Hoy ingresó a la residencia médica. Hoy atendió a su primer paciente. Hoy, de repente, ya no estaba sonriendo como en los otros días. Hoy no se lo vio almorzar. Hoy se lo notó aislado del resto. Hoy, de nuevo, volvió a faltar al trabajo. Hoy se lo está velando.
Nada nos interpela y genera más impotencia que la muerte de un colega, y que la causa de su muerte sea producto de su actuar hacia sí mismo, hace que se detenga la cátedra, servicio, institución o donde sea que nos encontremos. Haber dado un apretón de mano, compartido espacios, guardias y experiencias, y hoy saber que no está y pensar “que pudo haber sido si…”
Conocida es la nota que dejó una persona que se precipitó al vacío desde el puente Golden Gate de San Francisco (Estados Unidos de América), que dice más o menos “Voy a saltar del puente. Si una persona me sonríe en el camino, una sola, no saltaré”, ¿cuántos médicos residentes pueden estar con pensamientos pasivos de muerte en este momento? Cuando se habla sobre la salud mental de los médicos, a menudo se lo hace a través de un lente académico, prestando especial atención a las tendencias y las estadísticas. Rara vez se enfatiza la voz de cualquier individuo específico.
Paradójicamente, la forma en que se presenta este tema puede hacer que la depresión parezca una característica de la educación médica 1. Por ejemplo, algunos autores revelan que 11% de los estudiantes de Medicina presentan pensamientos suicidas durante la carrera y que alrededor de 1 de cada 4 sufre depresión o tiene síntomas 2. En el caso de los estudiantes de Medicina de la Universidad Nacional de Asunción, se ha evidenciado que el 18,7% presenta algún caso positivo de depresión o sintomatología depresiva 3. La Organización Mundial de la Salud reconoce que es un problema de salud pública y calcula que cada 40 segundos se suicida una persona 4 y en los Estados Unidos de América se estima que se suicida un médico por día 5. La depresión no tratada puede tener como desenlace el suicidio, y es especialmente importante en médicos, ya que durante toda la formación se “aprende” a asistir incluso estando con alguna enfermedad. Muchos de ellos “quemados” 6,7, pasando poco tiempo con sus familias, parejas, prácticamente viviendo en el hospital, durmiendo pocas horas, comiendo a la hora que puedan, con pocos recursos personales para afrontar el elevado nivel de estrés, viviendo una relación asimétrica con pares en términos de jerarquía y por ende con “menos privilegios”.
La Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción, a través de la Cátedra de Psiquiatría (a la que se ha sumado el nuevo Departamento de Salud Mental) ha realizado acciones tendientes a propender el cambio de paradigma sobre la salud mental de médicos, kinesiólogos, instrumentadores, enfermeros, y otros profesionales de la salud que prestan servicio en el Hospital de Clínicas. Se han realizado acciones de intervención específicas, de acompañamiento de casos, de trabajo con Cátedras y Servicios con dificultades, de educación continua, de tamizaje y de promoción y prevención de la salud mental. Lastimosamente, duele decirlo, las acciones muchas veces no han encontrado una respuesta decidida en todos los estamentos involucrados y las mismas han quedado relegadas a palabras. Lo anterior puede deberse a muchos motivos, pero es, a nuestro criterio, el estigma asociado a la salud mental uno de los principales.
El estigma mata 8, definitivamente. El estigma se traduce en que un médico u otro profesional de la salud evita buscar ayuda con profesionales de salud mental por el temor a que otros colegas puedan enterarse de esto. El estigma hace que el profesional de la salud minimice su malestar psicológico y su tratamiento dando prioridad al trabajo. El estigma es el responsable de que una persona crea que es de “débiles” padecer depresión y que la Cátedra o Servicio donde ejerce funciones crea que no está apto para ejercer la profesión. El estigma, es más, hace que incluso los propios psiquiatras crean que los colegas no precisan de ayuda por “conocer” sobre los síntomas y como se manejan, y que a través de consultas rápidas, mediante un “trato preferencial”, se genera un tratamiento deficiente, por lo superficial o por lo inadecuado. Y, por último, el estigma hace que muchos colegas piensen que los psiquiatras son “psicólogos que medican”, generando aún más resistencia hacia las consultas y reforzándose ese mismo estigma, con lo que el círculo vicioso se autocompleta y eterniza.
Todos los profesionales de la salud tenemos la tarea de aprender a cuidar a quienes cuidan, a prestar atención, a parar un poco, a escuchar, a realizar acciones concretas que hagan que la salud mental deje de ser vista como una dádiva y sea realmente un objeto de derechos de todos quiénes abrazamos la profesión de curar. Retrasar intervenciones en salud mental puede tener el desenlace más temido: decir adiós a un colega. Un colega que tomo el compromiso de salvar vidas y que ahora decide acabar con la suya. Está en nuestras manos cambiar esa realidad.