Cada 30 de abril celebramos el Día del Maestro, fecha en la que recordamos con especial afecto a aquellos que mediante su visión de enseñanza, su sabiduría y amor a la profesión, nos contagiaron el deseo de constante superación y alimentaron nuestra curiosidad científica, poniendo todo de sí por formar una generación de cirujanos con sentido crítico, humanistas y con el arte de la cirugía a la orden para servir a quien la necesite.
Grandes maestros de la cirugía paraguaya han impreso sus experiencias en nuestra revista y nos han enriquecido en nuestros congresos, pero lo más importante es que han caminado
a nuestro lado en el día a día de la vida hospitalaria. Hasta me animo a decir que algunos afortunados pudimos inclusive tener el honor de ser llamados amigos por estos brillantes próceres de la enseñanza.
También nos han dejado dos deberes; el primero para con nosotros mismos, el cual es tratar de igualarlos, o tal vez, incluso ser mejores, tarea difícil pero que puede ser llevada a cabo con el mismo sacrificio que ellos hicieron; y lo segundo, igualmente importante al anterior, que es la de transmitir a los cirujanos más jóvenes lo enseñado por ellos y lo aprendido por nosotros, la calidad científica y moral, que deben ser los pilares para consolidar a nuestra sociedad quirúrgica.
Este número de nuestra revista va dedicado a ellos, a nuestros maestros, a los que ya no están y a los que continúan apostando por una enseñanza de calidad humana y científica.
¡Felicidades Maestros!