INTRODUCCIÓN
La huella plantar está dada por la impresión que deja el pie sobre una superficie1,2.
Las alteraciones en el sistema masticatorio, como las maloclusiones, pueden influir en la postura del cuerpo y por ende en su base de sustentación que es el pie. Asimismo, la postura, puede influir en las disarmonías dentales por la disfunción de las cadenas musculares; éstas obedecen al sistema nervioso central para producir contracciones favorables a movimientos y posturas3,4.
La maloclusión dental puede estar dada por la relación de los maxilares entre sí; así la clase esqueletal define la relación en sentido anteroposterior de los maxilares, además de su relación con las demás estructuras óseas y tejidos blandos. La relación esquelética evalúa la posición de los maxilares en sentido anteroposterior respecto a la base del cráneo, siendo el método más empleado el propuesto por Steiner, quien diagnostica al paciente, de acuerdo con las medidas cefalométricas, en relación de clase esqueletal I, II y III, según la diferencia entre los ángulos SNA y SNB cuyo resultado es el ángulo ANB, mediante el cual se determina la protrusión o retrusión maxilar y la protrusión o retrusión mandibular. La posición de los maxilares al relacionarlos entre sí puede evidenciar alteraciones que se traducen en maloclusiones de tipo esqueletal, las cuales pueden estar acompañadas o no de mal posiciones dentales. La etiología de una maloclusión esquelética es multifactorial, influyen factores genéticos, raciales, características familiares y medio ambientales5-7.
El pie, desde el punto de vista anatómico, presenta una gran variabilidad de una persona a otra. De acuerdo a su forma puede ser corto y ancho o largo y estrecho; su arco puede ser muy elevado en el pie cavo, en el pie plano; la presencia o no de huesos accesorios y sesamoideos enriquece aún más esta versatilidad anatómica8-10.
Jiménez Yong, en 2011, constató una relación entre la postura corporal incorrecta, las alteraciones plantares y los síndromes de clase esqueletal II y III11. Estudios previos ya relacionaron las actitudes posturales con las maloclusiones maxilares en adolescentes12. El estudio plantar es importante por la asociación que presenta con la clase esqueletal y el tipo de pie o huella plantar, por lo que sería de gran utilidad para realizar diagnósticos y tratamientos holísticos. Esto ayudaría a plantear protocolos de tratamientos integrales abordando adecuadamente las alteraciones presentadas por el paciente, según sea ascendente o descendente el origen. Se sabe que las maloclusiones pueden relacionarse con alteraciones posturales que pueden ser manifestadas a través de una huella plantar. El ortodoncista debe considerar esta premisa para tratar la etiología y no solo la manifestación de un problema. Por todo lo mencionado es de relevancia tomar como objetivo de investigación determinar la relación entre clase esqueletal y tipo de huella plantar en niños que acudieron a la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y un consultorio privado de la ciudad de Luque en el periodo 2000 a 2018.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se realizó un estudio observacional descriptivo, de corte transversal con componente analítico. Fueron incluidos niños de ambos sexos, de 5 a 15 años con clase esqueletal I, II y III, que recibieron tratamientos ortopédicos en un consultorio privado de Luque y en el curso de postgrado de Odontopediatría en la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de Asunción (FOUNA), entre los años 2000 al 2018. Se excluyeron niños que presentaron dolores plantares o disturbios músculo-esqueléticos con alguna alteración neurológica, lesiones traumáticas a nivel de extremidades inferiores, columna vertebral o pelvis o que hayan recibido algún tratamiento de ortopedia u ortodoncia previos. También fueron descartados aquellos pacientes cuya documentación estuviera incompleta. El muestreo fue no probabilístico de casos consecutivos.
Fueron relevados los siguientes datos: edad, sexo, tipo esqueletal (Clase I = 0 a 4º; Clase II = 4º a 0; Clase III = <0) y tipos de pie (0 - 34 % pie plano; 35 - 39 % pie plano/normal; 40 - 54 % pie normal; 55 - 59 % pie normal /cavo; 60 - 74 % pie cavo; 75 - 84 % pie cavo fuerte; 85 - 100 % pie cavo extremo). Para determinar la clase esqueletal se utilizó la cefalometría de Steiner, donde se determina la posición de los maxilares en sentido anteroposterior respecto a la base del cráneo y la relación de los maxilares entre sí13. Para la valoración de los tipos de pie se utilizó el protocolo de Hernández Corvo que consiste en tipificar el pie según medidas que se realizan en base a la impresión plantar o plantigrafía. En este estudio la huella plantar se obtuvo embebiendo alcohol al 70% por la planta del pie del paciente y haciéndolo pisar un papel de fax14. Los tipos esqueletales de los niños fueron obtenidos de las telerradiografías laterales de cráneo, las que forma parte del expediente clínico al igual que las plantigrafías. Los datos obtenidos de los expedientes clínicos fueron asentados en una ficha preparada para tal fin.
Los datos fueron cargados en una planilla de Excel, para luego pasarlos al programa de Epi-infoTM, versión 3.5.3 y realizar los estudios estadísticos. Para identificar asociaciones entre las variables cualitativas se utilizó un contraste estadístico basado en el estadístico de Chi-cuadrado.
Todos los datos de los expedientes clínicos fueron mantenidos de forma confidencial. El protocolo fue aprobado por el Comité de Ética de la Facultad de Odontología de la Universidad Autónoma del Paraguay.
RESULTADOS
Fueron incluidos en el estudio 250 pacientes, de los cuales el 53,6 % era del rango de 5-9 años y el 46,4 % de 10-15 años. Un 52,8 % correspondía al sexo femenino. El 65 % de los pacientes fue atendido en la FOUNA, mientras que el 35 % fue atendido en un consultorio particular de la ciudad de Luque.
Tanto en los sexos femenino y masculino se observaron que el mayor porcentaje de pacientes presentó la clase esqueletal I (Tabla 1).
Clase esqueletal | ||||
---|---|---|---|---|
I | II | III | Valor p* | |
Sexo | ||||
F (n = 132) | 68 (51,5 %) | 56 (42,4 %) | 8 (6,1 %) | 0,0768 |
M (n = 118) | 63 (53,4 %) | 39 (33,1 %) | 16 (13,6 %) | |
Edad | ||||
5-9 (n = 134) | 64 (47,8 %) | 58 (43,3 %) | 12 (9,0 %) | 0,17 |
10-15 (n = 116) | 67 (57,8 %) | 37 (31,9 %) | 12 (10,3 %) |
*Prueba chi cuadrado
En la Tabla 2 se observa que en el grupo de participantes del sexo masculino hay mayor cantidad con pie normal.
Normal | Cavo | Plano | Normal/ cavo | Cavo fuerte | Plano/ normal | Valor p* | |
---|---|---|---|---|---|---|---|
Sexo | |||||||
Femenino | 31 (23,5 %) | 59 (44,7 %) | 1 (0,8 %) | 31 (23,5 %) | 3 (2,3 %) | 7 (5,3 %) | 0,09 |
Masculino | 48 (40,7 %) | 40 (33,9 %) | 1 (0,9 %) | 24 (20,3 %) | 2 (1,7 %) | 3 (2,5 %) | |
Edad (años) | |||||||
5-9 | 49 (36,6 %) | 51 (38,1 %) | 0 (0%) | 28 (20,9 %) | 1 (0,7 %) | 5 (3,7 %) | |
10-15 | 30 (25,9 %) | 48 (41,4 %) | 2 (1,7 %) | 27 (23,3 %) | 4 (3,4 %) | 5 (4,3 %) |
*Prueba chi cuadrado
Del total de pacientes de clase esqueletal I (131), la mayoría (40,5%), presentó huella plantar tipo cavo. No se encontró asociación estadísticamente significativa entre la clase esqueletal y el tipo de huella plantar (Tabla 3).
Clase esqueletal | Tipo de huella plantar | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|
Normal | Cavo | Plano | Normal/ cavo | Cavo fuerte | Plano/ normal | Valor p* | |
I (n = 131) | 42 (32,1 %) | 53 (40,5 %) | 1 (0,8 %) | 30 (22,9 %) | 1 (0,8 %) | 4 (3,1 %) | 0,8465 |
II (n = 95) | 29 (30,5 %) | 35 (36,8 %) | 1 (1,1 %) | 21 (22,1%) | 4 (4,2 %) | 5 (5,3 %) | |
III (n = 24) | 8 (33,3 %) | 11 (45,8 %) | 0 (0 %) | 4 (16,7 %) | 0 (0 %) | 1 (4,2 %) | |
Total | 79 | 99 | 2 | 55 | 5 | 10 |
Si se incluye dentro del grupo huella plantar normal a los tipos normal/ cavo y plano/ normal, el 57,6 % de los pacientes presentó huella plantar normal. Del total de pacientes que tuvo clase esqueletal I, el 58 % de ellos presentó el tipo de huella plantar normal. No se encontró diferencia estadísticamente significativa entre ambas variables (Tabla 4).
Clase esqueletal | Tipo de huella plantar normal | |
---|---|---|
Si | No | |
I (n = 131; 52,4 %) | 76 (58,0 %) | 55 (42,0 %) |
II (n = 95; 38 %) | 55 (57,9 %) | 40 (42,1 %) |
III (n = 24; 9,6 %) | 13 (54,2 %) | 11 (45,8 %) |
Total | 144 | 106 |
(χ² = 0,129; p - valor = 0,938)
El promedio del ángulo SNA en los pacientes que tuvieron huella plantar normal fue de 82,2, igual valor tuvo el promedio de ángulo SNB en los pacientes con y sin huella plantar normal. Se observó que el promedio de ángulo ANB fue mayor en los pacientes que tuvieron huella plantar normal. No se encontró diferencias estadísticamente significativas entre las variables (Tabla 5).
Ángulos | Huella plantar normal | Huella plantar anormal |
---|---|---|
SNA | ||
Media | 82,2 | 82,0 |
Mediana | 82 | 81,0 |
Desviación típica | 4,1 | 3,7 |
Mínimo | 70,0 | 73,0 |
Máximo | 90,0 | 91,0 |
SNB | ||
Media | 78,3 | 78,3 |
Mediana | 78,0 | 78,0 |
Desviación típica | 4,0 | 4,0 |
Mínimo | 68,0 | 70,0 |
Máximo | 89,0 | 91,0 |
ANB | ||
Media | 3,9 | 3,7 |
Mediana | 4,0 | 4,0 |
Desviación típica | 3,0 | 3,1 |
Mínimo | -4,0 | -6,0 |
Máximo | 10,0 | 11,0 |
DISCUSIÓN
Este estudio fue observacional, descriptivo, retrospectivo de corte transverso con componente analítico, donde se buscó determinar la relación entre clase esqueletal y tipo de huella plantar, participaron 250 pacientes de 5 a 15 años. El 52,8 % (132/250), fue del sexo femenino. La media de edad fue de 9 años y la moda 8. La edad mínima de 5 años y la máxima de 15 años.
En este estudio, el 52,4 % de los pacientes tuvo clase esqueletal I. Tanto en el sexo femenino como en el sexo masculino se observó que el mayor porcentaje de pacientes presentó la clase esqueletal I; resultado que concuerda con García et al.15, quienes también encontraron mayor porcentaje de pacientes con clase I esqueletal; y con Aguilar et al.16, quienes consideró los criterios de Angle, donde las clases I, II, y III, son dentarias. En dicho estudio se vio prevalencia clase I en 55.2 %. Esto a diferencia de lo hallado por Núñez17, quien encontró que la más frecuente fue la clase esqueletal II, con un 53,6 %. Los tres estudios coinciden en que la clase esqueletal III es la menos frecuente. Núñez la encontró solo en el 6,0 %, (5/83). García, Sanhueza, Cantín y Fuentes, solo refieren que es el menos encontrada; mientras que en este trabajo fue de 9,6 % (24/250).
Del total de pacientes de clase esqueletal I (131/250), 53 de ellos tuvieron huella plantar en cavo y solo uno un pie plano. No se observó pie plano en la clase III. Esto concuerda con lo hallado por Gómez (2015)18, quien observó pie cavo en pacientes de clase I, II y III y pie plano solo en pacientes con maloclusión de clase I y II. En el estudio de Gómez, las clases I, II y III son dentarias, no esqueletales. Peralta-Gonzales et al. (2018)19, encontraron también mayor porcentaje del tipo de huella plantar cavo, en coincidencia con nuestro estudio.
Del total de pacientes con clase esqueletal I (131/250), el 58,0 % tuvo huella plantar normal. Se aplicó la prueba de Chi-cuadrado, asumiendo un nivel de confianza del 95 %, para relacionar la clase esqueletal y el tipo de huella plantar normal. Se concluyó que no existe evidencia estadística suficiente para afirmar relación entre dichas variables (p = 0,938). O sea que el paciente tenga una clase esqueletal fisiológica no siempre va a implicar una huella plantar normal. Esto coincide con el estudio de Machado y colaboradores (2009)20, quienes mencionaron que no siempre las maloclusiones vienen acompañadas de problemas podológicos y posturales, y que cuando existe una huella plantar anormal o postura no correcta no siempre existe una maloclusión. Los autores refirieron que, cuando una de estos trastornos se presenta y persiste en el tiempo, el portador experimentará problemas de la articulación temporomandibular (ATM), que pueden llevar a lesiones más complicadas y síntomas dolorosos. Asimismo, estableció que cuando en los niños existe una maloclusión de clase I o III, que adoptan posiciones en busca de una comodidad que no siempre influyen en la huella plantar. Por otro lado, en las maloclusiones clase II, observó que en la mayoría de los casos existe una zona de apoyo en la bóveda plantar adicional a las zonas normales. El resultado, también concuerda con lo hallado por Campos & Matute, (2018)21, quien realizó un estudio longitudinal buscando establecer relación entre los tipos de pie y las alteraciones de la oclusión dental al cabo de uno, dos y cuatro años. Este autor no encontró una relación estadísticamente significativa entre el tipo de pie y las maloclusiones; los resultados no han sufrido ninguna evolución significativa durante los años de control. No hubo diferencia según el sexo; coincidiendo con lo hallado en este estudio donde se observó un mayor porcentaje de pacientes del sexo masculino que tuvo el tipo de huella plantar normal. Sin embargo, al aplicar la prueba de Chi-cuadrado, asumiendo un nivel de confianza del 95 % para asociar el sexo y el tipo de huella plantar normal, se concluyó que no existe evidencia estadística suficiente para afirmar asociación entre dichas variables (p = 0,07).
La limitación principal de este trabajo fue el reducido número de participantes, porque no es rutina en el tratamiento ortodóncico u ortopédico estudiar la parte postural del sujeto y menos aún la huella plantar.