INTRODUCCIÓN
La enfermedad de Chagas (ECh) fue descrita por primera vez por Carlos Chagas en 1909 en Brasil. Es causada por un protozoo, Trypanosoma Cruzi, el cual es transmitido a los humanos principalmente a través de un insecto vector: triatóminos de la familia Reduviidae, orden Hemiptera (chinches), Subfamilia Triatominae. Otros modos de transmisión son: transfusional, congénito, trasplante de órganos y oral1.
La (ECh) es endémica en 21 países de América Latina2,3. Desde 1990, los países afectados por la ECh, en especial donde esta enfermedad es endémica, se organizaron con el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud y se ejecutaron iniciativas subregionales de prevención y control para esta enfermedad. Estas iniciativas se efectuaron por regiones: Cono Sur (1992), América Central (1997), países andinos (1998), países amazónicos (2003) y México (2004), este último país, desde 2013 se integró con los países de Centroamérica en la Iniciativa de Centroamérica y México. A través de estas iniciativas se han obtenido avances, tales como la implantación del tamizaje universal de donantes de sangre entre otros aspectos. Las iniciativas de las Américas han permitido alcanzar reducciones importantes del número de casos agudos y de la presencia intradomiciliaria de vectores triatominos en todas las zonas endémicas. El número estimado de personas infectadas pasó de 30 millones en 1990 a 6-8 millones en el 2010. En esos 20 años, la incidencia anual decreció de 700.000 a 28.000 casos4.
Ramsey et al, 2015, señalan que en las últimas estimaciones, la prevalencia de esta enfermedad está disminuyendo en la región de América del Sur, sin embargo, la mayoría de estos países no tienen vigilancia epidemiológica activa5. La carga anual en costos por la atención en salud, se calcula en 627,46 millones de dólares y en 806.170 años de vida ajustados por discapacidad6.
La (ECh) se clasifica dentro de las enfermedades tropicales desatendidas (ETD). Hotez et al, 2008, reportan que en América Latina las ETD se concentran geográficamente en 11 diferentes subregiones en las que coexisten características sociodemográficas (alta marginación, pobreza, vivienda deficiente, escasos o nulos servicios de saneamiento básico y acceso a servicios de salud) con aspectos ambientales únicos como las áreas del altiplano seco y frío, el chaco seco y estéril (Argentina, Bolivia, Paraguay), montañas aisladas de México, Centroamérica y la Amazonía, así como cuencas del caribe. Estos autores señalan que en estas áreas la ECh continúa siendo altamente endémica, más que cualquier otra ETD7.
Actualmente migrantes provenientes de países con alta prevalencia en América Latina de ECh, son la causa de que existan casos de esta enfermedad en América del Norte, Europa y Asía5,8.
La Organización Mundial de la Salud planteó objetivos para el control y la eliminación de la enfermedad de Chagas con base en dos pilares: 1) interrupción de la transmisión (vectorial intradomiciliar, reducir el riesgo de transmisión oral, interrumpir la transmisión adquirida a través de transfusiones de sangre y trasplante de órganos, mejora del saneamiento básico y uso de mosquiteros) y 2) atención a los pacientes9.
En México, se reportan 71 millones de habitantes en riesgo directo. La prevalencia no se conoce con exactitud pero se estima que está entre 0,013% y 3,12%3.
Actualmente, en el abordaje de esta enfermedad se señala la necesidad de incorporar promoción y educación para la salud, así como la participación de la población10,11.
El objetivo de este estudio fue incrementar los conocimientos y prácticas preventivas sobre la enfermedad de Chagas en escolares.
MATERIAL Y MÉTODO
Estudio cuasi-experimental con mediciones pre/post-intervención educativa con 343 escolares de primaria (4º, 5º, 6º grados) y secundaria (1º, 2º, 3º grados), ciclo escolar 2011-2012, en cuatro escuelas públicas del estado de Morelos de zona urbana y rural. El estudio fue aprobado por las Comisiones de Investigación y Ética del Instituto Nacional de Salud Pública.
Se aplicó un cuestionario de conocimientos. La primera pregunta indagaba el conocimiento sobre el vector, a quienes respondían positivamente se les mostraba una tarjeta con trece imágenes (cada imagen con número), de los cuales tres de ellas (1,7 y 13) correspondían a chinches hematófagas y 10 a insectos que depredan a otros insectos. La tarjeta fue diseñada por la Dra. Janine M. Ramsey, quien ha utilizado la tarjeta en múltiples estudios en diversas regiones de México. La Dra Ramsey capacitó a integrantes del equipo en el uso e interpretación de la tarjeta. La utilización de esta tarjeta permitió identificar aquellas personas que habían tenido experiencia directa con el vector y su probable presencia en su entorno.
Se efectuaron 10 sesiones educativas con metodología participativa, las cuales fueron coordinadas por facilitadoras educativas previamente capacitadas en la temática. Las sesiones se enfocaron en la identificación del vector, los sitios en los que habita, características del piquete, sintomatología de la enfermedad de Chagas y acciones preventivas. Se efectuaron actividades como: periódico mural, recorridos comunitarios para identificar sitios con riesgo, radio escolar y carteles para difundir información de esta problemática tanto dentro como fuera de la escuela.
La información fue capturada y analizada utilizando el paquete estadístico Stata v.12. Se obtuvieron frecuencias simples y diferencia de proporciones entre la primera y segunda medición con un nivel de confianza del 95%. El Valor Predictivo Positivo (VPP) de identificación del vector se obtuvo a partir de la proporción resultante de los escolares que dijeron conocer el vector y lo identificaron correctamente en la tarjeta, entre el total de escolares que respondieron conocerlo.
RESULTADOS
En la comunidad urbana el 73,9% de las viviendas presentaban techo de concreto, paredes de block (65,45%) y piso de cemento (70,33%), con presencia de animales domésticos (78,86%). El 67,5% de las viviendas de zona rural tenían techo de lámina, paredes de ladrillo (41,25%), el 17,5% con piso de tierra, y con animales domésticos el 86,25%.
Participaron 158 niñas (edad promedio 12,51 años, DE: 1,94) y 182 niños (edad promedio 12,61 años, DE: 1,88). Tres escolares no reportaron su edad.
El Valor Predictivo Positivo aumentó posterior a las sesiones educativas (VPP Pre-intervención=58,07%, VPP Post-intervención=89,71%) (Figura 1). Se encontró aumento en el conocimiento de la enfermedad de Chagas (Pre-intervención 30,90% Vs Post-intervención 64,72%, diferencia: 33,82%, valor de p= 0,0000, IC:-.4085388 .267846) y de las acciones preventivas (Pre-intervención 14,29% Vs Post-intervención 61,81%, diferencia: 47,52%, valor de p= 0,0000, IC: -.5385837 -.4118536).
Hubo diferencias estadísticamente significativas por sexo en el conocimiento e identificación del vector en la fase pre-intervención (diferencia=22,22%, valor de p=0,0038, IC:-.3814686 -.0629758), conservándose la diferencia post-intervención (diferencia=9,02%, valor de p=0,0232, IC:-.178526 -.0018019), este conocimiento fue adquirido en mayor porcentaje por hombres. En las diferencias al interior de cada grupo (hombres vs mujeres) post-intervención se registró un aumento estadísticamente significativo del 50% en promedio.
Se incrementó el conocimiento sobre los sitios en los que suele habitar el vector (lugares escondidos, oscuros y secos) y de las acciones que se pueden realizar para prevenir la presencia del insecto en la vivienda y sus alrededores. Entre estas actividades destacan: limpiar casa y patio (49,3 vs. 77,3%), limpieza (28,3 vs 33,5%) y mover los muebles (21 a 33,2%). Disminuyó el porcentaje de quienes consideran la fumigación como el principal recurso para combatir el vector. Hubo significancia estadística (p<0.05, nivel de confianza 95%) en las diferencias de proporción de limpiar casa/ patio y fumigar en la medición pre y post intervención.
En cada escuela se formó un comité de escolares para promover acciones de abogacía y para efectuar medidas preventivas tanto en la escuela como en la comunidad.
DISCUSIÓN
Este estudio demostró que a través de una intervención educativa en escolares es posible incrementar los conocimientos y su participación en acciones preventivas.
Los resultados reportados en otros estudios son semejantes a nuestros hallazgos. En una investigación efectuada en Yucatán, se señaló que los escolares son actores sociales fundamentales para estrategias de movilización poblacional en contra de los triatomas y la ECh10. Otra intervención educativa con escolares, efectuada de igual forma en Yucatán reportó un incremento de conocimiento en los escolares, quienes además participaron en la recolección de vectores y en difundir información con sus familias y comunidad12. Crocco L et al., 2005, señalan la importancia de la participación de escolares con previa capacitación, no sólo en la vigilancia sino en caracterizar viviendas en riesgo e identificar el vector11. Al contrario de nuestro estudio, Ferrero et al., 2015, en una intervención educativa con escolares en Argentina no encontraron cambios en los conocimientos13.
Otros estudios indagan los conocimientos que tienen los escolares pero sin efectuar intervención educativa. Estos estudios reportan que en general los escolares conocen al vector pero tienen saberes limitados en cuanto a medidas preventivas14,15. Nuestro estudio es diferente ya que la intervención educativa permitió el incremento de conocimientos y la participación en acciones preventivas.
Las acciones educativas y la difusión creativa de información16, permiten la alfabetización sanitaria en una problemática en la que la población y los escolares no están familiarizados en la importancia que tiene la vivienda y el entorno en la presentación de esta enfermedad. La alfabetización sanitaria en la ECh puede contribuir para que la población participe activamente en el control de este problema. Diversos autores señalan que la participación comunitaria y el dialogo con la población civil, es un componente fundamental en conjunto con otra serie de medidas, para la eliminación efectiva del vector17,18.
El trabajo con escolares y aún más con la comunidad escolar de los planteles educativos es un espacio crucial para incrementar la alfabetización sanitaria sobre la ECh, lo cual puede contribuir para que se efectúen acciones dentro de los espacios comunitarios para el control y prevención del vector y la enfermedad.