La hospitalización por enfermedad médica de por sí genera temor y angustia en el niño y sus familiares. El impacto de la internación implica para el menor el abandono de su rutina diaria, el desprendimiento de su hogar, el desapego a las interacciones con su entorno habitual, el despojo de sus comodidades, de su zona de confort y seguridad. Es una transición que impone una adaptación a situaciones nuevas cómo: las salas compartidas, los ruidos de las máquinas, el personal de salud que son personas desconocidas para el niño, los instrumentos médicos e incluso a los procedimientos médicos, que muchas veces implican dolor y técnicas invasivas. Se debe contemplar la etapa de desarrollo del niño y/o adolescente e identificar el soporte socio afectivo del mismo para ofrecer un manejo acorde a sus necesidades. Sin embargo, en ciertas situaciones, la hospitalización puede ser el último recurso de esperanza y confianza en los profesionales de salud para resolver situaciones “sin salida” cómo en los casos de intentos de suicidio, maltrato infantil y/o abuso sexual.
La hospitalización psiquiátrica infanto juvenil es un desafío aún más complejo para el personal de salud y para el niño y/o adolescente y sus familiares. La internación es un procedimiento utilizado en algunos casos de población infanto juvenil que tienen trastornos mentales. Es importante recordar, que la patología mental en la infancia-adolescencia tiene una etiología multifactorial1) y que los síntomas deben ser evaluados según su contexto, para evitar patologizar al menor. Es por esto, que las intervenciones ambientales cumplen un rol crucial en el abordaje de los casos de niños y adolescentes, y motivo por el que la internación cumple múltiples funciones según el caso.
En muchas ocasiones, la internación cumple la función de permitir a los profesionales realizar una evaluación más precisa y con mayor seguimiento, en otros casos, también sirve para monitorizar la evolución y supervisar al menor en un ambiente controlado. A veces se constituye como un dispositivo de prevención de suicidio y para la estabilización de síntomas severos2. Otra función de la internación es la de proteger al menor de situaciones de riesgo a las que pudiera ser expuesto en su ambiente e incluso sirve para salvaguardar al menor en caso de que el mismo sea un peligro para sí mismo o los demás3. Esta función es una de las funciones más comprometedoras para el personal de salud e implica enlaces con profesionales de distintas áreas, cómo son los del ámbito judicial y social. Cada vez más, los profesionales de la salud deben ser entrenados para recibir y manejar casos que tienen varias aristas y que a la vez influyen de manera superlativa en la salud mental y bienestar integral del niño y/o adolescente. Es en esta cadena que el profesional se vuelve un eslabón protector del niño, asume responsabilidades y resuelve cuestiones más allá de las tecnicidades de sus funciones, se enfrenta a realidades y está posicionado en un lugar donde debe tomar decisiones vitales para el bienestar de su paciente, considerándolo en todas sus dimensiones de ser humano. Estos espacios de internación como medida de protección para el menor, son muchas veces la única oportunidad que tiene el niño y/o adolescente para que se le ayude en cuanto a su contexto social y situaciones de riesgo y maltrato. Por ende, estos casos, deben ser abordados con toda la seriedad que ameritan y deben manejarse de manera efectiva y resolutiva, con un equipo multidisciplinario, contemplando los derechos de la niñez y la adolescencia.
En esta edición, en el artículo de hospitalización psiquiátrica de niños, se presentan los primeros datos epidemiológicos de un modelo de internación, en salas de un Hospital General Pediátrico, el cual a través del perfil de diagnósticos encontrados, donde la prevalencia más importante corresponde a maltrato infantil, trastornos depresivos e intentos de suicidio, podemos tener un reflejo del impacto negativo de las fallas del sistema de protección en la salud mental de niños, niñas y adolescentes.