Introducción
La Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) entre Paraguay y las fuerzas combinadas de Brasil, Argentina y Uruguay fue la guerra más sangrienta de la historia post-independencia de América Latina y ha sido calificada como el primer ejemplo de ‘guerra total’ en el subcontinente1.
Fue un evento decisivo en la historia paraguaya, acabando con el papel del país como potencia regional. Después de cinco años durante los cuales mujeres y niños lucharon junto a las tropas paraguayas, la derrota se produjo el 1 de marzo de 1870, cuando el presidente Francisco Solano López fue asesinado mientras se encontraba con los que quedaban de su diezmado ejército en Cerro Corá, en el norte del país. El conflicto provocó una pérdida catastrófica de vidas. En 1864, el país tenía entre 388.511 y 456.979 habitantes; en 1873, después de que los paraguayos lucharon desesperadamente contra una fuerza militar abrumadora y los estragos de las enfermedades y el hambre, la población había caído a 221.079, una merma del 43,1 al 51,6 por ciento.2 El país estaba en ruinas, y una fuerza de ocupación mayormente compuesta de tropas brasileñas se quedó hasta 1876.
La guerra también puso fin al incipiente modelo de desarrollo liderado por el Estado que había caracterizado al Paraguay desde su independencia en 1811. José Gaspar de Francia, el primer líder del país (de 1814 a 1840), había introducido un amplio control estatal sobre la economía y esto sentó las bases para una ambiciosa estrategia de desarrollo dirigida por el Estado que su sucesor, Carlos Antonio López, persiguió desde 1840 hasta 1862. La construcción de uno de los primeros ferrocarriles y líneas telegráficas en la región, así como el establecimiento de una fundición de hierro, encarnaron el progreso económico y la autoestima de la era López.
Tanto Carlos Antonio López como su hijo, Francisco Solano, quien le sucedió como presidente en 1862, consideraron la independencia de Uruguay como fundamental para asegurar el equilibrio de las fuerzas políticas en la región. Interpretaron cualquiera intervención externa en la política interna de Uruguay como un ataque indirecto a la soberanía de Paraguay. Así fue que una invasión brasileña para instalar un gobierno favorable a sus intereses en Uruguay llevó a Paraguay a declarar la guerra a Brasil en 1864. Cuando Argentina se negó a permitir que las tropas paraguayas cruzaran su territorio en camino para defender sus aliados en Uruguay, López también declaró la guerra a Argentina. La derrota en la Guerra de la Triple Alianza marcó un punto de inflexión en la historia del Paraguay.
La estrategia de desarrollo liderada por el Estado durante los cincuenta años anteriores fue rechazada por los victoriosos aliados y reemplazada por un proceso económico dictado por un creciente control extranjero de los principales activos económicos de la nación del entonces, especialmente el tanino, la yerba mate y el ganado. Las tierras e infraestructura estatales fueron vendidas y el país rápidamente se volvió extremadamente dependiente de fuerzas económicas y políticas extranjeras.3
La tesis del cuarto aliado
El papel del gobierno británico en la Guerra de la Triple Alianza es un tema de controversia entre los historiadores contemporáneos. Mientras algunos sostienen que Gran Bretaña instigó la guerra como parte de su expansión imperial en América del Sur, otros consideran que su papel en la génesis y la conducta del conflicto fue insignificante.
Durante los primeros 30 años después de la guerra, el debate se centró exclusivamente en las respectivas responsabilidades del presidente Francisco Solano López y las naciones aliadas; la culpa se atribuyó principalmente al primero. Pero en un agrio debate con Cecilio Báez en 1902-1903, Juan O’Leary dio origen a una tendencia revisionista en Paraguay que exaltó la memoria de López y atribuyó la responsabilidad primordial de la guerra a Brasil y Argentina.4 Sin embargo, a lo largo de los 50 años siguientes, los extensos escritos de los exponentes de esta escuela revisionista, como el mismo O'Leary, Ignacio Pane y Natalicio González, no hicieron ninguna referencia a los británicos y tampoco lo hicieron los primeros estudios académicos sobre los orígenes de la guerra5.
De hecho, la llamada tesis del cuarto aliado tuvo su origen en Argentina, en el contexto histórico de la tendencia antibritánica tras el Tratado Roca-Runciman de 1933 y la tendencia pro-peronista de los años 40. La tesis misma apareció por primera vez en una obra de 1954, escrita por un trotskista argentino.6Escritores tanto de la corriente de pensamiento nacionalista en Argentina como de la posterior corriente de pensamiento dependentista internacional argumentaron que la Guerra de la Triple Alianza había sido una guerra indirecta (proxy war) instigada y financiada por Gran Bretaña para detener la competencia potencial que un proceso de desarrollo liderado por el Estado en Paraguay podría presentar a la expansión del imperialismo británico en la región7.
El término “cuarto aliado” se utilizó por primera vez de manera exhaustiva en 19798. Desde entonces, esta tesis ha echado raíces en Paraguay y Argentina, y hoy es la causa de la guerra más creída entre la población general de ambos países9. También es digno de mención que la tesis no sostiene simplemente que Gran Bretaña fuera simplemente un cuarto aliado; más bien, es sus defensores argumentan que el país fue un primus inter pares, que orquestó la acciones de las fuerzas de Argentina, Brasil y Uruguay en pos de su objetivos imperiales.
Este cambio en la comprensión de la guerra ha estado acompañado en Paraguay de dos narrativas separadas pero relacionadas. El primero de ellas es que antes del estallido de la guerra, las políticas estatales de Paraguay habían catapultado al país al nivel más alto de desarrollo del mundo, una visión originalmente propagada por Manuel Domínguez y más recientemente por Fernando Griffith, ministro de cultura de 2013 a 2018 y viceministro de educación y ciencias de 2018 a 202210. El incipiente proceso de industrialización fue amplio, aun cuando sus limitaciones han sido señaladas11. La segunda narrativa es que las naciones aliadas, especialmente Brasil, fueron responsables de una política de genocidio contra la población paraguaya.
En noviembre de 2022, la Comisión de Derechos Humanos del PARLASUR, el parlamento regional del Mercosur, aprobó un informe de su Subcomisión de Verdad y Justicia sobre la Guerra de la Triple Alianza que detalló 20 de esos crímenes de guerra, que según la subcomisión equivalían a “exterminio, o genocidio en términos modernos”12.
A pesar de este cambio en la opinión pública a favor de la tesis del cuarto aliado en Paraguay, y en menor medida en Argentina, las investigaciones académicas recientes han cuestionado fuertemente su validez. De hecho, Poderosos intereses británicos en Argentina y en la región fronteriza de Mato Grosso, Brasil se beneficiaría de una victoria aliada, que esperaban abriría los ríos paraguayos al comercio exterior.
Eduardo Thornton, representante diplomático británico en Buenos Aires, apoyó la causa aliada y fue franco en su desprecio por López13. Su presencia en una reunión de ministros de Brasil, Argentina y Uruguay en Puntas del Rosario, Uruguay, el 18 de junio de 1864, ha sido interpretada por los partidarios de la tesis como evidencia de “un minucioso entramado imperialista que presenta la mano invisible de Gran Bretaña detrás de cada giro de la política de La Plata”14. Sin embargo, a pesar de su extrema antipatía por López, en los meses siguientes Thornton utilizó su influencia en Buenos Aires para mediar a favor de la paz. “Su principal preocupación era evitar la guerra y así impedir cualquier interferencia con el comercio británico”15.
Una revisión de fuentes oficiales británicas ha encontrado un mínimo interés en el conflicto y ninguna evidencia de apoyo del gobierno británico al esfuerzo bélico aliado16. Más recientemente, dos escritores brasileños también han rechazado la tesis del cuarto aliado.
En su importante estudio sobre la guerra, Francisco Doratioto incluye una sección titulada “Solano López, de tirano a héroe anti-imperial: la construcción del mito”17. Por su parte, Alfredo da Mota Menezes llama la atención sobre la atracción intelectual de una tesis que fomentaba un paralelo histórico entre el expansionismo de Estados Unidos en América Latina durante la Guerra Fría (1946-1991) y el supuesto imperialismo británico en la región durante el siglo XIX18. Además, en su monumental estudio de la guerra, Thomas Whigham dice que “lejos de instigar la guerra, los británicos consideraron un conflicto violento de la peor manera posible y no querían tener nada que ver con ella19”.
Leslie Bethell presenta la refutación más contundente a la tesis del cuarto aliado. Reconoce que “los préstamos británicos a Argentina y especialmente a Brasil, y las municiones británicas fueron una importante contribución a la eventual victoria de los aliados sobre Paraguay”. Sin embargo, aunque las simpatías ideológicas del gobierno británico descansaban fuertemente del lado de las naciones aliadas, enfatiza que Gran Bretaña se mantuvo neutral durante toda la guerra20.
Se ha interpretado el hecho de que el mismo tratado militar entre los tres aliados en la guerra entró por primera vez en el dominio público en el Parlamento británico para respaldar la opinión de que el gobierno británico jugó un papel decisivo en la forja de la alianza como parte de sus planes de expansión imperial en América del Sur. Firmado en Buenos Aires el 1 de mayo de 1865 por representantes de los gobiernos de Argentina y Brasil, así como el nuevo gobierno colorado en Uruguay, el tratado formalizó la Triple Alianza contra Paraguay.
Era un tratado secreto, como señala el artículo 18, pero su existencia sólo salió a la luz diez meses después, el 2 de marzo de 1866, cuando fue presentado ante la Cámara de los Comunes. Pero su publicación por el gobierno británico también podría interpretarse como una medida que simpatizaba con Paraguay y “hostil a los aliados” 21. Después de todo, Gran Bretaña fue un gran beneficiario del programa de desarrollo liderado por el Estado de los López. Era el principal proveedor extranjero de maquinaria industrial y la gran mayoría de los más de 200 técnicos extranjeros contratados por el gobierno paraguayo eran británicos22.
Los Granjeros de Lincolnshire en Paraguay
En el debate arriba mencionado sobre la tesis del cuarto aliado, la atención se ha centrado en evidencia sobre la génesis y conducción de la guerra misma. En contraste, se ha prestado mínima atención a la evidencia de la historia inmediata de posguerra de Paraguay. Si Gran Bretaña instigó y financió el esfuerzo bélico aliado, como la tesis sugiere, entonces se supondría que habría una fuerte intervención en la política interna y economía del Paraguay de posguerra por parte de semejante nación imperial en el apogeo de su poderío global en aquel entonces. Sin embargo, aunque la estrategia de desarrollo liderado por el Estado de los gobiernos paraguayos antes de la guerra pudo haber frustrado la expansión del imperialismo británico en el Río de la Plata, se vislumbró poco interés británico en Paraguay durante el período inmediato de posguerra, medido por la inversión extranjera y el comercio bilateral. 23 Esta indiferencia se muestra más claramente por la actitud del gobierno británico ante el desafortunado programa de colonización británica del Paraguay, conocido como los Granjeros de Lincolnshire.
Los primeros años después de la catastrófica derrota en la Guerra de la Triple Alianza fueron traumáticos para el Paraguay. La economía estaba postrada; el arsenal, el ferrocarril y la naciente fundición de hierro fueron todos destruidos; y Asunción había sido saqueada por tropas brasileñas, quienes ocuparon la ciudad durante seis años, hasta 1876.
La situación política era turbulenta: las luchas internas implacables fracturaron los clubes políticos de una élite que surgió después de la guerra. Los gobiernos de posguerra intentaron recuperarse de la aniquilación de la población masculina adulta y la miseria generalizada, mientras lidiaban con el colapso económico, la ocupación extranjera y las demandas de reparación. Alentaron planes de emigración desde Europa para repoblar el país después de la guerra. El programa de los Granjeros de Lincolnshire de 1872 fue el primero y, de lejos, el más grande. Era el peor momento y lugar posible para un plan de colonización extranjera.
Los gobiernos de los presidentes Cirilo Rivarola (septiembre de 1870-noviembre de 1871) y Salvador Jovellanos (diciembre de 1871-noviembre de 1874), instalados en Asunción por los aliados vencedores, buscaba recaudar fondos para la reconstrucción posguerra mediante la emisión de bonos en la entonces floreciente mercado de capital londinense.
El argentino Máximo Terrero, yerno del exgobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, fue el agente financiero del gobierno de Rivarola en Londres, y se confabuló con un sindicato liderado por los banqueros Waring Brothers para lanzar una emisión de bonos en noviembre de 1871.
Se contrató al corredor (broker) Robinson, Fleming & Co. para comercializar los bonos. Esta empresa publicó un prospecto que presentaba a Paraguay en términos elogiosos, en total desacuerdo con el estado postrado de la economía y ocultó la imposibilidad de generar los ingresos necesarios para cubrir los pagos del servicio del préstamo. Los bonos tenían un valor nominal (par value) de £1.000.000. Pero con un precio de emisión de £80 y una tasa de interés de 8 por ciento, Waring tuvo que contabilizar sólo £64 de cada £100 en bonos. El sindicato usó esta diferencia para ‘recomprar’ los bonos.
Esas compras falsas eran una práctica común en la burbuja especulativa de las emisiones de bonos latinoamericanos en ese entonces y en 1875 daría lugar a una investigación pública. El sindicato obtuvo una ganancia de £128,465 de esta primera emisión de bonos, de la cual Waring tomó la mayor parte (£60.205). Sólo se enviaron al Paraguay £400.000 de los fondos del bono, y esto pronto desapareció en los bolsillos de políticos corruptos.24 Terrero fue recompensado por el presidente Jovellanos con su nombramiento como cónsul general en Londres. Animado por el aparente éxito de este préstamo, en marzo de 1872 Jovellanos aprobó una segunda emisión de bonos en Londres. Esto e lanzó en mayo por un valor nominal de £ 2.000.000 al 8 por ciento de interés.
El 1 de junio el sindicato publicó otro brillante prospecto sobre Paraguay. En un intento de mantener el precio del bono, el sindicato también recurrió al uso de información privilegiada, realizando compras falsas para dar la impresión incorrecta de que la emisión había sido sobre suscrita. Pero unas semanas después, a finales de junio, la burbuja especulativa para bonos latinoamericanos estalló, ahuyentando a los potenciales tenedores de bonos, y no se pudo colocar más bonos de la emisión de 1872. Se estancó con un valor nominal de sólo £562.200, apenas una cuarta parte de la emisión originalmente propuesta de £2.000.000. El monto recibido por Paraguay fue tan solo £410.406 mientras que el sindicato obtuvo una comisión considerable de £67.47425.
En respuesta a la crisis, Terrero y Robinson, Fleming & Co. vincularon la segunda emisión de bonos explícitamente a un plan de emigración a Paraguay, desviando parte de los ingresos de la venta de bonos para financiarlo. Esperaban que la publicidad sobre el plan, al sugerir que Paraguay era un lugar excelente para la colonización británica, alentara a nuevas ventas de bonos y así mantuviera su precio en el mercado. A pesar del terrible estado de la economía de Paraguay, el 27 de junio de 1872, Robinson, Fleming & Co. publicó otro prospecto en el Times. A nombre de la “Agencia para la Emigración de la República del Paraguay” ahora describió al país en términos muy exagerados como un destino ideal. Terrero incluso nombró directores a los hermanos John y George Fleming, directores de Robinson, Fleming & Co., como cónsul y vicecónsul del Paraguay, respectivamente, en Londres. También colocaron artículos en la prensa para sugerir que los colonos serían granjeros de Lincolnshire, en ese momento una de las regiones agrícolas más prósperas de Inglaterra26.
Terrero y Robinson, Fleming & Co. contrataron a un agente de contratación. John William Villita atendió a consultas en su oficina de Londres, donde explicó el “términos y concesiones a los emigrantes al Paraguay, expedidas bajo el sello del gobierno del Paraguay” 27. Estos incluían un cargo por el pasaje de £25 por adulto (y £ 5 por niño) reembolsable en un plazo de seis años, al término del cual el título de propiedad de la tierra (40 acres por cada jefe de familia, más 20 acres por cada niño mayor de 14 años, varón o mujer) sería entregado al colono.
Se concederían raciones gratuitas para sólo dos semanas después de que se asignaran tierras a los colonos, después del cual las raciones se proporcionaría al costo. Los animales de granja (vacas, cerdos y bueyes) y los implementos agrícolas se suministrarían al costo, reembolsables con un interés del 5 por ciento. Como era práctica común en aquella época, a los agentes de reclutamiento se les pagaba una comisión fija por cada colono, independientemente de sus antecedentes y de su idoneidad para un plan de emigración. Se cree que Billiatt recibió £5 por cada cabeza de familia que reclutó.
Tres barcos - el Kepler, el Rydal Hall y el Vanguard - partieron de Inglaterra entre octubre y diciembre de 1872, transportando un total de 892 emigrantes a Paraguay, incluyendo tres miembros de la familia Billiatt y dos bebés nacidos en el camino. Basado en el hecho de que los mayores de 14 años recibieron 20 acres cada uno, los registros sugieren que el 46 por ciento (414) de los emigrantes eran niños menores de 14 años, una proporción sorprendentemente alta para un programa de emigración rural28. Cuatro gerentes viajaron con los emigrantes (Billiatt y William Caesar Sutton Widdup en el Kepler y el Sr. Adams y Alfred James Atkinson en el Rydal Hall), mientras que otros cuatro directivos viajaron antes de los emigrantes, haciendo un total de 900 emigrantes.
Fue de lejos el programa más grande de su tipo en el Paraguay hasta la llegada de los menonitas al Chaco en 1926. Los colonos eran un grupo multinacional. Aun cuando la mayoría eran ingleses, 178 eran ciudadanos alemanes, muchos de los cuales miembros de una comunidad londinense de panaderos y zapateros29. Las personas con experiencia agrícola probablemente no superaban el 10 por ciento, y en realidad tan solo el 15 por ciento era oriundo de Lincolnshire.
El excitación por la venida de los colonos ya había aparecido en la prensa asuncena tres meses antes de su llegada30. Sin embargo, al llegar fueron renegados por el gobierno de Jovellanos, quien afirmó no tener ninguna responsabilidad por ellos; el gobierno negó incluso saber que iban a venir. Walter Seymour, el representante local de Robinson, Fleming & Co., los describió despectivamente como “indigentes, en su mayoría de grandes ciudades, y totalmente incapaces de vivir en el campo: sastres, zapateros, relojeros, fabricantes de bastones” y aprendices de todos los oficios excepto la agricultura, ya que una pequeña minoría eran trabajadores rurales”31.
Después de dos días en Asunción, se envió el primer grupo de 369 del Kepler en tren hasta Paraguarí, unos 60 kilómetros al sureste de la capital, donde fueron alojados en la estación de tren sin techo. Finalmente, los colonos se trasladaron en carros de bueyes al pueblito de Itapé, a unos 130 kilómetros de Asunción, y el día de Navidad de 1872 se realizó un sorteo para distribuir las tierras entre ellos. El segundo grupo de 393 del Rydal Hall se quedó en Paraguarí durante varias semanas en camino a Itapé y el tercer grupo de 130 que del Vanguardia fue llevada a un lugar diferente cerca del pueblito de Itá.
El 13 de septiembre de 1872, dos semanas antes de la salida de Gran Bretaña del Kepler, Gregorio Benites, ministro plenipotenciario que superaba en rango a Terrero, había llegado a Londres y lo reemplazó como cónsul general. La prioridad de Benites fue obtener el control de Paraguay sobre los fondos del préstamo, pero no intentó detener el plan de emigración. En lugar de eso, pidió a Robinson, Fleming & Co. un anticipo de los fondos de la segunda emisión. La empresa rechazó el pedido porque, alegaron, el préstamo sería “para fines distintos a los previstos en el contrato”. Esta negativa dio lugar a diversas acciones ante el Court of Chancery (corte civil).
Como resultado de esta disputa legal, Robinson, Fleming & Co. se negó a liberar fondos de la emisión de bonos a su propio agente en Paraguay, Walter Seymour, lavándose así las manos de cualquier responsabilidad de los colonos. La empresa le dijo a Seymour que en adelante debería solicitar fondos al gobierno paraguayo. Un año después Benites escribiría al diario Times que el plan de emigración nunca había sido aprobado por el gobierno paraguayo, calificándolo de “una especulación de escala industrial”. Terrero respondió, negando estas afirmaciones32.
La congelación de fondos llegó en un momento trágico para los desesperados colonos. El invierno paraguayo no trajo ningún alivio a sus sufrimientos; la mayoría ya estaban débiles por las enfermedades, sus cosechas habían fracasado y carecían de cualquier apoyo del gobierno paraguayo. Además, se enfrentaban a peligro personal debido a la anarquía y la inseguridad causadas por un levantamiento en curso contra el gobierno de Jovellanos y la consecuente inestabilidad política. Bandos armados atacaban granjas, y una pareja de colonos, Owen y Elizabeth Newman, fueron asesinados33. Al final, la comunidad británica en Buenos Aires recolectó £1.800 para un fondo de rescate, y entre septiembre y noviembre de 1873 la mayor parte de los supervivientes fue evacuada por río de Paraguay a Buenos Aires (en cinco grupos diferentes) y Rosario (dos).
Sólo cinco familias y cuatro solteros permanecieron en Paraguay. Alrededor de dos tercios del número original de colonos se establecieron en América Latina, principalmente en Argentina. La mayoría del resto regresó a Inglaterra, desde donde unos pocos volvieron a emigrar a Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y los Estados Unidos.
Los Granjeros de Lincolnshire y la tesis del cuarto aliado
El argumento central de la tesis del cuarto aliado es que el gobierno británico apoyó el esfuerzo aliado en la Guerra de la Triple Alianza para expandir su imperio informal en la parte sur de América del Sur, destruyendo así el obstáculo presentado por el ‘mal ejemplo’ de una estrategia de desarrollo liderada por el Estado en Paraguay34. La victoria aseguraría un aumento de la inversión británica en Paraguay y, al abrir el tramo superior del río Paraguay, conectaría el Estado de Mato Grosso, en el oeste de Brasil, al mercado mundial.
Hasta ahora estudiosos de la tesis no han evaluado cómo los Granjeros de Lincolnshire encajarían en estos supuestos planes. Las contribuciones iniciales a la limitada investigación académica sobre el proyecto se centró en describirlo35. El posterior descubrimiento de detalladas listas de pasajeros ha facilitado nuevas investigaciones recientes sobre los antecedentes de los colonos y sus actividades36. Sin embargo, el análisis del contexto más amplio del proyecto de colonización se ha restringido hasta la fecha a su vínculo con las emisiones de bonos paraguayos en la posguerra en el mercado de Londres37.
Desde hace tiempo el importante papel del colonialismo de colonos (settler colonialism) en la expansión imperial ha sido estudiado en el contexto de las colonias británicas formales, desde Australia y Nueva Zelanda a Kenia y Sudáfrica y a los Estados Unidos y Canadá38. Su papel en el imperio informal de América del Sur también ha atraído cierta atención en los últimos años39. Tales casos de colonización de colonos siempre se benefició de un apoyo financiero y diplomático del gobierno británico.
Veamos ahora el comportamiento del gobierno británico con respecto al proyecto de los Granjeros de Lincolnshire, tanto antes de la partida de los colonos de Inglaterra como después de su llegada al Paraguay, y en qué medida este comportamiento proporciona evidencia en apoyo de la tesis del cuarto aliado.
El comportamiento del gobierno británico ante la partida de los colonos
No hay evidencia que sugiera que el gobierno británico promoviera directamente o incluso alentara el proyecto de los Granjeros de Lincolnshire. Al contrario, hay pruebas contundentes de que el gobierno lo desalentó activamente.
Cuando Hugh MacDonell, el cónsul británico en Buenos Aires, vio los prospectos lanzados en nombre de la Agencia de Emigración del Gobierno de la República del Paraguay, envió una serie de cartas a su Ministerio de Relaciones Exteriores advirtiendo de los peligros de un plan de colonización británica al Paraguay y diciendo que las afirmaciones sobre la clima saludable, el estado pacífico del país y el entorno seguro para los colonos “deben estar en desacuerdo con la verdad”40.
El gobierno de William Gladstone se preocupó tanto por este panorama extremadamente optimista de la realidad económica del Paraguay presentado a los posibles emigrantes que la Junta Gubernamental de Emigración publicó dos advertencias distribuidas en forma de carteles publicitarios en las zonas urbanas.
La primera advertencia de esta entidad pública encargada de promover la emigración fue emitida el 24 de octubre de 1872, y fue reproducida al día siguiente en el Times:
De avisos recientes, oficiales y de otra índole, recibidos por el Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, los Comisionados de Emigración han sido ordenados a hacer saber que el Gobierno de Su Majestad no puede recomendar a personas de las clases trabajadoras que emigren al Paraguay.
Desde el fin de la agotadora guerra con Brasil y sus aliados en 1870, el país ha permanecido en un estado muy inestable. Pero, más aún, está situada parcialmente en los trópicos; y el clima, el empleo que ofrece los productos básicos, la falta de facilidades de acceso a buenos mercados, el idioma, los hábitos y las costumbres de los nativos hacen que Paraguay de ninguna manera es un lugar adecuado para los obreros británicos. Por lo tanto, los emigrantes harían bien en considerar que, al elegir a Paraguay o a cualquier de los países vecinos de América del Sur para su futuro hogar, tendrán que enfrentarse a dificultades mucho mayores que las que se encuentran en las colonias británicas41.
Esta primera advertencia pública se lanzó seis semanas después que el consejo de MacDonell de Buenos Aires había sido recibida (el 14 de septiembre) y tres semanas después de la partida del primer grupo de 369 colonos de Liverpool en el Kepler (el 2 de octubre)42. La Junta Gubernamental de Emigración presenció la salida del segundo grupo de 393 colonos de Londres en el Rydal Hall el 25 de octubre, el día siguiente mismo de la primera advertencia pública. Informó que “muchas de las personas estaban aparentemente muy pobres con familias desnutridas y de aspecto letárgico”. Con un fuerte anticipo de lo que iba a suceder, la Junta agregó que “pero mirando a los pasajeros del Rydal Hall, como una especie de grupo pionero, existen grandes dudas sobre si muchos de ellos, especialmente los niños, pueden no sucumbir al cambio de clima, de alimentación y de circunstancias que enfrentarán en asentarse como miembros de la clase trabajadora en Paraguay”43.
El 12 de diciembre la Vanguardia zarpó de Liverpool con el tercer y último grupo de 130 colonos. El 13 de febrero de 1873, los comisionados de emigración publicaron una segunda y aún más fuerte advertencia contra la emigración a Paraguay.44 La distribución de 15.000 ejemplares de este aviso en carteleras en Londres y otras grandes ciudades pusieron fin efectivamente al plan de emigración. En respuesta, el nuevo cónsul general de Paraguay en Gran Bretaña protestó ante Lord Granville, el secretario de estado para relaciones exteriores, que dada la importancia global de Londres, en la práctica, el gobierno británico estaba negando a Paraguay la posibilidad de inmigración europea45.
Esta protesta se produjo después de que varios interesados, en un intento de obtener apoyo oficial al plan de colonización, no lograron presionar al gobierno británico para que nombrara un cónsul en Paraguay. Charles Waring, uno de los dueños de Waring Brothers, había escrito al Ministerio de Relaciones Exteriores en nombre del gobierno paraguayo y Máximo Terrero, entonces cónsul general en Londres, con ese propósito. Sostuvo que los intereses británicos en Paraguay estaban aumentando gracias al plan de colonización y que, además, su empresa había enviado ingenieros a evaluar el ferrocarril y otras obras públicas46.
Robinson, Fleming & Co. habían intentado persuadir a Granville de la importancia de nombrar un cónsul en Asunción “en interés de los súbditos británicos y sus propiedades, con quienes nuestros compatriotas podría comunicarse en caso de necesidad47”. Hacia finales de agosto de 1872, Billiatt se había propuesto a Granville para el puesto de cónsul. Su oferta fue rechazada, subrayando que nombrar a alguien directamente vinculado al plan como cónsul le otorgaría estatus oficial48. Seymour incluso convenció a dos amigos para que escribieran a Edmund Hammond, subsecretario de Estado de Relaciones Exteriores, para recomendarlo como vicecónsul honorario en Paraguay49.
Es probable que el propio Hammond fue la persona que escribió al borde de una de estos cartas "Ignoren al Sr. Seymour"50. A pesar de la falta de interés del gobierno británico para nombrar un cónsul, la presión continuó. Los funcionarios del plan que ya estaban en Asunción esperando la llegada de los colonos, también presionó al gobierno británico. Según uno de estos funcionarios, el capitán Henry Cavendish Angelo, todo esto se hizo con la esperanza de que un cónsul alentaría a los capitalistas ingleses a invertir en Paraguay a través de una tercera emisión de bonos51. Seymour no perdió la esperanza de ser nombrado cónsul y en Asunción corrió el rumor de que Waring Brothers incluso estaba dispuesto a cubrir el costo del puesto52.
El comportamiento del gobierno británico después de la llegada de los colonos
No hay evidencia de que el gobierno británico haya cambiado su actitud hacia el proyecto de los Granjeros de Lincolnshire después de que los colonos llegaron a Paraguay. Continuó ignorando las solicitudes de representación consular y no hizo nada para ayudar a la colonización en Paraguay. En enero de 1873, el escocés William Stewart, líder de la comunidad británica en Paraguay que había encabezado cuerpo médico del ejército durante la Guerra de la Triple Alianza, recalcó a Granville la importancia de tener un cónsul británico en Asunción53. Sin embargo, el nombramiento nunca llegó.
En cambio, los colonos dependían de la asistencia no oficial de los representantes diplomáticos de Francia e Italia. El cónsul francés en Paraguay, Vizconde Paul d’Abzac, quien había llegado a Asunción el 4 de septiembre de 1871, se ocupó inicialmente de las crecientes dificultades que enfrentaban, "los pobres hombres de Lincoln, son obligados a hablar guaraní o francés para obtener sus derechos54”.
Tras la expulsión del vizconde de Paraguay en enero de 1873, el Conde Amelot du Chaillou, encargado de negocios francés en Buenos Aires, visitó el país en febrero y marzo de ese año. Durante sus viajes fuera de Asunción visitó Patiño Cué, donde se encontraba el grupo de colonos de la Vanguardia, quienes se hospedaban en el galpón de la estación de ferrocarril en su camino a Itá; informó que nunca había visto tanta miseria.
A su regreso a Asunción, Amelot du Chaillou instó a Seymour que se comunicara con el encargado de negocios británico en Buenos Aires, Frederick St. John. Cuando el propio Amelot du Chaillou regresó a Buenos Aires, se reunió personalmente con St. John para transmitirle la gravedad de la situación55. Amelot du Chaillou abandonó Paraguay en abril y la salud de los colonos se deterioró bruscamente durante los siguientes meses de invierno. Sin embargo, el gobierno británico no respondió a las urgentes llamadas de asistencia de parte de Seymour.
Ahora fue el turno del cónsul italiano de dar la alarma y buscar ayuda para los colonos. En junio de 1873 Rodrigo Assensio y Ximenes pidió a Eugenio Martín Lanciarez, el ministro italiano en Buenos Aires, para que dijera a St. John que enviara un agente a Paraguay para hacer frente al empeoramiento de la situación de los emigrantes. En su carta, Assensio y Ximenes decía que los colonos estaban alojados en carpas ubicadas en “un lugar bajo y parcialmente bajo agua cuando llovía” y que tanto sufrieron de fiebre que “las tumbas eran iguales al número de sus carpas”. Añadió:
La ausencia de cualquier Cónsul inglés, retenida intencionadamente por el Gobierno británico, como advertencia a los inmigrantes para que se abstengan de venir a este país, excepto por su propia cuenta y riesgo, sirvió para agravar su estado actual, especialmente después de la retirada del Cónsul francés, quien extraoficialmente había estado a cargo de los inmigrantes. En varias ocasiones este Consulado tuvo que ayudar y procurar un pasaje a Buenos Aires para estas desafortunadas familias, pero esto no puede continuar. Por tanto, le ruego que, si lo cree conveniente, traiga lo arriba relatado al conocimiento de la legación británica en Buenos Aires y aconsejarle que envíe algún agente, con el fin de investigar la situación que ni el deber, ni la decencia, ni la humanidad, puede permitir que continúe56.
La respuesta de St. John al informe y súplica de Assensio y Ximenes es reveladora. En lugar de enviar un funcionario a Paraguay, simplemente le pidió a Assensio y Ximenes para cuidar él mismo los Granjeros de Lincolnshire57. Hay evidencia circunstancial de que durante los varios meses siguientes St. John ignoró las repetidas advertencias de Assensio y Ximenes. En una de sus cartas, fechada el 8 de septiembre de 1873, Assensio y Ximenes insinúa a St. John su sorpresa al no haber recibido respuestas a sus cartas anteriores: “Por favor acepte mi agradecimiento por su carta, ya era hora” 58. Además, en una carta fechada el 20 de septiembre de 1873, dirigida al sucesor de St. John, Assensio y Ximenes dice: “Espero que mis cartas del 8 de agosto y el 16 y el 10 del corriente están ahora en sus manos”59. Esto sugiere que posiblemente St. John no escribió a Assensio y Ximenes durante los dos meses luego de haber pedido el considerable favor al cónsul italiano de ayudar a los colonos.
El Royal Navy también se mostró reacio a ayudar a los colonos. El 20 de junio 1873, George A. C. Brooker, capitán del HMS Egmont, que entonces se encontraba en Río de Janeiro, informó al secretario del Almirantazgo en Londres de la correspondencia de Seymour al encargado de negocios británico en Argentina sobre la situación “muy precaria” de los Granjeros de Lincolnshire, que “no fuera probable que mejore”:
Dentro de poco parece más que probable que se solicitará ayuda al Gobierno de Su Majestad y yo quisiera pedir respetuosamente saber que, en caso de ser solicitado a través del Ministro de Su Majestad en Buenos Ayres, en qué medida, si corresponde, se debería brindar asistencia. Me atrevo a señalar que, como parece haber una constante comunicación por pequeños vapores entre Buenos Ayres y Paraguay, difícilmente debería surgir la necesidad de asistencia para extraer los colonos si tal medida lo decidieran en el futuro aquellos a quienes lo concierne60.
Mientras tanto, a medida que las enfermedades y la desnutrición comenzaban a pasar factura en Itapé, una delegación de tres colonos buscó desesperadamente la ayuda de Assensio y Ximenes. En una carta que le dirigieron a su llegada a Asunción el 6 de agosto, expusieron una situación calamitosa: “Ahora no se puede obtener provisiones de ningún descripción en la colonia. . . Quedan en la colonia niños que han perdido a su padre y madre... Los hombres, cuando la salud se lo permitía, trabajaban la tierra que se les asignó, pero tan pronto como los cultivos brotaron por el suelo, fueron devorados por las alimañas”.
También condenaron abiertamente el sindicato que había organizado el plan: “También tenemos que afirmar que el contrato celebrado entre Robinson, Fleming and Company y nosotros está completamente destruido, ya que de ninguna manera han cumplido su parte del acuerdo”. Rogaron que todos “pudieran ser removidos rápidamente desde la colonia de Itapé hasta Buenos Ayres, o bien enviados de regreso a Inglaterra, antes que estamos reducidos al último y temido miedo a morir de hambre61”.
Una semana después, Assensio y Ximenes recibió una delegación de ocho colonos de Itá con una súplica similar de ayuda: “Hemos estado sin provisiones durante las últimas tres semanas, y los pedidos de comida de nuestros indefensos niños son suficiente para enfurecer a cualquier hombre para que continúe con los compromisos asumidos en Inglaterra para el país de Paraguay y su gobierno”. La delegación también reveló su convicción de que el gobierno británico no les abandonaría y que Assensio y Ximenes actuaba en nombre del gobierno británico: “En nuestras dificultades, pensemos que el mejor y más importante cosa sería apelar a vuestra comprensión, dado que nos llegó la información de que Usted, estimado señor, está actuando bajo las instrucciones del gobierno británico. Estamos bastante seguros de que nuestro gobierno no va a permitir que sus súbditos permanezcan en la angustia en la que nos encontramos”62.
En respuesta a estas urgentes súplicas, Assensio y Ximenes prestó ayuda a varios colonos individuales que habían llegado a Asunción; para ello, trabajó con otras personas, entre ellos Bartolomé Mitre, el ex presidente de Argentina que estaba viviendo en la ciudad en ese entonces. A principios de septiembre de 1873 llegó a ser el primer diplomático extranjero a visitar las colonias de Itá e Itapé. Para entonces, los colonos de Itapé ya estaban soportando condiciones atroces. A pesar de la presión del gobierno paraguayo para quedarse, las familias indigentes abandonaron la colonia a medida que su situación empeoró. Aguantaron una odisea de siete días en carretas de bueyes hasta la estación de tren en Paraguarí y luego a Asunción, donde mendigaban en las calles y vendían sus últimas posesiones para sobrevivir. Un numeroso grupo que no podía permitirse el lujo de pagar por carretas caminó hasta Paraguarí y un grupo más reducido incluso caminó durante semanas hasta la frontera sureste con Argentina.
Billiatt había salido a Inglaterra el 10 de junio, aparentemente para pedir ayuda del sindicato. Dejó las responsabilidades del Paraguay en manos de Alejandro Baillie; desde principios de septiembre se pasó al capitán Angelo, quien había sido enviado por Waring Brothers para estudiar los recursos naturales del país. Aunque fue empleado por Robinson, Fleming & Co., Billiatt envió cartas anónimas a varios periódicos de Buenos Aires en que describió la situación difícil de los colonos. Después de que unos pocos colonos jóvenes y solteros lograron llegar a Buenos Aires trabajando en vapores, sus relatos de primera mano acerca de la situación desesperada de sus compañeros produjo una ola de simpatía dentro de las comunidades británicas y alemanas. El 18 de agosto, Seymour pidió ayuda a St. John. “La colonia de Itapé se encuentra en estado de anarquía y a pesar de todo intento de austeridad sus provisiones están agotadas”, afirmó en su carta; “En la colonia de Itá están pasando hambre y temo que algunas personas y niños van a perecer por falta de alimentos”63.
Sin embargo, St. John ya había expresado su oposición a que el gobierno británico pague por el rescate de los colonos. En una carta a Guillermo Wilcken del Comité Argentino de Inmigración con fecha del 24 de junio de 1873, le agradeció por el envío la lista de tarifas de pasaje río abajo desde Asunción que correría a cargo del gobierno británico. Pero continuó poniendo en duda cómo se pagarían estas tarifas:
Aprovecharé la primera oportunidad para comunicárselo al Gobierno de su Majestad, pero dudo mucho que se dé el consentimiento para arrojar sobre el contribuyente británico, como me sugirió el Sr. Carlos Tejedor [entonces ministro de Relaciones Exteriores de Argentina], incluso una parte de los gastos de rescate de quienes por su propia voluntad abandonaron su suelo nativo para un lugar que ha demostrado ser en todos los sentidos tan inadecuado para ellos, y que ahora desean volver a abandonarlo para probar su fortuna en un nuevo país. Es obvio que transportar estas personas desde Paraguay a expensas del público de Inglaterra implicaría grandes responsabilidades para el Gobierno de Su Majestad y me parece que una suscripción lanzada aquí entre aquellos que se beneficiarían de su presencia podría ser la mejor medida calculada para tener éxito64.
En cambio, St. John respondió por ayudar a organizar un fondo de rescate financiado por miembros de la comunidad británica y de la Benevolent Society of Saint Patrick. La intensa competencia mediática por las noticias del escándalo ciertamente ayudó al llamado por fondos y se recaudó £1.800 en cuestión de semanas. De octubre a diciembre de 1873, casi todos los sobrevivientes fueron llevados río abajo en vapores desde Asunción hasta Buenos Aires, desembarcando algunos de ellos en Rosario. Aproximadamente la mitad de ellos se radicaron permanentemente en Argentina, mientras que otros re-emigraron o regresaron a Inglaterra. Muy pocos quedaron en Paraguay. George Mulhall, uno de los organizadores del rescate, dijo que habían muerto 162 colonos, aunque una investigación reciente sugiere que el número era considerablemente menor, entre 65 y 8065.
En noviembre de 1873, luego de que había comenzado a evacuación de los colonos, Assensio y Ximenes escribió a Lionel Sackville West, quien había reemplazado a St. John como encargado de negocios en Buenos Aires el 9 de septiembre, diciendo “Creo que es un buen momento ahora que he terminado el trabajo que se me encomendó de sacar a los colonos ingleses de este país, que envíe a Su Excelencia un informe al respecto66”. En contraste con la extraordinaria ayuda ofrecida por el cónsul italiano, el único caso conocido de ayuda financiera del gobierno británico a los colonos es lo de Charlotte Smith, una viuda que estuvo hospitalizada durante varios meses apenas llegada a Buenos Aires. El 14 de febrero de 1874, el cónsul británico en Argentina, Ronald Bridgett, pidió permiso a Lord Granville para pasar 15 libras y 4 chelines por un pasaje en tercera clase de regreso a Inglaterra para esta “mujer angustiada” y su hijo, solicitud que fue aprobada el 26 de marzo67.
Conclusión
La responsabilidad por la Guerra de la Triple Alianza sigue siendo controvertida. Francisco Solano López sigue siendo el héroe nacional por excelencia en su propio Paraguay, mientras que el consenso de investigaciones académicas recientes le atribuye la culpa o a rivalidades geopolíticas regionales en el contexto de ‘nation-building’ en el periodo post-independencia. La tesis del cuarto aliado ha recibido un creciente apoyo en Paraguay, donde ha servido convenientemente para desviar la atención de la responsabilidad personal de López. La tesis se ha ampliado desde su forma original de izquierda a medida que el apoyo se extendió por todo el espectro político, incorporando la profunda corriente del nacionalismo de derecha en la sociedad paraguaya. Este artículo no ha buscado directamente abordar los méritos de las opiniones opuestas en este debate polarizado.
En cambio, se ha centrado en un aspecto revelador de la relación entre Gran Bretaña y Paraguay en la inmediata posguerra, que ha sido descuidada en debate sobre el cuarto aliado. En el período de posguerra no se produjo ninguna inversión británica sustancial en Paraguay hasta la década de 1880. El escándalo de los préstamos Waring negociados en 1871-1872 para la reconstrucción de la posguerra contribuyó a la posterior mala imagen de Paraguay en el mercado financiero de Londres. Para finales de la Guerra de la Triple Alianza, la propiedad privada de la tierra en Paraguay se había vuelto insignificante. Para hacer frente al servicio de la creciente deuda externa del país derivada de los préstamos Waring, se aprobaron tres leyes en 1883 y 1885 que autorizaban el venta de tierras de propiedad estatal a compradores extranjeros a precios extremadamente bajos. Como resultado de las concesiones otorgadas a los tenedores de bonos británicos de los mismos préstamos Waring, empresas británicas como La Industrial Paraguaya y la Anglo-Paraguay Land Company se convirtieron durante un largo tiempo en grandes terratenientes del país. Esta última estableció el efímero Banco del Paraguay y Río de la Plata (1889-1895), en el que el gobierno paraguayo tenía una participación del 25 por ciento y estaba autorizado a emitir billetes y monedas en Paraguay.
En 1889, el Ferrocarril Central del Paraguay, de propiedad estatal, fue vendido a una empresa inglesa, Perry, Cutbill de Lungo & Co., pero posteriormente pasó bajo control argentino. No fue sino hasta 1920 que el británico Bank of London and South America, precursor del Lloyds Bank, se convirtió en el primer banco extranjero en operar en Paraguay.
La ausencia total de diplomáticos británicos en Paraguay después de la guerra plantea por sí misma serias dudas sobre la tesis del cuarto aliado. Desde principios de 1872 había un cónsul francés en Asunción (d’Abzac); el 4 de octubre había un cónsul italiano (Assensio y Ximenes) y el 9 de abril de 1873, un cónsul alemán (Heinrich Mangels). En contraste con la presencia de estos representantes consulares de tres países europeos muy poco después de la guerra, no hubo presencia diplomática británica en el país hasta una década después, cuando el 2 de marzo de 1882, George Glynn Petre, embajador británico en Argentina, fue acreditado también como ministro plenipotenciario de Gran Bretaña ante el Paraguay. Esto es difícil de comprender si se acepta que, según la tesis, los objetivos imperiales y los intereses económicos británicos eran detrás de la Guerra de la Triple Alianza. Si el gobierno británico realmente había obtenido una contundente victoria imperial a través de la guerra, como sostiene la tesis, entonces la reiterada negativa a establecer una representación diplomática en Paraguay parece muy extraña.
El comportamiento del gobierno británico hacia el programa de colonización Granjeros de Lincolnshire en particular ofrece poco apoyo a la tesis del cuarto aliado. Si se acepta el componente central de la tesis: que el imperialismo británico fue la principal fuerza que financió el esfuerzo bélico y era un importante beneficiario de la guerra, entonces es difícil entender por qué el gobierno británico mostró una actitud tan negativa a este gran proyecto de settler colonialism, colonización de colonos, tratando abiertamente de disuadir a los emigrantes potenciales de unirse antes de que comenzara y llevándose las manos a aquellos que lo hicieron una vez llegados al Paraguay.
Gran Bretaña tampoco ejerció presión sobre los altamente dependientes gobiernos de posguerra en Asunción para atender a las necesidades de los colonos. En cambio, subcontrató esta responsabilidad - sin remuneración - a los representantes diplomáticos de Francia e Italia. En la medida en que los colonos abandonados enfrentaban al hambre y a la muerte, el poder imperial del Royal Navy ni siquiera fue empleado para salvarlos. La experiencia de los Granjeros de Lincolnshire sugiere un mínimo interés británico en Paraguay en la década de 1870 y pone en duda la argumento central de la tesis del cuarto aliado.