El sencillo, barato y multitudinario acceso a la información a través de internet será determinante y obligará, en breve, a cambiar el concepto de Universidad. La sociedad digital y su efecto en la vida cotidiana dará un vuelco a la pedagogía. La informática hará posible una enseñanza individualizada, que podrá estar reforzada con grupos de trabajo. Se hará hincapié en la selección de información. Nacerá una Universidad más abierta, una Universidad, en fin, que puede atender la enorme heterogeneidad e intereses de todo el alumnado.
La enseñanza universitaria, en suma, ha de apostar por el aprovechamiento y las ventajas que brindan las nuevas tecnologías, que permitirán el acceso a la Universidad a un mayor número de alumnos, que pueden acceder acomodándose a sus propios horarios e intereses y una mayor fluidez en la comunicación entre profesorado y alumnado. A tal efecto, las propias universidades han de instrumentalizar medidas que hagan posible el acceso de los alumnos a la red. En definitiva, se ha de apostar por la alfabetización tecnológica. Se trata de aprender a cualquier hora y esto afectará a la tarea del profesorado que también deberá responder a cualquier hora.
En efecto, el impacto tecnológico de las telecomunicaciones provocará que el profesorado tenga que ocuparse de labores más complejas. Entre ellas proponer al alumnado materiales, ayudarles a seleccionar contenidos, y, en definitiva, servirles más de tutor y guía que de transmisor de conocimientos. Los discentes serán cada vez más protagonistas de su propia educación. A internet y a las video-conferencias se irán añadiendo, sucesivamente, generaciones de adelantos tecnológicos aplicados a la educación a distancia. Entre ellos, la tecnología WAP, que combina internet con la telefonía móvil; la tercera generación de telefonía móvil, capaz de transmitir dos megabites de información por segundo; Internet 2, que incorporará un mayor ancho de banda; así como la incorporación en las redes móviles de los sistemas de inteligencia artificial. Poco a poco se pasará de utilizar la tecnología dentro de las aulas a utilizarla como sustituta de las aulas. El paso será progresivo.
La tecnología se aplicará en primer lugar como complemento, para agilizar la búsqueda de información a través de internet (otro uso de la red que empieza a aplicarse son las tutorías virtuales, nueva fórmula de interacción docente-discente). De ahí se pasará a las clases a distancia, a través de videoconferencia, de lo que también existen ya experiencias piloto. El siguiente paso será la consolidación de las aulas virtuales que eliminarán la barrera geográfica a la movilidad de los estudiantes.
En este contexto, primero serán asignaturas y luego carreras completas las que se puedan cursar a distancia. En principio será posible matricularse al mismo tiempo en asignaturas o créditos de todas las universidades del mundo, es lo que se denomina el “metacampus”, cuyo principal freno será que las universidades logren ponerse de acuerdo en organizar los intercambios virtuales. El límite no será tecnológico sino administrativo. El reto será cómo organizar las titulaciones, las convalidaciones y las homologaciones, los procesos de selección, y quién y cómo se evaluará. Los mismos problemas que se producen ahora cuando las universidades intercambian estudiantes.
En cualquier caso, en nuestra opinión, las nuevas tecnologías no eliminarán las aulas, sino que son otra oportunidad más para quienes no puedan acercarse a éstas. Sin embargo, las nuevas tecnologías han de usarse bien, y en la medida de lo posible, compatibilizarse con las clases presenciales, salvo para lograr lo que sería un desastre: el aislamiento, el escaso o nulo contacto personal entre el alumnado, el olvido del placer de la amistad, etc. Sería un error sustituir las aulas por completo, porque la universidad también ha de transmitir valores.
Lo que sí está claro es que la tecnología romperá el concepto de espacio-tiempo y permitirá combinar educación presencial y no presencial, a la vez que posibilitará la aparición de redes de universidades por las que se muevan los estudiantes con naturalidad. Además, todos estos movimientos serán más intensos, a medida que las nuevas generaciones accedan a la universidad.
En este contexto, ante el aluvión de posibilidades que ofrece la red, el profesorado debe orientar y enseñar a utilizar los recursos digitales ante la explosión de los mismos. El profesorado dejará su faceta de transmisor de conocimientos para cumplir el papel de conductor de personas, esto es, habrá de enseñarles a seleccionar los contenidos relevantes, a asimilarlos y a interrelacionarlos y ponerlos en práctica. Y para hacer frente a estos retos, los primeros que hemos de formarnos somos los profesores y profesoras, aunque nuestra función siga siendo la de provocar el aprendizaje y ser grandes comunicadores y conocedores de la materia para poder conducir el aprendizaje de los estudiantes El problema será cómo lograr que los estudiantes construyan “coordenadas coherentes de conocimientos”.