INTRODUCCIÓN
De manera clásica, todos los aspectos referentes a la organización interna en las familias se desarrollan de manera asimétrica según estructura de parentesco y género, reconociendo a las mujeres como la base de los cuidados sociales, domésticos y sanitarios, incluyendo la atención de sus hijos y la alimentación1,2.
Las responsabilidades en la alimentación doméstica en el tiempo y diversas culturas se asociarían a un rol femenino3. La historia admite para las mujeres en los últimos 100 años la mantención de relaciones familiares y de género tradicionales, con labores domésticas diferenciadas entre hombre y mujeres y una estructura social patriarcal, con roles definidos, en donde las mujeres debían estar casadas y con hijos/as, realizando trabajos no gratificados en su propio domicilio, mientras los hombres son los proveedores materiales desde sus trabajos remunerados4,5.
Los hombres y su rol masculino no son ajenos a la elaboración de platos culinarios, realizados generalmente como una actividad de ocio, lúdica, de seducción o creativa, no como parte de responsabilidades en los cuidados domésticos6. No obstante, en el desarrollo de culturas dinámicas se presentan “nuevas paternidades”, en las que se comparten labores domésticas entre hombres y mujeres, u hombres solteros entre 20 a 49 años, en el que cocinar y los cuidados domésticos son parte de su vida, que pueden extenderse a la convivencia y paternidad7.
Pero ¿Qué ocurre con las masculinidades en la trasmisión de las culturas alimentarias? Para responder a esta inquietud, las masculinidades representan roles sociales diversos construidos mediante trayectorias vitales, con una finalización social presentada en la vejez, donde se tiende a fracturar así el estereotipo masculino8. Por otra parte, en la trasmisión alimentaria en los domicilios de culturas de Latinoamérica, hay disposición a mantener normas hegemónicas, con roles de género establecidos9, en donde hombres desarrollan actividades de cuidados domésticos en situaciones puntuales de apoyo a mujeres, como embarazo o presentación de enfermedades, así como cuando se encuentran solos10.
Esta dinámica cultural de representaciones sociales es transversal a distintas trayectorias vitales y al curso de vida, en el que personas mayores en la actualidad, rememoran su alimentación en etapas tempranas de la vida e identifican roles asociados a la identidad de género11.
Para aportar a la salud colectiva evidencias para conocer la identidad de géneros en la trasmisión de la alimentación desde el pensar, creencia y relato de personas mayores masculinas, surge esta investigación que pretende interpretar los relatos de personas mayores sobre el rol de las masculinidades en la transmisión alimentaria familiar.
METODOLOGÍA
Estudio de enfoque cualitativo con alcance exploratorio, utilizando como metodología a la Teoría Fundamentada de Strauss y Corbin12. Participaron personas mayores de género masculino de una comuna del centro-sur de Chile con a lo menos 60 años, residencia de 10 años en la comuna y que firmaran el consentimiento informado de la investigación. Se consideró excluir a personas mayores con dificultades mecánicas o cognitivas que limitaran desarrollar entrevista. Como tamizaje para la evaluación cognitiva, se utilizó la prueba de Minimental, instrumento validado en Chile y que no excluyó a participantes del estudio.
El muestreo fue teórico a través de la saturación de datos; la recolección de estos últimos se realizó mediante una entrevista semiestructurada, instrumento sometido a validación de constructo por cinco expertos/as en gerontología y nutrición y sometida a prueba piloto antes de ser aplicada en el trabajo de campo.
El período de recolección de la información fue entre julio de 2021 y junio de 2022. La recopilación de datos fue realizada por investigadores y colaboradores del estudio, participando un sociólogo y una nutricionista con experiencia en aplicación de entrevistas cualitativas. Los datos fueron grabados en smartphone y traspasados por equipo colaborador a procesador de texto (Microsoft Word) para ser analizados.
El plan de datos (Figura 1) siguió los lineamientos clásicos de la teoría fundamentada de Strauss y Corbin, en donde se entretejen aspectos teóricos de diversas fuentes de datos, la experiencia del equipo de investigadores y las tres fases clásicas de codificación: abierta, axial y selectiva. Los datos fueron ordenados y codificados en conceptos y categorías conceptuales de similitudes o diferencias (categorización abierta), para luego ser agrupados y comparados en nuevos datos resultantes de la relación entre ejes de categorías, las que facultan la identificación de subcategorías en propiedades y dimensiones de las propias categorías (categorización axial), para finalmente reducir el número de conceptos integrados y dar cuenta de las relaciones (categorización selectiva), lo que permitió reorganizar datos y reconocer la categoría central y generar la teoría que da respuesta al objeto de estudio. Durante el proceso de análisis de los datos, la pregunta que permitió levantar la formulación teórica del estudio fue la siguiente: ¿Cuál es el rol de las masculinidades en la trasmisión alimentaria?
En el análisis, obtención de los datos y reconocimiento de memos (registros de reflexiones abstractas de los investigadores), así como la generación teórica de resultados, se consideró el entorno histórico, cultural y social de los participantes. Así, la contextualización teórica del objeto de estudio y la comparación constante de los resultados permitió realizar una triangulación de datos, facilitando así la teorización del fenómeno estudiado, al confrontar distintas visiones o realidades del fenómeno en estudio.
Antes de su ejecución, la investigación fue presentada a Comité de Ética Científica de una universidad regional, los que aprobaron y realizaron seguimiento al desarrollo de la investigación y la aplicación del consentimiento informado como instrumento (ORD. N° 15/2021).
RESULTADOS
Participaron 15 personas mayores de género masculino con edad promedio de 68,7 (6,9) años. El 86.7% presentó a lo menos 8 años de escolaridad y la totalidad de los participantes realizaron trabajos remunerados fuera del hogar en promedio 32,7 (13,1) años. El 66,7% mantenía un trabajo laboral fijo o esporádico (Tabla 1).
Entrevista | Edad* | Estado civil | Nivel educacional† | Años de trabajo fuera de casa | Actual situación laboral |
---|---|---|---|---|---|
1 | 61 | Divorciado | Media incompleta | 50 | Trabajador activo |
2 | 80 | Casado | Media completa | 42 | Jubilado |
3 | 67 | Casado | Básica completa | 50 | Trabajador activo |
4 | 73 | Casado | Media completa | 35 | Jubilado |
5 | 78 | Casado | Media completa | 30 | Jubilado |
6 | 64 | Soltero | Básica completa | 30 | Trabajador esporádico |
7 | 68 | Conviviente | Media completa | 20 | Jubilado |
8 | 62 | Soltero | Media completa | 20 | Trabajador esporádico |
9 | 62 | Casado | Media completa | 10 | Trabajador activo |
10 | 64 | Casado | Media completa | 50 | Trabajador activo |
11 | 71 | Casado | Educación superior | 28 | Trabajador esporádico |
12 | 63 | Casado | Media completa | 27 | Trabajador activo |
13 | 62 | Casado | Media incompleta | 50 | Trabajador activo |
14 | 75 | Casado | Media completa | 42 | Jubilado |
15 | 67 | Casado | Educación superior | 50 | Trabajador activo |
Nota. *Edad en años. † Educación básica corresponde a nivel primario de formación y educación media a nivel secundario. Educación superior puede ser formación universitaria o técnica superior.
El rol de las masculinidades en la trasmisión alimentaria se presenta en la Figura 2. Para los cuidados domésticos y desde la teorización de los discursos entregados por los participantes, se reconoce una cesión social de hábitos, patrones y costumbres alimentarias en este grupo de personas.
La familia es mencionada como esencial en su alimentación, con recuerdos que permiten rememorar a trayectorias vitales nóveles y su actual vivencia de persona mayor. En la infancia, la cesión de la alimentación se enmarca en recuerdos de sabores o emociones que entretejen platos culinarios en situaciones familiares cotidianas o festivas. Esta vivencia es relatada más bien como espectadores en la elaboración gastronómica familiar, lo que les faculta para identificar una trasmisión alimentaria intergeneracional en sus hogares, los que presentaban una marcada identidad de género femenino, en las que su madre, abuelas u otra mujer de su familia, se encargaban de los cuidados domésticos relacionados a la alimentación.
Esta percepción muta en los relatos de sus vivencias como personas mayores; las masculinidades se adaptan a los cuidados y necesidades de sus respectivos hogares. Por una parte, comprenden su integración a la atención de sus familias en aspectos alimentarios, por el hecho de ser los responsables de las compras de abastecimientos alimentarios.
En los discursos se reconoce que un grupo de participantes contribuye a los cuidados domésticos de manera más activa, al colaborar o elaborar las preparaciones culinarias consumidas en sus domicilios, acción realza en aquellos hogares donde las mujeres no se agradan ante el rol social de las encargadas de cocinar para sus grupos familiares.
Otro aspecto relevante que rompe los paradigmas clásicos de la trasmisión alimentaria se presenta en la cesión intergeneracional de saberes o patrones alimentarios. Desde el relato de experiencias de vida en esta etapa de la trayectoria vital, ellos en su rol social de abuelos o padres, les enseñan a sus hijos/as o nietas/os a realizar diversas recetas culinarias; por otra parte, hijos o nietos incorporan alimentos que no son propios de los patrones alimentarios familiares o formas de preparaciones culinarias que innovan en las tradiciones gastronómicas consanguíneas.
DISCUSIÓN
El rol de las masculinidades está incorporando actividades propias de los cuidados domésticos familiares, situación que se presentan en diversas trayectorias de vida, incluida la vivencia del ser persona mayor.
Si bien, las culturas a nivel global y en especial en Latinoamérica han avanzado hacia una igualdad de género, este proceso es desarrollado de manera pausada en el tiempo, manteniendo una base patriarcal de estructura social, que ha dado paso a relaciones de género empáticas y respetuosas13,14. Esta última situación se profundiza más en hombres jóvenes y adultos, los que se han involucrado en cuidados domésticos de su preferencia, incluyendo una crianza parental más comprometida y afectuosa15. Las personas mayores participantes también reconocen el aportar a fracturar la desigualdad de género en actividades que son asociadas a un rol femenino, como lo es ser responsables de la adquisición en el mercado local de alimentos o el de cocinar en casa.
Para personas mayores, las preparaciones culinarias presentan un valor simbólico cultural, en donde se cruzan placeres hedónicos unidos a identidad y a recuerdos de trayectorias vitales, en especial, en etapas nóveles de la vida16, situación que se relata en los discursos de los participantes. La formación de hábitos y patrones alimentarios comienzan en las primeras etapas de la vida de una persona, con una marcada identidad femenina17, situación que se ha mantenido en las actuales culturas alimentarias18.
La dinámica de las prácticas alimentarias ha evolucionado en el tiempo; las personas mayores participantes se alimentaron en una cultura social patriarcal, donde el hombre (padre) tenía un rol eminentemente autoritario y de toma de decisiones familiares y valóricas, con representaciones diversas entre los hijos/as en la infancia19. Esto último se menciona en las vivencias de participantes, ya que, desde un retrovisor, la etapa de niñez es recordada con una representación más bien pasiva en el aporte entregado a la alimentación domiciliaria. Esta situación es divergente con resultados de otras investigaciones, en donde los niños de alguna manera aportaban en las actividades que acompañan a la alimentación domiciliaria20,21.
Esta falta de interés por colaborar o ser responsables de realizar preparaciones culinarias expresada por participantes de la investigación en su trayectoria de vida infantil, se encuentra evidenciada en la historia reciente3, aunque la tendencia contemporánea es formar habilidades culinarias en talleres con apoyo parental, pero fuera de los domicilios de los y las menores22. Niños y adolescentes admiten la interdependencia en esta etapa de la vida de hermanos/as mayores para cocinar, así como la necesidad de aprender diversas técnicas culinarias, ya que lo podrían necesitar como una habilidad útil en caso de emergencias, situación extraordinaria o con un fin de estrategia económica, al reducir gastos por compra de comida elaborada23.
Por otra parte, se presenta en el imaginario colectivo que, en el trabajo doméstico, los hombres ayudan y las mujeres hacen24, situación considerada en la niñez y la etapa de persona mayor de los participantes del estudio. De esta última trayectoria vital, hombres que a la vez son personas mayores, reconocen que los aportes domésticos se materializan en la compra de alimentos para el hogar y que el desarrollo de habilidades culinarias surge de situaciones de transición en sus vidas, como la muerte de la cónyuge o enfermedad de esta última25. Aunque la vivencia de la viudez no aparece en los discursos de los participantes, el aporte que hacen propio en la trasmisión alimentaria se centra en las compras de alimentos, así como el ayudar o cocinar para ellos o su familia.
Otro hallazgo relevante de la investigación responde a la trasmisión intergeneracional entre integrantes varones de los núcleos familiares de los participantes. En los discursos de estas personas mayores se mencionan la enseñanza y aprendizaje de recetas culinarias, diversas técnicas de preparación y cocción, y la incorporación de alimentos no propios de los patrones alimentarios familiares clásicos, destacando a nietos, hijos o los mismos entrevistados en el rol de trascender en la alimentación de sus domicilios. El traspaso intergeneracional de saberes culinarios se presenta de manera ascendente o descendente en el núcleo familiar, en hogares que incorporan personas mayores se presenta en resultados de investigaciones previas26,27, aunque esto último no es una condición que represente de manera transversal la trasmisión intergeneracional alimentaria en diversas culturas28.
La identidad de género femenino en la trasmisión de la alimentación sigue estando arraigada hasta en las propias familias29. No obstante, los actuales hombres mayores están inmersos en estas fluctuaciones sociales de cambios de roles en una diversidad de vejeces marcada por una cultura patriarcal del siglo XX30. Una estrategia de adaptación a estas nuevas geromasculinidades entre hijas/os u otros familiares, responde al fortalecimiento de habilidades de comunicación virtual a través del uso tecnologías, permitiendo recordar o trasmitir preparaciones culinarias con significado afectivo para este binomio y con repercusiones positivas para el bienestar de la persona mayor y su grupo familiar31-33.
Como fortaleza del estudio, sus resultados pueden ser la base de nuevas investigaciones que profundicen en la realidad de las masculinidades en personas mayores, en un relevante determinante de salud social como lo son la alimentación y los patrones alimentarios en su complejo traspaso cultural, familiar y comunitario. No obstante, la investigación no está exenta de limitaciones, como lo es su carácter exploratorio y de enfoque cualitativo, que limita la extrapolación de sus resultados y solo levantar la opinión de hombres mayores y no incluir el pensar y la visión de mujeres en el traspaso alimentario y el rol de las masculinidades, lo que visualiza una nueva investigación en el área temática.
CONCLUSIÓN
Desde los relatos de personas mayores participantes, las masculinidades presentan una dinámica familiar que comienza a desmitificar el rol de género femenino en el traspaso cultural de la alimentación.
Aunque se mantiene en los participantes la idea de que no es una función de apoyo familiar realizar actividades domésticas en sus hogares y colaborar en estos quehaceres, comienza a mutar el rol masculino hegemónico en actividades propias del hogar. Se empatiza con mujeres que no disfrutan del cocinar al participar de manera más activa en la elaboración de preparaciones culinarias o se reconoce que hombres de la familia, trasmiten de manera intergeneracional, alimentos o formas de realizar platos con identidad familiar o comunitaria, que faculta la innovación en los patrones alimentarios.
Políticas y programas alimentarios deberían atender la opinión de los hombres mayores y sus masculinidades en el traspaso de sus culturas y patrones alimentarios, considerando la diversidad de vejeces y experiencias de vida familiar.
Como agentes sanitarios podemos reconocer las barreras que se levantan al realizar actividades educativas destinadas a conseguir un estilo de vida saludable en personas en diversas etapas de la vida. La educación alimentaria comienza en los ambientes alimentarios domésticos, por lo que es necesario desmitificar el rol de género femenino en cuanto a la alimentación familiar, direccionando actividades que incluyan las aportaciones que cada miembro del grupo familiar tenga una vida más saludable.