de la pobreza. El fenómeno de la pobreza y la respectiva preocupación de las naciones para hacerle frente no es nueva, durante más de 40 años se vienen estudiando diferentes perspectivas teóricas, metodológicas y temáticas para entenderlo y principalmente se sustentan en las diversas escuelas provenientes de la economía, la sociología, la ciencia política y la psicología social, lo que dio lugar a análisis desde una visión más extendida de la problemática para así continuar con investigaciones sobre las diversas causas de la pobreza y a quienes afecta con mayor fuerza (Gómez, 2008; Hasan-Khan, 2001).

La pobreza ha sido tratada por Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823), John Stuart Mill (1806-1873) desde una visión liberal, donde la pobreza era considerada a partir de las restricciones de lo mínimo necesario para vivir y se la atribuía al orden social, la distribución, fuerza del crecimiento poblacional.

Por su parte, Karl Marx (1818-1883) desde una visión social, tomo el concepto de pobreza de los clásicos y atribuyó como responsable a la clase dueña de los medios de producción.

La pobreza como privación de lo mínimo necesario para la supervivencia se mantuvo como línea de pensamiento y estableció la perspectiva absoluta como visión hasta finales del siglo XX donde Amartya Sen ponía en consideración a la pobreza desde una situación relativa. Sen (1985) establece que con esto la pobreza es una noción absoluta en el espacio de las capacidades y relativa en el espacio de los bienes y sus características. La falta de una capacidad es “absoluta” porque no depende de si otras personas la han satisfecho o no. Por ejemplo, “no sentirse avergonzado ante sus semejantes” es una capacidad que se alcanza independientemente de si otros la tienen. Sin embargo, los bienes necesarios para adquirir esa capacidad pueden ser muy diferentes en distintos tipos de sociedades. En síntesis, la característica de ser ‘absoluto’ no significa constancia en el tiempo, ni invariabilidad entre sociedades, ni concentración únicamente en alimentos y nutrición.

La Comisión de Estudios para América Latina y el Caribe (CEPAL), por su parte, conceptualiza a la pobreza como el resultado de un proceso social y económico, con componentes culturales y políticos, en el cual las personas y los hogares se encuentran privados de activos y oportunidades esenciales, lo que le brinda un carácter multidimensional..

Por lo tanto, la pobreza es un fenómeno multidimensional y desde esta perspectiva, las políticas para combatirla y el enfoque en factores que van más allá del ingreso y con esto adquiere relavancia la vivienda y sus condiciones, el acceso a la salud, la educación, los mecanismos de protección social, el capital social, las condiciones ambientales (Agostini, Brown & Góngora, 2008; Aguirre, 2010; Bass, 2010).

Se reconoce que la pobreza y la desigualdad son fenómenos crecientes y no superados en la región latinoamericana, “la pobreza y la desigualdad social siguen siendo objetivos esquivos del desarrollo y han sido duramente golpeados en los últimos años por la vulnerabilidad macroeconómica”.

Tradicionalmente la teoría económica ha definido a la pobreza como carencia de ingresos privados suficientes para satisfacer las necesidades materiales básicas. En los últimos años, sin embargo, este concepto se ha ampliado y redefinido como pobreza humana, entendida como la negación de oportunidades y elecciones para que unas personas puedan alcanzar el tipo de vida que ella misma estime valiosa (Sen, 2000). Desde este enfoque, la pobreza se concibe como un fenómeno multidimensional que implica tanto aspectos materiales como no materiales, simbólicos y culturales y que se manifiesta de diferentes maneras: in-suficiencia de ingresos económicos, privación de oportunidades, restricción de libertades políticas, falta de poder de decisión, limitación de vínculos sociales o privación de seguridad física, entre otras. Aspectos todos ellos fuerte-mente influenciados por el género.

Sin duda alguna a nivel mundial y regional se ha observado que las mujeres presentan mayor tendencia a ser pobres, fenómeno de-nominado “feminización de la pobreza” en los años 70. Más tarde, la sistematicidad y profundización de los estudios, permitió ver que la pobreza no sólo puede incidir más en las mujeres en determinados contextos económicos y socioculturales, sino que además es un proceso que afecta de manera diferente a hombres y mujeres. Es decir, las causas y manifestaciones de la pobreza pueden variar entre ambos sexos y en el tiempo (Sen, 2006).

Según Kabeer (1999), la estructura de la pobreza va más allá del mercado (adquisiciones de bienes y servicios); existen formas intangibles de pobreza, como el aislamiento social, la vulnerabilidad, la inseguridad y las relaciones de dependencia y subordinación en la satis-facción de las necesidades básicas, las cuales pueden ser vistas como mecanismos a través de los cuales la pobreza se reproduce.

En el marco estratégico de género 2005-2009 elaborado por el Bureau Regional de Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe señala que “no se conseguirá reducir la pobreza y las desigualdades hasta que no se pongan en marcha estrategias y políticas macroeconómicas que tengan en cuenta las necesidades prácticas y estratégicas de las mujeres, la sobrecarga de trabajos productivos, reproductivos y comunitarios que soportan y se las vea como actoras activas y proactivas que pueden y deban elegir el tipo de vida que quieran vivir”.

Hace más de dos décadas CEPAL denominaba a la pobreza “un síndrome situacional en el que se asocian el infraconsumo, la desnutrición, las precarias condiciones de vivienda, los bajos niveles educacionales, las malas condiciones sanitarias, una inserción inestable en el aparato productivo, actitudes de desaliento y anomia, poca participación en los mecanismos de integración social, y quizá la adscripción a una escala particular de valores, diferenciada en alguna medida de la del resto de la sociedad “ (CEPAL, 2011). En esta primera definición surgen elementos que dan cuenta de las múltiples dimensiones a las que la pobreza alude: aspectos relativos a la alimentación, vivienda, educación, salud, inserción en el mercado laboral, participación social así como a dimensiones de carácter subjetivo y simbólico y que definen también áreas diversas para la intervención de las políticas sociales.

Accinelli, Brida & London (2007) indican que la pobreza puede ser vista de una manera dual: como privación de necesidades básicas y privación de los medios para satisfacerlas. Las mujeres son pobres en la medida que no cuentan con el tiempo disponible para buscar las formas más apropiadas para satisfacer sus necesidades y una proporción importante carece de ingresos propios.

Para Ravillion (1998), el estudio de la pobreza desde un enfoque de género debe ser abordado analizando el interior de las dinámicas de los hogares y las familias. Por un lado, las normas y valores que rigen el comportamiento de cada uno de los miembros, la distribución de bienes, trabajo y responsabilidades y las relaciones de poder. Por otro lado, los efectos e impactos diferenciados de la pobreza sobre niñas y niños, sobre las mujeres frente a los hombres.

El Paraguay desde inicios del nuevo siglo, impulsó la implementación de políticas públicas con el objetivo de mejorar el bienestar de la población y reducir la pobreza. Este proceso ha sido lento y muy poco perceptible, no obstante, se observan ciertas tendencias positivas especialmente en aquellos ámbitos donde se han implementado políticas públicas y ha aumentado el gasto público, especialmente con la puesta en marcha y ampliación de algunos programas sociales y económicos dirigidos a la reducción de la pobreza (Tekopora, LAM, Sembrando Oportunidades, entre otros).

A pesar de que los datos muestran que la pobreza en Paraguay se ha venido reduciendo, se sigue manteniendo a niveles relativamente altos con respecto al promedio latinoamericano. Dicha reducción fue lenta durante la primera década del siglo XXI, acelerándose entre el año 2011 y 2014.

Si bien los datos observados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) muestran este proceso de reducción de la pobreza, al analizarlos por género existen variaciones entre hombres y mujeres, los datos indican que la reciente reducción (2011-2014) de la pobreza es mayor en hogares con jefatura masculina que los hogares con jefatura femenina.

Esta investigación considera importante profundizar sobre la situación de pobreza actual en Paraguay desde el enfoque de género, pasando por un análisis de los diversos conceptos sobre pobreza, exclusión y vulnerabilidad, se analiza la información estadística proveniente de la encuesta de hogares (2014) explorando factores relacionados al mercado laboral y la obtención de ingreso, finalmente se analiza la pobreza desde la perspectiva de los hogares, pues para enfrentar el fenómeno se debe tener en cuenta las estrategias que desarrollan las personas desde el entorno familiar. El objetivo es analizar el proceso de feminización de la pobreza a partir de la encuesta de hogares en el año 2014.

Materiales y Métodos

Corresponde señalar que esta investigación es cuanti-cualitativa, dado que se combina el análisis documental bibliográfico con el estadístico, se ha elaborado en base a un marco conceptual que considera diversas perspectivas de estudiosos y autores que tratan sobre nociones de pobreza desde un aspecto multidimensional, feminización de la pobreza, pobreza espacial, características de la pobreza, políticas y estrategias para enfrentarla, esto, a fin de darle un carácter científico a la información analizada a partir de la encuesta de hogares.

Se ha recurrido al análisis de diversos mate-riales bibliográficos de estudios de la pobreza, informes de organizaciones internacionales, revistas científicas y documentos de trabajo como publicaciones de las Naciones Unidas para la Comisión Económica para América

Latina y el Caribe. (2011). Panorama Social de América Latina. Santiago de Chile, el OPHI Working Paper No. 7 de Alkire, S., & Foster, J. (2007). Counting and Multidimensional Poverty, publicaciones del Banco Mundial denominado Determinantes de la pobreza en Paraguay (2010), Papeles de población: Conceptos y medición de la pobreza. La necesidad de ampliar la mirada de J. Boltvinik (2003), Cuaderno de la CEPAL No. 95. Programas de transferencias condicionadas. Balance de la experiencia reciente en América Latina y el Caribe, entre otros (Serafini, 2012; Fiszbein & Schady, 2009; Imas, 2011).

Por otro lado, a fin de llevar a cabo el análisis de la información estadística proveniente de la Encuesta de Hogares se ha optado por el procesamiento de información proveniente de los micro datos de la EPH 2014 utilizando como herramienta el programa estadístico SPSS, este criterio es especialmente relevante pues las estadísticas proveen datos que tienen en cuenta factores asociados a la pobreza de ingreso, características del mercado laboral, características de los jefes y jefas de hogar, características geográficas, entre otros.

Para fines de esta investigación se ha considerado a la población de 18 y más años, especial-mente ya que se considera que la población de 10 a 17 son niños, niñas y adolescentes que deberían estar asistiendo a una institución educativa formal1.

1La DGEEC considera que la Población Económicamente Activa PEA, está conformada por personas de 10 y más años que está trabajando o buscando un trabajo.

Resultados y Discusión

Pobreza y Participación en el Mercado Laboral

Si bien la pobreza en Paraguay ha mostrado un leve descenso desde el año 2011, en Latinoamérica presenta uno de los niveles más elevados de pobreza según el Banco Mundial (2010), a continuación, se presenta un cuadro que revela la pobreza a nivel nacional considerando que la metodología para medir la pobreza es a través de los ingresos.

En la tabla 1 se observa, que la pobreza a nivel nacional medida por el ingreso, revela que el 18,1% de las mujeres se encuentra en esta situación, frente al 16,6% de los hombres. En el área urbana 13,3% de mujeres se encuentra en situación de pobreza frente al 10,9%, mientras que en el área rural la pobreza es mucho más amplia para ambos sexos, siendo las mujeres quienes presentan un mayor nivel de pobreza, 26,5% frente al 25,2% de los hombres.

Si bien los datos desagregados por sexo muestran una brecha poco significativa a nivel nacional, si se observa que en términos porcentuales la pobreza es mayor en zonas rurales y que al mismo tiempo existen diferencias entre hombres y mujeres y entre mujeres urbanas y rurales, pudiendo dar surgimiento al fenómeno de feminización de la pobreza a nivel nacional.

Tabla 1 % de Población por área de residencia y sexo, según estatus de pobreza. Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC. Nota: Los pobres extremos son personas cuyos ingresos son insuficientes para hacer frente a una canasta básica de consumo alimentario; el costo de la canasta básica de alimentos o LP Extrema para el área urbana es de Gs. 372.029 y en el área rural es de Gs. 264.185 (DGEEC, 2009)

A quienes afecta la inactividad económica

Un indicador relevante para medir el grado de autonomía económica de las mujeres frente a los hombres y las desigualdades es la inactividad, ya que esta situación va acompañada de falta de ingresos, la brecha entre hombres y mujeres con respecto a esta variable es una de las mayores, mientras sólo el 13% de hombres mayores de 18 años se encuentra fuera del mercado de trabajo, este porcentaje se incrementa al 40% en el caso de las mujeres.

De acuerdo a la tabla 2, en situación de pobreza, la proporción de mujeres pobres inactivas llega al 51,4%, mientras el nivel de actividad entre hombres pobres (84%) y no pobres (87%) presenta una diferencia de apenas 3%, el de las mujeres pobres baja al 49% frente al de mujeres no pobres que se ubica en 60% (12% de diferencia). Por tanto, esto indica la necesidad de analizar con mayor detenimiento la relación entre la pobreza y el mercado laboral considerando las relaciones de género, la razón de la mayor inactividad femenina en condiciones de pobreza podría analizarse considerando la existencia de otros factores que limitan las oportunidades económicas de las mujeres y con ello se restringe su autonomía y sus posibilidades de salir de la pobreza.

Tabla 2 % de Actividad económica por Sexo y Condición de pobreza. Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC.

Las razones de inactividad revelan diferencias de género relacionadas con la designación de tareas basadas en pautas culturales, para lo hombres las razones reportadas son anciano o discapacitado, estar enfermo o ser estudiante, mientras que las mujeres las razones son las labores del hogar, ser anciana o discapacitada y los motivos familiares. El 61,1% de las mujeres señalaron como razón de inactividad a las labores del hogar y los motivos familia-res, mientras que solo el 7,5% de los hombres dieron estas razones (Ver Figura 1). En el área urbana esta proporción disminuye a 55% para las mujeres; en el área rural aumenta al 70,5%.

Figura 1 Distribución % de razones de inactividad por sexo, año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC.

Los datos de la tabla 3 revelan que ambas razones afectan casi exclusivamente a las mujeres y en particular a las mujeres rurales (campesinas), revelando que el rol que les toca a las mujeres son las tareas dentro del hogar e implica el cuidado de los hijos, hermanos, padres, etc.

Si bien las mujeres han venido aumentando sus niveles educativos, superando a los hombres, ello, no ha significado una flexibilización significativa de los roles socialmente asignados.

Tabla 3 Razones de Inactividad por área de residencia y sexo %, Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC

Dependencia Demográfica y participación económica según ingresos y sexo

En este caso se considera la tasa de actividad y la tasa de dependencia demográfica por sexo según quintiles de ingreso. La dependencia demográfica se establece al considerar la cantidad de personas menores de 17 años y las de 65 años y más (numerador) en relación al total de personas de 18 a 64 años (denominador). Esto es, la proporción de personas que la población activa económicamente debe sostener a las no activas o pasivas, la figura 2 revela dos cuestiones muy importantes. Por una parte, la Tasa de Actividad Económica (TAE) de hombres y mujeres difiere según ingreso, para los hombres no cambia mucho pues es 85% para el quintil más pobre (quintil 1) y 87% para el quintil más rico (quintil 5). Sin embargo, las mujeres participan más económicamente a medida que disponen de mayores ingresos, efectivamente en el quintil más pobre, la TAE es 49% mientras que el quintil más rico es 66%. Entre los extremos, la asimetría para los varones es 2% y para las mujeres es 16% u ocho veces más, por tanto, podemos decir que la TAE, según quintiles de ingreso, impacta más a las mujeres que a los hombres. Por otra parte, la tasa de dependencia demográfica de la población total y obligaciones de cuidado es mayor a mayor pobreza, pues es del 122% para el quintil más pobre y 46% para el más rico. Esto es, en los hogares más pobres es casi igual o mayor, la cantidad de personas activas que sostienen a las pasivas, mientras que en los más pudientes de cada 10 activas se hallan 5 pasivas. Entonces a mayor pobreza más cantidad de personas a cuidar y a menor pobreza menos personas a cuidar.

Figura 2 Tasa de Actividad Económica por Sexo y Tasas de Dependencia Demográfica según Quintiles de Ingreso, Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC.

La tabla 4 refleja la clasificación entre la población económicamente activa e inactiva. Lo determinante para incluirse en la población económicamente activa es que la persona trabaje por una remuneración (en efectivo o especie) o busque trabajar por ésta.

Tabla 4 Actividad Económica y Niveles de Ocupación por Sexo, Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC.

De acuerdo a la figura 3, la tasa de actividad económica de los hombres es de 87% y de las mujeres es 59%, esto es, 28 puntos porcentuales menos. Asimismo, la tasa de desocupación es más desfavorable para las mujeres (8%) que para los hombres (4%). En el mismo sentido, la subocupación femenina (23%) es mayor a la masculina (17%). Así tienen problemas de empleo (desempleo y subempleo): 21% de los hombres y 31% de las mujeres.

Figura 3 Tasas de Actividad Económica y de Niveles de ocupación Por Sexo (%). Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC.

Otro aspecto importante de destacar es lo que refleja la tasa de actividad con quehaceres domésticos, que comparándola con la tasa de actividad, para los hombres no cambia (87%) mientras que en el caso de las mujeres pasa de 59% a 75% (16% de diferencia), lo que revela que son las mujeres quienes están en su gran mayoría ocupadas en estas actividades, lo que significaría, en principio, que las mujeres recibirían menos ingresos que los hombres, ya que los quehaceres domésticos se caracterizan por ser actividades no remuneradas.

La oferta de trabajo para las mujeres ha venido creciendo en las últimas décadas, las mujeres urbanas muestran mayor disposición a trabajar en el mercado laboral frente a las mujeres rurales, esto puede deberse a factores sociales y culturales, como el mayor nivel educativo, la cobertura ampliada de los servicios de cuidado y las mayores probabilidades de conseguir empleo en el área urbana, si bien en el cuadro se observa que las tasas de desempleo muestra porcentajes relativamente bajos, se observan desventajas para las mujeres especialmente en el área urbana, a estas bajas tasas de desempleo se contraponen altas tasas de subempleo, a nivel nacional es de 19,4%, siendo las mujeres quienes presentan mayor incidencia de la subocupación que los hombres -22,7% frente al 17,0%. Una proporción mayor de mujeres asalariadas que de hombres trabaja sin ganar el salario mínimo (subocupación invisible), dándose esta diferencia principalmente en el área urbana (tabla 5).

Tabla 5 Tasas de actividad, ocupación y subocupación por área de residencia y sexo, Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC

De acuerdo a la figura 4, en condiciones de pobreza, el desempleo total prácticamente triplica (15%) frente a la población no pobre (5%), situación que empeora de manera importante en el sector urbano, afectando de manera más severa a las mujeres pobres que a los hombres (24% frente al 15%). Por tanto, el desempleo afecta mucho más a las poblaciones en situación de pobreza, pero muestra mayor desventaja para las mujeres que para los hombres, revelando que, en condiciones de pobreza, los indicadores de pobreza empeoran y las brechas entre hombres y mujeres se amplían.

Figura 4 Distribución % de la tasa de desempleo por área de residencia, según y condición de pobreza, Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC.

La informalidad en el empleo dificulta la reducción de la pobreza

El camino para reducir la pobreza y las des-igualdades de género no solo debe centrarse en lograr mayor inserción de mujeres en el mercado de trabajo, sino también en mejorar las condiciones institucionales que implican el cumplimiento de las normativas laborales y brindar mayor protección social a los y las trabajadores/as.

Las desigualdades en el mercado de trabajo derivadas de las zonas geográficas se relacionan con factores sociales y culturales que van desde un menor nivel educativo de las mujeres rurales frente a las mujeres de áreas urbanas, menor cobertura de educación y salud en áreas rurales son reflejo de estas diferencias, lo que sin duda alguna genera un entorno de mayor concentración de la pobreza.

Los dos indicadores más relevantes y usuales de las capacidades que favorecen un empleo en condiciones de seguridad son la tenencia de seguro de salud y de jubilación (PNUD, 2015; PNUD, 2010).

A continuación, se presenta algunos indicadores que permiten observar la relación entre el mercado laboral y la vulnerabilidad, lo que sin duda alguna afecta a la probabilidad de ser pobre o no, el trabajo como principal mecanismo para lograr la autonomía económica de las mujeres y el bienestar de los hogares, encuentra su principal obstáculo en el alto nivel de precariedad laboral.

En la figura 5, a nivel nacional solo el 23% de los ocupados aporta a una caja de jubilación y el 34% tiene seguro médico, esta situación es mucho más desfavorable para la población pobre, como bien se observa en la figura, del total de pobres ocupados, solo el 3% de mujeres y el 6% de hombres aporta a una caja de jubilación, en el caso de la tenencia de seguro médico, tiene seguro el 7% de hombres y el 5% de mujeres, por tanto ambos indicadores muestran mayores desventajas para las mujeres en condición de pobreza.

Figura 5 Distribución % de la población de 18 años y más ocupada según aporte a jubilación y tenencia de seguro médico, sexo y condición de pobreza, Año 2014 

Fuente: Elaboración Propia con datos de la EPH, 2014-DGEEC.

Conclusiones

Los datos reflejados en esta investigación muestran los obstáculos con que cuentan las mujeres e impiden que ellas puedan ser beneficiadas del crecimiento económico y las oportunidades que ofrece el mercado, si bien, Paraguay presenta avances en los últimos cuatro años en cuanto a reducción de la pobreza y crecimiento sostenido del PIB, esto aún no se ve reflejado en mejores condiciones de vida de su población.

El país ha dado pasos importantes en cuanto a la aplicación de programas sociales especial-mente dirigidos a reducir la pobreza y generando el ambiente adecuado de protección social, esto mediante un significativo aumento del gasto público.

Sin duda alguna existen aún retos importantes en materia de cobertura social, el principal desafío será aumentar la inversión social especialmente dirigida a aquellas personas a la que debe impactar.

Los datos también dan cuenta que son las mujeres campesinas quienes atraviesan mayor desventaja, cuestión que debe ser analizada con mayor detenimiento de manera a que las políticas públicas sean direccionadas hacia estos sectores y así garantizar su efectividad.

La exclusión laboral de las mujeres y la precariedad laboral a la que se enfrentan, además de constituirse en un obstáculo para su desarrollo personal y actúa como limitante en cuanto a la contribución de las mujeres a la reducción de la pobreza.

La invisibilidad de las labores de cuidado que son casi exclusivamente trabajo femenino, imposibilita la autonomía económica, además de pautas culturales y sociales que alientan a la exclusión económica de las mujeres.

Sin duda alguna la ampliación de las oportunidades económicas constituye un pilar funda-mental para logar la autonomía económica de las mujeres y a través de ello la lucha contra la pobreza, la generación de ingresos es un camino importante, pero ello debe ir acompañado de condiciones adecuadas que se generen por parte del estado, haciendo que las personas puedan pensar una vida digna reduciendo la incertidumbre y garantizando su bienestar y la de sus familias.

Referencias Bibliográficas

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Recibido: 02 de Octubre de 2015; Aprobado: 05 de Noviembre de 2015

Autor correspondiente: Dahiana Ayala. Economista. Universidad Nacional de Asunción, Facultad de Ciencias Económicas. San Lorenzo, Paraguay. Email: dahianaayala288@gmail.com

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