INTRODUCCIÓN
La obesidad es una enfermedad crónica resultante de la interacción entre factores genéticos, metabólicos, conductuales y culturales1. La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que la misma es producto del desequilibrio entre las calorías ingeridas y las calorías gastadas. Además, la disminución de la actividad física contribuye igualmente a este desequilibrio energético que desemboca en el aumento de peso2.
La obesidad es considerada como la epidemia mundial del siglo XXI. Se presenta como la patología metabólico-nutricional más frecuente en la actualidad3. Según la OMS la prevalencia mundial de la obesidad se ha multiplicado por más de dos entre 1980 y 2014. Estimaciones recientes señalan que en el 2014, más de 1900 millones de adultos de 18 años o más tenían sobrepeso, de los cuales, más de 600 millones eran obesos4. En todos los países de América Latina más del 50% de la población presenta sobrepeso y más del 10% obesidad (5. En Paraguay el 57,6% de la población adulta tiene malnutrición por exceso (22,8% obesidad), siendo mayor en las mujeres6.
El exceso de peso se asocia al desarrollo de otras enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de neoplasias, incluso parece relacionarse con trastornos psicológicos1,7,8.
Los pilares del tratamiento de la obesidad son la buena alimentación, la actividad física y el tratamiento psicológico. En el caso de que no se obtengan buenos resultados o ya se presenten comorbilidades asociadas, otras alternativas terapéuticas son los fármacos y la cirugía bariátrica (9,10. En este sentido, la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) insiste en la necesidad de implantar programas de modificación de estilos de vida que incluyan plan de alimentación, actividad física, cambios en el estilo de vida y tratamiento psicológico y/o psiquiátrico11-13.
El tratamiento de la obesidad ha evolucionado con los años y en este momento la mejor oportunidad de tratamiento la ofrece un modelo de prevención de la enfermedad crónica que abarca tanto intervenciones sobre el estilo de vida, como tratamientos con equipos multidisciplinarios de médicos, dietistas, especialistas en ejercicio y terapeutas conductuales (10,14.
Una de las mayores evidencias referente a los efectos positivos de los cambios en el estilo de vida es el "Diabetes Prevention Program (DDP)" el cual demostró que se puede lograr reducir el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 (reducción del 58% de la incidencia) con cambios en el estilo de vida15. Así también, un estudio realizado por Arrebola Vivas E et al. en el 2013 sobre la eficacia de un programa para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en atención primaria y su influencia en la modificación de estilos de vida encontró mejoría con los cambios en el estilo de vida posterior a la implementación de un programa intensivo1.
El tratamiento de las enfermedades crónicas demanda larga duración, con alta adherencia al mismo y un auto cuidado responsable para que se generen cambios en los hábitos de vida del paciente16. Uno de los grandes retos en el tratamiento de la obesidad es mantener el peso perdido. Esto probablemente dependa de la capacidad del paciente para modificar de forma eficaz y permanente sus hábitos de vida1.
Resaltando la importancia que tiene la práctica de estilos de vida saludable y su mantenimiento en el tiempo en la prevención de enfermedades crónicas, el objetivo de este trabajo fue valorar los estilos de vida saludable en pacientes obesos que acuden a un hospital de referencia. Con el mismo se buscó conocer si los pacientes logran establecer estilos de vida saludable, basados en las recomendaciones recibidas por los profesionales del área, por lo que los resultados obtenidos servirán como base para posteriores trabajos así como también para establecer posibles cambios en los protocolos de tratamiento y control en la Unidad donde se llevó a cabo dicho estudio.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se realizó un estudio observacional descriptivo de corte transverso con muestreo no probabilístico de casos consecutivos. Se evaluaron 75 pacientes (66 mujeres y 9 hombres) que acudían a la Unidad de Manejo Integral del Paciente Obeso del Hospital de Clínicas de San Lorenzo-Paraguay, con edades comprendidas entre 18 y 60 años, quienes fueron reclutados entre mayo y julio del 2016. Se reclutó a todos los pacientes que cumplían con los criterios de inclusión los cuales fueron, personas mayores de 18 años, con un IMC igual o mayor a 30 kg/m2 y dispuestas a participar del estudio a través de una nota de consentimiento informado. La presente investigación se realizó según las normas del Departament of Health and Human Service (DHHS) de los Estados Unidos, de forma a garantizar que la investigación sea éticamente aceptable. El trabajo fue aprobado por el Comité de Ética de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Asunción.
Los instrumentos utilizados para la recolección de datos fueron una ficha elaborada por las investigadoras en donde se recogieron datos personales, sociodemográficos, antropométricos, clínicos y psicológicos de los pacientes los cuales fueron tomados de las fichas clínicas proporcionadas por la Unidad. La valoración de estilos de vida se evaluó a través del cuestionario de hábitos de vida relacionados con el sobrepeso y la obesidad, creado por Pardo et al.17 que consta de 22 preguntas tipo Likert agrupadas en cinco escalas: ejercicio físico (EF), contenido calórico de la dieta (CC), preocupación por una alimentación saludable (AS), consumo de alcohol (CA) y comer por bienestar psicológico (BP). Una mayor puntuación indica mejores hábitos para las dimensiones CC, AS y EF y peores para CA y BP.
La práctica de cada hábito tenía una puntuación probable del 1 al 5. Cada escala se puntuó de la siguiente manera1: se corrigió cada pregunta asignando una puntuación del 1 a 5 en los términos ya señalados,2 se sumaron las puntuaciones de las preguntas correspondientes a esa escala, y3 se dividió esa suma por el número de preguntas de esa escala. Se obtuvo así una puntuación individual comprendida entre 1 y 5. Se consideró buenos estilos de vida a partir de un puntaje igual o mayor al 80% del total de puntos. La terminología contenida en el cuestionario fue modificada para ser adaptada a la población paraguaya realizando una prueba piloto.
Análisis de los datos
Los datos fueron digitalizados en una planilla Excel versión 2010 y resumidos en función a la distribución normal. Los datos cualitativos fueron presentados en frecuencias y porcentajes y los datos cuantitativos en promedio y desviación estándar o en medianas y rango intercuartil si presentaban o no distribución normal.
RESULTADOS
Características sociodemográficas
La mayor parte de la población estudiada fue del sexo femenino (n=66; 88%), la edad media fue de 43,6±12,8 años, el 55% (n=41) estaba casado y el porcentaje mayor presentaba un nivel de educación terciaria y secundaria. La mayor parte vivía en Gran Asunción (n=67; 89,3%) y la ocupación laboral predominante fue la de trabajadores no calificados (n=22; 29,3%).
Características antropométricas y clínicas
El peso y la talla promedio de la muestra fueron de 104,12±22,18 kg y 1,60±0,08 m respectivamente. Se observó un IMC promedio de 40,44±6,32 kg/m2, una circunferencia de cintura promedio de 114,17±12,34 cm en mujeres y 135,50±16,40 cm en hombres, así como una mayor frecuencia de obesidad tipo III (n=31; 41,33%).
Por otro lado, se observó una reducción del peso, IMC, circunferencia de cintura y grado de obesidad en los sujetos de estudio durante el tiempo que llevaban en tratamiento, desde la visita inicial y el control actual. El valor promedio de descenso de peso fue de 5,46±4,76%. El IMC promedio se redujo de 42,74±6,74 kg/m2 a 40,44±6,32 kg/m2, con la consiguiente reducción de la frecuencia de obesidad tipo III de 58,67% a 41,33%, y de la circunferencia de cintura en mujeres de 121,85±13,94 cm a 114,17±12,34 cm y en hombres de 143,6±17,66 cm a 135,50±16,40 cm.
Entre las características clínicas se observó que la mayor parte de los sujetos tenían un tiempo de tratamiento ≤6 meses (n=58; 77,3%) y que el 37% tuvo un inicio de exceso de peso en la etapa de adulto joven (19 a 30 años).
En cuanto a las patologías más frecuentes, se encontró en primer lugar a la hipertensión arterial (n=40; 53,3%) seguido de dislipidemia (n=33; 44%), diabetes mellitus tipo II (n=29; 39%) y síndrome metabólico (n=3; 4%). De los 75 sujetos, 68 contaban con diagnóstico psicológico, donde se encontró que 56 (82,3%) presentaba ansiedad y 48 (70,5%) depresión. En cuanto al consumo de fármacos el 17,3% consumía fármacos para la obesidad y el 10,6% antidepresivos. Las características antropométricas y clínicas se describen en las Tablas 1 y 2.
Valoración de estilos de vida
En cuanto a los resultados de la valoración de hábitos de vida relacionados con el sobrepeso y la obesidad se encontró que un 68% (n=51) de los sujetos necesitaba cambios en el estilo de vida. Figura 1
Respecto a cada dimensión del cuestionario se encontraron los siguientes puntajes promedio: para el contenido calórico de la dieta 3,45±0,77, comer por bienestar psicológico 3,10±1,17, ejercicio físico 3,02±1,35, preocupación por una alimentación saludable 4,09±0,66 y consumo de alcohol 4,62±0,58. Tabla 3
Valoración de estilos de vida según otras variables de estudio
Al relacionar los estilos de vida según otras variables de estudio se encontró que el 68,4% (n=26) de los sujetos con un nivel académico terciario necesitaba cambios en el estilo de vida. Según el grado de obesidad, el 77,4% (n=24) de los sujetos que necesitaban cambios en el estilo de vida tenían obesidad tipo III. Con respecto al descenso de peso se observó que el mayor porcentaje (n=29; 82,9%) de los sujetos que necesitaban cambios en el estilo de vida, son los que menos bajaron de peso (0 a 5% de su peso inicial) como así también, los que necesitaban cambios son los que menos tiempo de tratamiento tenían (n=38; 65,5%). En los sujetos que necesitaban cambios en el estilo de vida, se encontró que el 69,7% (n=39) presentaba ansiedad y el 75% (n=36) depresión. En cuanto al consumo de fármacos se observó que de los que necesitaban cambios en el estilo de vida, el 68,3% (n=28) no tenía indicado fármacos para la obesidad y el 65% (n=43) no consumía antidepresivos. Los resultados obtenidos se describen en la Tabla 4.
DISCUSIÓN
La obesidad es una enfermedad crónica que se asocia a mayor morbimortalidad. Por este motivo resulta indispensable buscar las mejores estrategias para su prevención y tratamiento. Este trabajo surge debido a la importancia que tiene el estilo de vida saludable en el tratamiento de la obesidad, ya que la misma es una enfermedad que requiere cambios permanentes en los hábitos de vida para obtener logros a largo plazo y de esta manera disminuir los riesgos de comorbilidades asociadas a la obesidad y por ende mejorar la calidad de vida. Por ello resulta indispensable realizar programas intensivos relacionados con el estilo de vida, para promover cambios hacia conductas más saludables, teniendo en cuenta la importancia de un enfoque integral con la necesidad de la intervención de un equipo multidisciplinario.
Los resultados obtenidos en este estudio refieren que el 68% de los sujetos necesitaban cambios en el estilo de vida. Esto probablemente indicaría que el tratamiento realizado en la Unidad de Manejo Integral del Paciente Obeso, requiere un enfoque más intenso en el estilo de vida. Así como también, podría indicar la falta de compromiso por parte del paciente por no tomar una función activa en la gestión de su propia enfermedad, lo que impide lograr el cambio de conducta. Por otro lado este resultado también podría estar relacionado a que la mayoría de los sujetos que necesitan cambios en el estilo de vida tienen un tiempo de tratamiento más corto, lo que podría indicar que se requiere un mayor tiempo de tratamiento para observar cambios en el estilo de vida.
Respecto a la mayor puntuación que se obtuvo en la escala “consumo de alcohol” indicaría una baja frecuencia de consumo, cabe destacar que la población mayoritaria fue del sexo femenino. El puntaje resultó similar al encontrado en el estudio realizado por Arrebola Vivas et al1. Por otro lado, Pardo et al.17 informaron que esta escala arroja índices de fiabilidad más bajos que las demás dimensiones del cuestionario y también lo han atribuido a la posible falta de sinceridad al responder sobre hábitos que provocan rechazo social.
La segunda puntuación más alta se obtuvo en la escala “preocupación por una alimentación saludable”, lo que podría indicar el aprendizaje en la elección de alimentos y técnicas de cocinado saludables por el interés en mantener una alimentación saludable1,17. En este sentido, algunos autores concluyen que la percepción subjetiva del exceso de peso y de la propia dieta puede influir sobre la motivación para modificar hábitos alimentarios, debido a que las personas tienden a subestimar su estado minimizando su enfermedad18.
A estos puntajes le sigue el obtenido en la escala de “contenido calórico de la dieta”, lo que parecería indicar un control aún insuficiente sobre las calorías ingeridas y el tamaño de las raciones de alimentos17) considerando que un puntaje ≥4 en cada escala del cuestionario utilizado indica buenos hábitos.
El puntaje obtenido en la escala “comer por bienestar psicológico” indicaría que la mayoría de los sujetos comen cuando están ansiosos o deprimidos, favoreciendo conductas de sobrealimentación, como un modo de autorregulación emocional, generando un círculo vicioso que perpetúa la obesidad19. En este sentido Sánchez y Pontes20 concordaron en que las emociones tienen una influencia muy importante en cuanto a la elección de alimentos y de los hábitos alimenticios. Así también sugirieron que la emoción en sí misma no es la responsable del consumo excesivo de alimentos, sino más bien la forma en que la persona afronta esa emoción.
El bajo puntaje obtenido en la escala de “ejercicio físico” nos hace pensar que los sujetos no adoptan un estilo de vida activo. Cabe destacar que en el estudio realizado por Arrebola Vivas et al. ésta escala también obtuvo el menor puntaje a pesar de haberse observado una modificación tras 6 meses de tratamiento. En nuestro estudio esto también podría deberse a que no se incluye a un especialista en actividad física dentro del equipo multidisciplinario a cargo de los sujetos de estudio, lo cual resulta indispensable para el tratamiento. También concuerda con la problemática a nivel nacional, donde la primera encuesta de factores de riesgo para enfermedades no transmisibles realizada en el 2011 demostró un alto porcentaje de sedentarismo (74,5%) en la población paraguaya (6. Existe consenso en que la práctica regular de actividad física sin lugar a dudas es un mecanismo eficiente y eficaz para tratar el exceso de peso21,22.
Se observó que el mayor porcentaje de sujetos que necesita cambios en el estilo de vida presentaba obesidad tipo III, lo que es de esperarse y confirma que en este grupo existe una mayor necesidad de intervención para generar nuevos hábitos saludables y así contribuir a un cambio en el estilo de vida.
También se observó que el mayor porcentaje de los sujetos que necesitaban cambios en el estilo de vida tuvieron un porcentaje de descenso de peso menor, como así también los que necesitaban cambios en el estilo de vida son los que menos tiempo de tratamiento tuvieron. Lo que podría indicar que se requiere un mayor tiempo de tratamiento para observar cambios en el estilo de vida y por ende disminución del porcentaje de peso inicial, debido a que la obesidad es una enfermedad crónica, que requiere un tratamiento continuo y a largo plazo para lograr los objetivos establecidos. Estudios sugieren que las intervenciones en el estilo de vida son eficaces a mediano y largo plazo en la prevención y tratamiento de la obesidad, y esto conduce a una reducción significativa en el peso corporal y los factores de riesgo cardiovasculares23.
Por otro lado, se observó un descenso de los parámetros antropométricos entre la visita inicial y el control actual. Una disminución de obesidad tipo III y del peso corporal?, en este punto cabe destacar las mejoras que se pueden obtener en la glucemia, la tensión arterial, lípidos plasmáticos, reducción de factores de riesgo cardiovascular entre otros beneficios metabólicos con pérdidas de tan solo 3% al 5% del peso inicial. También se pudo observar la reducción de la circunferencia de cintura, la cual tiene relevancia considerando que valores ˂88 cm y ˂102 cm en mujeres y hombres respectivamente se asocian a menor riesgo de enfermedad cardiovascular24,22.
Se encontró una mayor frecuencia de ansiedad, y en menor medida de depresión entre los sujetos que necesitaban cambios en el estilo de vida lo que podría concordar con un estudio realizado por Bresh25 en el que señala que muchas personas refieren que comen cuando están deprimidas o ansiosas, de manera que la ingesta de alimentos reduce ansiedades y depresiones. Por ende, es de fundamental importancia tratar estos síntomas afectivos, para que el paciente sea capaz de comprometerse adecuadamente con su tratamiento y de esta manera generar cambios en su estilo de vida.
En el estudio también se destaca que el mayor porcentaje de los sujetos tuvo un inicio de exceso de peso en la etapa de adulto joven. Esto indicaría que los estilos de vida poco saludables se adoptan a una edad temprana y a menudo persisten en la edad adulta. A la larga, esto se traduce en mayores costos para la salud pública, ya que el inicio del sobrepeso a temprana edad predispone el desarrollo de la obesidad en la edad adulta. Cualquier rutina saludable o no saludable que se presente a temprana edad, puede permanecer de por vida, lo que sugiere fuertemente que las intervenciones que promuevan un estilo de vida saludable deben comenzar tan pronto como sea posible. El desarrollo de nuevos programas de intervención de estilo de vida a temprana edad resulta altamente relevante para reducir la prevalencia de la obesidad y la consecuente disminución de los costos relacionados con la salud26,27.
Entre los sujetos que necesitaban cambios en el estilo de vida, se observó que el 37,3% no consumía fármacos para la obesidad. Es importante recalcar, que si las intervenciones en el estilo de vida por si solas son insuficientes se podría añadir la farmacoterapia28 que podría considerarse como otra alternativa, si e los fármacos se combinan adecuadamente con las intervenciones en el estilo de vida para obtener beneficios a corto plazo en la reducción del peso29. Por otro lado se observó que entre los sujetos que necesitaban cambios en el estilo de vida, el mayor porcentaje no consumía fármacos antidepresivos, esto quizá podría deberse a que no pueden adherirse al tratamiento por no tener control sobre situaciones de intenso estrés y ansiedad, ya que algunos antidepresivos tienen la capacidad de bloquear la recaptación de serotonina a nivel del hipotálamo y se utilizan en el tratamiento farmacológico de la obesidad, lo que puede influir sobre el control del estado de ánimo y el impulso hacia el consumo de cierto tipo de alimentos30.
Como fortalezas del estudio se mencionan el beneficio de proporcionar información valida recolectada de los propios pacientes a la Unidad, los cuales podrían contribuir a mejorar el tratamiento de los pacientes, así como también proporcionar un instrumento válido para medir el estilo de vida del paciente dentro del tratamiento.
Es necesario mencionar algunas limitaciones presentes en el estudio como el reducido tamaño de la muestra y la escasa participación del sexo masculino. Otra limitación es que al utilizarse cuestionarios autoadministrados pudieron haberse sobreestimado o infravalorado los resultados. En cuanto a los datos obtenidos de las fichas clínicas de los sujetos, los mismos no fueron tomados por las autoras, de manera que no se pudo verificar la calidad de la información. Además, no se pudo realizar una medición del estilo de vida de los pacientes al inicio de su tratamiento, para observar los cambios generados.
Se encontró un mayor porcentaje de pacientes que necesitan cambios en el estilo de vida, a pesar del tratamiento médico, nutricional y conductual que reciben en la Unidad. Esto podría indicar la necesidad de reforzar las estrategias para el tratamiento de la obesidad, el cual debe incluir como primera opción, cambios en el estilo de vida.