INTRODUCCIÓN
El diseño de una política de cuidados ha cobrado mayor relevancia en los últimos años en Amé rica Latina por la gran demanda social de mayor protección por parte de las instituciones encar gadas de brindar protección social, el gran problema que enfrentan los países, y en entre ellos, el Paraguay, son las formas tradicionales de configuración de la sociedad, donde, el hombre es configurado social y culturalmente como el principal proveedor y las mujeres asumen las tareas de hogar y el cuidado de los niños y de los adultos mayores, a lo largo del tiempo, la realidad va cambiando a medida que las mujeres van especializándose e incorporándose al mercado de tra bajo, pero ellas no dejan de dedicarse a las tareas al interior del hogar y el cuidado de los niños, sino que asumen toda la carga de estar en el mercado de trabajo y a su vez desarrollar labores de cuidado, lo que resulta en un impedimento para conciliar la vida productiva y la reproductiva, lo que implica a la larga, consecuencias económicas que no le permiten lograr mayor autonomía y bienestar.
Muchas veces el no tener la opción de optar entre un trabajo de cuidados “no remunerado” y un trabajo “remunerado” hace que las mujeres opten por trabajos informales de medio tiempo (como mecanismo de adaptación, mal pagados y sin derecho a la cotización al sistema de pen siones o en el peor de los casos terminan saliendo del mercado de trabajo.
Los datos de la Encuesta de Uso del Tiempo del año 2016, es hasta ahora la única fuente de in formación empírica que revela que son las mujeres quienes dedican más tiempo de sus vidas al trabajo doméstico y al cuidado de niños y adultos mayores con la salvedad de que estos trabajos no son remunerados.
En este trabajo se propone pensar un sistema de cuidados que considere al cuidado como un derecho esencial de los ciudadanos y desde una doble consideración; el de las personas que re quieren cuidados y el de las personas quienes cuidan, desde quien da y desde quien recibe.
Según Carrasco (2006) lo que actualmente ha venido a denominarse economía feminista tiene una larga historia que se desarrolla casi en paralelo al pensamiento económico. Aunque es a partir de los años setenta que se inicia con fuerza tanto la crítica metodológica y epistemológica a las tradiciones existentes, como una importante elaboración teórica y análisis empírico; no podemos olvidar a las predecesoras. En el siglo XIX - coincidiendo y, no por casualidad, con la primera ola del feminismo- estas pioneras ya reclamaban el derecho de las mujeres a tener un empleo y denunciaban las desigualdades laborales y salariales entre los sexos.
Siguiendo a Carrasco, el desarrollo de la llamada economía feminista -como línea de investiga ción propia y cuerpo teórico específico- ha tenido lugar fundamentalmente en las últimas tres décadas1. Un hito decisivo para el desarrollo de la economía feminista se puede situar en 1990. En esta fecha, la Conferencia Anual de la American Economic Association incluye por primera vez un panel relacionado específicamente con perspectivas feministas en economía, cuyos artículos son publicados posteriormente en Ferber y Nelson (1993)2. Dicho texto constituye el primero de estas características que cuestiona los supuestos de la teoría económica desde una perspectiva feminista. El proceso se consolida con la creación de la Internacional Association For Feminist Economics (IAFFE) en 1992 en EEUU; organización planteada como un espacio de debate de las distintas corrientes de economistas feministas y que publica a partir de 1995 la revista “Feminist Economics”, primera revista de esta naturaleza3.
Cuando de cuidados nos referimos a las tareas de gestión y mantenimiento cotidiano de la vida y la salud, la regeneración diaria del bienestar físico y emocional de los cuerpos de las personas, del propio y del de los otros. Abarcan las diversas tareas con las que nos hacemos cargo de los cuerpos sexuados atravesados por afectos y desafectos. Se caracterizan por tener tanto una dimensión material encarnada (atender los cuerpos) como una inmaterial afectiva (atender las emociones). Son una actividad cuyo resultado se consume a la par que se realiza, en la que lo más relevante es el proceso en sí y la relación interpersonal que se genera.
Entendemos los cuidados desde una visión amplia y no los restringimos a la dependencia. Los cuidados son una realidad de interdependencia, y no pueden entenderse como las actividades que se realizan de forma unidireccional de personas supuestamente autónomas a personas su puestamente dependientes. Todas las personas en todos los momentos de la vida necesitamos cuidados, de distinta índole e intensidad. Existe un continuo entre las situaciones de autonomía y las de dependencia, en el cual las personas tenemos mayor o menor capacidad de cuidarnos a nosotras mismas y de establecer relaciones de cuidado recíproco. Esta distinta capacidad está demarcada por factores etáreos, de salud y sociales. Es más, los cuidados pueden pensarse como aquellas actividades que reconocen la vulnerabilidad de la vida y su esencia común y, desde ahí, permiten a las personas ser autónomas.
Las actividades relacionadas con el cuidado son actividades realizadas “cara a cara”, que fortale cen la salud física de quienes lo reciben, así como sus habilidades físicas, cognitivas o emociona les (England et al. 2002, citado por Razavi y Staab 2012). El cuidado de las personas ocurre siem pre dentro de una relación de cuidado entre quien lo proporciona y quien lo recibe (Jochimsen 2003). No obstante, los límites del cuidado son motivo de disputa, ya que algunos analistas toman una definición amplia y otros, una restringida, citado por Valeria Esquivel (2014).
Joan Tronto (2012) ha expandido la definición del cuidado a “las actividades que realizamos para mantener, continuar y preparar nuestro ‘mundo’, de manera que podamos vivir en él lo mejor posible”, no solamente incluyendo el cuidado de las personas (nosotros mismos, dependientes y no dependientes), sino también el cuidado de los objetos y nuestro entorno. En el extremo opuesto, la interpretación más frecuente de las actividades relacionadas con el cuidado en los debates en los países desarrollados se restringe al cuidado de personas dependientes, excluyen do a las no dependientes.4
El “trabajo doméstico y de cuidado no remunerado” se refiere al cuidado de las personas y el tra bajo doméstico llevado a cabo en los hogares, sin remuneración, así como al trabajo comunitario no remunerado. Como concepto, el “trabajo doméstico y de cuidado no remunerado” se utiliza de manera similar a los más antiguos “trabajo reproductivo” y “trabajo no remunerado” (fuera de la frontera de producción de las Cuentas Nacionales).5
Las políticas públicas pueden ser un instrumento potenciador para la transformación necesaria de la realidad y de la superación de las desigualdades estructurales; la situación de emergen cia social y de género actual requiere de reformas urgentes de políticas públicas que atiendan las necesidades más urgentes, pero posibilitando la orientación hacia el cambio de modelo de sociedad, a estas alturas deberíamos tener claro ya que cuando las políticas públicas no están orientadas a la justicia de género lo que provocan es el sostenimiento del mismo statu quo pa triarcal, aunque sea con otro collar.
Desde la perspectiva feminista es necesario que las reformas a realizar permitan salir de la di visión sexual del trabajo existente. Invertir en igualdad es la clave, a través de tres tipos de po líticas con las que implementar el cambio: políticas de redistribución, de reconocimiento y de representación.
Ante la asimetría de género existente en la asunción de las responsabilidades familiares hay quien plantea la importancia de desfamiliarizar las políticas sociales, con el objeto de facilitar la incorporación de más mujeres al mercado de trabajo6; sin embargo, no solo se trata de concebir las políticas relacionadas con el cuidado familiar con las posibilidades de mercantilización del tiempo, saberes y trabajo de las mujeres, sino también de incitar a los hombres a realizar el tra bajo invisible que siguen haciendo mayoritariamente las mujeres.7
Los resultados de pensar una política de cuidados integral a través de un análisis FODA, involu crando teoría, evidencia empírica y un conjunto de entrevistas, indican como estrategia global, la prestación de servicios públicos subsidiados de cuidados de alta calidad a fin de propiciar una presencia más activa de las mujeres en la esfera pública. Se requieren otras estrategias para ayu dar a replantear los cuidados como valiosos y productivos - un paso clave a fin de asegurar que las personas que los brindan reciban el reconocimiento que merecen y el apoyo necesario para realizar su trabajo sin que se socaven sus derechos y su dignidad.
La lógica de que el estado tome en consideración implementar políticas de cuidado debe ba sarse en evitar que esta necesidad de cuidados este determinado únicamente por la lógica del mercado, la disponibilidad de ingresos, la presencia de redes de vínculos o lazos afectivos y debe asumirlos como un hecho que está profundizando las desigualdades e invisibilizando las necesi dades sociales, económicas y políticas de las mujeres.
Paraguay, al igual que otros países de la región, se enmarca en un esquema de prestaciones y servicios de “universalismo estratificado” (Filgueira, 1997): el acceso a los distintos tipos de prestaciones de la protección social está determinado por el tipo de inserción de los trabajado res en el mercado laboral. Este modelo, que ofreció un alto grado de cobertura de la protección social para muchos países de América Latina, mientras el mercado formal fue capaz de absorber a la población activa en forma “natural”, tiene que enfrentar hoy nuevos riesgos (aumento del desempleo, inestabilidad ocupacional, informalidad y precariedad laboral) y desafíos (incorpora ción de la mujer al mercado laboral). En el contexto actual, existe una importante inequidad en el acceso a la protección social entre los trabajadores formales y los trabajadores informales y desocupados. Las licencias por maternidad, paternidad constituyen un claro ejemplo de las pres taciones de la protección social en las que se evidencian las asimetrías en el acceso que surgen de los determinantes que impone el mercado laboral. Al analizar la realidad de cuidados de Paraguay esta se basa principalmente en formas tradicio nales de organización: Empleo Doméstico Remunerado, trabajo no remunerado al interior de los hogares y la disponibilidad de Redes Familiares de apoyo, sin que exista un sistema integral que considere los cuidados como una actividad necesaria para el desarrollo de la vida dentro y fuera de los hogares.
MATERIALES Y MÉTODOS
la metodología propuesta para la investigación consiste en desarrollar un resumen de datos empíricos proveniente de la encuesta de uso del tiempo (EUT, 2016) que permitirá conocer el contexto de trabajos no remunerados y el tiempo dedicado a labores de cuidado al interior del hogar, además se recurre a fuentes bibliográficas para definir conceptos sobre sistemas de cui dados, analizar estudios de casos y describir el cuidado dentro de la teoría económica, citando a diferentes autores que han incorporado dentro de sus estudios que el trabajo femenino, junto con el trabajo desarrollado dentro del hogar son fundamentales para el buen funcionamiento de la economía, parte de la bibliografía también se refiere a los sistemas de cuidados, la orga nización social del cuidado, los retos en cuanto a políticas públicas y documentos de trabajo de diversas organizaciones internacionales que abordan el tema. En lo que respecta a la Encuesta de Uso del Tiempo se ha procesado los datos provenientes de dicha encuesta, además de anali zar a profundidad el cuestionario de encuesta que genera información valiosa para conocer las variables tenidas en cuenta.
Se desarrolla una matriz DAFO que muestra las debilidades, fortalezas, amenazas y oportuni dades que podría tener la política, luego se realiza un análisis de estos cuatro puntos, lo que permite adelantarse a situaciones que puedan darse en el proceso de realización de la política, el siguiente punto consiste en la creación de un Mapa de actores que consolidaría la red de par ticipantes de la política.
Se diseña un árbol de problemas y un árbol de objetivos que permiten visualizar los problemas centrales, los objetivos principales, los medios de primer orden, los medios fundamentales y los fines que el diseño de la política integral de cuidados pretende abordar y finalmente se desarro lla el marco lógico que es la guía para la concretización de la política.
En cuanto a la revisión bibliográfica se ha buscado información en la web, artículos de revista, planes de políticas públicas de cuidados en Europa y Latinoamérica y también análisis de progra mas de políticas de cuidado en Sudamérica.
RESULTADOS Y DISCUSIONES
En los últimos años se experimentó a nivel mundial un cambio fundamental en las familias, im pulsado tanto por la creciente inserción de la mujer al mercado laboral como por los cambios en la conformación de los hogares. El modelo tradicional de familia entró en crisis y se pasó de un modelo male-bread-winner (hombre como sostén) en el que el hombre era sustentador y la mujer el ama de casa a uno dual-earner (modelo de doble ingreso) en el que los ingresos de am bos miembros de la pareja resultan esenciales para el sostenimiento de la vida y las relaciones dentro de los hogares (Carrasco, 2011), no obstante, la composición de los hogares también está cambiando, se expanden los hogares monoparentales o ensamblados.
En el caso de Paraguay, los hogares con jefatura femenina mantienen un porcentaje en torno al 30 por ciento, esto, considerando un periodo de 5 años. Las parejas son más inestables e informales y las mujeres necesitan articular intereses diversos antes de empezar a formar una familia. En los últimos veinte años, la diversificación de las familias y de las formas de convivencia experimentó un cambio muy grande, que se acentúa sobre todo según el nivel de ingresos per cibidos (Sunkel, 2006). Otro factor para tomar en consideración es que ya hace más de 10 años, más de un cuarto de las familias en América Latina estaban encabezadas por mujeres. Más aún, el porcentaje de hogares cuyo aporte económico principal es realizado por una mujer supera al de hogares con jefatura masculina. Los ingresos laborales de las mujeres son esenciales para la economía familiar.
En cuanto al tiempo por semana destinado a trabajos no remunerados por tipo de actividad, en la Figura 1 se observa que el promedio de horas dedicadas al trabajo doméstico es de 12,6 horas/semana, al trabajo de cuidados es 10,6 horas/semana y a actividades agropecuarias para el autoconsumo es de 9,2 horas/semana, cuando se ve esta relación por sexo, se observa que las mujeres dedican en promedio más tiempo tanto al trabajo doméstico como al trabajo de cuida dos, en cuanto a esta actividad el promedio de horas destinado por las mujeres es casi el doble que el de los hombres (12,9 h/s frente a 7,5 h/s, respectivamente), en cuanto a las actividades agrícolas para el consumo del hogar son los hombres quienes dedican mayor tiempo de trabajo que las mujeres (13,2 h/s frente a 6 h/s) (Figura 2).
A continuación, se desarrolla un análisis integrado de debilidades, amenazas, fortalezas y opor tunidades valiéndonos de una serie de entrevistas hechas, que permite visualizar factores que a futuro determinarían el éxito o el fracaso de la política, un buen diseño depende de los pasos previos que se desarrollen y se materialicen en acciones conjuntas. A partir de las mismas se generan estrategias (ofensivas y defensivas) que puedan reorientar la política si es el caso para la sostenibilidad y supervivencia, la metodología en este apartado consiste en el análisis cruzado entre: (1) fortalezas vs. oportunidades; (2) fortalezas vs. amenazas, (3) debilidades vs. amenazas, y, (4) debilidades vs. oportunidades.
Las estrategias Ofensivas se generan a partir del análisis de las fortalezas y las oportunidades, así como las oportunidades que ofrece el entorno. Dentro de las fortalezas se destaca que el Ministerio de la Mujer y el posee experiencia en temas sociales y económicos, en temas de géne ro, experiencia en el desarrollo de proyectos sociales, excelente relaciones sociales y humanas, entre otros, estas características conjugadas con las oportunidades que ofrece el proyecto, tales como: Buena disposición de organismos internacionales para apoyar la creación de la política, técnicos capacitados en temas de género, disposición de grupos de mujeres para cooperar con la construcción de la política y el interés en el tema de género y el empoderamiento por parte del estado.
Una estrategia sería la prestación de servicios públicos subsidiados de cuidados de alta calidad a fin de propiciar una presencia más activa de las mujeres en la esfera pública. Se requieren otras estrategias para ayudar a replantear los cuidados como valiosos y productivos - un paso clave a fin de asegurar que las personas que los brindan reciban el reconocimiento que merecen y el apoyo necesario para realizar su trabajo sin que se socaven sus derechos y su dignidad.
A nivel de las políticas hay varias opciones para apoyar a personas proveedoras de cuidados en el trabajo que realizan. Algunas se centran en reducir la carga de cuidados no remunerados por medio de la provisión de servicios accesibles de electricidad y agua o de servicios públicos de cuidados subsidiados. Otras procuran mitigar las desventajas que experimentan quienes brindan cuidados sin remuneración, proporcionándoles transferencias de efectivo o créditos fiscales para contrarrestar los costos en que incurren al proporcionar cuidados. En algunos países, incluyendo Argentina, Chile y Sudáfrica, los esfuerzos de cabildeo por parte de activistas en materia de géne ro han logrado convencer a los gobiernos de que implementen medidas para proteger los dere chos de personas cuidadoras remuneradas - por ejemplo, extendiendo las protecciones laborales básicas a las trabajadoras de casa particular. Si estos innovadores enfoques han de traducirse en acción, el compromiso político y la asignación de recursos específicos son un prerrequisito.
Si el cuidado se entiende como un derecho asumido por la colectividad y prestado mediante servicios que maximicen la autonomía y el bienestar de las familias y los individuos, con directa competencia del Estado, surge el desafío de avanzar hacia su reconocimiento e inclusión positiva en las políticas públicas, esto implica acciones en tres sentidos al menos: redistribuir, revalorizar y reformular los cuidados.
Una constatación innegable en la región al día de hoy es el posicionamiento de la temática del cuidado en la agenda pública como resultado del desplazamiento del foco del análisis desde el ámbito privado de las familias a la esfera pública de las políticas. Este posicionamiento que tiene distintos niveles de avance según el país que se analice, se funda en la inclusión de la perspectiva de género y derechos en el sistema de cuidados. Paraguay participa, quizás de manera muy inci piente aún, de este proceso, y cuando se habla de políticas de reconocimiento o de distribución de las tareas de cuidado al igual que la mayoría de los países de Latinoamérica el proceso sería primeramente reconocer que son las mujeres quienes cargan durante todo el proceso producti vo de sus vidas con roles que la propia sociedad les asigna, teniendo que distribuir su tiempo entre el trabajo remunerado, el cuidado de los hijos y otros familiares, teniendo que, por lo general insertarse a trabajos informales y mal remunerados ya que el mercado de trabajo no asume en gran medida las labores de cuidado como parte de la vida de los seres humanos tanto para hombres y mujeres, lo que genera una segregación en la contratación de mujeres pues en gran medida implica “un coste” para las empresas contar con mujeres ya que estas tienen distribuido su tiempo entre el trabajo remunerado y las labores de cuidado.
CONCLUSIONES
Es evidente que existen muchas razones por las cuales los cuidados deberían figurar en la agenda del desarrollo. Pero ¿cuáles cambios son necesarios y qué enfoques ofrecen las mejores posibi lidades para que éstos se produzcan? Por un lado, se requieren estrategias para ‘desfeminizar’ la prestación de cuidados - cuestionando el supuesto de que el trabajo de cuidados es del dominio de las mujeres y no de los hombres. Esto puede ayudar a crear las bases para una distribución más equitativa, entre mujeres y hombres, de las responsabilidades por los cuidados. Por ejem plo, se pueden diseñar políticas y programas de forma a ampliar las oportunidades y eleccio nes femeninas, en lugar de restringir o encasillar a las mujeres en roles de género tradicionales vinculados a la maternidad y al ámbito doméstico. Una estrategia es la prestación de servicios públicos subsidiados de cuidados de alta calidad a fin de propiciar una presencia más activa de las mujeres en la esfera pública. Se requieren otras estrategias para ayudar a replantear los cuidados como valiosos y productivos - un paso clave a fin de asegurar que las personas que los brindan reciban el reconocimiento que merecen y el apoyo necesario para realizar su trabajo sin que se socaven sus derechos y su dignidad. Preguntarles a estas personas cuáles son sus propias prioridades es un importante punto de partida. La Alianza de África para Cuidados Basados en el Hogar, por ejemplo, ofrece un ejemplo inspirador de proveedoras de cuidados que se están uniendo con el propósito de articular sus propias soluciones a los retos que enfrentan. A nivel de las políticas hay varias opciones para apoyar a personas proveedoras de cuidados en el trabajo que realizan. Algunas se centran en reducir la carga de cuidados no remunerados por medio de la provisión de servicios accesibles de electricidad y agua o de servicios públicos de cuidados subsidiados. Otras procuran mitigar las desventajas que experimentan quienes brindan cuidados sin remuneración, proporcionándoles transferencias de efectivo o créditos fiscales para contra rrestar los costos en que incurren al proporcionar cuidados. En algunos países, incluyendo Ar gentina, Chile y Sudáfrica, los esfuerzos de cabildeo por parte de activistas en materia de género han logrado convencer a los gobiernos de que implementen medidas para proteger los derechos de personas cuidadoras remuneradas - por ejemplo, extendiendo las protecciones laborales básicas a las trabajadoras de casa particular. Si estos innovadores enfoques han de traducirse en acción, el compromiso político y la asignación de recursos específicos son un prerrequisito.
Finalmente, en cuanto al diseño de la política en sí, no cabe duda de que la mirada debe ser femi nista y transformadora, con la actual crisis pos pandemia se hace imprescindible que esta mirada sea transformadora, porque no tiene sentido seguir perpetuando prácticas del pasado si éstas han demostrado no producir cambios significativos en las vidas de los hombres y las mujeres y aún más grave han perpetuado las desigualdades de género, la exclusión y la pobreza.