INTRODUCCIÓN
El fútbol, sin duda, es el fenómeno deportivo más global. Sobre él se tejen una serie de discursos políticos, económicos y mediáticos que lo han convertido en el espectáculo más popular del mundo no solo desde el ámbito deportivo, sino cultural, en el fútbol se mezclan sentimientos nacionalistas cuando juegan países o ideológicos cuando es un partido entre clubes, incluso cuando una selección nacional juega y en un punto de éxtasis deportivo la división de clases sociales desaparece temporalmente. Esta conexión entre deporte, política, economía y pueblo, en su sentido amplio, hace que el fútbol sea un espacio ideal para el debate social y académico, debido a que es una potente mercancía cultural, una fábrica de ventas de jugadores y souvenirs, así como una herramienta de la política internacional convertido en un soft power.
El propósito de este artículo es abordar al fútbol por fuera de los márgenes del deporte y ubicarlo como un escenario de tensiones geopolíticas, que en ciertas ocasiones han reemplazado al diálogo internacional y en otras ha servido para “maquillar” problemas dentro de los países.
El objetivo propuesto en este trabajo es cartografiar desde varias miradas teóricas al fútbol, con el fin de comprenderlo como el fenómeno cultural más global, y quizás el más importante del mundo contemporáneo, y de esta forma buscar las relaciones existentes con la geopolítica, la economía y la cultura. Antes de abordar este tema se vuelve necesario puntualizar dos aspectos que, según Pierre Bourdieu (1996), son inevitables para comprender al deporte:
1) Es necesario pensar el espacio de las prácticas deportivas como un sistema de valores distintivos de cada cultura.
2) Es preciso poner en relación los espacios deportivos y los espacios sociales donde se expresan los deportes.
Por ello, y siguiendo a Bourdieu (1983), la especificidad del campo deportivo no es autónomo de las condiciones sociales y económicas presentes en una sociedad, adquieren significativos cuando se localizan dentro de un contexto histórico y social.
Para una lectura más fácil y comprensible, este trabajo se encuentra organizado de la siguiente manera; en primer lugar el abordaje de la historia del fútbol que permite conectar con la globalización y su consolidación como un poder mediático y político, en un segundo momento se ubica el poder político del fútbol que trasciende el orden deportivo para situarlo como herramienta geopolítica de ciertos regímenes, y finalmente concluir con los mundiales de fútbol, que remplazan, en cierto modo, a los escenarios bélicos.
Una mirada histórica, sobre el fútbol
Eric Hobsbawm junto a Terence Ranger (2002) argumentaron que las tradiciones constituyeron uno de los elementos más importante en los procesos de estabilidad de los llamados Pueblos sin Estado. Ubicando al fútbol y a los deportes como un proceso de “invención” de los Estados modernos, que han funcionado como una alteridad frente a las políticas tradicionales de conformación de los Estado-nación.
Para Norbert Elias y Eric Dunnig (1992) el deporte forma parte de la modernidad, que funciona como un mecanismo de control social y uso político, nacido de las normas de cortesía provenientes de las cortes europeas, llamado “buenas maneras” destinado a intervenir los comportamientos agresivos de los sujetos.
Desde finales del siglo XIX, el fútbol tiene un vínculo estrecho con el fortalecimiento de la sociedad inglesa, a través de las escuelas públicas y de las universidades.
Esta visión fue diluyéndose hasta convertir al fútbol en un entretenimiento destinado a los obreros de las fábricas británicas, núcleo para su desarrollo, masificación y empoderamiento global. Para el año de 1863, asegura Sergio Segurola (1999), el fútbol toma dimensiones reglamentarias creándose sus 17 leyes fundantes, por parte de la internacional Board, entre las más importantes: la dimensión de la cancha, de las porterías, la función de los árbitros, estas leyes dieron paso a la institucionalidad en 1904 de la Fédération Internationale de Football Association, (FIFA), por representantes de las siguientes instituciones: Unión Belga des Soecitas de Sport, Dansk Boldspil Unión, Madrid Football Club, Unión des Soecitas Françoise de Sport Athlétiques, (Nederlandsche Voetbal Bond, Svenska Bollspells Förbundet, Asociación Suisse de Football, Deutscher Futbol-Bund.
Para Tamir Bar-On y Luis Escobedo (2019), la creación de la FIFA hay que comprenderla desde una mirada geopolítica donde el colonialismo europeo aún dominaba el panorama internacional. Históricamente, este deporte puede ser encasillado como un discurso expansionista del poder británico que, desde sus inicios, se desempeñó como una forma de control hacia los colonizados y subalternos.
La expansión global del fútbol fue llamada por Harold Perkin, citado por Dunning (2009), como el “Imperio Británico informal”. Así desde el siglo XIX, el fútbol se extendió a toda velocidad y conquistó rápidamente el mundo, “con una excepción: la India, con todas las clases confundidas en su seno” (Bromberger, 1999, p. 112).
El fútbol como fenómeno social se dio gracias a la expansión de los flujos de intercambio (comercio y educación) y a la migración británica. Además, de “la participación de países de fuera de Europa en la sociedad internacional se hizo patente cuando los clubes británicos empezaron a visitar los países más importantes del Imperio y América Latina” (Robertson, Giulianotti, 2006, p. 17).
El auge del fútbol para Elias y Dunning (1992) se dio gracias a que ofrecía una mayor autonomía individual y social a los colonizados y marginados sociales en los territorios bajo dominación británica que, a diferencia de otros deportes británicos, como el criquet y el rugby populares en el Reino Unido, que fueron reservado para los ciudadanos de este país y sus descendientes. En este sentido, el fútbol fue importante para crear élites locales y desafiar la colonización europea, incluso ha sido “el instrumento de los sectores dominantes criollo-mestizos para mantener y prolongar el colonialismo interno” (Villena, 2016, p. 6).
Sin embargo, los subalternos usaron al fútbol para resistir la dominación. Por ello, “el fútbol debe así ser visto como una institución a través de la cual la dominación no es solamente impuesta, sino también contestada; una institución en la que el poder está constantemente en juego” (Messner, 1992, p. 33).
En América Latina para Pablo Alabarces (2018), el fútbol tuvo como inicio 1884, cuando el escocés Alexander Watson Hutton fundó el Buenos Aires English High School, donde se introdujo en los programas de educación la práctica de este deporte. Adicionalmente, la inversión en la construcción de líneas férreas, cuyo capital era británico, ayudaron a la masificación del fútbol.
Posteriormente, es masificado en las clases pobres y medias y los clubes toman una identidad territorial desde Buenos Aires hacia las otras provincias argentinas. Esta historia puede ser asumida de forma similar, en gran parte de Sudamérica, los intereses británicos propagaron el gusto por el fútbol, que:
[…] se transforma en una actividad total, quizás de las mayores que haya existido a lo largo de la historia de la humanidad, abarcando no sólo el espacio del trabajo, del ocio y el entretenimiento, sino también involucrado a la economía, la política, cultura, la sociedad, la tecnología” (Carrión, 2014a, p. 94).
Globalización del fútbol
En 1974, el brasileño Joao Havelange fue elegido presidente de la FIFA, la principal característica de su administración fue la agresiva expansión y mercantilización global de este deporte, junto a marcas comerciales, la expansión fue más fácil, rápida y efectiva. De esta forma, “el fútbol es realmente un fenómeno universal, mucho más que la democracia o la economía de mercado” (Boniface, 2018, p. 5).
Roland Robertson y Richard Giulianotti (2006) argumentan que el fútbol es un producto de la globalización en su última etapa, que corresponde a la tercera fase de expansión.
Desde la década de 1870 hasta mediados de los años 1920, anuncian la cristalización definitiva de los cuatro puntos de referencia básicos de la globalización, que son los propios individuos, las sociedades nacionales (Estados nación), el sistema mundial de naciones (relaciones internacionales) y la humanidad” (Robertson y Giulianotti, 2006, p. 21).
En esta etapa el fútbol y otros deportes pasaron a convertirse en sustitutos a los conflictos armados.
La sociedad internacional del fútbol se estableció en el escenario de los Estados-nación, por lo que las asociaciones nacionales debían registrar sus clubes y jugadores y organizar encuentros internacionales con elementos nacionales (como banderas, himnos, colores nacionales y la presencia pública de cargos importantes” (Robertson y Giulianotti, 2006, p. 23).
Esta globalización implica una mirada crítica a los sistemas políticos internacionales, debido a la creación de un imaginario territorial y nacionalista, tanto de las selecciones nacionales como ciertos equipos de fútbol, que pueden reemplazar a los Estados como legitimadores de políticas de identificación cultural, de esta forma:
Los procesos de globalización promueven una reconfiguración de las relaciones entre identidades y territorialidades que se manifiestan en la conformación de nuevas identidades sub, trans y supraestatales, lo cual tiene su contraparte en la erosión del sentido cmún nacionalista con el que hasta el más profano de los seres humanos -con las excepciones del caso, por supuesto- percibía, valoraba y actuaba socialmente […] (Villena, 2002, p. 150).
de los efectos visibles de la globalización del fútbol es encontrar en las calles de muchas ciudades del mundo indumentaria de equipos como: el Barcelona, Manchester United, Juventus, Boca Juniors o River Plate. Por ello, los equipos modernos funcionan como empresas multinacionales, convirtiendo al “fútbol en el primer imperio auténticamente global y, a diferencia de otros, se ha ido extendiendo por todo el planeta de manera pacífica y sin necesidad de imponerse” (Boniface, 2018, p. 9).Uno
La globalización de la Champions League, la Copa Libertadores de América, la Premier League Inglesa, la Liga Española o la Serie A italiana son el mejor ejemplo de esta globalización, sus trasmisiones tienen alcance planetario. Aquí no solo se mira fútbol, sino que las marcas empresariales se posesionan para un mercado de millones de consumidores.
Otro ejemplo de la globalización del fútbol es la Ley Bosman de 1995, Jean-Marc Bosman exfutbolista belga, que acudió en 1995, ante el Tribunal de la Unión Europea en Luxemburgo, quien dictaminó que era ilegal que los clubes cobraran por un traspaso cuando el contrato había concluido. Para Sandra Gil (2002), esta ley permite que los jugadores de países pertenecientes a la Unión Europea no ocupen la plaza de extranjero en los clubes de este continente. Los jugadores que no pertenecen al espacio de la Unión Europea necesitan de un permiso de trabajo. Esta ley masificó la migración de futbolistas, incluso jugadores de otros continentes acudieron a nacionalizarse de cualquier país de la Unión para jugar sin necesidad de ser considerados como extranjeros.
El poder político del fútbol
No hay duda, el fútbol constituye parte de la geopolítica contemporánea, que se ha extendido a nivel global gracias a la FIFA, las empresas multinacionales y los medios de comunicación, que utilizan a este deporte como parte de la política internacional. Desde esta posición, se puede argumentar, por lo menos, tres dimensiones políticas:
1. Ideológico: funciona como una forma de crear imaginarios sociales de representación y pertinencia social. La ideología hace referencia más a un equipo de fútbol que a una selección nacional.
2. Militancia: como si se tratase de un partido o grupo político, el fútbol crea discursos de afinidad a un club, debido a que es “portador de un universo simbólico único, bajo una idea común, que tiene dos modalidades: la irradiación de la filosofía del club (centrífuga) o la recepción de una externa (centrípeta). La fidelidad y creencia, como militancia, permiten reseñar el significado de la hinchada como actor político (barras) y de la FIFA como ONG supranacional” (Carrión, 2014b, pp.30-31).
3. Propaganda: convierte al fútbol en un espacio de marketing para promocionar marcas comerciales, futbolistas y políticos, con sus ideas “aprendemos sobre la cultura más amplia, la geopolítica, las relaciones internacionales, las artes, la política, el marketing, la religión e incluso el sentido de la vida” (Bar-On, 2018, sp).
Relacionando estas dimensiones, se puede conjugar la idea de que el fútbol es un articulador de identidades locales e internacionales, que gracias a los discursos mediáticos y políticos trascienden las clases, étnicas e incluso religiosas.
La penetración del fútbol en las sociedades europeas fue tan fuerte que incluso los conflictos armados no fueron impedimento para la expansión de este deporte, que fue masificado ampliamente antes de la Segunda Guerra Mundial y había pasado de ser un juego de aristócratas del siglo XIX, a una actividad que engloba gran parte de la sociedad occidental.
Para Bromberger (1999) Benito Mussolini, Adolf Hitler y Francisco Franco, aprovecharon la popularidad de este deporte para la consolidación de sus intereses políticos. En el caso de Mussolini tomó control de la organización del mundial de fútbol de 1934, celebrado en Italia y coronándose su selección como campeona. Con ello, la popularidad de Mussolini creció, y por primera vez el fútbol, se convirtió en una herramienta política.
Por su parte, Hitler eliminó de la selección alemana a todo jugador que no compartía el ideario cultural ario, incluso anexó Austria a Alemania y usurpó sus símbolos nacionales, permitiendo que el fútbol saque provecho, lo que condujo a la formación de una selección nacional alemana mucho más poderosa, gracias a los austríacos. Oliver Hilmes (2017) sostiene que Hitler no prestaba mucho interés por el fútbol, pero sí entendió que era muy importante para el pueblo. Fue Josep Goebbels quien pudo llevar la política al fútbol alemán para el provecho de los nazis.
En España, que se encontraba en una Guerra Civil, Franco abiertamente apoyaba al Real Madrid y con ello el ideario de una españolización de todo el territorio; en contra, de manera particular, del nacionalismo catalán y vasco. “Franco financió económicamente al Real Madrid para adquirir jugadores y crear un equipo poderoso y conquistar Europa. En resumen, a lo largo del siglo XX, el fútbol representó una importante plataforma para la demostración de nacionalismos exacerbados” (Foer, 2005, p. 23).
Manuel Vázquez Montalbán sostenía que “[…] el más pequeño responsable de un club pesa socialmente más que la más alta autoridad, y su capacidad de movilizar a las masas es muy superior” (1999, p. 63). Por ello, el fútbol se ha convertido en uno de los temas principales de las relaciones geopolíticas contemporáneas.
Sin duda, la FIFA más que una institución deportiva es una multinacional que funciona en doble vía, parece un Estado moderno que controla la política de sus miembros, pero también opera bajo una lógica empresarial, controlando ingresos millonarios, incluso tiene más poder político y económico que muchos países soberanos.
Políticamente, el fútbol es tan importante que son 211 federaciones (países) que pertenecen a la FIFA y se agrupa en: Asian Football Confederation, (AFC), en Asia, la Confédération Africaine de Football, (CAF) en África, la Confederación de Fútbol en Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, (CONCACAF), la Confederación Sudamericana de Fútbol, (CONMEBOL), en Sudamérica, la Union of European Football Associations, (UEFA), en Europa y la Oceania Football Confederation, (OFC) en Oceanía.
Política y económicamente para los países parece que pertenecer a la FIFA es más importante que ser miembro de la ONU, convirtiendo al fútbol en parte de un reconocimiento internacional y con ello fomentar una identidad nacional y una sociedad más desarrollada y estable.
Por ejemplo, Palestina no es reconocida por la ONU, pero para la FIFA su selección nacional de fútbol tiene plenos derechos y su voto vale igual que el de Israel. Otros ejemplos, Hong Kong o Macao gozan de estatus especial dentro de China, por lo que no están en la ONU, pero sí tienen presencia en la FIFA. Existen muchas islas en el Pacífico Sur que pertenecen a la FIFA: las Islas Cook, Nueva Caledonia, Samoa estadounidense y Tahití; en América tiene estatuto reconocido: Anguilla, Aruba, Bermudas, Curazao, Islas Caimán, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes Estadounidenses y Montserrat. Reino Unido también es un caso particular: para las Naciones Unidas es un solo país, mientras que en la FIFA se divide en: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. La lista de países que pertenecen a la ONU y no a la FIFA son siete: Islas Marshall, Kiribati, Micronesia, Nauru, Palau, Mónaco y Tuvalu.
Los mundiales de fútbol, el reemplazo de los escenarios bélicos
Cada cuatro años se lleva a cabo el mundial de fútbol, el juego pasa a tener una connotación internacional, es como una vuelta a las viejas guerras entre naciones, sólo que el campo de batalla ahora son los estadios. El fútbol se ha convertido en una continuación de la guerra política a escala global. “[…] el mundial de fútbol se ha convertido en “la batalla más seria del mundo” (Boniface, 2018, p. 11).
Los mundiales no sólo son un espacio de juego, sino que en la cancha y en las graderías se pone en disputa la identidad y el orgullo de las naciones.
Las hinchadas se perciben a sí mismas como el único custodio de la identidad; como el único actor que no produce ganancias económicas, pero que produce ganancias simbólicas y pasionales; frente a la maximización del beneficio monetario, las hinchadas sólo pueden proponer la defensa de su beneficio de pasiones, de su producción de sentimientos puros (Alabarces, 2008, p. 27).
En el contexto de las relaciones internacionales, el fútbol se ha convertido en un prisma que refleja las diversas controversias entre los Estados. Es así como este deporte, y siguiendo a Joseph Samuel Nye, se ha convertido en un “soft-power”. Este tipo de poder para Nye involucra coerción y uso de la fuerza para lograr determinados objetivos que pretenden los actores internacionales. El “soft-power” se constituye como un mecanismo de poder sin necesidad de la coerción. Por tanto, “hace que otros deseen el mismo resultado, coopta a las personas en vez de coaccionarlas” (Nye, 2004, p. 5).
De ahí que el fútbol, entendido desde esta lógica, es una forma para manipular a los países pobres para que apoyen o no las candidaturas de los países organizadores de copas mundiales, el fútbol -como poder blando- se relaciona a la enorme importancia que se le ha otorgado a la FIFA; que incluso va por encima de las leyes internas de los países asociados y su poder ha conllevado que muchos países que tienen graves conflictos ideológicos, económicos, políticos y geográficos; por ejemplo, Estados Unidos, Irán o Corea del Norte se someten a las mismas disposiciones que emana esta institución.
Este poder blando puede lograr efectos muy parecidos al poder duro, es utilizado para la extorsión y presión internacional. En este punto, el fútbol, y los deportes en sí, como lo escribió George Orwell (1945) puede ser considerado como “la guerra sin disparos”. Existen varios ejemplos sobre lo que puede ocasionar el enfrentamiento extradeportivo. Las olimpiadas Moscú (1980), no participaron Estados Unidos y varios de sus aliados occidentales. En una acción recíproca, en las olimpiadas Los Ángeles (1984), la Unión Soviética no asistió, junto a los países del Pacto de Varsovia.
Estos boicots, aunque no generan conflictos armados, si utilizaron al deporte como estrategias políticas para chantajear a países pobres que necesitan ayuda económica, política o militar. Futbolísticamente, los boicots han estado presentes desde el inicio de los campeonatos mundiales de fútbol. Así en el mundial de Italia 1934, la selección de Uruguay, primera campeona del mundo, en protesta por la ausencia de este país en el campeonato de 1930 no asistió. En el mundial de Francia 1938, Argentina y Uruguay no asistieron, las causas fueron el reclamo porque Europa ya había sido sede en dos mundiales seguidos y existía un compromiso para la realización de un mundial en Europa y el siguiente en Sudamérica.
Para Sergio Villena (2014) los campeonatos mundiales se suspendieron por la Segunda Guerra Mundial, retornando en Brasil 1950. En la Copa del Mundo Inglaterra 1966, 16 países africanos no participaron de las eliminatorias en señal de protesta por el número reducido de plazas asignadas por la FIFA, su cupo equivalía a 0,5 de los participantes, el éxito de este boicot africano solo se pudo concretar en el mundial de España 1982.
Los mundiales se han convertido en los nuevos “territorios” de luchas, donde los países pequeños o pobres tiene su revancha histórica, las superpotencias militares, tecnológicas y económicas no reinan, ni imponen sus decisiones así, Estados Unidos, China y Rusia, muchas veces son espectadores, mientras Nigeria, Costa de Marfil, Chile o Uruguay son protagonistas. Los mundiales de fútbol simbólica e históricamente son la revancha de los colonizados sobre los colonizadores, y una forma metafórica de conquistar las tierras europeas.
En el último mundial de Rusia 2018 no sólo fue considerado como uno de los mejores de la historia, como lo ha mencionado el artículo periodístico de Duncan Alexander en la cadena inglesa de noticias BBC (2018) sino que detrás se llevó a cabo un enfrentamiento geopolítico entre Rusia y Estados Unidos. Para Moscú este evento no sólo fue deportivo, sino que fue la oportunidad para maquillar algunas imágenes negativas del Gobierno de Vladimir Putin, especialmente las denuncias sobre la violación de derechos humanos, la promulgación de la ley contra los derechos de los homosexuales, los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014 (Sochi, Rusia), donde la delegación rusa fue acusada de dopaje, según el Informe McLaren, de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), y la anexión de Crimea, que estaba localizado en territorio ucraniano.
Estas acciones conllevaron a una serie de sanciones económicas y políticas contra Rusia que en su mayoría provenían, y lo siguen siendo, de Estados Unidos. De ahí que, para este país, la realización de la Copa Mundial de Fútbol se convirtió en un asunto de Estado, muy diferente a otros mundiales, dado que ponía en juego su poder blando (soft power) a escala mundial. En este sentido, Boniface argumenta “que se quiere mostrar al mundo que Rusia no es ese país repulsivo que nos describen, que la gente puede ser bien acogida, que hay infraestructuras de primer nivel” (2018). Para ello se debía mostrar la cara moderna y amigable de Rusia, por tal razón los juegos se realizaron en la Rusia Occidental, facilitando la movilidad de turistas, además de ser la parte cristiana y cercano a Occidente.
Economía global del balón
No cabe duda de que el fútbol ha cambiado, los clubes no solo constituyen una parte del patrimonio cultural y sentimental de ciudades, y las selecciones no solo representan imaginarios colectivos de identidades nacionales, más allá de esta mirada, detrás del fútbol los intereses financieros han sido los que han movido este juego. Al igual que la economía global, el fútbol ha tenido crisis, especialmente los clubes se han visto obligados a restructurarse y asemejarse a empresas multinacionales para sobrellevar la crisis, vendiendo sus activos, cambiando de dueños e incluso romper tradiciones de no auspicios en sus indumentarias.
Este deporte no sólo se juega en los estadios, también se lo hace en el terreno económico, incluso, aquellos países sin tradición futbolística han encontrado una manera para ganar dinero, como es el caso de los países árabes y del sudeste asiático que, en una vuelta de torque, comenzaron a colonizar el fútbol europeo como dueños o accionistas de equipos. Como lo menciona Dorsey (2017) Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahyan es accionista del Manchester City, Peter Lim compró el Valencia de España, Chen Yansheng RCD Espanyol, Nasser Al- Khelaifi, Paris Saint Germain, Steven Zhang, Inter de Milán, reconfigurando el mapa global del fútbol.
Esta mirada económica y política del fútbol tiene su punto de inicio en el mundial de 2010 realizado en Sudáfrica y posteriormente Brasil 2014 y Rusia 2018, países que conforman el bloque económico BRICS, y al que se incluye Qatar 2022. De esta manera, el fútbol ha disimulado una democratización en la elección de las sedes de los mundiales, pero ante todo las imposiciones políticas y económicas han imperado. En el caso de Qatar “la ambición del emirato en materia de fútbol es manifiestamente global, utilizando los efectos del Mundial como un arma de soft power para consagrar su influencia planetaria y dopar su economía” (Boniface, 2018, p. 11).
En este contexto, Qatar ha dejado de ser una nación que depende del petróleo y hoy es uno de los inversores más importantes en occidente, concentrándose en los núcleos duros de las economías capitalistas como: la tecnología, el comercio, los sistemas financieros y por supuesto el fútbol. En este contexto:
Catar está tratando de convertir el fútbol en parte de su identidad nacional. Tienen un enfoque estratégico, no es sólo cuestión de reputación, sino parte de su estrategia de seguridad y defensa. Todo lo que hace Qatar parece marketing. Y lo es, aunque no en el sentido comercial, sino en término de reputación, de soft power. Para ellos la diplomacia ya no es del Ministerio de Relaciones Exteriores, sino una expresión cultural. Y el fútbol es una forma de llegar a toda una comunidad a la que, como Estado, nunca llegarías (Dorsey, 2017, p. 3).
medio del Fondo Qatar Sports Investments (QSI), ha conquistado el mundo deportivo de Europa. Así tenemos que el jefe del Estado Emir Tamim Bin Hamad Al Thani, junto a Nasser Al Khelaif, compraron el equipo París Saint Germain (PSG) en 2012, invirtiendo más de mil millones de euros. Gilles Dumas argumenta que:Por
Con el fichaje de Neymar, los cataríes del PSG pretenden demostrar que su proyecto deportivo sigue más vivo que nunca y que no les falta poder financiero, a pesar de la crisis que se vive por la decisión de Arabia Saudita (2017, p. 2).
Esto a pesar de que los sauditas declararon un boicot a Qatar por presunto financiamiento o refugio de organizaciones terroristas. Por ello:
Para Qatar, el PSG es una inversión de Estado, una cuestión de prestigio, su mejor ventana al mundo. Les da igual lo que cueste. Para ellos, gastarse 222 millones de dólares con Neymar es igual que cuando Francisco I, rey de Francia, se apoderó de Leonardo Da Vinci para una exposición en el siglo XV” (Dumas, 2017, p. 3).
DISCUSIÓN
El éxito del fútbol es su simplicidad como práctica deportiva, un balón y un pequeño espacio físico es suficiente; y como espectáculo mediático entretiene a las masas. El fútbol no sólo es el deporte más popular del mundo por el número de aficionados, sino que representa uno de los negocios más lucrativos y poderosos, sus dirigentes tienen tanto poder como el presidente de cualquier potencia mundial.
El colonialismo “institucional” se mantiene y está en constante crecimiento. El epicentro comercial, deportivo y político se encuentra en Europa, donde se crean y difunden las políticas sobre el fútbol, incluso futbolistas sudamericanos y africanos son, en su mayoría, la “fuerza de trabajo”. Sin embargo, el dominio financiero poco a poco se va traspasando a los empresarios petroleros (árabes y rusos) y los tecnológicos (chinos).
Este escenario convierte al fútbol en un importante núcleo de investigación social que puede ser abarcado desde dimensiones histórica, cultural, económica y política, y de manera particular sobre los procesos de globalización. Por tanto, este deporte ofrece miradas diversas para entender las dinámicas sociales contemporáneas.
Los futbolistas no sólo alcanzan niveles de superestrellas, sobre sus imágenes se levantan idearios de santidad, de identidad y unión nacional, por ello son figuras que, en muchos casos, representan personajes a los cuales hay que emular.
Este deporte es un campo pedagógico que permite entender y practicar las reglas sociales, además ofrece una mirada positiva sobre el esfuerzo y el sentido colectivo para el orden social.
La enorme influencia económica de la FIFA está determinada por el monopolio que ejerce el fútbol, su poder es tal que rompe con la lógica capitalista contra de los monopolios. Organiza, vende los derechos televisivos, negocia independientemente con las multinacionales, es una institución que se gobierna para sí, al menos en lo financiero.
Sin duda, el fútbol se ha convertido en la nueva política internacional, la FIFA es tan importante como pocas instituciones de alcance global y además de ser determinante en la economía global, de esta manera, pocos son los países que han cuestionado de forma directa la política el accionar de esta institución. Su poder va más allá de los Estados, sus leyes son casi intocables por la justicia interna. Pero su poder real es el simbólico, que es capaz de opacar los principales debates internacionales, lo importante es que el balón ruede.
Desde una mirada de la economía, por lo menos hay dos motivos, por los que el fútbol tiene interés geopolítico. El primero es que sobre él se pueden observar los diversos comportamientos de los mercados. Mientras que, en el segundo, las diversas políticas e incentivos que ofrecen los Estados para la divulgación del fútbol, casi monopolizando su práctica. De esta forma, el fútbol es quizás lo más universal que hemos tenido como civilización humana, mucho más global que la democracia y la guerra.
Sin duda, este deporte ha traspasado las líneas deportivas y se ha instaurado como un fenómeno político y económico, y aquí radica múltiples miradas para la investigación en Ciencias Sociales. Así tenemos, que desde la sociología puede ser abordado como un constante escenario de luchas simbólicas, la antropología como un deporte donde se despliega ritualidades diversas que evocan rivalidades locales, nacionales y mundiales, desde la comunicación los imaginarios que se produce alrededor de la fiesta del fútbol; y de las relaciones internacionales como este deporte se ha convertido en una herramienta de presión internacional, que socaba a la política del diálogo.
CONCLUSIONES
El fútbol cada vez, y de manera recurrente, pierde el sentido de competencia deportiva para instaurase como un asunto mercantil y geopolítico, en este primer punto, es más importante las ganancias económicas de los clubes y de la televisión que del aspecto lúdico, instaurándose una especie de dictatura de las ganancias monetarias, en lo referente a la política es un asunto público de los Estados que lo necesitan para seducir a la población y controlar a la población con discursos efímeros de felicidad.
Por ello, el fútbol se ha convertido en un espejo de las sociedades, donde se observa diversas pulsiones, la exaltación al nacionalismo más complejo, y la consolidación del capitalismo voraz por parte de las elites económicas, sin embargo, también es, de los pocos, espacios de apropiación de las clases populares.
Por último, ya no se puede seguir sosteniendo que el fútbol es solo una mercancía nociva para el pueblo, como un elemento enajenador, destinada a la explotación y miseria de la gente y de los jugadores, esta mirada reduccionista impide entenderlo como un fenómeno global donde millones de personas, ricas o pobres son seducidas y atrapadas por la sencillez del juego, pero la profundidad política.