Del Yo no fui, fue Teté al Yo no soy, es mi tiroides

El título de esta sección utiliza dos frases prestadas. La primera, ‘yo no fui, fue Teté’, es una expresión fija, extraída de una canción infantil, que suele usarse para evadir la responsabilidad de un acto negativo o incorrecto. Quien la dice se intenta deslindar de la culpa de este tipo de acto y se la echa a alguien más, a quien llama ‘Teté’. La segunda frase es parte del título de un artículo que explora los problemas de los pacientes con hipotiroidismo autoinmune (^{Hernández, 2022}). El artículo ahonda en la experiencia de las mujeres que lo padecen, ya que es un problema de salud que aqueja mayoritariamente al género femenino. Hernández parte de la experiencia de tres mujeres con este problema de salud que viven en diferentes países. En su artículo, una de ellas intenta consolarse mientras su condición se agrava y se dice a sí misma: ‘yo no soy así, es mi tiroides’. La tiroides es una glándula que produce hormonas y que cuando su funcionamiento falla, puede producir problemas tanto a hombres como a mujeres. Es decir, ante una situación que le ocasiona múltiples problemas en su vida diaria, la paciente en cuestión busca consuelo en el hecho de que dichos problemas no los ha ocasionado ella, sino que son resultado de una condición física y biológica que la rebasa de manera inexorable. Derivado de lo anterior, es claro que ambas frases muestran un intento de liberarse del peso de una situación inconveniente pasándoselo a alguien o algo más. Sin embargo, la segunda frase implica una incapacidad verdadera de responder a la situación, pues la culpable es la condición biológica de quien la dice.

La asociación de las dos frases mencionadas me viene a la mente al observar el discurso evasivo de los políticos mexicanos cuando enfrentan en público la alarmante situación del feminicidio en este país. Y es que por más juegos de palabras que se quieran hacer para minimizar la situación, las cifras en México no dejan lugar a dudas sobre la gravedad del problema. El asesinato de mujeres por el simple hecho de ser mujeres, tipificado como ‘feminicidio’ en el artículo 325 del Código Penal Federal mexicano (2021), es un crimen cuyas cifras no dejan de crecer en los últimos años. Desde 2015, cuando se registraron 412 casos, el número pasó a 600 en 2016, 736 en 2017, 861 en 2018, 973 en 2019, 978 en 2020 y 1,004 en 2021 (CCN Español, 2022; Forbes, 2021; México Social, 2019). Las cifras varían de manera mínima, según quien haga el conteo, pero la tendencia en su crecimiento se puede observar en todos los medios que las reportan. ¿Cómo entonces se puede soslayar, o peor aún, minimizar un asunto como éste?

En este artículo analizo las estrategias discursivas utilizadas por varios políticos mexicanos de diferentes partidos para deslindarse de, o incluso desdeñar, la crisis de feminicidios en este país. Como aparato metodológico, me apoyaré del análisis del discurso, en particular de las estrategias argumentativas y de focalización, que los lingüistas han propuesto para analizar el discurso con carga ideológica. De entre las muchas estrategias que existen en ese contexto, haré uso particular de las estrategias de negación de responsabilidades y de nombramiento de los otros. Todas estas estrategias buscan develar los sesgos del discurso ideológico, con los que se intenta mostrar de manera positiva a quien habla, mientras se presenta a los otros, a quienes se considera contrarios, de forma negativa.

Hacia la segunda parte de mi análisis, me enfocaré en el discurso del actual presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. No lo hago porque sea el único que intenta soslayar esta crisis con su discurso. Como ya he dicho, aquí analizo el discurso de varios políticos de diferentes partidos. Me enfoco en López Obrador porque su posición central en la política de su país genera la mayor atención mediática en México. Además, como argumentaré más adelante, su desdén de este problema está acompañado de una reticencia para afrontar no sólo la crisis de feminicidios en su país, sino toda la violencia de género y la lucha feminista, que busca denunciar y demandar soluciones a esta situación.

Estrategias de negación del otro en el discurso ideológico

Los estudiosos del lenguaje han identificado una serie de estrategias recurrentes en el discurso con carga ideológica. Para los analistas del discurso el concepto de ideología no es sino una etiqueta derogatoria que los hablantes usamos para caracterizar las ideas de aquellos que piensan distinto a nosotros (van Dick, 2011). Sobre todo, cuando alguien piensa diferente a nosotros respecto de un tema que nos resulta importante, nuestra perspectiva es asumida como la verdad y la de los otros como una ideología. Esta percepción respecto de ambas posturas, la nuestra y la de los contrarios, suele ser recíproca.

Cuando nos identificamos como parte de un grupo y nos queremos distinguir de los otros, en particular cuando los vemos como oponentes de nuestro grupo, utilizamos diversas estrategias discursivas para diferenciarnos de ellos y denostarlos. Muchas de estas estrategias responden a uno de cuatro propósitos principales: (1) enfatizar nuestras cosas buenas, (2) desenfatizar las malas, y al mismo tiempo, (3) enfatizar lo malo en los otros y (4) desenfatizar lo bueno que tienen (^{Jiwani & Richardson, 2011}; van Dick, 2011). Estas cuatro acciones se suelen graficar en los vértices de lo que se denomina el Cuadrado Ideológico (van Dick, 2011), como el que se muestra en la Figura 1 más abajo. En el caso concreto del análisis del discurso político, además, los lingüistas han observado que los actores de la vida política tienden a legitimar a su grupo y deslegitimar a sus oponentes (^{Chilton & Schäffner, 2011}), para lo cual se pueden explotar de manera perfecta los cuatro tipos de estrategias antes mencionados. Esta dimensión complementaria del discurso político también se muestra en la Figura 1 a continuación.

Figura 1: El Cuadrado Ideológico en el contexto del discurso político. 

Existe una gran variedad de estrategias discursivas que utilizan los hablantes para hacer una presentación positiva de sí mismos y una presentación negativa de los otros. Algunas de las estrategias que referiré más adelante en mi análisis pertenecen a dos categorías de estrategias principales: las argumentativas, que incluyen a la negación de responsabilidades, y las de focalización o perspectivización, que incluyen a los nombramientos (^{Jiwani & Richardson, 2011}).

En las estrategias de negación de responsabilidades nos encontramos con: (1) la negación aparente (“no estoy en contra de las feministas, pero ellas tienen la culpa…”), (2) la concesión aparente (“algunas feministas tienen razón, pero las radicales provocan…”), (3) la empatía aparente (“históricamente las mujeres han sufrido discriminación, pero ahora las víctimas son los hombres…”), (4) la ignorancia aparente (“no conozco las cifras reales de los feminicidios, pero los medios siempre exageran todo…”), (5) la inversión (“actualmente los hombres estamos en desventaja porque las leyes no nos defienden…”) y (6) la transferencia (“yo soy un hombre que apoya el feminismo, pero mi jefe dice que…”)

En el siguiente análisis también utilizaré las estrategias de focalización, particularmente aquellas denominadas como estrategias de nombramiento. Entre estas últimas se encuentran: (1) la primitivización (“la incivilidad de las manifestantes es…”), (2) la problematización superlativa (“la manifestación dejó a la ciudad paralizada…”), (3) la somatización mental negativa (“destruyeron y gritaron como verdaderas enfermas mentales…”) y (4) la criminalización (“vandalizaron el monumento histórico…”) Todas las estrategias antes mencionadas están listadas, por categoría, en la Tabla 1 a continuación.

En el resto de este artículo mostraré cómo es que los políticos mexicanos utilizan varias de las estrategias mostradas en la Tabla 1 arriba. En particular, analizaré cómo es que estas estrategias son utilizadas para negar la crisis de feminicidios, restarle importancia y ultimadamente, deslegitimarla.

Análisis y resultados: El discurso político mexicano frente a la crisis de feminicidios

Como he mencionado antes, la evasión de responsabilidades por parte de los políticos mexicanos respecto de la crisis de feminicidios en este país está presente en los políticos de diversos partidos. Un ejemplo que vale la pena discutir es el de Samuel García, gobernador del estado de Nuevo León, el estado con mayor recaudación de impuestos del país (^{Cepeda, 2022}). García pertenece al Partido Movimiento Ciudadano, que no es el partido hegemónico. Aunque hace un par de años cuando era senador cuestionó al presidente mexicano por su manejo de los feminicidios y lo acusó de minimizar el problema (^{González, 2020}), el ahora gobernador les ha buscado chivos expiatorios a los mediáticos casos de feminicidio que han sacudido recientemente a su estado. Concretamente en abril de este año, el gobernador fue criticado cuando hizo un llamado a sospechar de los casos de mujeres desaparecidas y descartó la participación del crimen organizado en los mismos (^{Reina, 2022}). Además, minimizó las crecientes cifras en su estado y culpó al COVID del agravamiento de la situación desventajosa de las mujeres en su estado.

En este sentido, cuando García llamó a “sospechar” de los casos de desaparecidas observamos una estrategia de nombramiento del tipo criminalización, pues uno sospecha de aquel que comete un crimen o acto indebido. Es interesante también que el gobernador neolonés admitió que hay feminicidios, pero que el crimen organizado no está involucrado, lo que constituye una estrategia de negación de responsabilidades de tipo concesión. Sí hay problemas, pero no son tan graves. Como Nuevo León es un estado fronterizo en el norte de México, tremendamente agobiado por el narcotráfico, su gobernador busca deslindarse de otros casos de feminicidios masivos que han sido relacionados con el tráfico de drogas, como el caso de las Muertas de Juárez en Chihuahua (Álvarez, 2003).

Samuel García no es el único gobernador que ha desdeñado la situación. En el estado de Puebla, cuya ciudad capital es la cuarta ciudad más grande de México (la capital de Nuevo León es la segunda), el gobernador Miguel Barbosa fue criticado cuando dijo que las carpetas de investigación sobre mujeres desparecidas en su estado se cierran porque la mayoría de esas mujeres son encontradas a los pocos días “con el novio” (Latinus, 2020). Incluso dijo que, aunque “hay otros casos reales, sin duda que sí, que son los menos, el porcentaje mínimo.”

Cuando dice que las mujeres desaparecidas se van con el novio, el gobernador Barbosa utiliza una estrategia de nombramiento que representa una problematización superlativa. En la visión del gobernador poblano, estas mujeres no sólo no avisan que se ausentarán, sino que además exhiben una falta de preceptos morales pues escapan con el novio. Barbosa usa además una perfecta negación de responsabilidades del tipo concesión. Sin duda que sí hay casos, pero son muy pocos. Con el primer gobernador antes citado, García, quien pertenece al partido Movimiento Ciudadano, y con el segundo, miembro del partido del presidente, Morena, es posible ver que el desdén hacia la crisis de feminicidios entre los políticos mexicanos es generalizado y no tiene bandera.

En cuanto al presidente mexicano, sus declaraciones respecto de la crisis de feminicidios en su país permiten ejemplificar muchas de las estrategias propias del discurso ideológico. Esto es cierto incluso si nos enfocamos en un par de semanas nada más. Así, aunque el 12 de abril de 2022 el presidente reconocía el aumento en los feminicidios a lo largo del año precedente (El Financiero, 2022), aprovechó también para mencionar aquel día que ese delito “posiblemente antes no se calificaba como ahora”. De esa manera, dejaba la puerta abierta a la posible interpretación de que ahora parece haber más casos sólo porque en la actualidad se cuentan. Esta estrategia discursiva de negación de responsabilidades exhibe características de dos tipos. Por un lado, nos encontramos con una aparente ignorancia. El presidente sólo especula que quizá antes no se sabía de esto. Por otro lado, hay una concesión. Si antes no se contaban, entonces probablemente había muchos casos en el pasado también. Es decir, ahora hay muchos, pero eso no es nuevo.

La postura del presidente sobre esta crisis se reflejaba de manera más directa tan sólo 10 días después, el 22 de abril de 2022, cuando minimizaba y descartaba la alerta por feminicidios en el estado de Nuevo León (Aristegui Noticias, 2022). Para esto, se apoyaba de una tendencia a la baja en este crimen del mes anterior, marzo, en ese mismo estado. Es decir, aprovechando tan sólo un mes en que no se presentó un aumento, llegaba a la conclusión de que “los casos de violencia contra las mujeres en el estado no son motivo para generar una alerta de feminicidios”. Aquí nos encontramos con una doble estrategia de concesión. Sí hay muchos casos, pero ya están bajando, y sí hay, pero como van a la baja, no son alarmantes.

La tendencia del presidente a menospreciar la situación, que ha sido consistente en su mandato, se ha intensificado con el recrudecimiento de la crisis. De esta manera, nos encontramos con una nueva negación apenas cuatro días después del comentario recién analizado, el 26 de abril de ese mismo año (Animal Político, 2022). Imputándoles los problemas a sus predecesores, algo que algunos ven como un recurso repetitivo y excesivo en él (La otra opinión, 2022), el presidente afirmó que la culpa de los feminicidios y de la violencia de género en México es de los gobiernos precedentes. Cuando se le preguntó por qué las cifras de feminicidios y de casos de violencia de género no dejaban de aumentar en su país, respondió:

“Pues yo siento que el problema, la falla de origen, es el modelo imperante durante mucho tiempo, creo que se dejaron de promover principios, valores, se quiso eclipsar todo el sistema de vida inspirado en nuestras culturas, en nuestras grandes civilizaciones, por un sistema materialista, individualista, egoísta.”

En el ejemplo anterior, que como se mencionó, representa un recurso muy trillado por el presidente, podemos encontrar lo que en el análisis del discurso se denomina como una estrategia argumentativa de negación de responsabilidades del tipo de transferencia. Sí hay un problema terrible, pero son los predecesores y, convenientemente, los actuales oponentes del presidente los que lo provocaron. También podemos observar en este fragmento de discurso que aquellos que según el presidente provocaron originalmente la situación son nombrados por medio de una estrategia de somatización mental negativa. Es decir, son nombrados y llamados materialistas, individualistas, y egoístas. Además de esto, con una estrategia de problematización superlativa, estos mismos actores son caracterizados como sin principios, ni valores. Lo más interesante es que ninguna acción por parte del gobierno actual, o falta de la misma, es una causa del aumento de casos según López Obrador. Para el presidente, él no fue, fue Teté. Esta misma frase, con que abría la Introducción, se podría aplicar a la actitud en el discurso del gobernador neolonés, García, y el gobernador poblano, Barbosa.