INTRODUCCIÓN
La educación médica está experimentando una transformación paradigmática hacia modelos basados en competencias, que responden a las cambiantes necesidades sanitarias y a la responsabilidad social de las profesiones de la salud1. En este contexto, la simulación clínica ha emergido como una estrategia educativa efectiva para desarrollar habilidades clínicas, comunicacionales y colaborativas en un ambiente controlado, realista y éticamente seguro2,3.
Definida como una técnica que recrea situaciones o escenarios para permitir que los participantes experimenten una representación de un evento real con fines formativos4, la simulación ofrece valiosas oportunidades para practicar y refinar competencias, minimizando riesgos y errores que podrían ocurrir al entrenar directamente con pacientes5. Permite estandarizar la enseñanza, garantizar la exposición a eventos poco frecuentes, fomentar la toma de decisiones, proveer retroalimentación constructiva y reflexionar sistemáticamente sobre el desempeño para identificar brechas y planificar mejoras6,7.
Existe amplia evidencia sobre su utilidad en el desarrollo de competencias genéricas y específicas en distintas especialidades y niveles formativos. Revisiones sistemáticas han demostrado su eficacia para adquirir conocimientos, habilidades técnicas, capacidad diagnóstica, juicio clínico y actitudes profesionales en áreas como cirugía, anestesia, gineco-obstetricia, pediatría, cuidados intensivos y urgencias8-11. Asimismo, se ha reportado una alta satisfacción y aceptación por parte de los participantes12.
En el campo pediátrico, la simulación resulta especialmente valiosa para entrenar el abordaje de situaciones críticas como dificultad respiratoria, shock, convulsiones, trauma y reanimación cardiopulmonar, así como para desarrollar habilidades de comunicación efectiva con niños y familias13,14. Posibilita practicar intervenciones complejas sin poner en riesgo a una población altamente vulnerable. Además, contribuye a superar las limitaciones de la enseñanza tradicional basada en oportunidades clínicas aleatorias y variadas según los pacientes disponibles15.
No obstante, integrar curricularmente la simulación y adaptarla al contexto local plantea desafíos logísticos, técnicos, culturales y financieros. Requiere alinear cuidadosamente los escenarios con los resultados de aprendizaje esperados, contar con recursos adecuados, preparar a los docentes como facilitadores expertos, asegurar la calidad de la experiencia y valorar su transferencia a la práctica real16,17. Pese a su creciente adopción en países desarrollados, su incorporación sistemática aún es incipiente en escuelas de medicina latinoamericanas18.
En Paraguay, la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) implementó en 2015 un nuevo proyecto académico basado en competencias, alineado con tendencias internacionales19. En este marco, surge el interés por introducir metodologías innovadoras como la simulación clínica. En 2022, en la asignatura Pediatría III, un equipo docente capacitado desarrolló una experiencia piloto utilizando escenarios simulados en el módulo de urgencias.
Considerando que representa un cambio significativo respecto a prácticas habituales, resulta relevante explorar las percepciones de los actores involucrados. Sus opiniones pueden aportar insumos valiosos para optimizar el diseño e implementación de esta estrategia, así como identificar factores facilitadores y barreras para su institucionalización. Además, generar evidencia local sobre su utilidad y aceptabilidad contribuye a fundamentar decisiones curriculares y respaldar las inversiones requeridas para su sustentabilidad.
Por lo tanto, el objetivo de este estudio fue analizar las percepciones de estudiantes y docentes sobre la implementación de escenarios de simulación clínica en el módulo de emergencias pediátricas en una universidad pública paraguaya. Específicamente, se buscó describir sus valoraciones en cuanto a la planificación y gestión de la actividad, los aprendizajes y competencias adquiridas, las vivencias emocionales experimentadas y las expectativas sobre la incorporación de esta metodología al currículo de grado.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se realizó una investigación cualitativa con alcance descriptivo e interpretativo, apropiada para comprender en profundidad las percepciones y experiencias subjetivas de los participantes20. El estudio se llevó a cabo en la Asignatura Pediatría III - Décimo Semestre de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción entre marzo y julio de 2022.
La población incluyó a todos los 92 estudiantes matriculados en la asignatura Pediatría III durante el periodo académico 2022 y a los siete docentes a cargo del módulo de urgencias. Se realizó un muestreo intencional por conveniencia, invitando a participar voluntariamente hasta lograr la saturación teórica de la información21. La muestra final quedó conformada por 16 alumnos (10 mujeres y 6 varones, con edades entre 23 y 27 años) y 3 docentes (2 pediatras y 1 pediatra emergentólogo, con experiencia académica de 5 a 15 años).
Para la recolección de datos se utilizaron dos técnicas: grupos focales con estudiantes y entrevistas semiestructuradas individuales a docentes. Se elaboraron guiones específicos para cada caso, incluyendo preguntas abiertas sobre aspectos de planificación (diseño de escenarios, preparación previa), gestión (información inicial, desempeño de facilitadores, debriefing), aprendizajes percibidos (competencias adquiridas, beneficios atribuidos), vivencia emocional (realismo, seguridad psicológica) y expectativas sobre la simulación (proyecciones curriculares, desafíos anticipados).
Se realizaron dos grupos focales de 8 participantes cada uno, en aulas de la facultad, con una duración aproximada de 90 minutos. Las entrevistas docentes tuvieron una extensión promedio de 60 minutos y se efectuaron en oficinas privadas. Ambas instancias fueron conducidas por investigadores entrenados, grabadas en audio previo consentimiento y complementadas con notas de campo.
El análisis cualitativo siguió una lógica inductiva basada en la teoría fundamentada22. Tras la transcripción verbal de las grabaciones, se realizó una codificación abierta identificando conceptos y categorías emergentes. Luego se establecieron relaciones entre categorías y se refinaron patrones interpretativos hasta alcanzar la saturación teórica. Se aplicaron estrategias de triangulación, validación por participantes y reflexividad para resguardar el rigor metodológico23.
Se obtuvo el consentimiento informado de todos los participantes, enfatizando el carácter voluntario, la confidencialidad de los datos y el anonimato de las respuestas. Los hallazgos se presentan mediante categorías ilustradas con citas textuales representativas.
RESULTADOS
Los resultados se organizaron en cuatro categorías principales derivadas de los objetivos del estudio:
Planificación e implementación de la simulación Tanto estudiantes como docentes valoraron positivamente la planificación de las actividades. Los profesores enfatizaron la importancia de diseñar casos clínicos relevantes y alineados con las competencias del programa. "Nos basamos en las patologías más frecuentes que requieren un manejo oportuno y eficaz en urgencias pediátricas" (Docente 2). Destacaron la preparación teórico-práctica previa mediante clases expositivas y talleres de habilidades. "Tratamos de nivelar conocimientos con seminarios y prácticas para que todos llegaran con una base" (Docente 1).
La información inicial fue considerada clara y suficiente. "Nos explicaron los objetivos, la metodología, qué esperaban de nosotros... eso ayudó a no entrar tan perdidos" (Estudiante 5). El desempeño de los facilitadores fue muy bien evaluado, destacando su experiencia clínica y retroalimentación constructiva. "Se notaba que manejaban el tema, daban consejos útiles y transmitían tranquilidad" (Estudiante 12). El debriefing fue valorado como un espacio clave para reflexionar sobre fortalezas y aspectos a mejorar. "Ahí te dabas cuenta de lo que hiciste bien o mal y por qué" (Estudiante 9).
Como desafíos, los docentes mencionaron la complejidad de liderar el debriefing, dosificando la entrega de juicios evaluativos y priorizando la reflexión de los participantes. "Había que cuidar cada palabra para no sonar impositivos ni destructivos, sino facilitar que ellos llegaran a sus propias conclusiones" (Docente 3). También aludieron a dificultades logísticas como la falta de insumos o fallas técnicas de los simuladores. "A veces fallaba el equipo y te frustraba, pero aprendimos a improvisar" (Docente 2).
Aprendizajes y competencias adquiridas Unánimemente, los estudiantes percibieron haber logrado los resultados de aprendizaje propuestos. Refirieron haber integrado conocimientos, desarrollado habilidades técnicas y no técnicas, y ganado confianza para enfrentar situaciones reales. "Siento que aprendí a abordar un paciente grave, desde la evaluación inicial hasta la terapéutica y derivación" (Estudiante 14). Destacaron la adquisición de competencias comunicacionales, trabajo en equipo y toma de decisiones bajo presión. "Más allá del manejo clínico, me ayudó a comunicarme mejor, delegar funciones, anticiparme a complicaciones" (Estudiante 7).
Los docentes observaron una progresión significativa en el desempeño de los alumnos, evidenciada en su capacidad para priorizar acciones, liderar el equipo y fundamentar sus juicios clínicos. "Al principio les costaba jerarquizar problemas y se atropellaban, pero después actuaban coordinadamente con criterio profesional" (Docente 1). Como aspectos a seguir trabajando, señalaron la especificidad de algunos procedimientos y el manejo de dilemas éticos. "Faltó profundizar en ciertas técnicas como intubación y discutir más los aspectos bioéticos" (Docente 2).
Vivencia emocional de los participantes Transversalmente, la experiencia simulada desencadenó una intensa vivencia emocional, caracterizada por ansiedad inicial, estrés durante la acción y satisfacción posterior. "Al principio estaba aterrada, sudaba frío, pero después sentí la adrenalina de tener que resolver la urgencia" (Estudiante 1). El realismo de los escenarios contribuyó a generar inmersión y credibilidad. "Parecía un caso real, con la ambientación, los ruidos... te metías en la situación" (Estudiante 11).
Algunos refirieron momentos de bloqueo o frustración ante errores, pero valoraron la seguridad del ambiente para aprender. "Cuando me equivoqué pensé 'ya está, maté al paciente', pero enseguida sentí la contención del grupo para reflexionar" (Estudiante 8). Los docentes también experimentaron incertidumbre al explorar un nuevo rol. "No sabía bien cómo iban a reaccionar o qué me iban a preguntar, daba nervios" (Docente 2). No obstante, reportaron gratificación al observar avances y colaboración genuina. "Ver cómo se superaban y trabajaban en equipo, eso no tiene precio" (Docente 1).
Expectativas sobre la simulación clínica: Hubo amplio consenso sobre la necesidad de incorporar la simulación al currículo de grado en forma longitudinal e integrada. "Debería implementarse desde primer año e ir escalando en complejidad, no como algo aislado" (Estudiante 15). Docentes y alumnos coincidieron en su valor para favorecer aprendizajes significativos y seguros. "Te prepara para lo que vas a enfrentar después con pacientes reales, pudiendo practicar y equivocarte" (Estudiante 3). "Es una instancia privilegiada para desarrollar competencias clínicas sin poner en riesgo la seguridad" (Docente 3).
Se planteó que la simulación no reemplaza sino que complementa la práctica clínica real. "No sustituye el contacto con pacientes, pero te da más herramientas y confianza para llegar mejor preparado" (Estudiante 13). Se valoró su utilidad para facilitar la transferencia de conocimientos, mejorar habilidades comunicacionales y fortalecer el profesionalismo. "Ayuda a vertebrar la teoría con la práctica y a formar profesionales más empáticos y autocríticos" (Docente 2).
Entre los desafíos, se mencionaron la necesidad de capacitación docente específica, la disponibilidad de infraestructura y recursos adecuados, la inserción estratégica en la malla curricular y la evaluación de su impacto. "Requiere formar profesores con las competencias para hacer simulación, gestionar espacios y equipos, y articular con otras asignaturas" (Docente 1). "Habría que medir cuánto mejora los resultados académicos y la atención a pacientes" (Estudiante 6). No obstante, se mostraron optimistas sobre su progresiva adopción institucional.
DISCUSIÓN
Los hallazgos de este estudio revelan una percepción altamente favorable de estudiantes y docentes sobre la implementación de escenarios simulados en el módulo de urgencias pediátricas. En línea con experiencias internacionales24-26, los participantes destacaron su utilidad para adquirir competencias clínicas y transversales, promover aprendizajes significativos y colaborativos, favorecer la transferencia de conocimientos y reflexionar críticamente sobre la práctica en un ambiente controlado.
La selección de casos realistas y relevantes, alineados con los objetivos curriculares, parece haber sido clave para lograr validez educativa27. La preparación teórico-práctica previa y el acompañamiento docente cercano también han sido reconocidos como facilitadores del aprovechamiento pedagógico28. El debriefing fue valorado como el corazón de la experiencia, permitiendo articular la vivencia con marcos conceptuales y analizar el desempeño con foco en la mejora29. Estos elementos coinciden con los principios de buenas prácticas en simulación reportados en la literatura30,31.
Especialmente relevante resultó la intensidad emocional vivenciada, que lejos de inhibir, parece haber catalizado los aprendizajes. La ansiedad adaptativa, el disfrute del reto y la satisfacción posterior concuerdan con hallazgos que vinculan ciertos niveles de estrés con mayor compromiso y rendimiento32. La seguridad psicológica percibida fue esencial para crear un espacio protegido de experimentación y reflexión, en concordancia con recomendaciones sobre la importancia del contrato ficticio y la confianza grupal33,34.
No obstante, también emergieron dificultades como la complejidad del debriefing, las limitaciones de recursos, la sobrecarga laboral docente y la necesidad de mayor variedad de casos. Estas barreras han sido descritas por otros autores y pueden amenazar la sustentabilidad de la simulación35,36. Se requieren esfuerzos institucionales para garantizar condiciones técnicas, materiales y humanas idóneas, así como instancias de capacitación continua y soporte a los facilitadores37.
Desde una óptica curricular, los resultados avalan la incorporación progresiva y longitudinal de esta metodología, integrada a las actividades clínicas regulares. Coincidentemente con directrices internacionales38,39, se plantea avanzar desde inserciones puntuales hacia una presencia sistemática, intencionada y gradual a lo largo de la carrera, reservando los niveles más básicos para habilidades genéricas y los más avanzados para entrenamiento especializado.
Esto implica repensar el rol docente, implementar mecanismos de gestión curricular, monitorear continuamente los procesos formativos y evaluar su impacto en distintos niveles 40,41. Adicionalmente, se necesita profundizar el desarrollo conceptual y metodológico de la simulación adaptada a cada contexto socio-sanitario y a las singularidades de la pediatría como disciplina.
Entre las fortalezas de este estudio se destacan el diseño cualitativo que posibilitó una mejor comprensión de las percepciones de los actores, la triangulación de técnicas y sujetos que robusteció la credibilidad de los resultados, y el muestreo intencional que permitió alcanzar saturación teórica. Como limitaciones, el carácter situado en una universidad y el reducido tamaño muestral restringen la transferibilidad de los hallazgos. Futuros estudios podrían explorar experiencias en otras instituciones, contrastar perspectivas interprofesionales, incluir miradas de pacientes simulados y emplear diseños longitudinales y mixtos.
CONCLUSIONES
Este estudio cualitativo reveló que la introducción de escenarios de simulación clínica en pediatría fue percibida muy positivamente por estudiantes y docentes de una universidad pública paraguaya. En línea con los objetivos planteados, se identificaron valoraciones favorables en cuanto a la planificación y gestión de la actividad, los aprendizajes y competencias adquiridas, y las vivencias emocionales experimentadas.
Los participantes percibieron la simulación como una oportunidad privilegiada para desarrollar competencias técnicas y no técnicas en un entorno realista y seguro. Se evidenció la necesidad de avanzar hacia una integración curricular más profunda de esta metodología, velando por su alineación con los resultados de aprendizaje esperados, la disponibilidad de recursos adecuados y la capacitación docente específica.
Los hallazgos sugieren que la simulación clínica tiene el potencial de enriquecer significativamente la formación médica en pediatría, favoreciendo aprendizajes auténticos y transformadores. Se requiere un compromiso institucional sostenido para capitalizar sus fortalezas y superar los desafíos identificados en su implementación.