Un premio científico refleja un incentivo: económico, social, de avance profesional o curricular. Pueden llegar a definir consecución de un trabajo incluso, o la permanencia en uno. Puede motivar a los autores a realizar publicaciones más profundas. Pero también puede desmotivar a quienes amerizaron ganarlo y no lo pudieron. Además puede contribuir a la falta de diversidad en los niveles superiores1).
Los premios elevan los perfiles y aumentan la credibilidad de los investigadores. Pero no solo impulsan la carrera de los autores ganadores, sino que también refuerzan los sesgos. En general los premios son ganados por un grupo relativamente pequeño e interconectado a otros que también reciben premios1).
Una clásico ejemplo de esto son los premios Nobel. Existe una preponderancia eterna de varones (solo 6% de mujeres) y blancos. Además, de las 10 instituciones donde trabajaban los laureados más repetidas, nueve están en suelo estadounidense. Esto demuestra que los procesos y políticas de selección son inequitativos o carecen de transparencia, y hacen que este premio tan importante a nivel mundial tenga una falta de diversidad entre los ganadores1).
Otro sesgo de los premio Nobel es que enfatizan la idea del “lone genius” (genio solitario): premian a una o a un pequeño número de personas, y desertan las contribuciones de colegas o el trabajo en equipo2.
Se encuentran aquí el efecto Matilda y el efecto Mateo. El efecto Matilda es un sesgo inconsciente en el cual se otorga al homólogo masculino el hallazgo de las mujeres. La explicación del efecto Mateo se simplificado por la frase de Percy Bysshe helley «el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre». En otras palabras, otorgar premios a quienes ya son prestigiosos en relación a autores menos conocidos2).
En una encuesta realizada por la Real Sociedad de Química de Londres sobre a qué nivel debería ser reconocido, la opción más frecuente fue “personas individuales”3).
Los premios y galardones deberían ser un mecanismo para compartir nuevos avances con una variedad de audiencias diferentes y deberían reflejar el impacto de la investigación, la innovación, el compromiso y la enseñanza. Además deben reflejar la diversidad de nuestra comunidad3.
Otro punto que atañe a los investigadores paraguayos es ser catalogado dentro del grupo de minorías a nivel internacional. Y los candidatos de minorías también tienen menos probabilidades de ser nominados para premios por otros, ya que es más probable que las contribuciones de investigación de los grupos subrepresentados no sean reconocidas1).
En este sentido en American College of Surgeons (ACS) y la Americas Hepato-Pancreato-Biliary Association (AHPBA) han implementado becas otorgadas específicamente a postulantes internacionales (no estadounidenses) o incluso latinoamericanos4).
Se ha avanzado bastante en esta disminución de sesgo, pero aún hay mucho camino por andar. Para tratar de disminuir estos sesgos en la premiación a los mejores trabajos del 21º Congreso Paraguayo de Cirugía, se ha establecido una rúbrica detallada para cada categoría, además de una guía de cómo actuar y probables conflictos de intereses con criterios de inhibición. Esperemos sea el inicio de un concurso más neutral para todos.