INTRODUCCIÓN
En Chile, la diversidad cultural existe desde antes de la República y se ha ampliado a causa de flujos migratorios, llevando a que en el territorio nacional habiten descendientes de los pueblos originarios prehispánicos, conquistadores españoles, migrantes europeos, asiáticos y latinoamericanos que han llegado al país desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del siglo XXI, y los descendientes del mestizaje de entre estos grupos.
Este escenario multicultural demanda de los profesionales de la salud contar con conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que les permitan un desempeño competente en contextos de diversidad cultural (Pedrero, Bernales & Pérez, 2018; Veliz-Rojas & Bianchetti-Saavedra, 2021), de manera coherente con lo planteado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en cuanto a considerar la diversidad cultural en los cuidados en salud (OPS/OMS, 2017).
El contexto de diversidad cultural en el campo de la atención de salud representa un problema y un desafío, pues las diferencias culturales entre pacientes y profesionales sanitarios pueden llegar a expresarse en falta de comunicación y comprensión, afectando los cuidados en salud, pues no solo se trata de pacientes con diferencias culturales, sino que también con necesidades culturales diferentes (Sharifi, Adib-Hajbaghery & Najafi, 2019). Aquí toman fuerza las competencias culturales, definidas como la habilidad que deben poseer los profesionales de salud para incorporar en la atención la visión del contexto social y cultural de cada paciente (Bernales, Pedreros, Obach & Pérez, 2015; Olaussen y Renzaho, 2016; Marek & Németh, 2020).
Las competencias culturales se han convertido en un componente clave en el área de la salud y una necesidad en la atención (Vásquez-De Kartzow, 2018), pues la pertinencia cultural de la atención de salud trasciende lo étnico, ya que implica valorar la diversidad biológica, cultural y social, que debe ser respetada como una responsabilidad profesional y también como una necesidad para mejorar la calidad de la atención, ya que es un factor importante en todo proceso de salud y enfermedad (Torres-López, Munguía-Cortés & Aranda-Beltrán, 2015; Iribarne et al., 2018).
El aprendizaje intercultural debe ser incorporado en la formación y práctica de los cuidados de la salud, a fin de lograr una relación efectiva con los pacientes (Murillo, 2015; Alizadeh & Chavan, 2016), evitando perjudicarlos al existir barreras culturales como el idioma, el nivel educativo y la percepción sobre la propia salud (Suphanchaimat, Kantamaturapoj, Putthasri & Prakongsai, 2015; Yilmaz, Toksoy, Direk, Bezirgan & Boylu, 2017; Origlia et al., 2019).
Algunos estudios señalan que los alumnos de pregrado en carreras de la salud no tienen nociones claras en competencias culturales, debido a que en su formación profesional no reciben contenidos que aborden estas temáticas (Villagrana, 2015), o, si se incluyen, no son parte de una estrategia debidamente planificada (Veliz-Rojas & Bianchetti-Saavedra, 2021).
En el caso particular la Enfermería estas competencias se definen como la combinación de conocimientos, actitudes, valores y destrezas que sustentan un desempeño eficaz y se entiende que ser competente culturalmente es “tener conocimiento, entendimiento y habilidades sobre un grupo cultural diverso que permite (…) proporcionar cuidado cultural aceptable” (Rubio & Rubio, 2020, p.8). En un sentido similar, Gil y Solano (2017, p.550) señalan que la competencia cultural es “la capacidad del profesional de la salud para aportar cuidados basados en las características culturales del individuo o comunidad”, favoreciendo la comprensión cultural del proceso salud-enfermedad-atención. Así, en Enfermería se requiere de conocimiento y comprensión cultural de manera permanente (Orozco & López-Díaz, 2019) a fin de poner en el centro al paciente (Reina, 2018), lo que ha motivado el estudio de las competencias culturales desde perspectivas diversas: los modelos de competencia cultural (Shen, 2015; Gil y Solano, 2017), la medición de las competencias culturales (Pedrero, Bernales & Chepo, 2019; Zarzycka, Chrzan-Rodak, Bąk, Niedorys-Karczmarczyk & Ślusarska, 2020), la sensibilidad cultural (Yilmaz, Toksoy, Direk, Bezirgan & Boylu, 2017), la efectividad intercultural (Yilmaz, Yildirim, Ünlü & Yetim, 2020), la formación en competencias culturales (Véliz-Rojas, Bianchetti-Saavedra & Silva-Fernández. 2019; Majda, Zalewska-Puchała, Bodys-Cupak, Kurowska & Barzykowski, 2021), entre otras.
Acerca de la formación y educación del personal de Enfermería, la competencia cultural es actualmente una necesidad y un deber para otorgar cuidados culturalmente competentes. Cualquier ambiente educativo puede proporcionar oportunidades para promoverlas, aunque el entorno académico tiene mayor impacto (Jeffreys, 2010). Es importante adquirir conocimientos teórico-prácticos idóneos a las necesidades de los pacientes, vinculándolos con habilidades culturales para brindar una atención integral y congruente con la cultura (Díaz & López, 2015), para lo cual la integración de contenidos sobre interculturalidad en los planes de estudio (Linares-Manrique, San Román-Mata, Chacón-Cuberos, Castro-Sánchez & Espejo-Garcés, 2016; De Diego, 2019) y el acompañamiento de reflexión individual y colectiva sobre cómo mejorar el enfrentamiento a situaciones futuras, son claves (Veliz-Rojas, Bianchetti-Saavedra & Silva-Fernández, 2019).
En países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia, la formación en competencias culturales incluye estudios de pregrado y posgrado (Plaza y Soriano, 2009). En España, una treintena de universidades incluyen la transculturalidad en los planes de estudio y países como Eslovenia las han incluido en las curricula de Enfermería (Sánchez-Ojeda, Segura-Robles, Gallardo-Vigil, Alemany-Arrebola, 2018). Mientras que en Perú se ha planteado que es necesario que el enfermero conozca y maneje temas referentes al idioma nativo y el respeto por la cultura de los pacientes (Tuya, 2018), un estudio realizado en Chile concluye que los estudiantes valoran las diferencias culturales con el propósito de reducir las inequidades en salud y promover la justicia social y una atención de calidad (Veliz-Rojas & Bianchetti-Saavedra, 2021).
A partir de lo anterior y dado que el desarrollo de competencias culturales en la formación de pregrado es un componente fundamental para satisfacer las necesidades de los pacientes (Rojo & Navarro, 2016), en este artículo se presentan los resultados de un estudio cuyo objetivo fue analizar las competencias culturales presentes en estudiantes de Enfermería, por medio de la medición del nivel alcanzado en los conocimientos, sensibilidad y habilidad cultural (Alizadeh & Chavan, 2016).
METODOLOGÍA
Tipo y diseño de investigación
La investigación fue cuantitativa, transversal y descriptiva (Burns y Grove, 2004), pues analizó el nivel de competencias culturales que presentan los estudiantes de Enfermería de una universidad chilena, en tres dimensiones: conocimientos, sensibilidad y habilidades culturales. El diseño fue no experimental, puesto que las informaciones fueron recogidas en un ambiente en que no hubo control ni manipulación de las variables involucradas (Hernández, Fernández y Baptista, 2014).
Población y muestra
La población estuvo constituida por estudiantes de Enfermería que en el segundo semestre de 2020 cursaban el sexto u octavo semestre de la carrera, correspondiente a 97 alumnos, los que pasaron a conformar la muestra del estudio (muestra censal). Los criterios de inclusión fueron: estar cursando el 6to u 8vo semestre de la carrera; tener matrícula vigente en el año 2020; haber firmado un consentimiento informado. Los criterios de exclusión fueron: estar cursando solo una asignaturade 6to u 8vo semestre; estar imposibilitado temporalmente por razones de salud para participar en el estudio; presentar dificultades de conectividad para responder el instrumento virtual (puesto que la recogida de datos se realizó mediante plataforma virtual).
Técnicas e instrumentos
La técnica utilizada fue la encuesta y el instrumento de recolección la Escala de Medición de Competencia Cultural para Trabajadores de Salud (EMCC-14), creada en 2016 y validada en 2019 (Pedrero, Bernales y Chepo, 2019). La EMCC-14 considera que la competencia cultural es un constructo multidimensional y multinivel, que contempla la medición de sensibilidad, conocimientos y habilidades culturales (dimensiones) y los niveles individual (profesionales de salud), profesional (prácticas profesionales), organizacional (prácticas y políticas institucionales) y social (políticas sociales). El instrumento permite medir cuán competente, en términos culturales, resulta ser un profesional sanitario.
El EMCC-14 consta de 14 ítems con opción de respuestas escala tipo Likert de cinco (5) puntos: totalmente en desacuerdo = 1; en desacuerdo = 2; ni de acuerdo ni en desacuerdo = 3; de acuerdo = 4; totalmente de acuerdo = 5. En la medición global de presencia de competencia cultural, el puntaje máximo a obtener es 100 puntos y el mínimo 0. Los ítems 1 al 4 miden la sensibilidad cultural, 5 al 8 miden el conocimiento cultural y 9 a 14 miden las habilidades culturales. El instrumento mide también el nivel de competencia cultural para cada componente. Así, en sensibilidad el puntaje mínimo es 4 y el máximo 20 puntos, equivalentes a 0% y 100%, respectivamente, de competencia en sensibilidad cultural. En conocimiento, el puntaje mínimo es 4 y el máximo 20 puntos, equivalentes a 0% y 100%, respectivamente, de competencia en conocimiento cultural. En habilidades, el puntaje mínimo es 6 y el máximo 30 puntos, equivalentes a 0% y 100%, respectivamente, de competencia en habilidades culturales.
Puesto que la investigación se realizó durante el primer año de pandemia por Covid-19 (2020), la aplicación del instrumento se hizo de manera virtual, mediante la habilitación del cuestionario en la aplicación de Formularios de Google (Google Forms).
Análisis de datos
El análisis comenzó con el registro de los datos en una planilla de cálculo de Excel, en la cual se clasificaron las respuestas según las subáreas de competencias culturales estudiadas: sensibilidad, habilidades y conocimiento. Estos datos fueron posteriormente traspasados al programa SPSS versión 19 para Windows. La información resultante fue ordenada en tablas de frecuencia que presentan los estadísticos: media, mediana, moda, desviación típica, mínimo, máximo y rango, por subárea de competencia cultural y total. Además, los resultados fueron representados en gráficos, porsubárea de competencia cultural y total.
Resguardos éticos
En cuanto a resguardos éticos, se siguieron las pautas éticas internacionales para la investigación biomédica en seres humanos del Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas y la OMS, teniendo en cuenta los principios éticos para las investigaciones médicas, contenidos en la Declaración de Helsinki de la Asamblea Médica Mundial. En materia de privacidad y confidencialidad de los datos personales, se siguieron las directrices contenidas en la Ley N°19.628 (Chile) sobre protección de la vida privada. Además, los sujetos encuestados firmaron un consentimiento informado.
RESULTADOS
Los resultados se presentan organizados por subárea, finalizando, a modo de síntesis, con el análisis global de la competencia cultural total.
En la subárea sensibilidad cultural la media es de 71,71 puntos; la mediana es de 75 puntos; la desviación típica alcanza 20,81 puntos y el rango equivale a 100. El 16,49% de los encuestados alcanzó el máximo puntaje de la escala, lo que indica una muy alta sensibilidad cultural; el 49,48% está por debajo de la media; el 8,25%tiene menos de 50 puntos y el 1,03%, con cero puntos, no presenta sensibilidad cultural.
En la subárea conocimiento cultural, la media es de 94,98 puntos; la mediana y la moda son de 100 puntos; la desviación típica equivale a 9,24 puntos y el rango es igual a 50 puntos. El 62,89% de los estudiantes presenta un muy alto nivel, obteniendo el puntaje máximo (100 puntos); seguidos por un 18,56% que tiene un conocimiento equivalente a 94 puntos; y el 9,28% presenta una puntuación inferior a 88 puntos.
En la subárea habilidades culturales, la media es de 83,03 puntos; la mediana es igual a 83,30 puntos; la desviación típica alcanza a 12,73 puntos y el rango equivale a 50 puntos. El 20,62% del estudiantado tiene una muy alta habilidad cultural, con el máximo puntaje (100 puntos); el 41,36 % se ubica sobre los 81 puntos y bajo los 100 puntos, evidenciando una alta habilidad cultural; en tanto que el 2,06% está por debajo de los 55 puntos y sobre los 49 puntos.
En general, la media de competencia cultural total alcanza 83,79 puntos; la mediana es 85,70 puntos; la moda es 87,5 puntos; la desviación típica llega a 10,09 puntos y el rango es de 50 puntos. El 9,28% del estudiantado tiene muy alta competencia cultural, con un máximo de 100 puntos. El 54,64% obtiene un global entre 80 y 100 puntos, lo que indica que son culturalmente competentes.
DISCUSIÓN
Tras la aplicación del EMCC-14 a estudiantes de Enfermería chilenos se observa que, en competencia cultural general, la combinación de conocimientos, sensibilidad y habilidades alcanza altos niveles para desempeñarse en ambientes multiculturales. El puntaje medio es más alto que lo reportado por Pedrero, Bernales y Chepo (2019) para personal de salud en general y enfermeros en particular. Esto, indicaría que los estudiantes encuestados son más conscientes del valor de la diversidad cultural, en lo cual el aumento sostenido de pacientes de diversos orígenes culturales que acuden a centros de salud durante los procesos de práctica profesional es altamente relevante, pues, como exponen Da Silva y Dias (2012), estos futuros enfermeros desarrollan más conciencia de su proceso de crecimiento académico, de sí mismos, valoran la diversidad y van camino a convertirse en expertos del conocimiento cultural aplicado en los cuidados de la salud.
Los resultados en sensibilidad cultural, en comparación a las otras subáreas, son los más bajos. Aun así, la media es más elevada que la obtenida en profesionales de la salud (Pedrero, Bernales y Chepo, 2019). Ambos resultados coinciden en que la sensibilidad cultural, asociada a la comprensión de cómo las propias creencias, valores y actitudes afectan la calidad de atención sanitaria, es la menos lograda por estudiantes y profesionales de la salud, lo cual indicaría un menor desarrollo de la conciencia sobre la herencia cultural, el respeto y la valoración de la diversidad. Estos resultados coinciden con los reportados por Véliz-Rojas y Bianchetti-Saavedra (2021), quienes reconocen que la conciencia cultural y autoconciencia de las dinámicas culturales están menos desarrolladas en estudiantes de carreras de la salud.
El conocimiento cultural presenta la más alta puntuación, siendo superior a la reportada por Pedrero et al. (2020) en profesionales de la salud en general y enfermeros en particular. Según esto, los estudiantes de Enfermería dan más valor al conocimiento relacionado con el impacto social, el estilo de comunicación, el conocimiento sobre los grupos con los que se está en contacto, la migración y el interés por comprender la diversidad cultural asociada a los cuidados de la salud (Pedrero, Bernales y Chepo, 2019). Esto confirma los hallazgos de Véliz-Rojas y Bianchetti-Saavedra (2021), en el sentido de que estudiantes de carreras de la salud poseen habilidades comunicativas interculturales.
En habilidades culturales la media es superior a la presentada por profesionales de la salud (Pedrero, Bernales y Chepo, 2019), Se puede interpretar, entonces, que los estudiantes de Enfermería tienen habilidades culturales para adaptar las intervenciones a diferentes receptores y contextos culturales, y pueden poner en práctica diferentes estilos de comunicación y están abiertos a informarse y familiarizarse con prácticas y estudios acerca de diversidad cultural y atención de salud (Pedrero, Bernales y Chepo, 2019), cuestiones relacionadas con el desarrollo de competencias de empleabilidad reportadas en estudiantes de carreras de la salud (Rojo y Navarro, 2016).
CONCLUSIONES
Los resultados permiten sostener que estudiantes de Enfermería son competentes en las tres subáreas de la competencia cultural: conocimientos, sensibilidad y habilidades culturales. Los conocimientos culturales están altamente desarrollados, en tanto que las habilidades culturales se ubican en un lugar intermedio y la sensibilidad cultural es la que presenta un menor nivel de desarrollo. Aun así, es superior a lo encontrado en profesionales de la salud en general y en enfermeros en particular. Se concluye, que los estudiantes de cursos avanzados de Enfermería cuentan con una base de competencias cognitivas, procedimentales y actitudinales para interactuar de manera pertinente con pacientes de diversos orígenes culturales, así como que serían capaces de adaptarse a contextos multiculturales para brindar cuidados de salud.