La democracia, ese bien tan valorado en los países del mundo, puede verse como producto de la decisión colectiva, la voluntad de la mayoría, escenario en el que se dirimen controversias, se establecen acuerdos y permite un ámbito de convivencia pacífica, fruto de un contrato social (Rosseauu, 2007) que hace posible la prosperidad de una comunidad. Y, en gran medida, el nivel de desarrollo de los pueblos se debe a la decisión correcta o no de los miembros del colectivo social, donde la participación efectiva solo se da en la medida de la comprensión de las variables en análisis y la construcción de espacios de intercambio entre los miembros del colectivo.
Y, a ese respecto, es destacable, la relevancia actual de la ciencia y la tecnología en los asuntos públicos y la conducta personal de los individuos. Es por ello por lo que, conviene tomar conciencia de la necesidad de una alfabetización científica para la participación en la vida pública (López, 2017), construir ciudadanía. Y a ello habrá que añadir la necesidad de abrir la ciencia y la tecnología a la comprensión ciudadana, los valores públicos y la participación social, de cara al tipo de sociedad que soñamos y nos merecemos los paraguayos, en un marco en el que cada vez más, las fronteras son elementos de un paradigma perimido, derrotado finalmente por internet y todas las opciones que nos brindan las nuevas tecnologías de la información la comunicación (TIC).
Algunas interrogantes que surgen en torno a esta propuesta giran en torno al tipo de educación de los ciudadanos del siglo XXI o el papel que juegan en ella las cuestiones vinculadas con la ciencia y la tecnología (Martín, 2017). La respuesta que se desprende, delimitando al ámbito a la educación superior, se reduce precisamente en ese contexto, ya que las universidades son responsables de formar a los futuros científicos, investigadores, ingenieros, arquitectos y, en general, a los especialistas que se necesitan en un mundo en el que la ciencia, la tecnología y la innovación son parte esencial del desarrollo económico y el progreso social.
Ahora bien, esta responsabilidad no debe ser entendida desde el reduccionismo de la mera obligación, más bien desde el compromiso con el entorno en el que se desenvuelve. Tal como lo afirma Vallaeys (2014), la responsabilidad social universitaria no es cómoda, puesto que fuerza a la autocrítica institucional, pero, no obstante, es necesaria dado que desemboca en la pertinencia y legitimidad académica, precisamente aquello que produce la crisis del saber y deviene en conocimiento.
Tras la experiencia de aislamiento sanitario del año pasado (2020), los países del mundo han experimentado las ventajas de contar con acceso a las redes de internet y con el conocimiento para el uso de las aplicaciones disponibles para el normal desarrollo de las actividades y, las desventajas de estar desconectados de las nuevas tecnologías. Se ha dado un vuelco de la noche a la mañana por el confinamiento, de lo presencial a lo virtual, que significó hacer oficina desde casa y asistir a clases mediados por entornos virtuales. Pero, en este sentido, Paraguay en particular se vio limitado desde el punto de vista educativo, por no contar con suficientes docentes capacitados ni instituciones plenamente preparadas para hacer frente a tal desafío.
Y es que, la tecnología en la vida cotidiana es una realidad que habita y condiciona las acciones humanas, constituyéndose en uno de los ejes dinámicos conjuntamente con los avances de la ciencia de las transformaciones en la sociedad. Cabe destacar el gran protagonismo que suponen las TIC para la educación del siglo XXI, un nuevo reto, una adaptación de la forma de educar de los estudiantes a las necesidades actuales y su integración a la labor docente. Hoy, en un contexto global en el que la educación constituye un elemento clave para la formación integral y en este escenario, se presenta el enfoque Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) como propuesta educativa que posibilite un proceso de enseñanza aprendizaje de la ciencia y la tecnología vinculada con el medio social (Decoud, 2020). La educación CTS promueve justamente ese espacio de encuentro entre dos culturas históricamente incomunicadas, la científica y la social, contribuyendo con una visión socialmente contextualizada de la tarea científica y la tecnológica. Procura que la gente comprenda e interprete los beneficios de alfabetizarse tecno científicamente, crear condiciones para la participación pública en la toma de decisiones, pero, sobre todo, sensibilizar al conjunto social sobre la cultura tecno científica (Martín, 2017).