La Inteligencia Artificial (IA) se refiere a la tecnología mediante la cual una computadora, un dispositivo u otro sistema, es capaz de realizar tareas que normalmente requieren capacidades cognitivas humanas. Esto significa que un sistema informático puede analizar información, tomar decisiones basadas en algoritmos y aprender según la información que recibe1. En las últimas semanas ha cobrado relevancia ChatGPT, que es un modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI para llevar a cabo conversaciones a nivel humano. Está construido sobre la familia
GPT-3 (modelo de lenguaje autorregresivo lanzado en 2020 que utiliza Deep learning para producir texto similar al humano) de grandes modelos de lenguaje y ha sido entrenado con técnicas de aprendizaje supervisado y reforzado2. Esta herramienta ha demostrado poder resolver múltiples tareas, escribir párrafos enteros (e incluso ensayos sobre determinados temas) y según una reciente publicación esta forma de IA ha aprobado el examen MIR de España3.
Esta capacidad de imitar las capacidades cognitivas humanas nos lleva a la siguiente pregunta, ¿podrá la IA reemplazar a los investigadores en cuanto a redacción científica? La respuesta rápida es no. La naturaleza de la investigación científica consiste en expresar y exponer las ideas de los autores y esto no puede ser reemplazada por la IA. Sin embargo, podríamos usar estas tecnologías para optimizar la redacción, siempre y cuando su uso sea ético.
No se consideraría ético utilizar la IA para la creación de contenido, sobre todo teniendo en cuenta que ChatGPT genera citaciones inexistentes4. Esta herramienta utiliza un modelo predictivo, por lo que los resultados pueden ser muy predecibles. Sería más útil y ético utilizar esta herramienta para crear una estructura o guía de redacción, como títulos y subtítulos, así como también para crear preguntas de investigación. Por lo tanto, tenemos que ver a las herramientas de IA como facilitadores de la redacción científica y no como un reemplazo humano.
Si bien ChatGPT ofrece una redacción sin plagio, existen igualmente herramientas de IA que pueden detectar si un escrito fue hecho por un humano o por inteligencia artificial. Este es el ejemplo de la herramienta GPTkit, que se constituye en una herramienta para detectar el uso no ético de la IA4.
Finalmente, una opción que podría recomendarse para la redacción científica es Paperpal, una poderosa opción de IA que revisa la gramática de escritos científicos y especialmente útil para quienes no hablan inglés de forma nativa. Esta herramienta realiza correcciones de sintaxis y de ortografía; asimismo, soporta idiomas diferentes al inglés y realiza la traducción correspondiente5.
En conclusión, las opciones de IA no pueden (ni deben) reemplazar a los investigadores en la redacción científica y estos deben hacer uso de estas tecnologías con celosa ética, con el fin de optimizar sus trabajos, creando estructuras de redacción y no de contenido.