En la actualidad, desde el concepto de globalización que desarrolla alianzas, conexiones, intercambios económicos entre países, entre las formas de vida de los individuos, sus hábitos y sus costumbres, estamos entrando en una nueva forma de concebir el mundo que trasciende fronteras en otros tiempos imaginarios. Esta situación aumenta su impacto con la incorporación de las nuevas tecnologías que prometen expandir logros positivos y progreso de la humanidad para todos. Sin embargo en un mundo como el actual, con fuertes desigualdades entre individuos, entre pueblos, entre naciones, la globalización afecta a la identidad de los sujetos ya que todos no ocupamos el mismo lugar en la sociedad y en la cultura y puede generar procesos asimétricos, generando exclusión y desigualdades en aquellos que no tiene posibilidades de acceder a la red económica, política y cultural globalizada, así como desequilibrios sociales importantes. No olvidemos que el 85% de los bienes del mundo es propiedad de un 20% de la población. Por ello, es necesario asumir que el aprendizaje a lo largo de la vida va a posibilitar el desarrollo del capital humano, entendido como el conocimiento, las capacidades y las competencias contenidas en los individuos que son relevantes para la actividad económica. No obstante, conviene matizar que este desarrollo no sólo tiene lugar en las actividades ejercidas en las empresas, sino también aquéllas desempeñadas en otras circunstancias, como el trabajo voluntario, el trabajo social o el trabajo doméstico. Asimismo, el capital humano debe entenderse como un concepto dinámico, adquirido en escenarios diversos y no limitado a la educación y la formación reglada, sino también en las empresas, la familia, la comunidad, la formación continua, etc., y con un carácter binómico, es decir, individual y organizacional.
En los últimos años, son múltiples las iniciativas, programas y actuaciones que se han puesto en marcha para enriquecer el capital humano desde perspectivas diversas: contenidos (desarrollo de nuevas competencias,...), pedagogía (nuevas metodologías,...), medición y valorización (evaluación de aprendizajes no formales,...), reconocimiento social de los aprendizajes, etc., muchos de ellos haciendo uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. No obstante, será necesario profundizar en la calidad de los procesos y de los productos generados para el desarrollo de las competencias profesionales (estableciendo estándares o referentes mínimos de calidad, difundiendo las mejores prácticas, creando foros de trabajo e intercambio de conocimiento,....), con una especial atención a aquellos colectivos o sectores de actividad con mayores dificultades de acceso a la formación (trabajadores/as de PYMEs, mujeres, jóvenes, inmigrantes,...) con el fin de evitar el riesgo de fractura social entre los que acceden a la información y el conocimiento, y los que quedan fuera de las nuevas oportunidades que ofrece la sociedad del conocimiento. Nuestra Revista es un foro adecuado para ese proceso de indagación y profundización.
Estas reflexiones apuntan a mostrar la gran influencia que hoy ejercen otras instancias de la sociedad, diferentes al sistema escolar formal, en el proceso de educación integral de los individuos. Desde luego, es necesario mencionar también el papel definitivo que juega -y que siempre ha jugado- el sector productivo en la educación de las personas, tanto en lo que se refiere a saberes concretos y específicos requeridos por los trabajadores, como en lo que concierne a la «cultura empresarial» que establece formas de comportamiento, disciplina, observación de normas, relaciones jerárquicas y expectativas de vida. También en este campo la crisis es muy fuerte, pues más allá de los enormes problemas de pobreza, deterioro de la calidad de vida, desempleo, trabajo informal y desinstitucionalización del trabajo profesional, el entorno laboral ejerce un indudable impacto educativo que se refleja en la organización social y en el acceso a oportunidades educativas vinculantes con el conjunto de la sociedad.
Es claro entonces, que la responsabilidad sobre la educación de las personas en una sociedad, en un país o en un municipio, recae sobre el conjunto social, y esta responsabilidad debería ser asumida de manera explícita y consciente a fin de garantizar una mejor calidad de vida para niños, jóvenes y adultos, cuyo bienestar y desarrollo humano están íntimamente ligados a su posibilidad de educación permanente. Esto es lo que hace que la educación sea, por excelencia, un asunto que debe resolverse en el ámbito de lo público.
En un sentido amplio, social, Durkheim ya expresaba que la educación no es para la sociedad sino el medio a través del cual prepara en el espíritu de los niños las condiciones esenciales de su propia existencia. Aplicada al sentido que toma hoy podemos decir que quien posee educación, en el entorno organizativo apropiado, puede adaptarse a las nuevas tareas, en cambio constante, que caracteriza a la nueva época, aun sabiendo que, en el ámbito de las nuevas formas de las decisiones políticas, lo más característico es la incertidumbre que embarga al ciudadano ante la dificultad que encuentra de delegar su voluntad en órganos con capacidad de dar respuestas. Sin embargo no por ello desaparece el poder de la nueva sociedad sino que se desempeña en un nuevo ámbito: allí donde los ciudadanos encuentran déficits estructurales para la pervivencia de su entorno, de su medio social. La política se transforma de este modo en asunto de gestión de la propia ciudadanía, tomando decisiones parta lograr sus fines. Aparece así la participación como una actitud insoslayable en el nuevo ciudadano. Esperamos que se puedan marcar tendencias para la formación a lo largo de la vida que permitan que las relaciones entre los individuos y los vínculos que se establecen entre ellos puedan ser compatibles con la libertad y la autonomía propia de cada individualidad. En este sentido la educación tiene un papel fundamental en ese proceso relacional y de construcción de una identidad propia.