INTRODUCCIÓN
La ciudad, como fenómeno sociológico, se define como un extenso y denso conglomerados de individuos socialmente heterogéneos (Wirth, 1962). El caso de las ciudades latinoamericanas contribuye a comprender su evolución como una formación heterogénea, sirviendo como medio para establecer nuevos modos de vida y organización social. Para Gorelik (2003), esto implica la transformación del espacio urbano a través de procesos materiales y representaciones culturales1, abarcando tanto los espacios de sociabilidad como los lugares y no lugares.
En la historia urbana de Chillán, se puede analizar el urbanismo como forma de organización social. La ciudad ha sido afectada por catástrofes naturales, incluyendo los terremotos de 1751, 1835 y 1939 (Parada, 2018), y ha experimentado cambios significativos, como la construcción de edificios culturales y cívicos, mejoras viales y llegada de centros comerciales (Parada, 2020). Sin embargo, también ha habido una reubicación de actividades industriales, educativas y recreativas lejos de los hogares, lo que ha privado a la familia de algunas de sus funciones históricas fundamentales (Wirth, 1962).
Esto último aspecto, en nuestra perspectiva, no implicaría necesariamente el fin de la modernidad, sino más bien la aceleración de los factores que hacen a la modernidad un elemento presente en la vida del individuo: individualismo, consumo, aceleración del tiempo y contracción del espacio. Por lo tanto, nuestra hipótesis de trabajo sugiere que la «sobremodernidad» (Augé, 2010) estaría presente en una ciudad fronteriza como Chillán (Leaman de la Hoz, 1982; Reyes, 1981, 1999), dando lugar a la creación de lugares y no lugares, es decir, espacios que no se consideran antropológicamente significativos.
MATERIALES Y MÉTODOS
El tipo y diseño de investigación llevados a cabo por este estudio se enmarcó dentro de la metodología cualitativa y descriptiva, enfocándose en analizar la transformación de los lugares y no lugares de la ciudad de Chillán, siguiendo la conceptualización de Marc Augé (2010). Los lugares reconocidos en el análisis fueron: la Plaza de Armas de Chillán y la Feria de Chillán. Por otra parte, lo no lugares identificados fueron: el Centro Comercial de Chillán y la Estación de Ferrocarriles de Chillán (Parada, Garrido & Cabezas, 2019). Para ello, se empleó una técnica de investigación documental basada en la revisión bibliográfica.
Fuente: Elaboración por el Centro de Escritura Javeriano, Pontificia Universidad Javeriana, Cali, Colombia. Basada en Cué y Oramas (2008).
Los procedimientos utilizados para la revisión bibliográfica hacen referencia a los elementos presentados en la Figura 1, según lo propuesto por Cué y Oramas (2008):
El procedimiento se estructuró en un total de seis momentos fundamentales, relacionados con:
Definición del tema: De los lugares a los no lugares: estudio de caso de la ciudad de Chillán, Chile, 2023.
Elaboración del plan de escritura: que incluyó los tópicos siguientes: a) lugares y no lugares;
b) entre lugares y no lugares en Chillán.
Búsqueda bibliográfica: los criterios utilizados para la selección del corpus fueron los si- guientes: a) revisión de bases de datos de artículos SciELO y Scopus que han tratado el tema del urbanismo, los lugares y los no lugares; b) revisión de libros impresos y digitales disponi- bles en bases de datos; c) revisión de imágenes disponibles en repositorios web.
Análisis de documentos: realizado a partir de la bibliografía compilada y seleccionada para el abordaje del objeto de estudio y a través de las técnicas de observación y análisis de contenido.
Síntesis de información: realizada aplicando la técnica de fichaje: a) fichas textuales; b) fichas bibliográficas; c) fichas de resumen.
Elaboración del artículo: para este momento, se consideraron las recomendaciones realizadas por Ganga, et al. (2016), en relación a la estructura y contenido de los artículos de investigación científica: a) introducción; b) fundamentos teóricos; c) metodología; d) presentación de resultados; e) discusión; f) conclusiones; g) referencias bibliográficas.
Para el análisis de datos, se aplicaron las técnicas utilizadas por el análisis de información asociado al análisis de contenido, para ello, se consideraron las sugerencias de (Andréu, 2002; Bardin, 1996 y Krippendorff, 1990): a) determinación del tema de análisis; b) establecimiento de reglas de codificación de información; c) determinación del sistema de categorías en función de la revisión bibliográfica; d) verificación; e) desarrollo de procesos de codificación; f) establecimiento de inferencias. En este sentido, Andréu (2002) define el análisis de contenido como la aplicación del «…conjunto de técnicas tendentes a explicar y sistematizar el contenido de los comunicativos de textos, sonidos e imágenes y la expresión de ese contenido con la ayuda de elementos cuantificables o no», (p. 3).
Para complementar este análisis, se aplicó una metodología práctica de trabajo de campo, que orientada desde la modalidad de la fotografía documental, permitió componer y seleccionar las fuentes fotográficas presentadas en el estudio (Sánchez-Monge, 2020), como también, utilizada por la etnografía visual, posibilitando la descripción y análisis de estos textos fotográficos desde la base teórica (Rodríguez, 1995), en este caso, de los lugares a los no lugares señalados.
El procedimiento metodológico de las fotografías documentales2 se llevó a cabo de la manera siguiente:
Planteamiento: a) conocimiento visual y escrito, previo y suficiente, del tema objeto de estudio que se buscó documentar; b) delimitación temporal y espacial del tema objeto de estudio que se buscó documentar; c) superposición de las ideas visuales propias sobre la información visual y escrita, previa y delimitada; d) eliminación de las perspectivas preconcebidas y arbitrarias; e) establecimiento del hilo conductor de la metodología de trabajo.
Diseño: a) enfoque testimonial único e innovador; b) división por categorías del tema objeto de estudio que se buscó documentar, lo que permitió visualizar su diversidad; c) planificación de los planos y ángulos.
Composición: a) programación manual; b) establecimiento de la técnica fotográfica; c) re- presentación de color/blanco y negro; d) sensibilidad, diafragma, velocidad de obturación y distancia focal.
Selección: a) fuentes fotográficas que cumplieron con el hilo conductor establecido; b) aplicación de la técnica storyboarding para organizar las fuentes fotográficas, según el plantea- miento, diseño y composición, y guiar la representación gráfica del relato visual; c) descarte de las fuentes fotográficas que no cumplieron con la pauta metodológica.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Las personas que habitan áreas urbanas recorren diferentes lugares, con ello, establecen simbólicamente una forma de estar, que influye en la convivencia social, las relaciones interpersonales y el anonimato. Es fundamental incorporar a esta discusión la definición de lugar como un espacio de identidad, relaciones e historia, mientras que, un espacio carente de estas características se considera un no lugar (Augé, 2010). El autor argumenta que la «sobremodernidad» produce no lugares, lo cual impacta en la conciencia individual, las experiencias y el fenómeno proliferante de espacios vacíos. Este vacío, que afecta a los no lugares, causa un efecto distintivo en las personas: satisfacción momentánea y superficial. Más aún, el ser humano permanece en el anonimato, diluido por el acelerado ritmo de las actividades propias de la sobremodernidad y el abandono de lo público, lo que, en última instancia, ciega al sujeto que no comprende por dónde transita, volviéndolo un accesorio más del espacio producido por la modernización de la vida cotidiana. Los no lugares, son una medida de la época: vías aéreas, ferroviarias, autopistas y medios de transporte móviles, no lugares que representan un espacio donde la población humana, a menudo, no se pone en contacto con otros individuos más que con una imagen de sí misma (Augé, 2010).
Por ello, es relevante describir y analizar estos aspectos característicos en ciudades históricas y periféricas como Chillán (Chile), que permiten comprender la presencia de la sobremodernidad en sociedades que viven entre la tradición y la modernidad, que habitan entre lo rural y lo urbano, especialmente, en términos presentes de presencia y anonimato.
En el siglo XX, la modernidad llegó a su fin, así como también el paradigma occidental que la sustentaba. La promesa de modernidad, creación del hombre y sociedad a través de la razón, no se cumplió. La modernidad finaliza como todas las civilizaciones, con el fin de la hegemonía de un paradigma base. En la actualidad, nos encontramos en un momento de inflexibilidad de la civilización. En la ciudad de Chillán, la dialéctica entre lugar y no lugar se hace presente, donde lo identitario, relacional e histórico se enfrenta al anonimato, lo que genera una tensión entre contrastes, una paradoja del movimiento activo y la quietud. En esta ciudad, las personas son protagonistas y su forma de habitar está condicionada por situaciones de lugares y no lugares. El centro comercial; la escalera mecánica y el cajero automático representan lo momentáneo y efímero, son construcciones de trayecto que favorecen el olvido (Ricœur, 2004). Las personas que transitan por estos espacios tienen una rutina definida en la que se contraponen el lugar, la fraternidad, la identidad y la historia; la plaza y la feria, con el no lugar, construido a través de lo superfluo y lo superficial.
La Figura 2, muestra cómo lo histórico e identitario converge hacia lo relacional de la población chillaneja, comprendiendo las características espaciales tradicionales de este centro urbano.
Desde el punto de vista urbano se destacan los espacios de sociabilidad (Simmel, 1977, en Palacios, 2005; Simmel, 1986), como plazas y mercados públicos, que fomentan el desarrollo de actividades culturales y educativas, fiestas cívicas y religiosas en diferentes épocas del año, actividades propias de una sociedad tradicional (Parada, 2016).
La trama de Chillán es republicana, las dimensiones de sus calles y avenidas rompen con la trama colonial de vías angostas, contempla esquinas cortadas en ochava [diagonal], avenidas de circunvalación que favorecen futuras áreas de expansión y sus plazas están ubicadas: «…en cada cuarto de la ciudad, las que se agregan a la plaza central, también constituye un elemento que tiende a un desarrollo más armónico de la ciudad, especialmente en lo que significa poner a una distancia equitativa de la población determinados servicios, ya sean públicos o religiosos» (Martínez Cerda, 2010: 29).
Esta descripción de la ciudad de Chillán ubica a nuestro objeto de estudio en el interior de Las Cuatro Avenidas3, donde se forman y desarrollan los lugares y los no lugares. Los primeros: Plaza de Armas de Chillán y Feria de Chillán. Los segundos: Centro Comercial de Chillán y Estación de Ferrocarriles de Chillán.
La Plaza de Armas de Chillan, este lugar representa historia e identidad. En lo relacional, comprende aspectos de tradición, fisonomía y significado para sus habitantes. Por esta razón, no puede separarse de su colectivo humano y, en consecuencia, del tipo de relaciones sociales que este aprecia, tanto estilo de vida como valores estéticos respetados. En este sentido, Harvey (1977) sostiene que la ciudad es más que un derecho de acceso individual que almacena o protege, sobre todo, es un derecho a cambiar y reinventar la ciudad de acuerdo con nuestros intereses, es un derecho colectivo más que individual, que favorece el ejercicio del poder colectivo sobre el proceso de urbanización.
Esto se puede observar a partir de 1836, cuando el ingeniero francés Ambrosio Lozier organizó el trazado de la ciudad de Chillán (Reyes, 1981; Parada, 2018), considerando una proyección de ella a través de cuatro avenidas amplias y el emplazamiento interior de cinco plazas (Martínez Cerda, 2010), buscando fomentar lo público y generar, con ello, un espacio de moralización de la población (León, 2010), como también, de recreación y festividad cívica.
Del mismo modo, en su momento, se construyó un jardín central octogonal que aún rodea la estatua: «Al Padre de la Patria Libertador Don Bernardo O’Higgins R. 1778-1842 Hijo Ilustre de Ñuble» (Figura 3). La disposición de las calles y avenidas que fluyen hacia este jardín hacen de ellas un cómodo, cotidiano y tradicional lugar de paseo chillanejo (Figura 4), es por ello que, en esta plaza, las personas permanecen y se relacionan con el lugar durante sus ‘horas libres’ (Figura 5), construyen un imaginario social a través de la propia experiencia con lo público, con variaciones en función de las formas y modos en que perciben el desarrollo de la sociabilidad, el encuentro y la recreación durante todo el año. La relevancia actual de este lugar se contrasta con su significancia en el contexto del nuevo emplazamiento de Chillán en 1836, que Basterrica (2015) describe así: «Teniendo ya aprobado el plano […]. Los primeros particulares en pedir sitios fueron las familias principales de la ciudad, de preferencia en las manzanas ale- dañas a la Plaza de Armas, punto central del trazado de las calles de la nueva ciudad» (p. 50). La Feria tiene su origen en el período colonial, a raíz del intenso contacto comercial que existía entre la población indígena y aquella que habitaba la ciudad fronteriza (Reyes, 1981; Parada, 2018). Más aún, esta actividad comercial y sociocultural fue fomentada tras el proceso de Independencia (1810-1823), el traslado de la ciudad (1835)4 y la creación de la antigua provincia de Ñuble (1848), promoviendo el desarrollo de las prácticas económicas y de sociabilidad tradicional de su población (Parada, 2016). Durante ese siglo (XIX), las actividades de ‘la feria’ comenzaban el día viernes con la llegada de cientos de carretas a Chillán, desde distintos puntos de la provincia, para vender sus productos el día sábado. En la actualidad, el comercio y la sociabilidad son regulares en este lugar, por esta razón: «…se proyecta como un polo de desarrollo frente a las grandes cadenas comerciales que existen en los alrededores» (Brizuela Zuleta, 2019: 10). En otras palabras, ayer y hoy, ‘la feria’ se observa como un lugar de encuentro entre comerciantes [‘feriantes’], campesinos que llegan a vender sus productos agrícolas y ganaderos y habitantes de la ciudad. Desde el siglo XIX y XX hasta comienzos del siglo XXI, es posible encontrar los productos siguientes: cereales, hortalizas, flores, muebles caseros, tortillas, causeos, ollas, chamantos, loza de Quinchamalí, longanizas, canastos, frutas, carbón, derivados de la ganadería como lanas, cueros, charqui, grasa y quesos, entre muchos otros. La venta de estos productos es reconocida a nivel regional y nacional, en efecto, la I. Municipalidad de Chillán ha realizado obras de adelanto, como la primera y segunda estructuras de techumbre, desde la calle Maipón (norte) hasta la calle Arturo Prat (sur) ‒1997 y 2017 respectivamente‒. De este modo, se ha dejado atrás el antiguo modelo de mercado abierto, para dar paso a una estructura consolidada y funcional, que garantiza las condiciones necesarias para el trabajo de los ‘locatarios’ y la visita diaria de quienes frecuentan este lugar (Brizuela Zuleta, 2019). El reconocimiento actual de este lugar se contrasta con su significancia en función de la vida costumbrista en ‘la feria’ local desde 1860, que Basterrica (2015) describe como: «…el más importante centro de las transacciones comerciales de la ciudad. Tanto era el movimiento que en 1868 la Municipalidad […] dispuso la instalación de toldos en la Plaza de la Merced [Feria], a fin de favorecer a los feriantes que allí se instalaban.», (p. 54).
La Figura 3, representa una muestra documental que da testimonio de los resultados, evidenciando que la Feria de Chillán continúa definiéndose como un lugar que mantiene la sociabilidad entre las personas, un lugar de lo cercano y familiar; no del afuera, aún con sus cambios contemporáneos (Augé, 2010).
El Centro Comercial, este no lugar representa un espacio impersonal, tanto privado como público
‒en sí mismo‒. En él, las personas permanecen en el anonimato, aun cuando lo visitan a diario. Aquí, la presencia de la «sobremodernidad» impone a la población que lo frecuenta experiencias nuevas de soledad, manifestadas en un vaciamiento del sujeto, que solo encuentra atisbos de identidad momentánea (Augé, 2010). Sujeto que, caracterizado como usuario, se desplaza de un nivel a otro por medio de escaleras mecánicas, sin cruzar palabras en diálogo con otros; puesto que el trayecto es breve, monótono y condicionado por la estrechez del espacio disponible (figura 8), en efecto, aunque las personas emplean cantidades importantes de su tiempo al interior del Centro Comercial, no construyen lazos de sociabilidad y sus relaciones se basan en el consumo de productos. Asimismo, otra experiencia del «habitué» en este no lugar, donde se desarrollan los gestos del anonimato: «…mudo, […] prometido a la individualidad solitaria, […] de las tarjetas de crédito…» (Augé, 2010: 84), es la que produce el uso de cajeros automáticos, cuyos límites obe- decen a códigos de disolución de lo colectivo y del encuentro recreativo (figura 9).
La selección fotográfica siguiente, representa una muestra documental que da testimonio de los resultados discutidos, evidenciando que el Centro Comercial de Chillán se define como un no lugar ‒que existe al igual que un lugar‒, aunque distinto de este último, en cuanto a la falta de sociabilidad que desvincula a sus usuarios:
La Estación de Ferrocarriles de Chillán, este no lugar representa la fragilidad del momento en que las personas ‘vienen y se van’, en otras palabras, arriban y en seguida se marchan, precisa- mente, a sus lugares de destino. La Estación es un espacio de tránsito, un no lugar de paso, si bien marcado como lugar de tradición e historia en tiempos pretéritos de la ciudad, en la actualidad se observa como un espacio definido por el recuerdo y el olvido, en consecuencia, por el desuso progresivo: «Cuando Michel de Certeau habla de “no lugar”, es para hacer alusión a una especie de cualidad negativa del lugar, de una ausencia de lugar en sí mismo que le impone el nombre que se le da» (Augé, 2010: 90). La figura 4, ha sido seleccionada como muestra documental que da testimonio de los resultados discutidos y, a su vez, expuesta como fuente de lectura, análisis e interpretación metodológica (Marzal Felici, 2022):
Esta fotografía, en un plano general con ángulo contrapicado, muestra abiertamente el motivo fotográfico que ha conducido la metodología planteada, es decir: De los lugares a los no lugares de Chillán. Ahora bien, en términos morfológicos, compositivos, enunciativos e interpretativos,
¿qué puede decirnos este texto visual?
Primero, nos hallamos ante una línea que genera movimiento ‒más no sociabilidad, a nivel de análisis enunciativo‒, permitiendo separar cuatro diferentes planos compositivos y distinguir sus figuras humanas respectivas del fondo: 1) en primer plano, una mujer y una niña, ambas transitan por la Estación tomadas de sus manos, sin cruzar miradas ni palabras y la amplitud de la plataforma bajo sus pies se abre hacia una salida del no lugar; 2) en segundo plano, una mujer acompañada, únicamente, por la soledad que le proporciona el teléfono móvil que sostiene entre sus manos, aquí, la tecnologización de la «sobremodernidad» ha capturado por completo su atención, aislándola en el mutismo e impidiéndole toda posibilidad de «practicar el espacio» como un lugar; 3) en tercer plano, cuatro hombres, dos de ellos figuran como empleados de la Estación y comprueban que los dos jóvenes pasajeros lleven consigo sus boletos de acceso al servicio, tal como en el primer plano, no se observa cruce alguno de miradas ni palabras, tan solo: «…los gestos del comercio “de oficio mudo”…» (Augé, 2010: 84); 4) en cuarto plano, tres hombres, el punto de vista articula y repite el enunciado actitudinal revelado en el tercer plano, aquí, en orden de profundidad, el primero es un pasajero, tampoco hay miradas ni palabras, el tránsito hacia el interior de su vagón es decidido y apresurado: «…los no lugares son la medida de la época…» (84), el segundo se muestra como supervisor administrativo, por el contrario, su figura está detenida y su mirada puesta en la prontitud del pasajero, el tercero figura, a su vez, como empleado, el uniforme que viste lo identifica claramente como ‘guardia’ de la Estación, en este cuarto plano de conjunto, las tres figuras humanas han contrapuesto sus cuerpos entre sí, sus espaldas acaban por cerrar la línea de movimiento inicial.
Segundo, desde una mirada interpretativa, observamos dos elementos que, ‘a primera vista’, parecen presentarse inadvertidos para quien contempla este texto fotográfico: 1) las mascarillas, que cada visitante momentáneo de este no lugar usa en el instante del disparo fotográfico, debido a lo extremo de las bajas temperaturas del invierno chillanejo y, en consecuencia, al aumento de las enfermedades por virus respiratorios, no hacen más que intensificar el anonimato de quienes transitan por este espacio vacío de sociabilidad, más aún, reflejan la justa medida de nuestro tiempo; 2) la ‘banca’ de madera, ubicada al costado medio inferior izquierdo de la fotografía, su imagen representa el recuerdo, olvido y desuso progresivo de la Estación de Ferro- carriles de Chillán, su vacío longitudinal sugiere la ausencia contemporánea de quienes, en otros tiempos históricos, practicaban y pulsaban el «habitué» tradicional y relacional de este antaño lugar de identidad en la ciudad de Chillán.
CONCLUSIONES
Chillán, ubicada en la región de Ñuble, puede ser conceptualizada como un lugar de frontera desde diversas perspectivas. En primer lugar, geográficamente, Chillán se encuentra en una posición estratégica entre la zona central y sur de Chile, sirviendo como una especie de frontera natural o punto de transición entre diferentes regionales geográficas y climáticas.
Sin embargo, la nación de frontera también puede ser entendida en términos socioculturales y económicos. A lo largo de su historia, Chillán ha experimentado cambios notables, tanto en términos de desarrollo urbano como en las actividades económicas predominantes. Desde terremotos que han afectado la estructura urbana hasta transformaciones en la industria y la educación, la ciudad ha experimentado múltiples transiciones y reconfiguraciones.
La hipótesis de trabajo plantea que la sobremodernidad estaría presente en Chillán, sugiriendo que la ciudad se encuentra inmersa en un contexto sociocultural caracterizado por le individua- lismo, el consumo desenfrenado, la aceleración del tiempo y la contracción del espacio, como conceptos propuestos por el sociólogo Marc Augé.
Esta sobremodernidad en Chillán podría traducirse en una serie de cambios en la estructura urbana, las formas de vida y las interacciones sociales. La creación de lugares y no lugares implica que, si bien la ciudad experimenta un desarrollo rápido y modernización, algunos de estos espacios pueden carecer de significado antropológico o cultural profundo. La rápida transformación de Chillán podría conducir a la generación de áreas que, a pesar de ser modernas y funcionalmente relevantes, carecen de la riqueza cultural y simbólica que caracteriza a lugares antropológicamente significativos.
Esta perspectiva invita a explorar cómo la dinámica de cambio en Chillán, como ciudad de frontera, impacta en la identidad, la cohesión social y la conexión con el entorno, y cómo la sobre- modernidad puede influir en la forma en que los habitantes interactúan en su espacio urbano. En este sentido, el espacio público y privado de la ciudad de Chillán es posible identificar y documentar, describir y analizar e interpretar lugares y no lugares, que reúnen características propias de la «sobremodernidad» estudiada por Augé, atributos que, tal como advierte el autor, no están en cuestión en Europa, sino en la contemporaneidad de todos los continentes y sus formas de vida social.
Los lugares de Chillán: Plaza de Armas y Feria, aislados en unidades de observación para este estudio de caso, se relacionan con el espacio público y la identidad colectiva de su población, lo que, a su vez, mantiene vínculos fuertes con la cultura tradicional y la cotidianeidad social. En efecto, al considerar el conjunto de estos aspectos, es posible concluir que, tanto el pasado histórico local de la ciudad como el arraigo territorial regional de Ñuble, activan dispositivos de expresión y defensa grupal de los espacios marcados por los orígenes de lo fundacional. Estos elementos de continuidad histórica reúnen y explican el sentido de lo que afirma Augé: el lugar se practica en sociabilidad; el lugar se defiende como propio por el encuentro con otros.
Los no lugares de Chillán: Centro Comercial y Estación de Ferrocarriles, aislados en unidades de observación para este estudio de caso, están «creados» e introducidos, o desarrollados, en el espacio público privado, en función del individuo y su anonimato, que, vaciado de experiencias y prácticas de sociabilidad, transita «mudo» frente a la presencia de la tecnología, la que impone al usuario experiencias contemporáneas de soledad, las que, a su vez, se manifiestan a través de atisbos momentáneos de escasa identidad. En efecto, al considerar el conjunto de estos aspectos, es posible concluir que, tanto el presente que se vive descontinuado de la historia y del tiempo de la memoria como el cambio acelerado del mundo material actual, desactivan dispositivos de comunicación humana fundamentales para la construcción de lazos colectivos. No obstante, de ser restituidos con un claro sentido de pertenencia a lugares compartidos por los habitantes de la ciudad, esta contribución a la identidad del territorio podría significar un impacto positivo en su desarrollo sustentable.